MIERCOLES XXXIV TO

Palabra de vida hoy, miércoles trigésimo cuarto del tiempo ordinario, al pan por la Palabra. Del Evangelio según San Lucas. Y hasta vuestros padres y parientes y hermanos y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. La lectura continuada de la liturgia de la Palabra de estas últimas semanas, antes del final del año litúrgico y del comienzo del nuevo adviento, manifiesta una serie de denominadores comunes que son un mensaje en sí mismo y no una mera coincidencia. La apocalíptica del profeta Daniel y el simbolismo tan cargado de realidad histórica del libro del Apocalipsis, nos llaman a ser hoy testimonio y testigos frente al poder del dictador de turno, Nerón para los receptores del Apocalipsis. No por la persona del dictador en sí, sino por sus dictados contrarios a la dignidad de las personas y por su sed de poder. Persecución hasta el martirio de los siervos de Dios y del Cordero. La victoria del Cordero, Jesucristo Rey del Universo, en la que participan los que le son fieles y no han borrado de su frente y de su obrar el nombre de Dios. Junto con la opción preferencial por todo tipo de personas que sufran la injusticia y la pobreza, la palabra de Dios pone de manifiesto la centralidad de la defensa y reivindicación pública de la verdad que nos revela la sacrosanta dignidad de todo ser humano y sus derechos fundamentales. También en lo tocante a la libertad de conciencia y de culto, libertades fundamentales en las que se insertan otras, como la igualdad ante el fisco y ante la ley, la objeción de conciencia, la libertad de cátedra, o los derechos de los progenitores a elegir la educación de sus hijos. Recordemos siempre que no se puede servir a dos señores, y que con la medida que miramos a los demás se nos medirá. No en vano hemos escuchado durante estos tres últimos domingos el precioso y decisivo capítulo 25 de San Mateo, coronado como colofón con la frase que todos desearíamos escuchar en el momento de la verdad. ¡Venid, benditos de mi Padre! ¡Hagamos lo posible, hoy! Un abrazo de paz y bien de vuestros hermanos menores franciscanos desde Toledo.