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UN ERROR CELESTIAL

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Lucifer, a young angel, was rebellious and disobeyed the rules of the celestial court. He and his friends, Gabriel, Muriel, and Miguel, were curious and adventurous. They witnessed the creation of the world and met two creatures favored by God. Lucifer intervened when the creatures ate forbidden fruit, arguing that they needed to eat to survive. The elders condemned Lucifer to stay on Earth and try to repair the damage he caused. Lucifer now fights against fear and encourages humans to seek knowledge and improve their lives. Some angels are shocked by humanity's progress and the decline in prayers. Un error celestial. La corte celestial desde las alturas observó al joven Lucifer, que impaciente caminaba de un lugar a otro en la antesala. Desde hace un tiempo el joven mostraba una inquietud rebelde hacia las normas establecidas y eso comenzaba a inquietar a los más altos juristas de la corte. Gabriel, Muriel y Miguel, otros jóvenes tan apasionados como Lucifer en demostrar sus mejores habilidades en las diferentes artes practicadas, durante toda una infinita existencia, ansiosos muy lejos de la corte, aguardaban el veredicto final que afectaría directamente a Lucifer. Aquella salida nocturna, sin avisarle a nadie, les trajo problemas a todos, en especial a los más jóvenes. El ángel de la mañana estaba nervioso, mas jamás arrepentido. Estaba dispuesto a pagar con su propia existencia el error cometido, pero no aceptaría en ningún momento ser deportado. Ese muy joven había visto la creación de todo, e incluso el mismo había participado en ella creando muchas cosas, seres vivos, por ejemplo, y dando vida a cosas inanimadas, dotando de brillantez a lo que lo merecía y opacidad a lo que no discernía. Con Muriel habían pintado las estrellas de azul, para luego tener que lavarlas, pues el consejo de ancianos no aprobó la iniciativa. Con Gabriel recorrieron grandes distancias, buscando aventuras, ahondando en lo inexplorado y satisfaciendo todas sus inquietudes. Estuvieron dispuestos a ir hasta los confines mismos de la existencia, pero, como ya era sabido, tanta iniciativa no era bien vista por los mayores, por lo que todo lo descrito por ellos, lo visto y lo palpado, no fue considerado para nada al término de esos tiempos. Con Miguel la cosa fue diferente. Durante un breve tiempo, junto a Lucifer, probaron sus mejores espadas y lanzas, escudos y habilidades guerreras, sacaban chispas y truenos en cada torneo, pero estas cosas fueron mal evaluadas, y decidieron separarlos durante un buen tiempo, al uno del otro. Cuando llegó el tiempo de reencontrarse, los cuatro en algo habían cambiado, pero Lucifer, a pesar del tiempo transcurrido, continuaba siendo el mismo de antes, inquieto, curioso y muy, pero muy desobediente. Así fue que, mientras los cuatro estuvieron ausentes, Dios creó el cielo y la tierra, y todo lo que en ella ahora se encuentra. Llegado el tiempo de regresar de sus exilios forzados, vieron que varias cosas habían cambiado, y otras tantas habían sido creadas por deleite del Creador, y así de pronto, como despertando de un letargo casi infinito, se vieron inmersos en un mundo nuevo, en un edén extraño y desconocido, e igualmente desafiante para sus nuevos sentidos. Sin saber lo que es respirar y caminar, mirar y escuchar, oler y sentir, utilizar sentidos jamás experimentados, vieronse inmersos en un mundo nuevo y distante a todo lo conocido por ellos, lejano a la propia existencia misma. En medio de ese mundo nuevo, al poco tiempo de hallarse en tan bello y extraño lugar, se acostumbraron a poder oler la hierba y a disfrutar los colores y las más variadas formas de todo lo que les rodeaba. Descubrieron que ellos y sus esencias ya no eran las únicas criaturas que comenzaban a habitar ese tan hermoso lugar, por el contrario, otras ya aporulaban por esos parajes, y dos de ellas, al parecer, eran las favoritas del Creador. Con el