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In this Bible study, the speaker discusses Proverbs chapter 3, specifically verses 9-12. The main idea is to honor God with our possessions and the firstfruits of our harvest, as this will result in abundance and blessings. The speaker also emphasizes the importance of not despising God's discipline and correction, as it is an expression of His love. The story of a man who donated his horse to build a church is shared as an example of honoring God with possessions. The lesson concludes by encouraging obedience to these principles and trusting in God's faithfulness. Vamos a nuestra plática bíblica, que la encontramos en el libro de los Proverbios y recuerde que habíamos comenzado ya el capítulo por el verso 1 y vamos a entrar hoy en el verso 9, en el verso 9, dice así Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos, y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección, porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere. Hermoso, ¿verdad que sí? Aleluya. Vamos a quedarnos hasta ahí, ¿verdad?, hasta el verso 12, porque luego entra en la tercera clasificación con el 13, y eso lo vamos a dejar para el próximo jueves. Y es interesante, casi no acostumbramos a tratar estos temas así por la radio o por la tele, no obstante, como estamos haciendo un estudio sistemático del libro de Proverbios, aquí, ¿verdad?, estamos obligados a tratar lo que nos toca hoy, y aquí en este capítulo 3 nosotros encontramos una exhortación del proverbista a la obediencia, a la obediencia a los lineamientos que el Dios Todopoderoso nos ha trazado. Y decíamos en nuestra última entrega que siempre que Dios coloca principios para que nosotros nos sometamos a ellos, siempre los beneficiados vamos a ser nosotros. Aunque nos duela obedecer, siempre el beneficio es nuestro. Y vemos aquí el 9 que dice, honra a Jehová. ¿Qué es honrar? Honrar es reconocer, honrar es respetar, es decir cosas buenas de alguien, es bendecir, es elogiar. Aleluya, es tratar con deferencia, alabado sea el nombre de Jesús. Y el consejo de Dios hoy en su palabra para nosotros es, honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de tus frutos. Y qué bueno, que este mandato tiene una promesa. ¿Quieres saber la promesa? Ahí está en el verso 10. Y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. Dios hermoso, oh gloria al nombre del Señor. Y es que los israelitas, hermanos y amigos, llevaban las primicias de sus cosechas al Señor Dios Todopoderoso. Al llevar las primicias de su cosecha a la casa de Dios, a los que servían en el templo, cuando hacían esto, ellos estaban reconociendo que Jehová es el dueño de la tierra, y que Jehová es el que hace que la tierra germine, que Jehová es el que hace que el agricultor pueda cosechar lo que siembra. Bendito sea el nombre del Señor. Y llevar esto y dedicarlo para el Señor es un reconocimiento práctico, no un reconocimiento teórico. Hoy en día, algunos creyentes, no todos, sino los más fieles, los más devotos al Señor, honran a Dios con sus primicias, alabándose a Dios. Por ejemplo, de la primera cosecha, toman lo primero, y lo dedican al servicio de la obra del Señor. Lo dedican a la gente que trabaja a favor de la iglesia, a favor de la obra de Dios. Traen al Señor los primeros beneficios de sus ingresos. En aquel tiempo, como no se usaba tanto el dinero, la divisa, sino que se hacían trueques y cambalaches al principio, y de sus cosechas, ellos apartaban lo primero, y eso lo llevaban a los que ministraban en el templo, a los que servían al Señor en el altar. Hay mucha gente que critica, que murmura, y que se siente mal cuando saben que hay creyentes que dan la primicia de sus sueldos al Señor, la primicia de su cosecha, la primicia de sus ganados. Y conocemos gentes que son fieles al Señor, que aún de sus ganados dan la primicia para el Señor. Pero, como dice la palabra, eso Dios lo retribuye con bendición y abundancia. Y, por ejemplo, los que están en el mundo, que no conocen estos principios bíblicos, a veces hablan con desdén del que lo hace. Y a veces yo digo, no obstante, a ellos no les duele a veces gastar un salario completo tomando cerveza. Un salario completo disfrutando de manera desordenada, gastando de manera desordenada lo que ganaron. Sin embargo, la Biblia dice que el que trae su primicia al Señor será bendecido. Dice, y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares se rebosarán de mosto. Y esto muestra que aquella persona honra al Señor con su vida y con sus posesiones. Siempre mi padre cuenta, contaba verdad, una historia de una iglesita pequeña en un campo. Y a aquel lugar llegó un señor en un caballo, un poco embriagado, y estaban en la prédica. Y el predicador le dijo, Señor vino a entregarle su corazón a Cristo. Y el borracho se quitó el sombrero y dijo, sí, voy a darle mi corazón a Cristo. Y el predicador