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On April 29, 2003, a flood hit Santa Fe, causing widespread damage and displacing many families. Karina, one of the victims, shares her experience of how she and her family were affected. They had to be rescued from their home and taken to a shelter. The flood destroyed their belongings, including photos and memories. The government provided financial assistance, but the emotional and mental recovery was difficult for many. The negligence of the authorities added to the anger and grief felt by the affected families. Lo que tenía que ser un 29 de abril del 2003, normal como otro, terminó siendo un día que se recolgará por toda la Santa Fe, con agua llegando por todas partes y gente pidiendo ayuda, con muchas de las familias terminando alejadas y varadas, teniendo que ubicarse entre ellos, con la suerte de encontrarse ese mismo día, gente desesperada por saber dónde estaban sus hijos, sus abueldos, sus padres, con pérdidas muy importantes en lo económico, pero no tanto como en lo sentimental. Karina, ella entrevistada, nos contará cómo afrontó la situación, cómo trabajó su cabeza y qué tanto quedó marcada en ella esos duros días de constante sufrimiento. Bueno, yo soy una inundada del barrio San Lorenzo, en ese momento vivíamos en calle Entre Ríos, al 3900. El día 28 de abril, al mediodía, veíamos pasar a vecinos de atrás del otro barrio, digamos, con bolsas y diciendo que nos inundábamos. Pero como no se había escuchado nada en los noticieros, es como que no creíamos, no sabíamos nada. Después, para eso de la tarde, ya había agua en los cordones, bastante agua en los cordones, y se empezó la gente una a otra a avisar que sí, que se venía una inundación, por la parte de atrás del barrio. Nosotros tenemos el barrio en la zona, digamos, por detrás. Y bueno, se empezó a cubrir todo de agua. Para la madrugada, ya la casa estaba tapada de agua. Varios de los inundados estaban con sus familias o trabajando. Algunos ni siquiera llegaron a sus casas ese mismo día. ¿Vos con quién estabas y dónde? Yo vivía con mi abuela y su marido. Ellos vivían en la parte de adelante de la casa, y yo era un departamento en la parte de atrás, con mis tres hijos. Angelén en ese momento tenía 10 años, Elias tenía 8, y Joaquín tenía 3 años, 4 más o menos, no recuerdo bien la edad de él. Pero él era el más chiquito y el que se quedó conmigo arriba del techo. Viendo que se acercaba el agua y tenías que reaccionar rápido, ¿qué es lo que llegaste a salvar y cómo llegaron a un refugio? Bueno, cuando vino la inundación, que ya teníamos el agua por la cintura, en ese momento el papá de los chicos vino y los retiró del domicilio a los dos más grandes, Angelén y Leo, y los llevó desgraciadamente para mí, porque fue peor, al fornar bicentenario a ellos dos. Yo intenté sacar a mi abuela, mi abuela no era persona mayor, estaba tercia, creo que vivía en la casa, y logró que se cruce a la escuela San Lorenzo, que la teníamos enfrente de casa. A ella y a su marido en ese momento los crucé ahí enfrente, yo a Upa con el nene más chiquito. Cuando logró que ellos crucen, a mi abuela en un bolso le había metido sus ropas, un poco de ropa, medicamentos y la documentación. Me vuelvo a mi casa, porque en ese momento no sabíamos qué hacer, teníamos miedo de que nos roben, que se entran a las casas y demás. Yo me entro a mi casa, con la desgracia que cuando cierro el portón se me cae la llave, como no podía ni bajar al nene porque había agua, ni agacharme, dejé la llave ahí y me quedé encerrada. Unos vecinos de al lado y de atrás de casa gritaban, o sea, preguntaban a quién había en la casa y todo para poder ayudar. Yo les contesté y entre ellos se subieron a los techos y me pasaron una escalera, donde logré subir con el nene más chico. Logramos subir la heladera, cocina, ropa de los chicos y yo en un bolso me había llevado también documentación y un poco de ropa. Nos agarró la madrugada ahí arriba. A mí y a mi nene nos sacó una lancha a la madrugada y fui a la escuela Colón, la escuela Cristóbal Colón que está sobre General López y Francia. Al pasar una situación tan explosiva y desesperante, me imagino que tu cabeza era en un desorden total. Me gustaría saber