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MIERCOLES XXXI   TO

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Palabra de vida hoy, miércoles trigésimo primero del tiempo ordinario, al pan por la Palabra. De la Carta a los Romanos Hermanos, a nadie le debáis nada más que amor, porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, los mandamientos se resumen en esta frase, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño, por eso amar es cumplir la ley entera. Del Evangelio según San Lucas En aquel tiempo mucha gente acompañaba a Jesús, Él se volvió y les dijo, Si alguno se viene conmigo y no pospone ante mí a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. Y venga con amor al trigo, podríamos decirle al Señor por la insistencia en mostrar cómo no se puede amar a los demás como merecen y necesitan ser amados, si no es desde el primado del amor a Él, como escuela, taller y manantial del amor libre, gratuito e incondicional al prójimo. Nunca es mal daño por mucho trigo, nos podría responder Él. En el abrazo más puro que nosotros podamos dar hay afecto, ternura, voluntad de acoger, proteger y sostener al amado. Pero también hay necesidad de todo ello, necesidad de reciprocidad, hay expectativas y esa natural asimetría de la desigualdad que incluso en los vínculos afectivos más nobles introduce el ego natural que todos tenemos. En las relaciones personales, todos necesitamos tener algo de seguridad, sentirnos acubiertos. Y el amor es todo al contrario, pues te expone en radical vulnerabilidad al anteponer al otro por encima de ti mismo. Para amar a un padre, a una madre, al cónyuge, a los hijos, etc., sin temor a la vulnerabilidad y sin hipotecar la gratuidad del amor por requerir tan sólo esperar reciprocidad, reconocimiento, gratitud, etc., nuestro amor primero ha de ser a Dios. Solos no podemos dar sin recibir, ni dar sin medida ni cuenta. Cuando el creyente se sabe tan amado como sólo le puede amar el Señor, entonces está plenamente al seguro, se siente saciado, lleno, sin temor a la vulnerabilidad o a la ausencia de reciprocidad, porque en su entrega por amor a los que quiere o a los que quiere llegar a querer y ni tan siquiera ese sentimiento merecerán jamás los enemigos. No es Él quien ama primero, sino que está correspondiendo al amor de quien primero y antes nos ha amado a todos, para hacernos capaces de redimensionar nuestra capacidad natural humana de dar amor, pasando a otro nivel, a un amor humano que no sólo es del que lo da, sino que cada vez lleva más del amor mayúsculo que a Él le ha sido dado antes, en una medida y calidad sobrenatural, elevante, liberador. El amor humano natural es siempre noble cuando responde a su nombre, aunque sea tan limitado e imperfecto como quien lo da, pero además de noble, será cada vez más perfecto por crecer en la libertad de poder dar sin medida lo que sin medida primero le ha sido dado de parte de Dios. Un abrazo enorme de parte de vuestros hermanos franciscanos, con la paz y bien como estéis.

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