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LUNES XV  TO

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Palabra de vida hoy, lunes decimoquinto del tiempo ordinario. Al pan por la palabra. Del libro del exoro. Mirad, dijeron los egipcios, los israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose. No sea que en caso de guerra, se unan también a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y salir del país. Les impusieron pues capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos. Y así se edificaron para el faraón las ciudades de Apósito, Pitón y Ramsés. Pero cuanto más les oprimían, tanto más crecieron y se multiplicaban. De modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas. Del evangelio según San Mateo. No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz. No he venido a sembrar paz sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra. Los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. La historia del antiguo pueblo de Israel puede arrojar algo de luz a la del nuevo Israel, la iglesia de Cristo, incluso hoy. Donde eran descerrados los israelitas prosperaban más cuanto mayor era la fidelidad a la fe de sus mayores y a los signos de identidad que les llevaban a ser y vivir de un modo diferente al de los pueblos y gentes que los rodeaban. A pesar de todas las diferencias que podríamos reseñar sobre el antiguo y el nuevo Israel, mirando ahora a este último, a nuestra iglesia, bien podríamos darnos por aludidos para volver la atención sobre las etapas y lugares donde los cristianos hemos sido más fuertes, precisamente por mostrar una mayor fidelidad a nuestra identidad. El cristianismo ha sido más fuerte e imparable en los momentos de mayor debilidad humana, como por ejemplo en la era de los márqueres. Pues los frutos de la fidelidad a la fe de nuestros mayores y en nuestra identidad son distintos de los frutos de prosperidad económica y política que ansiaban los antiguos judíos como signo de la bendición de Yahvé y modo de urgir la llegada del Mesías prometido. La prosperidad y la fuerza que los cristianos podemos y debemos esperar como fruto de una mayor fidelidad a nuestro Señor y a su palabra son la prosperidad y la fuerza de una vida de gracia y santidad que no nos aprovechará materialmente a nosotros, sino a todos aquellos que se nutran de las consecuencias de dar dicho fruto, incluso a quienes quieran posicionarse como nuestros enemigos y mientras reciben nuestra ayuda, dedicarnos frases como «Os venceremos con vuestra libertad y os someteremos con nuestra ley». En tanto en cuanto seamos fieles a la luz de Cristo, no nos giramos conflictos con todos aquellos que se le quieran oponer, por mucho que se sirvan de nuestro sentido de justicia y fraternidad para vencer con nuestro apoyo incondicional las dificultades y tragedias que les golpeen. Si vivimos desde la caridad, la justicia, la compasión y la misericordia de nuestro ideal de fraternidad universal, habrá muchos que las interpreten como una debilidad a aprovechar, pero esto no nos puede suponer un motivo para el desaliento sino todo lo contrario, ya que fueron ellas precisamente el camino por el que Jesucristo se alzó sobre la cruz para redimir a todos, mientras oraba incluso por sus propios verdugos. Anseando avanzar en la feliz imitación de Cristo, vuestros hermanos franciscanos han escrito el verbo «Costumidam noscum et va» y el día.

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