paso del tiempo se fueron acostumbrando a todas ellas, hasta que, durante una jornada exploratoria, tuvieron la oportunidad de conocerlas, y se hicieron amigos de esas dos criaturas casi similares a ellos, pero diferentes en muchos aspectos. Miguel, desde un comienzo, se contentó con mirarlas desde lejos. Después de un tiempo sin encontrar nada especial en ellas, decidió volver a lo suyo, resguardar las fronteras del cielo y de la tierra, y no dejar que extraños anduvieran por ahí sin permisos. Gabriel, a diferencia de Miguel, no se contentó con observarlas desde lejos. Pasado un tiempo, pudente, conversó con ambas criaturas, y no encontró divina inteligencia que le fuera a preocupar, por lo que también volvió a lo suyo, y continuó entregando mensajes por todas partes, pues esa era su labor. Muriel, al igual que Miguel, los observó desde lejos, pero, en las noches, mientras ambos seres dormían, muy sigilosamente se les acercaba y auscultaba sus mentes, utilizándose un sensible don de interpretar los pensamientos a través del sueño. Pasó mucho tiempo haciendo lo mismo hasta que, apoyando su cabeza en la de ambos, lo que escuchó en pensamientos no fue de su agrado. Estuvo un tiempo observándolos, y después de un tiempo decidió dejarlos tranquilos. Los pensamientos deberían depurarse solos, como lo hacen las plantas y sus semillas. Lucifer no interferió en ningún momento. Al igual que los otros, los observó desde lejos, pero cuando algo se decía entre ellos, la curiosidad le hizo acercarse para poder escuchar. Y lo que escuchó no fue de su agrado, por el contrario, fue algo terrible. Al saber lo que esos dos conversaban, decidió intervenir para mejorar lo inmejorable, y ese fue su error. En medio del jardín, los dos mejores árboles rebosaban de frutos deliciosos, y ambas criaturas soñaban comprobarlas apenas pudieran hacerlo. Muriel sabía sobre eso, pues, con sigilo y en pensamientos, los había escuchado durante noches enteras, pero como buen sabio que era, confió en la depuración del pensamiento por sí solo. Las malas ideas e intenciones solas han de desaparecer. El consejo de ancianos dejó de sesionar. La corte exigió la presencia de Lucifer de inmediato, y el joven desobediente, al saberse interpelado por los mayores, con paso firme se decidió a subir hasta la corte celestial. —¿Qué hiciste, Lucifer, con esas dos criaturas? —preguntó uno de los arcángeles mayores del trono celestial. —Nada, nada, hermano mayor, respondió el hermoso joven con voz firme y confiada, características propias de quien se sabe seguro de sí mismo. —Esas dos criaturas de Leven osaron desobedecer a nuestro padre, y tomaron frutos de uno de los árboles prohibidos, dijo otro ángel, y se hallaba sentado sobre una nube. —Era inevitable, contestó el joven príncipe, el hambre no sabe de obediencias ni de respeto, es un derecho de toda criatura al momento de ser creada, saciar el hambre es asegurar la propia existencia de quien tiene hambre, y en este lugar creado significa preservar la vida. ¿Qué sabes tú de la vida, si solamente existes gracias a tu padre creador? —Solamente sé que esos dos perecían de hambre. —Pero los instantes a desobedecer, afirmó el arcángel mayor con tono severo. —Sí, sí, asederó el joven Lucifer, eso es cierto, pero ¿de qué sirve crear criaturas si no les proporcionamos alimento? —preguntó el bello ángel. —Ellos no necesitan alimentos, respondió el más anciano de todos los arcángeles ahí presentes. —La gracia es el alimento que nos da vida eterna, por lo tanto, la gracia les basta para existir, afirmó el anciano. —Esas criaturas aparte de existir, contestó Lucifer, viven y existen, viven limitadamente, pues con esa condición fueron creadas, y sus existencias dependen de la vida misma y no de la existencia. —Para ellas, dejar de vivir es dejar de existir, reflexionó el joven Lucifer. —La gracia está en cada uno de ellos, sentenció el anciano, no les corresponde más alimento que la gracia misma que nuestro padre ha depositado en ellos. —¡Qué ciegos, qué ciegos sois