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VIERNES  XX  TO

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Palabra de vida hoy, viernes vigésimo del tiempo ordinario, al pan por la palabra, del libro de Ruth. Noemí dijo a sus dos mueras, andad, volvéos cada una a la casa de su madre, ya vea haga con vosotras misericordia como la habéis hecho vosotras con los muertos y conmigo. Ellas, alzando otra vez su voz, lloraron. Yorfar besó a su suegra, mas Ruth se quedó con ella. Y Noemí dijo, de aquí tu cuñada, se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses, vuélvete tú tras ella. Y Ruth respondió, no me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque dondequiera que tú fueres iré yo, y dondequiera que vivieres viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde mueras quiero yo ser enterrada y que Yahvé me castigue si otra cosa que la muerte me separa de ti. Del Evangelio según San Mateo. Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús le dijo, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero, el segundo es semejante a él. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor de Ruth por su suegra Noemí, un amor convertido en compromiso de fidelidad hacia la debilidad del otro, es un precioso referente a la hora de dar cuerpo al mandamiento del amor fraterno de Jesús. Antes de entregarnos dicho mandamiento en el contexto de la Eucaristía, como síntesis de lo que debe desencadenar en nosotros el sacramento de la altura en la contemplación e imitación de ese icono eucarístico que es la escena del lavatorio de los pies, Jesús preparó a los receptores de todo ello presentando dos mandamientos que nunca se habían vinculado como las dos caras de la única moneda de recurso legal para entrar en el reino de Dios. El amor creyente es esa moneda, y mientras que una cara tiene grabado el mandamiento del Diuteronomio de amar al Señor reconociéndole y adorándole como al único Dios, en el otro lado de la moneda, en la que podríamos llamar su cruz, por ser siempre más difícil que el mandamiento ya dicho, el Señor graba el mandamiento del Levítico, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Una moneda auténtica tiene su cara y su cruz, si una moneda tiene dos caras no es auténtica, no sirve más que para coleccionistas de cosas curiosas. Una moneda de curso legal auténtica siempre muestra esas dos realidades que en el caso del amor creyente se llaman, se reclaman la una a la otra. El amor a Dios hace posible amar al prójimo como a uno mismo y el amor al prójimo autentifica y manifiesta la verdad del amor a Dios. Así, con esta moneda en nuestras relaciones cotidianas podremos aspirar a comprar los pertrechos necesarios para acceder al siguiente nivel, al mandamiento eucarístico, amar a los demás como Jesucristo los ama, como nos ama a nosotros. Eso es dar cuerpo al mandamiento del amor fraterno, el cuerpo de Cristo del que nos alimentamos para poder progresivamente encarnar su amor entregado por toda persona humana. Desde Toledo vuestros hermanos franciscanos os abrazan con gran afecto, con la paz y el bien. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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