Palabra de vida hoy, viernes diecisimo octavo del tiempo ordinario, al pan por la palabra, de la carta a los romanos. Hermanos, respecto a si somos justificados y perdonados por Dios por la fe, o por las obras del cumplimiento de la ley, veamos el caso de Abraham, antepasado de nuestra raza. ĀæAceptó Dios a Abraham por sus obras? Si es asĆ, tiene de quĆ© estar orgulloso. Pero de hecho, delante de Dios, no tiene de quĆ©. A ver, ĀæquĆ© dice la Escritura? Abraham creyó a Dios y eso le valió la justificación.
Del Evangelio segĆŗn San Lucas. En aquel tiempo dijo JesĆŗs, cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresĆa. Hasta los pelos de vuestra cabeza estĆ”n contados. No tengĆ”is ningĆŗn temor. La levadura que los fariseos aƱadĆan generosamente a la masa de su ego era la suficiencia y la vanidad. AsĆ, la masa siempre sube mucho y ellos estaban tan subidos. Los fariseos eran verdaderos campeones en el cumplimiento de los innumerables mandamientos y preceptos de la ley antigua.
Pero era precisamente esa conciencia de creerse buenos a sus propios ojos, lo que no dejaba en sĆ mismo espacio para Dios. Porque en realidad, no necesitaban al Dios de la misericordia y del perdón. La seguridad de cara a alcanzar la salvación la ponĆan en ser prĆ”cticamente irreprochables en el cumplimiento de las normas. No ponĆan su seguridad en Dios. Y por colocarse ellos siempre en el cajón mĆ”s alto del podio de la religiosidad de Israel, miraban con desdĆ©n y hasta con desprecio a todos los demĆ”s creyentes, obsequiĆ”ndolos con juicios inmisericordios afronados con su soberbia y dureza de corazón.
Jesús alerta a los suyos contra esa levadura y siempre manifestarÔ con tanta fuerza su amor comprometido por la salvación de todos, como que todos y cada uno somos indignos de tirar a nadie la primera piedra al tener todos, sin excepción, tanto por lo que agachar la cabeza y pedir perdón. Nuestra seguridad nunca puede apoyarse en nosotros mismos por sabios, ejemplares y santos que pudiéramos llegar a ser. La verdadera seguridad que nos hace mirar al mañana con esperanza, incluso en medio de la conciencia mÔs dolorida por el propio pecado, brota de la fe en el amor misericordioso del Dios en quien creemos.
Es por esa fe por la que Dios es el SeƱor en nosotros, en nuestra conciencia y en nuestras opciones y obras de cada dĆa. Como esto Ćŗltimo no es un hecho consumado en ninguno de nosotros, ya tenemos otro motivo para no pecar de fariseĆsmo. Nuestros hermanos franciscanos desde Toledo saludan con gran afecto, como siempre, con la paz y el bien. SubtĆtulos realizados por la comunidad de Amara.org