vosotros!, aseveró el joven, ¿no sabéis acaso que de esas dos criaturas otras tantas nacerán para engrandecer la creación de nuestro padre? —¡Cállate! —gritó uno de los zafetzefarines que observaban desde una nube. —No te justifiques con aseveraciones merodramáticas, y sentenció de manera clara el castigo que el joven debería asumir. —Desde ese momento, dijo el serafín, eres sentenciado a quedarte entre ellos, experimentarás eso que llamas vida de una manera eterna. Existirás entre ellos mientras busques la manera de reparar lo malo que has hecho, hasta que la obediencia vuelva a ser en ellos un estado de gracia permanente, como nuestro padre quiere, hasta que el daño causado por tus consejos sea mitigado con la obediencia a todos los preceptos que en el alma de cada uno de ellos ha sido puesta. Fue en ese momento que Lucifer fue declarado. Fue sentenciado a permanecer en este mundo sin más consuelo ni abrigo que su propia verdad y existencia. Desde entonces Lucifer busca la manera que todos nosotros seamos obedientes a los preceptos del Creador, claro que a su manera. De mil formas nos crea situaciones complejas para que rectifiquemos nuestras malas prácticas en un sinfín de cosas. Nos insta a descubrir la gracia que el Padre ha puesto en cada uno de nosotros, pero a pesar del tiempo transcurrido, son muy pocos quienes lo han logrado. Algunos cronistas aseguran que Miguel, Uriel y Gabriel cada cierto tiempo bajan desde los cielos para conversarle, para aconsejar lo respecto a nosotros mismos, pero ellos saben muy bien que su joven amigo tiene razón y no les pondrá atención mientras no reconozcan que más que obediencia hacia el Creador, saciar las hambrunas sería lo mejor, acabar con las enfermedades, las hierras, las mentiras y un sinfín de cosas más que asustan, pero como suele ser siempre, a través del miedo se puede controlar todo y a todos, y es eso lo que Lucifer combate en esta tierra, el miedo. Miguel, Uriel y Gabriel subieron hacia los cielos para dar su informe al Consejo, y el supremo trono de Árgeles y Arcángeles quedaron escandalizados. La ciencia de los hombres comenzaba a escudriñar todo lo que era su entorno, comenzaba a definir conceptos y a realizar experimentos. Habían desarrollado una tecnología que ya los había llevado a la luna, y sus intenciones eran ir más allá. Lucifer habría sembrado en esas criaturas eso que llaman curiosidad, y día tras día eran más y más hombres y mujeres que se adherían a esas nuevas ideas, y lentamente, desde lo alto, comprendieron que día tras día cada vez menos oraciones y rezos se recibían, pues muchas necesidades ya comenzaban a ser cubiertas gracias al comercio, las importaciones, el dinero, etc. ¿Qué has hecho, Lucifer?, se preguntaban todos por allá en lo alto de los cielos. Un día, el ángel caído subió a lo alto de un cerro. Desde ahí contempló el mar, el inmenso mar, tan grande como el infinito mismo. ¿Qué ganas de volver allá arriba?, se dijo, mientras elevaba su mirada al cielo. Y desde arriba, desde muy arriba, Dios lo estaba observando y pensó para sus adentros. Pobrecitos, ya están tomando el peso de lo que ha hecho. Le daré otra oportunidad, y ordenó a sus más leales ángeles que vinieran a la tierra y lo llevaran de vuelta. Fue así como los más leales ángeles de Dios no regresaron, no volvieron a subir a los cielos, por el contrario, se quedaron todos acá, entre nosotros, pues comprendieron que la mejor manera de perfeccionar la creación es ayudar al Creador a mejorar las cosas. Y, como dice Lucifer, echando a aprender se aprende. Y así, desde hace mucho tiempo, ese joven príncipe celestial intenta ayudarnos de mil maneras diferentes, y sus amigos hacen lo mismo. Claro que, en vez de hacer de este mundo algo mejor, cada vez hay más guerras, hambrunas, robos, enfermedades, y todo a nombre de la ciencia, la conquista del espacio, la carrera espacial, abrir nuevos mercados, y todas esas cosas que a todos nos mantienen cagados de mil maneras.

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