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Desayunando con Jesus - "El Misterio de Jesús Parte II"

Desayunando con Jesus - "El Misterio de Jesús Parte II"

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En este audio revisaremos la importancia de Jesús como Hijo de Dios y como la figura de ese Profeta que podrá conversar cara a cara con Dios, al que debemos oír y quien efectuará una Alianza superior a la efectuada por Moisés en el Sinai.

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In this video, the speaker discusses the mystery of Jesus and how it helps us understand his identity as the Son of God. They compare Jesus to Moses and explain that while Moses was a prophet, he was not the ultimate prophet who would bring salvation to the people. Jesus, on the other hand, is described as being able to see God face to face and is the mediator of a superior covenant. The speaker emphasizes the importance of understanding Jesus as the Son of God and the fulfillment of the promises made in the Old Testament. They also discuss the significance of Jesus' prayer life and his intimate relationship with God. Overall, the video highlights the unique and central role of Jesus in the Christian faith. ¡Bendiciones familia! Muy buenos días, hoy en Desayunando con Jesús vamos a continuar mirando al misterio de Jesús, que es algo que nos ayudará a entender cómo es la figura de Cristo Jesús y por qué unas veces se lo compara con Moisés, otras veces se le dice que es el segundo Adán, otras veces se lo determina como es el hijo de Dios, pero que todas estas características y atributos que se le proponen a Cristo Jesús tienen un respaldo escritural. Entonces, ayer habíamos dado una mirada de lo que el Deuteronomio nos cuenta, sobre todo en el capítulo 18, donde habla primero de que hay un profeta llamado Moisés, y el cual tuvo la oportunidad de tener un contacto con Dios, pero también deja propuesto que este Moisés no es el Moisés que liberará al pueblo finalmente, sino que habrá otro. En pocas palabras, se instituye la profecía en el pueblo de Israel, es decir, la institución profética, el ministerio de la profecía, si queremos ponerlo en el contexto actual, pero este Moisés no es el que llevará a la salvación del pueblo de Israel. Y se denotaba algunos detalles, que al final, al leer, veíamos, por ejemplo, que una de las características de la figura de este Moisés, que así se lo determina, es que él podrá mirar el rostro de Dios cara a cara. Pero, en el caso de Moisés, nos recordaba que en el Éxodo 33, por ejemplo, nos narra la historia de que Moisés no puede mirar el rostro de Dios cara a cara. Y esto es algo que contradice la característica de aquel que es el profeta, que es Cristo Jesús, quien sí puede mirar el rostro de Dios cara a cara. Bien, entonces habíamos citado, y me estoy ubicando para continuar con este análisis de lo que se trató en realidad la figura de Moisés y cómo se puede llegar uno a dar cuenta de que Cristo Jesús cumple con todos los requisitos, con todos, con todos, absolutamente con todos, para entender en realidad que Él es el Hijo de Dios, el Moisés que liberará finalmente al pueblo, y que definitivamente nosotros lo reconocemos no sólo como el Hijo de Dios, sino como el Segundo Adán, como el Moisés que estaba el pueblo esperando en su tiempo y que ya llegó y que nos proporcionó esa libertad del éxodo más difícil que hemos pasado en estos días. Bien, entonces nos ubicaremos en la parte que habíamos quedado, indicando que este texto que donde narra en Éxodo 33, 23, es fundamental para entender en la historia mística judía y cristiana, que a partir del análisis exegético de este versículo, se trata de determinar qué tanta proximidad podemos o no llegar a tener a una presencia física de Dios ante nosotros, y es obvio que en estas condiciones no podemos. Bien, pero en esta cuestión que nos ocupa ahora, queda claro que el acceso inmediato de Moisés a Dios, que lo convierte en el gran mediador de la revelación, en el mediador de la alianza, tiene sus límites. No puede ver el rostro de Dios. Aunque se le permite entrar en la nube, estar cercano a Dios y hablar con Él como un amigo, no puede ver el rostro de Dios. Entonces la promesa de un profeta como yo, lleva en sí una expectativa mayor todavía, no presentada, no explícita. Al último profeta, al nuevo Moisés, se le otorgará el don que se niega a este primero, ver real e inmediatamente el rostro de Dios. Hico por ello, y por ende, poder hablar basándose en lo que ve plenamente, y no sólo después de haberlo visto de espaldas. Esto es importantísimo, y aquí encaja perfecto la figura de Cristo Jesús. ¿Por qué? Porque este hecho se relaciona de por sí con la expectativa de que el nuevo Moisés será el mediador de una alianza superior a la que Moisés podía traer del Sinaí. Esto lo podemos ver en Hebreos 9, en el verso del 11 al 24. Entonces estas palabras que se citan en Hebreo, en la carta a los hebreos, ¿no? De una nueva alianza superior, cobran sentido porque el Moisés, el que sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, es una figura de lo que va a ser el Moisés, el verdadero profeta, el verdadero libertador, salvador, redentor del pueblo de Israel y de toda la humanidad, que es Cristo Jesús. Entonces, para poder entender un poco más de esto, podríamos verlo en el prólogo