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DOMINGO XXIII TO

DOMINGO XXIII TO

00:00-06:58

COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Transcription

The transcription is a reflection on the importance of human beings in relation to the environment and the need for sustainable progress. It emphasizes the need for balance between human progress and the preservation of nature. It discusses the role of communities and the impact of human actions on ecosystems. It also highlights the importance of respecting and caring for nature as a way to ensure a healthy and comfortable future. The transcription concludes by emphasizing the need for harmony with nature and practicing principles of reciprocity, respect, justice, and equity. It encourages openness to others and a shared life with all creatures. Palabra de Vida Hoy, Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, celebrando el tiempo de la creación. ¡Al pan por la palabra! A menudo contemplamos actos de ciertos ecologistas que nos llenan de sorpresa y desagrado por la desproporción entre el fin perseguido y los riesgos y consecuencias para las personas implicadas, incluso para terceros. Cuando de la ecuación de la ecología se saca al ser humano o se le reduce al mismo papel de cualquier mamífero superior, llegan los excesos y los errores. En este tiempo de la creación que celebraremos hasta el 4 de octubre, fiesta del patrono de los ecologistas, San Francisco de Sirs, el Papa quiere que reflexionemos sobre la creación y el ser humano dentro de ella, para buscar modos más cristianos de vivir nuestra relación con las criaturas en pro de propiciar un progreso más sostenible y menos extenuante para el planeta. Mientras que los demás seres vivos de la creación se limitan a desarrollar sus potencialidades naturales, el ser humano tiene una naturaleza abierta, es decir, por su autoconciencia, sabe lo limitado y vulnerable que es, sintiéndose necesitado de un encuentro con sus semejantes para que, por la comunión con ellos, desde su salida de sí mismo, apertenece a una comunidad de revista de algo de todo aquello de lo que carece. La vida de sociedad, desde la vida de comunión con los más allegados, es parte de nuestra esencia humana y signo no sólo de nuestra debilidad, sino de nuestra vocación a la comunión con todos, porque seremos todos mejores y más fuertes gracias a la unión en la igualdad. Ser un ESEAD, una naturaleza abierta llamada la autotrascendencia para el encuentro y la comunión, nos dota de la sorprendente capacidad de hacer cosas no previsibles según las capacidades de nuestra propia persona, porque desde nuestra comunidad o sociedad vamos siempre más allá de lo posible para nuestra personal naturaleza individual. En función de satisfacer las exigencias físicas y espirituales, el hombre necesita vivir en sociedad, ya que el ser humano, racional e individual, no es autosuficiente y requiere de la ayuda y protección de los demás de su especie, formando lo que llamamos comunidades. Desde su comunidad, el humano se relaciona con la naturaleza para sobrevivir como lo hacen el resto de las especies que comparten este planeta con los humanos, pero con una particularidad. Las formas culturales de las comunidades humanas, al ejercer relaciones con el entorno, crean y recrean ambientes para propiciar el progreso de la comunidad, a menudo alterando brutalmente ecosistemas en los que muchas especies animales y digitales ya no podrán sobrevivir. Entre extremos igualmente viciosos, busquemos un punto medio cercano al equilibrio, porque, primero, el planeta no dispone de recursos ilimitados ni de una capacidad de recuperación infinita, y por ello, hemos de buscar un equilibrio entre progreso presente y futuro posible, para progresar humanamente, sin destruir la naturaleza. Sobre todo para una mirada religiosa, pero también para cualquiera que mire más allá de sí mismo. La naturaleza no es sólo digna de respeto en cada criatura por amor al Creador, sino que juega un papel esencial dentro de la historia del hombre porque nos proporciona aire limpio y agua potable, ropa, alimentos y materias primas que utilizamos para protegernos y progresar. En un sentido propio, el progreso será verdaderamente humano si cualquiera capaz, o al menos quiera, conciliar el desarrollo técnico con los ritmos de la naturaleza de la que se sirve para avanzar. El hombre moderno será ecológico, o será moderno, pero no humano, por desconectarse de las generaciones futuras y de gran parte de las presentes, al buscar en su progreso técnico y material su simple enriquecimiento y beneficio, a cualquier costa, sin la naturaleza, sin conectar con el resto de la humanidad, sin amar a una ni a la otra, sin respetar a las criaturas ni al resto de los seres humanos, aunque sólo sea para poder asegurarse un mañana saludable y confortable. Contra la explotación materialista de la naturaleza y la degradación del planeta por afán de lucro y riqueza, surge como reacción la concepción de la naturaleza como organismo vivo y universal, autosuficiente, un sistema panteísta animado por un alma cósmica en la que la distinción entre lo vivo, el espíritu, y lo no vivo, la materia, pierde su significado. Dentro de esta naturaleza divinizada, el ser humano sería sólo un servidor del todo, siendo la vida humana reducida a un simple medio para el sostenimiento y la supervivencia de la Diosa Tierra. Para lograr la armonía con la naturaleza, el camino no es sacrificar al hombre, sino comprenderlo en su integridad. Si el ser humano se entiende a sí mismo desde Dios, o al menos desde la interdependencia con todos sus semejantes e interconectado con el resto de las criaturas, practicará con la naturaleza y con el resto de la humanidad los principios de reciprocidad, complementaridad, respeto, justicia y equidad. Así, cobrarán todo su sentido en opciones como familia humana o casa común, concibiéndose la propia comunidad, la propia sociedad, como una parte de la aldea global en la que nos salvaremos juntos o juntos pereceremos. Si nuestra mayor fortaleza radica en que somos una naturaleza abierta a la comunión, abrámonos a los demás, abrámonos a una vida concelebrada con todas las criaturas. Razonemos como personas de nuestro tiempo mirando al hombre de todo tiempo que desde así nos hermana en Jesucristo para amarlo todo y a todos por amor a Dios. Vuestros hermanos franciscanos desde Toledo os saludan con gran afecto con la paz y el bien.

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