cuáles eran tus pensamientos y qué sentías. Tenía muchísimo miedo, pero trataba de mantener la calma porque yo estaba con mi nene más chico, pensando continuamente en mis otros dos hijos más grandes. Pensaba en mi abuela, que también era una mujer grande y enferma. Me acerraba mucho a ese pensamiento y trataba de no ver peligro. Tenía miedo, pero al mismo tiempo la esperanza de que pase, porque la madrugada estuve arriba del techo, se escuchaban gritos, se había cortado la luz, se había alargado a llover mucho, se escuchaban disparos, gente que gritaba, uno no sabía si se caían al agua, si les robaban o algo. Era un sueño, una pesadilla. ¿Cómo fue la llegada a lo que una vez consideraste tu hogar? Tuvimos la mala suerte de que los raperos se cayeron y trabaron las puertas. Al romper las puertas encontramos todo. El agua había echado a perder la ropa, los juguetes de los chicos, los muebles que eran de madera, los de caños ya prácticamente estaban oxidados. La casa quedó con muchísima humedad. Se empezó a descascarar con el tiempo. Nos fue únicamente sufrir en el momento de la inundación. Esto llevó mucho más allá. Muchos más días y el cerorrazo, que era de yeso, se cayó. Se tapaban los desagües en ese momento. No teníamos luz como para ir a limpiar y volver a habitar la casa, aunque sea para quedarnos. Vivíamos de un lado para otro, a ver familiares, amigos o donde sea que podamos estar. Durante el día íbamos a limpiar, que no se lograba hacer mucho, porque al no tener los materiales, los utensilios para limpiar, y era mucho lo que había que limpiar, yo no quería que vaya mi abuela a la casa para que no vea cómo había quedado. Las personas perdieron demasiadas cosas como para contarlas una por una, pero ¿qué es lo más importante que fue imposible de recuperar? Lo que más lamento haber perdido en ese momento fue la integridad, la integridad que uno tiene con las cosas. Me sentía vacía, me sentía usurpada, me sentía devastada. Fotos, no quedó ninguna foto prácticamente, porque todo lo que es papel se pudrió con el agua, así que los recuerdos quedaron únicamente en la mente de uno. Eso yo creo que fue lo más valioso, que también la gente grande la perjudicó. Nosotros teníamos muchísimos algunos de fotos, no recuperamos ninguno, y los que se recuperaron con el tiempo, a pesar de que uno los ponía en el sol y todo, se fueron manchando, se doblaban, se manchaban. Fue mucho la pérdida que hubo, y nos compramos cosas, pero nunca digamos lo mismo que teníamos, ya no era lo mismo ni en material, ni por supuesto en nostalgia, porque uno se compra una cama de madera, no es la misma que la que teníamos en ese momento, y tuvimos que priorizar en comprar cosas, porque no nos alcanzaba para tanto, para todo lo que teníamos. Priorizamos cocina, arreglar heladera, colchón, que pasaban repartiendo, pero eran colchones muy bajitos, a mi abuela no le podíamos dar ese colchón, bueno, todas las cosas que se sabe uno que en una casa hay, nunca más la volvimos a tener, ni siquiera con el paso de los años, mi abuela pudo digamos, volver a tener lo que tuvo. Los recuerdos claramente podían ser mostrados a la familia o a cualquier persona, solo perduraban la memoria de alguien, los obsequios, cuentan que se tardó muchas horas de trabajo y sudor para ser adquiridos, de un día para el otro, ya estaban rotos y podridos, y nadie podía hacer nada, el gobierno dio subsidios para poder recuperarse monetariamente, pero cómo se recuperarían sentimentalmente o mentalmente de todo esto, algunos no pudieron con tanta pérdida y fallecieron al tiempo, otras personas pudieron seguir avanzando, pero una parte de ellos, sigue tancada y atrapada en esos días de lamento, para dañar más el alma de las santas familias, a los días o momentos después de escapar del agua, se enteraron que en más de dos o tres semanas, el secretario Armando de San José, había sido avisado sobre las grandes ideas del río Salado, para el 24 de abril, dándole algo de tiempo para terminar de fortificar la defensa hacia el norte, o por lo menos hacer un plan de evacuación, pero él hizo paso omiso a las advertencias de los metidolocos, dejándoles en la memoria, la constante rabia y lamento, de que todo eso que se perdió, se podía salvar.