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VIERNES I DE CUARESMA

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The message today is about the need for conversion and practicing righteousness. God desires the wicked to turn away from their sins and live. Jesus teaches that our righteousness must exceed that of the scribes and Pharisees. We should reconcile with others before presenting our offerings to God. Preachers should be faithful to their ministry and promote communion with God and others. The light of Christ separates those who prefer darkness. The Gospel calls for conversion, reconciliation, and denouncing actions that harm human dignity. We must not generate conflict but be compassionate and confront our own shadows. The announcement and denunciation should begin with oneself. The Franciscans send greetings of peace and well-being. Palabra de vida hoy, primer viernes de cuaresma, al pan por la palabra, del profeta Ezequiel. Esto dice el Señor Dios, si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se tendrán en cuenta los delitos cometidos. Por la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado y no que se convierta de su conducta y vida? Del Evangelio según San Mateo. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Escuchando a quienes predican en la iglesia, podemos discernir con relativa facilidad si esos predicadores se predican a sí mismos o si son fieles al ministerio recibido de Dios y de la iglesia, por los frutos que se pueden deducir de su predicación, y el signo primero siempre será que esos predicadores generen una mayor comunión de sus oyentes con Dios y entre sí. Como el siervo de Dios no solamente tiene que anunciar las palabras de Jesús y hacer sus mismas obras, sino que ha de hacerlo con el mismo estilo y finalidad que demuestró el Hijo de Dios sobre esta tierra. Escuchemos siempre a los pastores de la iglesia tratando de entrever las consecuencias que se pueden deducir de vivir según esa predicación, para poder discernir a quién pertenecen verdad, a quién pertenecen esas palabras y cuál es la medida de la autoridad del predicador. La luz que es Cristo y que se extiende a través de Su palabra proclamada y de las mismas obras de Jesús por manos ahora de Sus discípulos, es una luz que siempre separará e incluso enfrentará a aquellos que prefieren ocultarse en las tinieblas de la mentira y del error de quien persevera bajo su resplendor. Si bien el choque de la luz con la tiniebla y el conflicto devenido de ello es inevitable, las palabras del Señor tratan de promover la conversión del corazón de los oscuros, para que también ellos pasen a vivir bajo la luz de una verdad que se anuncia primero para reconciliar y que incluso promueve el encuentro y esa reconciliación cuando toma la forma de denuncia profética de todo aquello que menoscabe la dignidad humana y por ello es enemigo del Creador. Nunca será lícito proteger a la víctima sacrificando a su verdugo, el cual también ha de ser tenido como destinatario de la buena noticia del Evangelio. Unido en el sermón de la montaña al deber de corregir a los hermanos que hierran, que pecan y con ello se hieren a sí mismos y a la comunidad, Jesús en ese mismo sermón nos llama a no instalarnos en el conflicto, a no generarlo para que nadie pueda encontrar en nosotros causa alguna de pesar u ofensa. Por ello, cuando anunciar la palabra o denunciar los abusos y deformaciones ideológicas contra el ser humano nos lleve inevitablemente al conflicto, ello no nos debe generar autoafirmación sino una cierta zozobra, la que nos mantenga en guardia para que no sean nunca ni nuestras palabras ni nuestro modo de evangelizar lo que levante ampollas, sino sólo la consecuencia de ser testigos y portavoces de una palabra que puede sanar las heridas que abre y cerrar las ampollas que levante. El anuncio y la denuncia comienzan siempre hacia uno mismo y sus propias sombras, para con la compasión y la misericordia con que querríamos ser confrontados por Dios confrontemos nosotros a los demás, porque con la medida que miras a los demás se te medirá. Con temor y temblor ante las palabras de Jesús en el Evangelio, vuestros hermanos franciscanos siempre en camino os saludan con la paz y el bien.

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