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Historia 12

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Historias Frente a la Hogera Educación (Edicíon de Audio)

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The podcast "Historias Frente a la Hoguera" is a project by tenth-grade students to revive the tradition of storytelling. Saúl, a privileged boy, feels dissatisfied despite having everything. He encounters a talking statue that explains it is his emotional medicine. The statue suggests Saúl donate his unused toys, which will be given to children in need. Saúl and his friend Jorge gather the toys and donate them. Saúl realizes how fortunate he is and decides to be more grateful and help others in the future. He wonders if the talking statue was part of a scientific experiment, but keeps it as his secret. Reciban todos un cordial saludo. Este podcast es realizado con un proyecto de los estudiantes de grado décimo de la Joraja de la Tarde, de la institución educativa Ana José Zamora de Duque, de Santander de Quilcham, mi nombre es Francisco Zampos, soy docente de tecnología y informática de la institución educativa Ana José Zamora de Duque. Historias Frente a la Hoguera es un proyecto para recuperar esa antigua tradición de las familias colombianas, de contar historias frente al fuego de un fogón, en épocas donde los medios de comunicación y las tecnologías no eran parte de la vida cotidiana de muchos. No hay una temática especial en el contenido de estos audios, solo historias contadas por parte de los estudiantes, esperamos que sean de su agrado. No habiendo dicho más, empecemos. Historias Frente a la Hoguera El secreto de Saúl Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios, su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con el jardín y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba nada, les día la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía de cine. A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con todo el mundo. Últimamente no soportaba madrugar, doñaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez hablaba menos con sus compañeros de aula. ¿Para qué fingir que sus temas de conversación le parecían interesantes? Por si esto fuera poco, ni una sola asignatura atraía su atención. Malgastaba el tiempo mirando a las musarañas y abriendo la boca para soltar ruidosos bostezos cada dos por tres. Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila, caminaba un corto trecho hasta llegar al parque Los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que lo obligaban a memorizar. Una vez allí solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arbolea y del lago con forma de corazón, donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de apatitud. Sucedió que una de estas tardes se acercó a su banco habitual, tomó asiento y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad descalzo y cubierto de arápol que parecía mirarle fijamente. ¿Qué estatua tan deprimente? Podían haber puesto la figura de un príncipe o una diosa romana en vez de la de un andrajoso mendigo. Según pronunció estas palabras, escuchó una voz infantil. ¿De verdad crees que solo soy un trozo de piedra al que un escultor ha dado forma? Se abundió un respingo y su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tras unos segundos de desconcierto, se abaricó con la palma de la mano y trató de recomponerse. El calor de esos primeros días de verano le estaba haciendo olerar. ¡Qué susto! Por un momento pensé que la estatua me estaba hablando. Será mejor que me vaya. Se estaba poniendo en pie cuando volví a escuchar la imagen. Sí, te habla a ti. Aguarda, por favor. Saul miró de izquierda a derecha por si algún paciente había vido lo mismo que él, pero sorprendentemente nadie parecía percatarse de nada. Atemorizado, anduvo unos pasos y se situó junto a la escultura anclada al pequeño pedestal. A simple vista, calculó que el chico de piedra tenía su misma edad y estatura, pero