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La Actitud para Oír

La Actitud para Oír

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La voz de Dios sobre todo después de la resurrección, os habréis dado cuenta que la Biblia, leyendo la Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, que la forma de la cual Dios nos habla después del resucitado de los muertos, es diferente a la de antes, cuando andaba en su forma carnal aquí en la Tierra. Hice la diferencia porque muchas veces como cristianos estamos acostumbrados a, o no acostumbrados, estamos, esperamos que Dios nos hable como antes, con una voz audible, con una voz, como alguien que camina físicamente al lado nuestro, e incluso con los discípulos en el Nuevo Testamento en los que fue diferente. Los cuarenta días que estuvo aquí en la Tierra después de resucitar de los muertos, eran precisamente para acostumbrarlos y enseñarles a que el tratar, su tratar con ellos y ellos con Cristo Jesús iba a ser diferente. Es por eso que aparecía de repente, desaparecía. Les hablaba de una forma diferente, trataba con ellos de una forma diferente. Lo que sí quiero que sepáis es que todos, todos, ¿ok? Porque esta serie de estudios que estamos haciendo sobre la voz de Dios, es en preparación para un tema que quiero ensar en él pronto que es sobre lo profético. Y todos podemos movernos en eso, todos podemos oír la voz de Dios a nivel personal y a nivel de iglesia para bendecir a los demás, bendecirnos nosotros y bendecir a los demás. Así que todo esto es en preparación para eso. Poner atención, practicarlo, usarlo y no tener miedo, ¿ok? Y esta noche quiero ver unos cuantos, según el tiempo que nos dé, de aspectos, de actitudes, de aspectos, de características de la persona que escucha la voz de Dios, ¿ok? Vamos a ver un versículo en, vamos a ver un versículo en Mateo capítulo 5 versículo 3, Mateo 5 capítulo 5 versículo 3 para empezar. Características que es bueno que tengamos en nuestro corazón personas para estar dispuestos para escuchar la voz de Dios de una forma clara, ¿ok? Hay dos aspectos, yo sé que muchos estáis esperando que os diga cómo es la voz de Dios y cómo se diferencia, eso lo vamos a ver un poco más adelante. Primero quiero que arreglemos nuestra actitud en el de moldearnos y de saber qué tipo de personas tiene Dios, con qué tipo de persona o qué busca Dios en nosotros, ¿ok? Para comunicarse. La relación con Dios es sumamente importante para, como vamos a ver en el futuro si Dios quiere, para moverse en lo profético, para escuchar la voz de Dios y no equivocarte o no confundirte, mejor dicho, es sumamente importante y esto lo dejo ya establecido y lo aclaro desde ya, es sumamente importante que tengas una relación con Dios, que aprendas sobre todo a ministrar a Dios, a ministrarle a Dios. Estoy adelantándome un montón pero es que lo llevo ahí adentro y, por ejemplo, para daros un ejemplo de donde quiero llegar. Hay un versículo, hay muchos, pero hay un caso en la Biblia, en el Nuevo Testamento, dice Antioquía. En Antioquía había un grupo de maestros y de maestros y profetas reunidos y ¿qué es lo que estaban haciendo? Estaban ministrando a Dios, ¿ok? Esa es la clave, ministrando a Dios y mientras ministraban a Dios, el Espíritu Santo les habló y les dijo, separadme a Bernabé y a Pablo para esto y esto y esto, para esta misión. Entonces ahí vemos una clave importante para sintonizarnos, para escuchar a Dios de forma clara y esa es aprender a ministrar a Dios. Ok, ahora la pregunta que os estáis haciendo y me estoy desviando del tema de esta noche, ¿cómo se ministra a Dios? Ministrar a Dios no es orar, ministrar a Dios no es orar en el sentido de que voy, me presento a Dios con mi lista de oración, Padre bendito a los misioneros, te pido por este, te pido por Pajito, mi hijo, te pido por mi primo, te pido por Manolo de ahí del pueblo, te pido, eso no es ministrar a Dios, eso es pedir. En términos claros y simples, para entender la diferencia entre ministrar a Dios y orar, es que cuando tú ministras, estás ministrando a Dios, tú, tus deseos, tus peticiones, todo lo que tú pidas a Dios, tomas el segundo lugar en tu tiempo con el Señor, no sé si lo habéis entendido o no, pierde importancia y solo ministrar a Dios entonces es lo contrario, ministrar a Dios es buscar, qué es lo que Dios busca en el tiempo que yo estoy con Él, qué es lo que Dios necesita en el tiempo que yo estoy con Él, qué