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The passage discusses the feeling of shame and how it affects people. It emphasizes the importance of having a sense of honor and dignity and living in the presence of God. It suggests cultivating qualities such as mercy, compassion, and forgiveness towards others. The passage also mentions the need to practice these qualities in order to receive them in return. It ends with a message of peace and goodwill from the author. Palabra de vida hoy, segundo lunes del tiempo de cuaresma, al pan por la Palabra. Del profeta Daniel. Nos abruma la vergüenza tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti, Señor. Nos abruma la vergüenza a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra Él. Se dice que el demonio nos quita la vergüenza a la hora de pecar y nos la devuelve a la hora de confesarnos. Según el diccionario, la vergüenza es la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante. Para tener conciencia de deshonra por una acción cometida, hay que tener un cierto sentido del honor, de la decencia, de la propia dignidad. Cuando la autoestima se deforma o la conciencia de la propia dignidad se rebaja y desdibuja, esta vergüenza se suele manifestar cuando nuestra falta o acción deshonrosa es manifiesta a ojos de otros. Para atender a lo primero, comencemos por servirnos de lo segundo como de una palanca que nos devuelva a un lugar acorde con nuestra dignidad humana, sobreexaltada desde nuestra identidad cristiana de hijos de Dios. Cuando por una fe viva se tiene conciencia de estar permanentemente bajo la mirada benéfica de nuestro Padre Dios, se trata de imprimir calidad a cada una de nuestras acciones. Vivir en la presencia de Dios dota de una gran seguridad de cara a las circunstancias de la vida y de un vigor siempre renovado para aspirar a la excelencia que quizá nunca alcancemos, pero que por perseguirla nos hará crecer en todo lo bueno que ya tenemos y en lo que Dios nos siembra adentro por pura gracia, junto con lo que vayamos aprendiendo de los demás, por esa gracia que nos llega desde la mediación del Señor que son nosotros. En la medida que vayamos recuperando el rubor ante lo más vergonzante de nosotros mismos por la honorabilidad que caracteriza a todo bien nacido, cultivemos esos rasgos del amor divino que son la misericordia, la compasión, la magnanimidad, para con nuestros semejantes, de forma que esa manera de amar y perdonarnos ennoblezca santificándonos, haciendo así crecer nuestra luz mientras nos hacemos dignos receptáculos del perdón de Dios en esas tinieblas nuestras que nunca desaparecerán del todo. Recordemos que el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. Del Evangelio según San Lucas, sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará. Os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Pues con la medida con que midierais a los demás, se os medirá a vosotros. Paz y bien en este camino cual es mal de parte de vuestros hermanos menores desde Toledo.