cuando miró con más detenimiento, se estremeció porque se parecía muchísimo a él. La misma forma ovalada del rostro, los ojos rasgados, la nariz respingona, heredada de su abuelo. Era una réplica casi perfecta de sí mismo. ¿Pero qué está pasando aquí? Se le ocurrió que quizás todo era parte de un programa de televisión, de esos que ya están bromas pesadas a la gente que va tan tranquila por la calle. Así que se fijó en los árboles cercanos por si entre las ramas localizaba alguna cámara oculta. No vio nada extraño, se le erizó la piel. La situación comenzaba a producirle pavor. No te preocupes, no estás loco. Por increíble que parezca, me estoy comunicando contigo y solamente tú puedes escucharme. Tócame que te prometo que soy completamente inofensiva. Saul obedeció. Aparentemente la estatua era como otra cualquiera, dura, fría e impasible, pero la escuchaba hablar como si fuera un humano de carne y hueso. ¿Cómo era posible? En fin, ¿saben? Un sistema de telepatía alguien le dirigía desde una torre de control estaba tan perplejo que ya no era capaz de distinguirse las palabras del ramo por las orejas o iban directamente a su cerebro. ¿Quién eres? ¿Quién te ha fabricado? ¿Y por qué te pareces tanto a mí? La historia es muy larga de contar, pero para resumir, te diré que soy el resultado de un expresionante experimento científico. Al suele empezaron a temblarle las piernas como flanes y se puso tan nervioso que creyó que iba a desmayarse. Un experimento como de esos que salen en las pelis de ciencia ficción. Exacto, hace tanto en el clavo su cara se desencajó y notó que su burla caía chorros por el cuello. No tienes nada que temer, lo entenderás en cuanto te lo explique. Bueno, sé que están esperando. Un grupo de expertos lleva años trabajando en un importante centro de investigación de esta ciudad con un objetivo, lograr que todos los niños que vivían aquí sean felices. Saul suspiró profundamente. Ah, vale, eso no parece peligroso. No, no lo es, pero se requieren muchos años de trabajo para desarrollar un proyecto tan complejo. Así, si te lo imaginas, han colaborado decenas de especialistas y se han invertido muchísimo dinero en la tecnología más avanzada que existe. Por suerte, todo ha salido a las mil maravillas y los resultados están siendo inmejorables. La salud de los historiadores sonaba pura fantasía, pero estaba tan intrigado que no podía dejar de escucharlos. Lo primero que han tenido que hacer es instalar un sistema de radares especiales en todos los barrios de la ciudad. Radares, ¿para qué? Para detectar las emociones de las personas desde que nacen hasta el día que comienza su vida adulta. Es decir, durante toda la infancia y su adolescencia, si algún radar registra que algún niño o joven necesita ayuda, el centro de investigación pone en marcha el plan de rescate emocional. ¿El plan de rescate qué? El plan de rescate emocional. No te preocupes, se trata de algo muy sencillo. Estudian el problema para saber por qué es infeliz y el laboratorio diseña un tratamiento a medida para acargar con su tristeza. Seguro estaba completamente alucinado. Muchos estuvieran dentro de una película futurista o se hubieran adelantado 500 años en el tiempo. ¿Y qué es lo que hacen exactamente? Te pinchan con jeringas gigantes, te meten en cabinas para recibir ondas de choque, te rodean la cabeza con cables y te conectan a un generador eléctrico. ¡Ja, ja, ja! ¡Qué menudas ocurrencias tienes! Los métodos para sanar emociones son muy variados y ninguno duelen ni nada parecido. En tu caso han decidido fabricar una estatua con tus rasgos utilizando una impresora 3D y un dispositivo de sonido de última generación. O sea, yo. Saúl se siente ofendido. En mi caso, ¿qué quieres decir con eso? Pues que he venido para ayudarte y me han diseñado exclusivamente para ti. ¿Qué? Lo que oyes. Estoy aquí para tener una charla contigo porque soy tu medicina emocional. El chaval se indignó y con cierto desprecio miró a la estatua de arriba a