es lo que va a agradar a Dios el Padre, qué es lo que va a hacer que el Padre se goce, qué es lo que va a hacer que, o que no sé si sabíais o no, pero está escrito en la Biblia y muchas veces no nos damos cuenta de lo que leemos y es por eso que tenemos un concepto de Dios como un Dios un poco distante, un poco serio, que no sabe sonreír, que está siempre serio y que lo que ha sido parecido a mí un poco que no, aunque trato de sonreírme, no me sale, sino que la Biblia habla de un Dios que se goza con su pueblo, un Dios que incluso en los Salmos dice que Dios se regocija y baila, baila alrededor de sus hijos cuando sus hijos se acercan a Él, un Dios que sonríe, un Dios que se ríe, un Dios que se goza, un Dios que se deleita cuando su pueblo le ministra, entonces el ministrar es todo lo contrario de la oración, ¿por qué?, porque la oración, si somos sinceros y ponemos atención a lo que muchas veces le pedimos a Dios, os vais a dar cuenta que es todo egocéntrico y no es malo, la vida dice que piramos, pero está todo basado en mí, si ponéis atención, bendíceme, tengo esta necesidad, tengo este problema, tengo Señor guárdame, Señor protégeme, Señor súpleme, Señor que me entendéis o no, mientras que el ministrar es Dios todo lo contrario, Padre, aquí estoy, ¿qué puedo hacer por ti?, ¿qué quieres que te haga?, ¿qué quieres que te dé?, ¿cómo quieres que te cante?, ¿quieres que te adore esta tarde, esta mañana?, según el tiempo que tú usas para acercarte a Dios, en otras palabras, Dios quiere, ministrar a Dios es darle todo lo que tú eres y olvidarte de ti, y cuando uno aprende a ministrar a Dios, como dice ahí en el caso que he mencionado de Antioquía, es cuando Dios nos habla, nos guía, nos dice, mira, séparame a Bernabé, a Pablo, para un ministerio, para este ministerio, para esta misión, ok, eso es un poco de adelanto, entonces viendo todo esto que estoy diciendo, vamos a ver en Mateo 5.3 que dice, los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos, entonces la primera condición en nuestro corazón, en nuestra actitud, debería ser ser pobres en espíritu, primer requisito para reconocer la voz de Dios, ¿qué quiere decir ser pobres en espíritu?, de acuerdo a la Biblia, los fariseos eran ricos en espíritu, los escribas eran ricos en espíritu, los cristianos de la Iglesia de la Odisea, en Apocalipsis capítulo 4, perdón, capítulo 3, al final, eran ricos en espíritu, ok, en Apocalipsis 3.17, por ejemplo, dice, vosotros decís, el espíritu de la Iglesia de la Odisea, vosotros decís, yo soy rico, he conseguido riquezas, no me falta nada, lo tengo todo, sin embargo, responde Dios, sin embargo, sois pobres, miserables, ciegos, y estáis desnudos, ok, entonces los fariseos, los escribas, los hermanos de la Odisea, eran personas, son ejemplos de un creyente ricos en espíritu, que creen que lo tienen todo, que están satisfechos, que lo han logrado por su propia manera, por su propio esfuerzo. Por el otro lado de la moneda tenemos al pobre del espíritu en la Biblia, la semana pasada mencionamos dos o tres casos, el publicano, los recaudadores de impuestos, los publicanos, eran pobres en espíritu, y Jesús les habló, tenemos el ejemplo más claro de Dios tratando con un publicano, en Mateo, ok, el que escribió el Evangelio de Mateo, ese era uno de estos, recaudador de impuestos, el publicano, y Jesús pasó por delante de su despacho, de su oficina, donde recaudaba los impuestos, y que le dice, le dice Mateo, deja todo lo que tienes, ven y sígueme, Mateo escuchó la voz de Dios, Dios le habló, pobre en espíritu, parecía que lo tenía todo, parecía que lo tenía todo organizado en su vida, sin embargo, era pobre en espíritu, las prostitutas eran pobres en espíritu, los pobres y oprimidos, pobres en espíritu, ok, y no quiere decir que tengas que ser un pobre y oprimido, o que tengas que ser recaudador de impuestos para ser pobre en espíritu, lo que estoy hablando yo es, como vamos a ver en un instante, es la actitud de nuestro corazón, Cristo Jesús puso, estableció un estándar, estableció una medida, un estándar, cuando dijo aquí en Mateo 5.3, entiendo una regla, un estándar, bienaventurados los que son pobres en espíritu, porque de ellos, es el reino de los cielos, de ellos, o sea, lo voy a decir de otra forma, porque de esos que son pobres en espíritu, de esos que no se creen que ya lo tienen todo solucionado y todo arreglado, se le abre el acceso al mundo invisible, donde