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MIERCOLES I DE CUARESMA

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Palabra de vida hoy, primer miércoles de cuaresma, al pan por la palabra, del libro de Jonás. Vio Dios el comportamiento de los nenibitas, como habían abandonado su mal camino y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles, así que no la ejecutó. Del Evangelio según San Lucas. En aquel tiempo la gente se apiñaba alrededor de Jesús y Él se puso a decirles, esta generación es una generación perversa, pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. En este tiempo en el que se nos llama, entre otras cosas, a dedicar más tiempo y corazón a la oración, en este tiempo en el que sin duda alguna rezamos más y cultivamos en mayor medida la vida de piedad, la palabra de Dios que nos regala la liturgia de la iglesia nos trata de enseñar a autentificar nuestra oración, haciéndola mejor y más fecundante. Debe resultarnos muy saludable darnos por aludidos respecto del recoplón que hoy dirige Jesús a sus leyentes, pues no nos faltan méritos para ser considerados como una generación perversa. Si dejamos de considerarnos buenos y abrimos los ojos a nuestras malas acciones y sobre todo a todas las omisiones que deberíamos confesar y pocas veces ponemos ante nuestra conciencia y ante el Señor, entonces la liturgia de hoy nos trasfundaría algo de la vida que lleva dentro. Convertirse de la mala vida de los actos injustos y las conductas egoístas, abandonar la crítica y la maledicencia, hacer lugar en nuestro corazón y en nuestra economía a los pobres, dar vida a la tibia rutina por hacerlo acostumbrado con mayor conciencia y amor, son consecuencias de conocer el signo del cielo, Cristo, con el que el Padre nos llama a una vida tendente a la excelencia, a una humanidad discípula y émula de la divina humanidad de Jesús. Si tantos no creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad han corregido y enmendado su vida, haciéndola buena y laudable por la sola fuerza de la rectitud de su conciencia, ¿cómo habremos de hacerlo nosotros y en mayor medida, por la energía, la luz y la fuerza que siembra en nuestra conciencia cristiana la presencia viva de Jesucristo? Recordemos, hay primeros que serán últimos y últimos que serán primeros. Paz y bien, franciscanamente, con sumo afecto de parte de vuestros hermanos menores, desde Toledo.

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