abajo. ¿Qué vas a decir? Yo necesito ayuda. Además, tú no eres ni otro yo. Vale, te pareces a mí físicamente, pero vas con ropa vieja, no llevas zapatos. Las otras puse en marcha el tratamiento especial que, como ya harás a Iñao, consistía en hacerle pensar. Sí, tienes razón. Soy una versión un poco diferente de ti. Digamos que represento lo que podrías haber sido si no hubieras nacido en una familia rica y de buena posición. ¿Alguna vez has pensado cómo sería ir en un barrio pobre, en una casa sin agua ni calefacción? ¿Te imaginas tu vida sin chocolate, sin tu reproductor de audio digital, sin unas zapatillas tan modernas que causan? ¿Sabes, pues, sincero? No, la verdad es que no. Pero muchos chicos de tu edad vivían con muy poco, lluvia, con casi nada, en muchísimos lugares del mundo. De hecho, no hace falta salir de nuestra ciudad para encontrarlos. El muchacho se encogió de hombros. Ya, pero yo no tengo la culpa de eso. La estatua le dio la razón. Desde luego que no. Nadie elige dónde nace y no hay personas con más suerte que otras desde la cuna, pero todos tenemos la capacidad de prever ciertas cosas haciendo un pequeño esfuerzo. Ya bueno, si tú lo dices, nuestros radares han detectado que tú, teniéndolo todo, padeces una gran insatisfacción. El niño sintió mucho agobio, pero el chico de piedra fue contundente. Sé sincero contigo mismo. Tienes tanto que te sientes abrumado y no disfrutas de casi nada. Deberías ser muy feliz, sin embargo, te pasas el día repugnando y comportándote de manera inapropiada. Por alguna razón, el niño tuvo ganas de desahogarse con ese extraño compañero de conversación. Sí, últimamente todo me aburre y no me apetece hacer nada. Bravo, reconocerlo ya es un paso. ¿Por qué crees que te use de algo así? No lo sé, de verdad que no lo sé. Estás afligido, desganado y estar mal contigo mismo también te aleja de la gente. Sé que ya no te quedas más que un buen amigo. Se ve que está a punto de echarse a llorar. Sí, se llama Jorge, pero no le veo mucho últimamente y no me extraña. A veces resulto insoportable. ¿Ves cómo van saliendo las cosas? Tú lo que necesitas es recobrar la ilusión. Cierra los ojos y durante unos segundos piensa en algo que te haría feliz. El niño obedeció y se puso a reflexionar. No me conformaría con menos cosas materiales. Acabé de estar más con Jorge, como en los viejos tiempos. El niño se acercó a la plataforma de datos de la OTA, verificó todos los datos recibidos, activó su chip solucionador de problemas y automáticamente obtuvo una receta personalizada para Saúl. Mi propuesta es la siguiente. ¿Por qué no sugieres a tu amigo que te ayude a seleccionar todos estos juguetes que ya no usas? Seguro que la mayoría están casi nuevos y otros niños los podrían aprovechar. Cuando hayas llenado unas cuantas bolsas, tu padre te recomendará dónde llevarlo. Esa experiencia hará que te sientas muchísimo mejor contigo mismo y te enseñará a valorar lo que tienes. No es mal día. Misión cumplida hasta siempre, mi querido doble humano. Y de repente sucedió algo asombroso. La sotra que hasta ese momento no se había movido, porque lógicamente las estatuas nunca se mueven, le guiñó un ojo y se defumó desapareciendo de su vista como si jamás hubiera existido. A Saúl casi se le corta la respiración. Allí estaba él, parado en medio del parque, preguntándose si todavía ha sido un sueño o una alucinación. O simplemente se estaba volviendo majareta. En cualquier caso, tuvo la sensación de que en su interior algo había cambiado, como si se hubiera encendido una lucecita al final de un oscuro túnel. Se fue corriendo a casa, llamó por teléfono a su amigo Jorge y le contó lo que tenía pensado hacer. ¿Te apetece ayudarme, amigo? Cuenta conmigo. Voy para allá. Media hora después, los dos niños se pusieron a abrir armarios y a seleccionar muñecos, juegos, puzzles, un montón de cosas más que llevaban años olvidadas en los cajones. Le metieron todo en bolsas, después fueron al porche de la entrada. Saúl quería