Cristo Jesús reina y gobierna como Rey y como Señor, el reino de los cielos, y escuchar la voz de Dios es parte de ese reino, es parte de esa esfera, de ese ambiente donde Cristo Jesús es Rey y Señor. Entonces, ¿qué es ser pobre en espíritu? No es como he dicho antes, ser prostituta, o ser pobre y oprimido, o ser recaudado de fondos, una persona que es pobre en espíritu, es una persona que tiene una humildad como un niño, la humildad de un niño, sencillez, sería la mejor palabra de un niño, una desesperación por el Señor, un hambre por conocer más y más a Cristo, una desesperación por estar en su presencia, por conocerle más y más. El apóstol Pablo nos da un ejemplo de esto cuando dice, lo tengo todo por basura con tal de conocer, conocer a Cristo, y conocer a Cristo. Estoy dispuesto a dejarlo todo, a quemar todos los títulos y diplomas y licenciaturas que tengo con tal de conocer a Cristo y participar, ser partícipe de su presencia. En Filipenses 2.7 tenemos el ejemplo de Cristo Jesús, en Filipenses 2.7, yo creo que voy a leerlo, Filipenses 2.7, donde Cristo Jesús dice, sino que se despojó a sí mismo, hablando de Jesús, se despojó a sí mismo tomando forma de ciervo, haciéndose semejante a nosotros, a los hombres. Este es un ejemplo de lo que es ser pobre en espíritu. ¿Era un méndigo Jesús? ¿Era un recaudador de impuestos? ¿Era pobre? ¿Era oprimido? No. Todo lo contrario, era Dios. Ok, no hace falta entrar en detalles, pero a Dios no le falta nada, de hecho uno de sus nombres es el Shaddai, quiere decir el Dios autosuficiente que no necesita de nada ni de nadie. En el Antiguo Testamento a Israel le decían, ¿qué me vas a dar tú a mí si yo, si todo el ganado y los animales de los montes son míos? La tierra es mía, ¿qué me vas a dar? Sin embargo, tomó esa actitud de despojarse a sí mismo de todo eso para hacerse ciervo, tomar forma de ciervo y hacerse semejante a los hombres. Esa es la actitud de una persona que es pobre en espíritu. Y todo el tiempo que él vivió en esta tierra de forma física, lo demostró. Demostró esa necesidad, esa desesperación, si queréis decirlo así, al Padre. En Juan 5, 30, por ejemplo, dijo cosas como yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Lo único que puedo hacer yo es lo que veo a mi Padre hacer. Lo único que puedo decir es lo que oigo a mi Padre decir. Por mi propia cuenta yo no puedo hacer nada. Juan 5, versículo 30. Y después en Juan 15, un poco más adelante, en Juan 15, versículo 5, nos mira a nosotros, se dirige a sus discípulos, a nosotros, y nos dice lo mismo. Aparte de mí no podéis hacer nada. O aparte de mí nada podéis hacer. Y esa es la actitud de una persona creyente que es pobre en espíritu, el reconocer, el reconocer. Si quieres entonces la pregunta es, quieres oír la voz de Dios y que continúe hablando tu vida de una forma constante, hazte pobre en espíritu, mantente pobre en espíritu. Da igual cómo Dios te use, da igual cuántas profecías te dé, cuánta revelación te dé, y qué es lo que haga a través de ti. Es importante si quieres seguir oyendo la voz de Dios que te mantengas pobre en espíritu. Da igual lo que haga a través de ti. Hay varios ejemplos, pero voy a mencionar solamente uno. Uno de los ejemplos más tristes en la Biblia, como he dicho hay varios, está el Rey Saúl, pero el que me viene a la mente ahora mismo es el Rey Lucías. El Rey Lucías era el primo de Isaias, el profeta Isaias. Veréis su historia en Isaias, sobre todo en capítulo 5 y 6, capítulo 4 y 5 de Isaias. El Rey Lucías era un hombre bendecido por Dios, era un hombre que Dios lo levantó como rey, bendecido por Dios, empezó en humildad como muchos reyes de Israel, empezó bien confiando en Dios, empezó pobre en espíritu. Sin embargo, Dios le dio sabiduría, una sabiduría, una opción para inventar cosas. Era un inventor de armas de guerra. Él inventó muchos de los mecanismos e instrumentos de guerra, no soy experto en guerra antigua para mencionar algunos, pero inventó un montón de esos. Ningún ejército enemigo podía contraer porque no podían derrotar sus armamentos, lo que fueron inventados por este Rey Lucías. El problema es que, como estoy diciendo, ningún enemigo podía contraer por todos estos mecanismos que inventaba. Pero llegó un día, y la Biblia dice de forma muy triste, llegó un día cuando dice, y Lucías se creyó grande en sus propios ojos, en su propia opinión, en su propia vista, se creyó muy grande, muy importante. Y