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Día del libro 2023 - Lectura DON QUIJOTE

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AsierAsier

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Bueno, la tuvo el profesor, pero ellos dijeron que sí, ¿eh? ¿Por qué no hacemos una lectura de un capítulo del Quijote así para el día del libro y que nos quede bonito en la radio y que la gente lo pueda escuchar y se pueda animar al leer el Quijote y todo eso? Y dije yo, claro que sí, claro, hay un feedback entre profesor, profesor y alumnos, que son los que acatan las normas del profesor, ¿no? Y bueno, aquí están satisfechos y contentos porque van a leer un cacito del Quijote referido al capítulo, si no recuerdo mal, creo que es el 64 de la segunda parte y nos habla de un momento crucial para nuestro Hidalgo, que es cuando está en la playa de Barcelona y le reta el caballero de la Blanca Luna a un singular combate. Sabemos, por ponernos en tesitura el contexto, que este caballero de la Blanca Luna no es otro que el bachiller Sansón Carrasco, un amigo y querido y conocido de su mismo pueblo, ¿no? Pero anteriormente se había disfrazado del caballero de los espejos y estaba convencido de que si vencía en combate a don Quijote, pues podría convencerle mediante las leyes de la caballería que regresara a su pueblo y se dejara de aventuras, ¿no? En el primer combate contra el caballero de los espejos, Sansón Carrasco, pierde Sansón Carrasco y ahora le vemos en este segundo combate un poco picado, ¿no? Quiere ganar a don Quijote por doble razón, por hacerle el favor de que deje de una vez la caballería, que le tiene loco, literalmente, y también por un poco de resquemor personal, ¿no? Bueno, pues este pasaje es el que nos van a leer estos chicos y sin más preámbulos, preparados para escuchar el Quijote. Capítulo 64 de la segunda parte del Quijote Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido. Insigne caballero y jamás como se debe, alabado don Quijote de la mancha, yo soy el caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu dulcinera del toboso, la cual, verdad si tú la confiesas de llano en llano, excusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela. Y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfacción sino que dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma. Y si tú me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará la tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio. Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del caballero de la Blanca Luna como de la causa, porque le desafiaba y con reposo y además severo le respondió. Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta ahora no han llegado a mi noticia, yo os haré jurar que jamás habéis visto la ilustre Dulcinea, que si viste la hubieras, yo sé que procuraras no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni pueda haber belleza que con la suya compararse pueda. Y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido, acepto vuestro desafío. Y luego, porque no se pasa el día que traéis determinado, y sólo excepto de las condiciones, la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean. Con las mías me contento, tales cuáles ellas son. Tomad pues la parte del campo que quisieredes, que yo haré lo mismo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga. Habían descubierto de la ciudad al caballero de la Blanca Luna, y se lo habían dicho al visorrey que estaba hablando con don Quijote de la Mancha. El visorrey, creyendo sería alguna nueva aventura fabricada por don Antonio Moreno o por algún caballero de la ciudad, salió luego a la playa con don Antonio y con otros muchos caballeros que le acompañaban. A tiempo, don Quijote volvía a las riendas a Rocinante para tomar del campo lo necesario. Viendo, pues, el visorrey, que daban los dos señales de volverse a encontrar, se puso en medio, preguntándoles qué era la causa que les movía a hacer tan de improperio batalla. El caballero de la Blanca Luna respondió que era de precedencia de Hermosura, y en breves razones le dijo las mismas que había dicho don Quijote. Con la aceptación de las condiciones del desafío, hechas por entre ambas partes, llegó el visorrey a don Antonio y preguntóle, paso, si sabía quién era el tal caballero de la Blanca Luna, o si era alguna burla que querían hacer a don Quijote. Don Antonio le respondió que ni sabía quién era, ni si era de burlas ni de veras el tal desafío. Esta respuesta tuvo perplejo al visorrey, en si les dejaría o no pasar adelante en la batalla. Pero no pudiéndose persuadir a que fuese sino burla, se apartó diciéndolo. Señores caballeros, si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor don Quijote está en sus trece, y vuestra merced, el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios idénsele. Agradeció el de la Blanca Luna con corteses y discretas razones al visorrey la licencia que se les daba, y don Quijote hizo lo mismo, el cual, encomendándose al cielo de todo corazón y a su dulcinea, como tenía de costumbre al comenzar de las batallas que se le ofrecían, tornó a tomar otro poco más del campo, porque vio que su contrario hacía lo mismo, y sin tocar trompeta ni otro instrumento bélico que les diese señal de arremeter, volvieron entrambos a un mismo punto, las riendas a sus caballos, y como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados por el de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza, que la levantó, al parecer de propósito, que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él, y poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo, «Vencido sois, caballero, y aún muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío». Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo, «Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra». «Eso no haré yo, por cierto», dijo de la Blanca Luna. «Viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso, que sólo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuera mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla». Todo esto oyeron el visorrey y don Antonio, con otros muchos que allí estaban, y oyeron asimismo que don Quijote respondió que, como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero. Hecha esta confesión, volvió a las riendas el de la Blanca Luna, y haciendo mesura con la cabeza al visorrey, a medio galope se entró en la ciudad. Mandó al visorrey a don Antonio que fuese tras él y que en todas maneras supiese quién era. Levantaron a don Quijote, descubriéndole el rostro y hallándole sin color tras sudando. Rucinante, de puro mal parado, no se pudo mover por entonces. Sancho, todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué hacerse. Parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año. Imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas desechas, como se deshace el humo con el viento. Temía si quedaría o no contrecho, rucinante o deslocado su amo, que no fuera poca aventura si deslocado quedara. Finalmente, con una silla de manos que mandó a traer el visorrey, le llevaron a la ciudad y el visorrey se volvió también a ella, con deseo de saber quién fuese el caballero de la Luna Blanca, que de tan mal talante había dejado a don Quijote. Y los acontecimientos se desarrollan hasta el final de la novela. Él cumple como buen caballero su promesa y regresa a su pueblo. ¿Quién quiere saber más que siga leyendo la novela? Este es nuestro homenaje particular de Primero de Bachillerato V en este Día del Libro. Nuestro homenaje particular a don Quijote y a Cervantes que da fecha, como hemos dicho, a este gran día, al Día de los Libros. Y simplemente despedirnos, como siempre, con un ánimo a los lectores, con un adelante, con un no tengáis miedo porque las grandes historias están ahí esperándonos y el Día del Libro no tiene que ser el 23 de abril, tiene que ser todos los días. Todos. Pues nada, adelante y feliz Día del Libro. Muchísimas gracias. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org ¡Gracias por ver el vídeo!

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