del Evangelio de Juan, en el capítulo 1, en el versículo 18, donde ahí se afirma y dice, A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer. Habla explícitamente de que Cristo Jesús es el Hijo que está en contacto con Dios, que lo puede ver cara a cara, que lo puede mirar directo al rostro, porque tiene esa condición de Hijo de Dios, Dios mismo. En Jesús se cumple la promesa del nuevo profeta. En Él se ha hecho plenamente realidad lo que en Moisés era sólo algo lejano, algo imperfecto. Él, Cristo Jesús, vive ante el rostro de Dios, no sólo como amigo, sino como hijo. Cristo Jesús vive en la más íntima unidad con el Padre. Por eso en el Deuteronomio se dice un profeta como yo. Habla de algo que todavía no ha llegado. Que está la figura, se da el hecho de la libertad del pueblo de Israel de las manos opresoras del faraón de Egipto, se lo introduce un éxodo para llevarlo finalmente a la promesa de una tierra prometida, pero que en ningún caso con Moisés primero llega a concretarse la salvación de Israel, ni en la tierra prometida. Miren esto de importante que es. Por eso en Jesús se cumple la promesa del nuevo profeta y esta alianza superior que supera a la que Moisés trajo del Sinaí. Entonces, se puede entender partiendo de esta afirmación, se puede entender verdaderamente la figura de Jesús, tal como se muestra en el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento se muestra esta promesa que se fundamenta todo lo que se nos dice sobre las palabras, las obras, los sufrimientos y la gloria de Jesús. Si se prescinde de este auténtico, no sé, termómetro, medidor, no se percibe lo específico de la figura de Jesús, que se hace entonces contradictoria y en última instancia incomprensible. Claro, si lo vemos a Cristo Jesús como una persona, o si vamos a hablar desde un término literario como un personaje que solo encaja dentro del relato de los evangelios, de las cartas de Pablo y todo el cuerpo de las cartas del Nuevo Testamento, sin relacionarlo en verdad con lo que es Él, el Hijo de Dios, permanente desde el Génesis hasta el Apocalipsis, se vuelve absolutamente incomprensible y no se le encuentra sentido. Bien, entonces, la pregunta que todo lector de la Biblia se debe plantear es sobre la procedencia de la doctrina de Jesús, porque Jesús también nos dejó una doctrina, sobre la clave para explicar su comportamiento. La reacción de sus oyentes fue clara. Esa doctrina no procede de ninguna escuela. Es radicalmente diferente a lo que se puede aprender en cualquier escuela. No se trata de una explicación según el método interpretativo que aprendió transmitido de algún maestro. Es diferente. Es una explicación con autoridad. Al reflexionar sobre las palabras de Jesús, tendremos que volver sobre este diagnóstico de sus oyentes y profundizar más en el significado de las palabras de Jesús. Entonces, allí entenderemos la doctrina. Para empezar a entender esta doctrina, debemos puntualizar que ésta no procede de enseñanzas humanas, sino del contacto inmediato e íntimo con el Padre, de su diálogo cara a cara, de la visión que Él tiene como Aquel que descansa en el seno del Padre. Es la palabra del Hijo. Sin este fundamento interior, sería un verdadero desperdicio y temeroso el tratar de entender la doctrina de Cristo Jesús. Para entender a Jesús, resulta muy fundamental las repetidas indicaciones de que Él se retiraba al monte y allí oraba noches enteras, a solas con el Padre. Entonces, estas acciones nos develan el misterio. Nos permite asomarnos a ver la existencia filial de Jesús, su existencia como Hijo, entrever el origen último de sus acciones, de sus enseñanzas y de su sufrimiento. ¿De dónde proviene todo esto? El orar de Jesús es la conversación del Hijo con el Padre, en la que están implicadas la conciencia y la voluntad humanas, el alma humana de Jesús, de forma que la oración del hombre pueda llegar a ser una participación en la comunión del Hijo con el Padre. Miren lo importante de esto. Este es el verdadero mediador. Esta es la figura de Cristo Jesús. Moisés llegaba hasta la nube. Cristo, a través de su oración, traspasa los cielos y conversa cara a cara con su Padre. Entonces Jesús puede hablar con Él como lo hace porque Él es el Hijo de Dios y está en una comunión íntima con el Padre. La dimensión cristológica, esto es, el misterio del Hijo como revelador del Padre, la cristología, está presente en todas las palabras y obras de Jesús. La comunión de Jesús con el Padre comprende el alma humana de Jesús en el acto de la oración. Por eso, en Juan 14, 9, se dice, quien vea a Jesús, vea al Padre. El discípulo, la persona, el cristiano que camina con Jesús, se verá inmerso en la comunión de Cristo Jesús con su Padre. Y esto es lo que realmente salva. Este es el fundamento de la salvación, llevarnos a una relación íntima con el Padre por Cristo Jesús. El trascender los límites del ser humano, algo para lo cual está ya predispuesto desde la creación como esperanza y posibilidad por su semejanza con Dios. Fuimos hechos a semejanza de Dios y esta condición es la que nos devuelve Cristo Jesús de una manera en que Él como Hijo nos lleva a una cercanía. Entonces, como semejantes a Dios por medio de Cristo Jesús, podemos orar y hablar con Él cara a cara. Bendiciones familia, hasta el día de mañana.

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