ahí, de ahí, en adelante, leemos en Isaías cómo su vida empieza a decaer hasta que al final muere. Y el día que murió, como ya sabéis en Isaías 6, dice Isaías, vi yo, y el día que Rey Lucías murió, vi yo la gloria del Señor. O sea que, no es solamente ser pobre de espíritu, sino mantenerte así. Haga lo que haga Dios a través de ti. Te revele lo que te revele. Porque cuando tú entras en esa relación de ministrar a Dios, es muy probable, es muy fácil que Dios te revele cosas en su palabra, te dé revelación, te dé entendimiento, te use para bendecir a otros. Y es muy fácil, como el Rey Lucías, como el Rey Saúl, como Salomón, incluso en el Nuevo Testamento hay varios ejemplos que empezaron pobres en espíritu, pero se agrandaron en su propia opinión. Es muy fácil. Entonces mantenerse pobre en espíritu, mantenerse desesperado, dependiente de Dios Señor, sin ti no puedo hacer nada. Porque el momento que tú dejes, el día que tú dejes de necesitar al Señor, el día que tú dejes de desesperadamente necesitar al Señor, es el día que te conviertes en rico en espíritu. Y la voz de Dios se enmudece. En otras palabras, vas a dejar de, y no quiero decir que no te esté hablando, vas a dejar de escucharla. ¿Por qué? Porque ya estás cómodo con lo que tienes. Crees que puedes hacerlo todo por tu experiencia. Como has tenido éxito en el pasado, crees que vas a ser igual siempre. Y aunque Dios te está hablando de ahí, tío, ten cuidado. No es así. No vayas por ese camino. No vas a oírla. Mateo 5.3 dice, bendecidos los pobres en espíritu, porque suyo es el reino de los cielos. Mantente humilde como un niño en la presencia de Dios. Otro punto importante, y este lo hemos tocado en otras ocasiones. Uno de los obstáculos más grandes que hay en la vida del creyente para oír la voz de Dios es nuestro sentido de culpa, de condenación, de que no somos dignos. Y esto lo hemos tratado en otras ocasiones. Pero aunque lo trates veinte mil veces, hay que seguir repitiéndolo, repitiéndolo, repitiéndolo, porque es lo que somos humanos. Y es raro encontrarte con un creyente que no haya tenido o no esté luchando con esto. El obstáculo, uno de los obstáculos más grandes para no oír la voz de Dios es que tengas un sentido, un sentir de culpabilidad. Soy culpable, no me siento digno de condenación. Y como he dicho antes, es un problema muy común entre los cristianos de hoy. Aunque Cristo Jesús en la cruz del Calvario nos ha librado de todo eso. Cuando el creyente cree que han disgustado a Dios, que Dios no los quiere o que no son lo suficientemente espirituales para oír la voz de Dios, para oír como el Maestro les habla, cierran automáticamente, cierran ellos mismos con su actitud, cierran su oído espiritual sin darse cuenta. El antidoto para esto es que la sangre de Cristo Jesús fue rociada en el lugar santísimo allá en el cielo para limpiarlos de toda mala conciencia y nos da la perfecta justicia en Cristo Jesús. Y tenemos que aprender a confiar en la sangre, en el poder de la sangre. Confiar en que la sangre es suficiente para borrar todo sentido de culpabilidad, para que tu conciencia esté clara. Lo contrario a esto, como ya lo habréis deducido, es que si tú vives siempre bajo condenación, no estoy hablando de que estés pecando conscientemente y voluntariamente, es otro tema, pero si vives siempre bajo condenación, bajo con un sentido de culpabilidad, necesitas una revelación clara y nueva de parte del Espíritu Santo del poder de la sangre. Métete en la Biblia y estudia el poder de la sangre, porque estás menos valorando, estás despreciando, no tienes una revelación clara del poder de la sangre de Cristo Jesús. Ok, como hemos estudiado en otras ocasiones, no hay nada, lo estudiamos cuando estudiamos el Evangelio hace poco, ¿os acordáis de esto? Las buenas nuevas del Evangelio es de que tú no puedes hacer nada para hacerte más aceptable ante Dios, no puedes hacer nada más allá de lo que Cristo Jesús ya ha hecho en el Calvario. Ok, para hacerte justo. No puedes añadirle y no puedes quitarle. Entonces no podemos, tenemos que aprender a no acercarnos a Dios basándonos en nuestras propias obras, sino basándonos en lo que Cristo Jesús ha hecho. Y no hay nada más poderoso para armarnos con esa consciencia limpia y pura que no nos condena, esa seguridad de acercarnos a Dios que es la sangre de Cristo Jesús. Y cuando aprendes y ves el poder que hay en la sangre, no vas a tener problemas con esto. Vamos