pedir consejo a su padre. Papá, quiero ganar muchos de mis juguetes. ¿Podrías acercarnos a algún lugar donde lo revisiten de verdad? El hombre que estaba tumbado, una vaca y una abuela respondió entusiasmado. Claro que sí, conozco el sitio perfecto. Echó un vistazo a su reloj de muñeca. Si Mr. Cruz no falla, ahora mismo está abierto. Creo que nos dará tiempo. Vamos. Se dieron prisa a encargar el maletero del coche y acudieron al ase de una ONG que se dedicaba a recoger juguetes de segunda mano. Germán, el director, los recibió con los brazos abiertos. Gracias por vuestra visita. Vengáis a conocer instalaciones y que tengáis tantas ganas de aportar vuestro regalito a arena. Saúl estaba contentísimo. Mi amigo Jorge y yo hemos montado más de 30 juguetes y mogollón de libros, pero me gustaría saber cuál sería su destino. Germán encantároselo. Ah, claro. Una parte se repartirá a diferentes hospitales para que los niños enfermos puedan entretenerse durante el tiempo que estén ingresados. No os imagináis cuánto les beneficia ello superar los momentos malos. Saúl y Jorge aprendieron entusiasmado. En la otra se regalará a familias desfavorecidas que no tienen suficiente dinero para comprar a sus hijos ni un simple muñeco de trapo. Para muchos pequeños recibir uno de esos juguetes será uno de los días más emocionantes de su vida, os lo aseguro. Saúl tuvo que hacer un gran esfuerzo para no poderse llorar desbordado por la emoción. Por favor, por favor, ya los cuento antes. Germán se rió. No te preocupes. Mañana mismo una furgoneta de la organización se encargará de que todos lleguen a su destino en perfectas condiciones. Saúl y Jorge se abrazaron, acaban de hacer algo realmente bonito por los demás, y los dos sintieron que ese acto reforzaba su amistad. Gracias por tu ayuda, Jorge. Ha sido genial pasar el día contigo organizando todo esto. De nada, amigo. Si te parece, la hermana que viene podría venir tú a mi casa y ayudarme a revisar mis cosas. Seguro que conseguiremos llenar algunas cajas más para traerle a Germán. Por supuesto, completamente eufórico, se fueron del director de la ONG, salieron a la calle y subieron al automóvil a apagar la puerta. El tiempo había pasado volando y ya casi era la hora de cenar. Padre e hijo llevaron a Jorge a casa y después de un rato, se anudaron la marcha por las carreteras medio vacías del centro. El niño sentado en el asiento atrás estaba rayante de felicidad. ¿Sabes una cosa, papá? Dime, hijo. Hoy me he dado cuenta de lo afortunado que soy. No tengo derecho a estar todo el día quedándome por tonterías. Me alegra que ya es su Saúl. Nunca es tarde para pararse a valorar las cosas que de verdad merecen la pena y lo bonito que es ser solidario con los que menos tienen. Creo que en mayor quiero ser como Germán. A partir de mañana, estudiaré mucho y algún día haré algo grande por los demás. Eso es fantástico, cariño. Aún eres pequeño, pero a lo largo de los años irás descubriendo tu vocación. Al final, te desvíes por la profesión que sirva para mejorar el mundo. Tu madre y yo nos sentiremos muy orgullosos. De camino al lugar, pasaron por delante del parque de los almendros. Saúl acercó su carita al cristal de la ventanilla y a pesar de que estaba anocheciendo, distribuyó su banco favorito a la gran arboleda y el brillo del lago al fondo sin retirar la mirada, preguntó a su padre. ¿Piensas que hoy en día existen raras potentes que contrarran la mente de los humanos? Pero, ¿qué dices? ¿Te encuentras bien? Lo dijo en serio. ¿Será posible que los habitantes de esta ciudad seamos parte de un gigantesco suelento científico? El hombre se partió de la risa. ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, hijo! ¿Qué cosas raras se te pasan por la cabeza? Creo que deberías ver más documentos de historia y menos cines fantásticos. A Saúl se le escapó una sonrisilla y en ese mismo instante decidió que guardar sus secretos el resto de su vida.

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