le dijo, pues apese de la montura y entre para orar por usted. Y el jinete de aquel caballo dijo, no, yo me voy a convertir con todo y caballo. Aleluya, Gloria, al nombre del Señor. Que quería honrar a Dios también con sus posesiones. Y dice la gente, verdad, que después de muchos años, aquel lugar se hizo pequeño para los creyentes. Y ese señor dijo, el día que me convertí, me convertí con todo y caballo. Dijo, yo dono mi caballo para que construyan la iglesia. Aleluya, y en ese tiempo cuando mi papá me contaba esto, estaba yo todavía un poco más joven, y decía, cómo es posible que con la venta de un caballo construyeran un templo. Y realmente sí, hoy me doy cuenta que sí, que hay caballos a veces que valen 200 mil pesos, 150 mil pesos, 300 mil pesos, y hasta más. Alabado sea el nombre del Señor. Pero ese señor dijo, yo me convierto con todo y caballo. Y es que la palabra de Dios también dice, verdad, que cuando sembramos cosechamos. Y dicen que aquel señor tenía piezas de maíz sembrado. Y hubo un tiempo en que toda la gente de su alrededor perdió su sembrado de maíz, su cosecha de maíz. Todo el maíz fue dañado por un insecto que cayó en aquel tiempo. No obstante, el dueño del caballo que lo donó para la iglesia, pues tenía piezas de maíz, y él no perdió una mazorca de maíz. O sea, Dios es fiel y Dios respalda su santa y bendita palabra. Oh, gloria al Señor. La segunda parte dice, no menosprecie, hijo mío, el castigo de Jehová. Y es que Dios castiga, sí. A veces no nos gusta hablar del castigo de Jehová, pero Dios castiga. Dicen, no menosprecia, hijo mío, el castigo de Jehová. Ahora bien, no hemos conocido a un Dios con un chucho en la mano. Hay gente que conoce a un Dios con un chucho en la mano, cosechando, a ver que hace algo malo para darle un chuchazo. No, no, no. Alabado sea el nombre del Señor. Ese no es el Dios que yo conozco, que siempre está áspero, grosero, con un chucho en la mano. No, no es así. Pero sí, nuestros desvaríos traen consecuencias funestas a nuestra vida. Y Dios la permite. Dice, no menosprecia, hijo mío, el castigo de Jehová. Ni te fatigues de su corrección. Porque Jehová, al que ama, castiga. Como el Padre al Hijo, a quien quiere. Oh, gloria al nombre del Señor. Y es que el anhelo de Dios es que nosotros tomemos la forma, de tal manera que nuestra vida sea agradable para Él. Y a veces hay cosas en nuestra vida que Dios, que es necesario quitar para que podamos ser agradable al Dios Todopoderoso, para que podamos agradar al Señor. Entonces cuando Dios permite el sufrimiento, cuando Dios permite las circunstancias difíciles, y eso nos ayuda a cambiar de conducta, y también nos prepara para ayudar a otros. Cuando más podemos ayudar a alguien en una circunstancia difícil, es cuando nosotros hemos pasado por ahí. Bendito sea el nombre del Señor. Entonces Dios, a través de esas situaciones, nos prepara para el servicio. Y hace verdad que nuestra vida pueda ser acorde con Su santa y bendita voluntad. El padre que no corrige a sus hijos, mañana tendrá que llevarle comida a la cárcel. El padre que no corrige a sus hijos, de repente tendrá que llevarlo al cementerio a destiempo. Entonces, así mismo, como dice la palabra, Dios al que ama, castiga, corrige. Porque Jehová al que ama, castiga, como el padre al hijo a quien quiere. Hay padres que le permiten todo a los hijos, y supuestamente ellos dicen que le permiten todo porque le aman. Pues, si le permiten todo, entonces esta muchacha no aprenderá lecciones de la vida en su niñez. El padre que ama a su hijo, que quiere a su hijo, quiere darle formación, quiere instruirlo, quiere enseñarlo. Igual como el Dios Todopoderoso quiere guiarnos por la senda de la salvación. Qué hermoso, ¿verdad? Ojalá que todos podamos, pues, decidir en este día, en esta tarde, comenzar a obedecer estos dos puntos que hemos tratado hoy del libro de los proverbios. Honrar a nuestro padre celestial con nuestros bienes, con nuestros talentos, con nuestras habilidades, con nuestra destreza, con los dones. Honrar al Dios Todopoderoso, que todo lo que nosotros tengamos esté al servicio de la obra del Señor. Y de seguro que seremos retribuidos. Y el segundo aspecto que hemos tratado, ¿verdad? Aceptar la corrección de Dios. O sea, cuando viene la circunstancia difícil, la situación, la prueba, no tires la toalla, no te rindas, ¡sigue adelante! Porque lo más importante es que a pesar del conflicto, de la crisis, de la situación dura, el Señor está ahí para ayudarnos. Nunca nos deja solos. Nunca nos abandona. ¡Oh, gloria a Dios! Hermosa la palabra del Señor. Este es el capítulo 3, la primera parte. La segunda parte del capítulo 3 del libro de los proverbios. Así que léela en casita. También hace alusión a esta parte, Malaquías capítulo 3, si quiere puede leerlo también, donde dice que Dios retribuye al que pone sus pertenencias al servicio de la obra del Señor.