a ver un versículo para ayudarnos en este proceso en Hebreos 9.14. Dice la Palabra de Dios, ¿cuánto más? Vamos a ver el anterior para saber por qué cuánto más. Dice, ¿cuánto más? Dice, porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, esto era en los tiempos de los sacrificios del siglo XIV, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo? Voy a usar la palabra griega, ¿cuánto más la sangre de Cristo purificará vuestra conciencia de obras muertas para ministrar al Dios vivo? O sea, como le decíamos antes de ministrar. Esta palabra sirve, ministrar en griego, en la misma. Tu aceptación ante Dios, sal aire que sopla afuera, tu aceptación ante Dios no es una cuestión de tus esfuerzos en lo bien que te has portado esta semana, ni cuánto has leído la Biblia o cuánto tiempo has orado, o cuánto has podido, cuánto tiempo has sido capaz de resistir la tentación. La aceptación ante Dios siempre es una cuestión de lo que Cristo Jesús ha hecho por ti. A través de su sangre derramada, ha hecho la paz, ha hecho la paz entre Dios y el hombre, y el hombre y Dios. Entonces tiene que estar basada en eso. El poder y el precio de la sangre de Cristo Jesús, ante los ojos de Dios es superior a cualquier estado caído en el cual puedas encontrarte. Entonces, ¿qué significa eso? Que cualquier sentimiento de culpa, de indignidad, de condenación, que vaya más allá de la palabra de Dios, que quiera superarse o tomar el lugar de lo que la palabra de Dios dice sobre la sangre de Cristo. Son mentiras de Satanás. Porque si tú la aceptas, estás llamando a Dios mentiroso. Y la idea es que Dios no miente, ni es hijo de hombre para que no cumpla su palabra. En 1 Juan 9, dice, si confesamos nuestros pecados, eres fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si confesamos nuestros pecados. Cuando tú te arrepentiste, el día que te hablaron de Cristo Jesús y lo conociste, te arrepentiste y confiaste en Cristo Jesús como Señor y Salvador, se te concedió acceso perpetuo al trono de Dios a través de la sangre de Cristo Jesús. Bien. Bien. El velo en el templo, como dice Lucas 23, 45, fue rasgado. Ese velo que separaba a la humanidad de la gloria santa, de la presencia santa de Dios, fue rasgado en dos. Y desde ese momento en adelante tenemos acceso para entrar en la presencia de Dios. El versículo para mí, el más poderoso en cuanto a este tema y más hermoso, es el que se encuentra en Hebreos 10, del 19 al 22. Dice, entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al lugar santísimo, ¿por qué tenemos confianza para entrar al lugar santísimo? Por la sangre de Jesús. Por un camino nuevo. Y os dais cuenta que no está hablando del lugar santo. Está hablando del lugar santísimo. Por un camino nuevo y vivo que Él, que Cristo Jesús inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne. Su carne, su cuerpo fue rasgado. Su cuerpo es un tipo del velo que fue rasgado. Y a través de ese cuerpo que fue destruido podemos entrar con confianza al lugar santísimo. Y puesto que tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos, y aquí está la promesa, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, en plena confianza de fe en el poder de la sangre de Cristo. Teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia, nuestro cuerpo lavado con agua pura. Entrando al... en Hebreos 4 y 16 hay un versículo parecido. Hebreos habla bastante de este tema. Y si queréis anotarlos porque a veces necesitamos meditar en ellos y repetirlos y repetirlos. En Hebreos 4 y 16, por tanto acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia y hallemos gracia para la ayuda oportuna. Ok, otra versión dice hallemos gracia en el momento de nuestra tribulación. Hallemos gracia para la ayuda oportuna. Y aunque muchos cristianos dicen yo no soy digno de oír la voz de Dios, y es verdad, tienes toda la razón del mundo, no lo eres. En ti mismo no eres digno, ni con todo lo que tú hagas vas a ser nunca digno de oír la voz de Dios. Pero la hermosura del Evangelio es que tú estás en Cristo, no estás en ti mismo. Y como estás en Cristo Jesús, entonces eres justificado, perfeccionado, santificado, perdonado y puedes entrar a la presencia de Dios, oír su voz y ministrarle a Él. El propósito, la misión de Satanás siempre va a ser, desde el momento que entiendas esto que acabo de decir, la misión de Satanás siempre va a ser el hacer que tú dudes de tu justicia en Cristo, de hacer que tú te salgas de esa posición de justicia que tienes en Cristo Jesús. Y impartir a tu mente pensamientos de culpabilidad, de condenación, para que te cuestiones constantemente si Dios te acepta o no te acepta, si te habla o no te habla. Y el arma más poderosa que usa Satanás es la acusación. Ok, es por eso que tienes. De hecho, Satanás se conoce como el acusador de los hermanos. Y eso lo podéis leer en Apocalipsis 12, versículo 10. Y oí una gran voz en el cielo que decía, ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, de su ungido, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche ha sido arrojado. Ellos lo vencieron. ¿De quién está hablando aquí? ¿Cómo se vence al acusador de los hermanos? Nuestros hermanos. El texto, el versículo anterior está hablando de nuestros hermanos. El versículo 11, ellos. ¿A quién se refiere ellos? A nuestros hermanos, a ti y a mí. Ellos lo vencieron. ¿A quién vencieron? Al acusador de los hermanos, a Satanás. ¿Cómo lo vencieron? Por medio de la sangre del Cordero, por la palabra del testimonio de ellos y el no amar sus vidas hasta la muerte. Y esa es la forma de vencer las acusaciones, por la sangre, pon tu fe en la sangre del Cordero, de Dios. La sangre tiene poder para librarte de toda conciencia de pecado. En primer lugar. Por el segundo lugar, por la palabra del testimonio de ellos. ¿Qué testimonio sale de tu boca? Cuando Satanás te acusa, no eres digno, ¿qué sale de tu boca? Tú te pones de acuerdo con él y dices, no soy digno. Te pones incluso a llorar y hablarle a Dios, Señor, no soy digno. No soy digno. Me estás dando la razón. O el testimonio que sale de tu boca es la palabra de Dios y lo que la palabra de Dios dice acerca de la sangre de Cristo. Y en tercer lugar, no amar tu vida hasta la muerte si es necesario. ¿Qué quiere decir eso? Que estás dispuesto a dar tu vida por el testimonio de Cristo, por lo que Cristo Jesús ha hecho, por el poder de su sangre. Ok. De aquí por de esto podríamos hablar mucho, pero no es ahora el momento. Acepta, actúa, prescribe y vive por fe en el poder de la sangre de Cristo Jesús. Otro punto importante, aunque ya lo han mencionado en breve antes, se encuentra en Misaías 28, versículo 9. Si tú crees, ok, si tú crees, voy a introducir el tercer punto, el tercer aspecto, si tú crees que tus opiniones son superiores a la opinión de los demás, de que tú eres más listo, más espiritual que los demás, entonces vas a tener dificultades y problemas en reconocer la voz de Dios cuando Dios te hable. ¿Quién me ha entendido? Entonces, ¿cómo se combate esto? ¿Cómo sé qué actitud tenemos que tener? En Misaías 28, versículo 9, dice, ¿a quién? Hace la pregunta, hace la pregunta, ¿a quién enseñará conocimiento? Está hablando de Dios. ¿A quién enseñará Dios conocimiento o a quién interpretará el mensaje? No está hablando de profecía. A los recién destetados, a los recién quitados de los pechos. En otras palabras, ¿de qué actitud está hablando aquí? De ser un niño. Ok, más adelante, si leéis el resto del capítulo, veréis que está hablando acerca del Espíritu Santo, de hablar en lenguas, de profetizar. En lengua de tartamudos y en labios de extranjeros hablaré a mi pueblo. Aquí hay reposo, dar reposo cansado, hablar en lenguas, ahorrar al Espíritu es un reposo. O sea, que está hablando la venida. Pero, ¿a quién enseñará esto? ¿A quién dará revelación? ¿A quién enseñará conocimiento? E interpretará el mensaje a los recién quitados de los pechos, recién destetados. Entonces, ¿qué quiere Dios? ¿Qué actitud quiere Dios que tengamos? La de un bebé. Aquellos que son humildes, dependientes como un infante, como un niño. Inocentes como un niño, como un bebé. En Mateo 11.25, si queréis un versículo del Nuevo Testamento parecido a este, en Mateo 11.25, los discípulos de Jesús vuelven a Jesús todos contentos y alegres. Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre, es poderoso, es tal. Y Jesús se aparta un par de pasos para atrás y empieza a glorificar a su Padre y dice, Padre te doy gloria y alabanza, Dios del cielo y de la tierra. Porque has escondido estas cosas, esta revelación de los sabios y de los entendidos, y se lo has revelado a los niños. Y este era el problema de los hermanos en la iglesia de Corinto. Que se creían unos, se creían superiores a otros, y que yo se más, y tú sabes que mi maestro era Pablo, el mío era Apolo, el mío decían los más espirituales, el mío es Jesús directamente. Y se creían mejor y superior que los demás. Sin embargo, Pablo en Seseña no es esa la actitud. Proverbios 13.10, Proverbios siempre es un libro importante para cuando hablamos de estos temas. Por la soberbia, que es lo que estaba pasando en la iglesia de Corinto, por la soberbia sólo viene la contienda, más con los que reciben consejo está la sabiduría. Voy a leerlo otra vez, por la soberbia sólo viene la contienda, más con los que reciben consejos está la sabiduría. Los hermanos en Corinto estaban llenos de orgullo, y es por eso que el apóstol Pablo les llama la atención y les dice, no sois capaces de recibir las cosas del Espíritu. Porque parece necedar. Primero de Corintios 2.14 está esto. Primero de Corintios 2.14, no sois capaces de entender las cosas del Espíritu. Dice, pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedar, y no las puede entender porque se distierden espiritualmente, mientras que el que es espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado por nadie, las cosas del Espíritu. O sea que la persona natural, la persona sin el Espíritu, no reconoce las cosas de Dios. Pero la persona que es espiritual, aquella que ha aprendido a andar con el Espíritu, aquella que ha aprendido a andar al mismo paso que el Espíritu, aquella que ha aprendido a ser inocente como un niño recién destetado, ese distierne las cosas del Espíritu y evalúa las cosas del Espíritu, y sin embargo no es juzgado por nadie. Entonces, estos creyentes inocentes como niños, son los que cuando escuchan algo por el YouTube, escuchan a otros predicadores, escuchan la enseñanza sobre esto, sobre otro tal, saben disternir. ¿Por qué? Porque aceptan consejo de parte de Dios de sus siervos. Aceptan, son inocentes, han aprendido a depender del Espíritu, a andar al paso del Espíritu. Los corintios no fueron capaces de escuchar o oír la voz de Dios, de discernir o reconocer la voz de Dios, porque andaba en su propia carne. En 1 Corintios 3, de 1 al 3, Pablo sigue diciéndoles, hermanos, os dais cuenta que nos llaman hermanos, nos dejan de ser hermanos, ok. Hermanos, no pude hablaros como espirituales, sino como gente carnal, como infantes en Cristo. Os di a comer, os di a beber leche, no comida sólida, porque no estabais preparados para el alimento sólido. Y aun ahora, no estáis preparados, porque seguís caminando en la carne, caminando por vuestras propias ideas, con vuestros propios conceptos y por vuestras emociones. Y es por eso, cuando uno camina siempre por las emociones, por lo que siente, por lo que ve, es muy difícil distinguir las cosas del Espíritu. Mientras que esa actitud inocente, como de un niño recién destetado, es la que afina nuestro oído a escuchar la voz de Dios. En Salmo 25, por ejemplo, versículo 14, dice, porque Dios hará conocer sus pactos o su pacto con aquellos que son sencillos de corazón. En el número, números 3, vamos a ver el número 3, esto lo mencioné la semana pasada, pero quiero leerlo, que lo leamos para que lo veamos. En números 12, versículo 3, dice, Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra. Y el Señor de repente dijo a Moisés, ok, o sea que vemos que si quieres reconocer la voz de Dios, tienes que ser como un niño y mantenerte como un niño. En el Salmo 25, 9, el Salmista dice, Dios guía al humilde en lo que es correcto, en el camino correcto, y les enseña sus caminos. Dios guía al humilde en lo que es correcto y les enseña sus caminos. Salmo 25, versículo 9. No sé si seguir con otro cuento más, bueno, nos queda un poco de tiempo. La fe, ok, tener fe, vivir por fe, la fe es importante. La fe es la que nos capacita, nos da la habilidad de revivir de Dios. La salvación es obtenida por fe, la santificación es obtenida por fe, el andar en el Espíritu y el andar al paso del Espíritu se hace por fe. El oír la voz de Dios se hace por fe. Muchas veces, ¿qué quiero decir con eso? Que muchas veces como creyentes no oímos la voz de Dios porque no esperamos que Dios nos hable. Ese concepto, esa idea que algunos han promulgado por ahí, por el cristianismo, de que Dios ya no le habla a sus hijos porque tenemos la Biblia, y si queremos oír de Dios tenemos que leer la Biblia, no es correcto, es falso. Ok, no estoy diciendo que la Biblia no sea la palabra de Dios y que Dios no te hable a través de la Biblia, si lo hace, pero en la Biblia no nos enseña en ningún lugar de que Dios dejó de hablarle a su pueblo. De ninguna parte nos enseña de que la Biblia reemplazó la voz de Dios. En ninguna parte nos enseña que la Iglesia, como enseñan algunas iglesias, son las únicas que nos pueden hablar y decir lo que Dios está diciendo. Dios nos habla a través de la Biblia, nos habla a través de los hermanos, nos habla a través de la Iglesia, pero también nos habla directamente a nosotros. En Juan, no vamos a verlo hoy por tiempo, pero en Juan 5, 37, 39 podéis leer ese pasaje donde Jesús reprende a los fariseos y les dice, nunca vais a escuchar la voz de Dios. ¿Por qué? Porque no esperaban que Dios les hablase. Dios no creó al mundo, como enseñan algunos, Dios no creó al mundo y formó al hombre a su imagen, lo dejó en el mundo y se marchó, y nos dejó a que nos defendiéramos por nuestra propia cuenta. La Biblia nos enseña todo lo contrario. Y la Biblia está llena de formas diferentes en las cuales Dios habla a sus hijos en el pasado y en el presente. En Romanos 12, 6, por ejemplo, Pablo le dice a los creyentes de Roma, si tu don, si tu ministerio es el de profetizar, profetiza de acuerdo a tu fe. En el mismo pasaje dice, si es el enseñar, enseña de acuerdo a tu fe. Si es el animar, anima de acuerdo a tu fe. O sea que vemos que está todo, profetizar, animar a los demás, enseñar, todo basado en nuestra fe. Vamos a profetizar, vamos a enseñar de acuerdo al nivel de nuestra fe, de acuerdo al nivel en el cual nosotros esperemos que Dios, en la expectación, expectativa que tengamos de que Dios nos use, de que Dios nos hable. La profecía, ya que hemos tocado el tema, la profecía es hablar lo que Dios ha revelado de acuerdo a nuestra fe. Vamos a ver otro versículo en Proverdios, como he dicho antes, está lleno de estas piquetas. Proverdios 3, versículo 5. Confía en el Señor, confía es otra forma de decir, ten fe en el Señor. Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos y Él te mostrará la senda por la cual debes andar. En otra versión dice, y Él te enderezará tus sendas. Reconócele en todos tus caminos y Él te mostrará la senda por la cual debes andar. Si tú crees que Dios no habla hoy en día, ya estás viviendo en dudas, ya no estás viviendo en fe. En Hebreos 11.6 dice que Dios es recompensador, renumerador de aquellos que le buscan diligentemente. Diligentemente quiere decir con pasión, con deseo, con fervor, con desesperación. O sea que reconocemos, profetizamos de acuerdo a nuestra fe, reconocemos la voz de Dios de acuerdo a nuestra fe. Confiamos en Él y hablamos lo que oímos. Y mientras más, ok, esto es parte de ejercitar tu fe, mientras más compartes, hablas lo que Dios te habla y lo que escuchas y oyes de Dios, más se edifica tu confianza, más fuerte sea de tu confianza y tu fe. En Dios y en su voz, en su expectativa de escuchar, de que Dios te hablea. Ejercitar tu fe. Mateo 9.29, de acuerdo a tu fe, desear hecho. Mateo 8.13, desear hecho, recibe de acuerdo a lo que has creído. Santiago 1.5-8, aquel que necesita sabiduría pídesele a Dios, quien da generosamente, nos da sabiduría generosamente, pero pida sin dudar, porque una persona que no tiene fe y duda, es como una ola del mar que es llevada de aquí para allá por las olas. Por el viento. Y ese tipo de persona no espere recibir nada de Dios. Otro versículo para edificar tu fe, se encuentra en Romanos 8, versículo 14. Porque aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, son los hijos de Dios. Hablándote, el hablar, mis ovejas, Juan 10.27, mis ovejas, oyen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Un sabio de hace años, se llamaba, no sé si lo conocéis o no, Anselmo, Anselmo de Canterbury, de Inglaterra. Dijo una vez, yo no busco el entender para creer, yo creo para poder entender. Porque yo creo, dijo este hombre, que si no creo primero, no entenderé. Mal entendido o no? Yo no busco entender algo, entender por qué la tierra es redonda, entender por qué Dios nos pide que hablemos en lenguas. Entender por qué el bautismo en agua, entender los conceptos de Dios, no busco el entender primero para poder creer. Yo creo para entender. Porque si no creo, tampoco voy a entender, dijo este hombre, Anselmo. Espero que haya sido servido de algo estos cuatro, cinco, tres o cuatro puntos que hemos mencionado. Son aspectos que son necesarios en nuestra vida, para oír la voz de Dios. La semana que viene, si Dios quiere, si no hay cambio de planes, vamos a ver algunas formas de edificar nuestra fe.

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