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La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús (Rom  6:15-23)

La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús (Rom 6:15-23)

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Transcription

The transcript is a discussion about a Bible reading from the book of Romans. It explains that under the law, humans are unable to overcome sin, but through the grace of God and the sacrifice of Jesus, they can be freed from sin and live a life of righteousness. The transcript emphasizes the importance of accepting Jesus as Lord and Savior, as this is the only way to receive salvation and eternal life. It also discusses the consequences of sin and the power of God's grace to sanctify and empower believers to live according to His will. Bien, seguimos aquí. Gracias por estar con nosotros. Vamos a nuestra lectura bíblica para hoy. La tenemos en la carta del apóstol Pablo a los romanos. Dios ministra nuestras vidas a través de esta carta y decíamos que es la carta que con más detalle pues explica el plan de salvación. Así que hacemos bien en estar atentos a sus enseñanzas. Hoy vamos al capítulo 6, señores, capítulo 6 del versículo 15 al 23. Y estén muy atentos porque ese versículo que está ahí podríamos decir al pie del capítulo, el 23, yo podría decir es un versículo millonario. ¡Aleluya, gloria al Señor! Y quiero que te lo disfrutes en esta hora. Deja que Dios hable a tu corazón a través de esta lectura, deja que Dios ministre a tu corazón en esta hora. Y leemos en el nombre poderoso de Jesús, dice así, ¿qué haremos? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! ¿No sabéis que os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle? ¿Sois esclavos de aquel a quien obedecéis? Sea del pecado para muerte. ¡Ay, cuantos esclavos! Sea del pecado para muerte, o sea, de la obediencia para la justicia. Pero gracias a Dios que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados. ¡Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia! ¡Aleluya! Hablo como humano por vuestra humana debilidad, que así como para iniquidad presentéis vuestros miembros para servir a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. ¡Aleluya! Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia, pero ¿qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ella es muerte. Mas ahora que habéis sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y como fin la vida eterna. Y aquí está, aquí está el plato fuerte, ¡aleluya! Romanos 6, versículo 23, porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. ¡Oh gloria a Dios! Y leyendo este versículo hermanos y amigos, gracias Señor por tu palabra, recuerdo el progreso del peregrino, una película que ilustra con tanta claridad la salvación del alma, el plan de salvación y cuando ellos dicen este versículo dicen, porque la paga del pecado es muerte, muerte, muerte, muerte. Así es, alabado sea el nombre del Señor. ¡Qué hermosa esta palabra hermanos! Gloria al Señor. Está haciendo un paralelo entre la vida bajo la ley y la vida bajo la gracia. Todos nosotros o la mayoría hemos oído hablar acerca de la ley que fue establecida desde allá, desde el Antiguo Testamento y la ley nos ofrece sus ventajas, una de ellas es que nos muestra el pecado. Si, además de mostrarnos el pecado, la ley nos muestra la incapacidad humana para vencer el pecado. Imposible vencer el pecado, imposible, fue imposible para el hombre someterse a la ley para obtener así vida eterna y liberación de la ira de Dios, fue imposible para el hombre. Algunas de las cosas, por ejemplo, que estaban establecidas en la ley, podríamos citar cuando, por ejemplo, la mujer era hallada en el lato del adulterio, era apedreada. Cuando una persona iba a buscar leña, por ejemplo, así fuese para sus alimentos y era, por ejemplo, día de reposo, día sábado y era encontrada en esto, esa persona era apedreada, esa persona era castigada. Y así ahí en el Pentateuco nosotros encontramos todas las sentencias citadas, sentencias de muerte, producto del pecado. Alabado sea el nombre del Señor. Y el hombre puso de manifiesto, diría yo el mismo Dios, quería poner de manifiesto al ser humano que es imposible para el ser humano vencer el pecado sin la gracia de Dios, sin la ayuda de Dios. Alabado sea el nombre del Señor. No obstante, cuando Cristo viene y expone su vida a muerte en la cruz del Calvario, lleva en su cuerpo la pena que nosotros merecíamos por el pecado. Estaba escrito, la paga del pecado es la muerte. No porque Dios fuera sanguinario que necesitaba ver derramar la sangre, sino porque Dios es santo en absoluto. Aleluya. Y porque su bondad había sido derramada sobre el ser humano y sobre toda la naturaleza. Gloria al nombre de Jesús. Sin embargo, fue la raza humana, fue el ser humano que quitó sus ojos de Dios, que quitó su atención de Dios para poner su atención a la voz del maligno. Dios es santo en lo absoluto y no puede celebrar, no puede compartir el pecado con nadie. El pecado provoca la ira de Dios. El pecado nos separa de Dios. De modo que estábamos todos como raza humana, todos estábamos separados de Dios. Y aún aquellos que todavía no han abierto su corazón a Jesús, aún aquellos que todavía no han recibido el regalo de Dios, Cristo Jesús en su vida, en su corazón, aún ellos, aún están esclavos bajo el pecado. Y por qué no decirlo bajo la ley, en cierto modo. Pero Cristo viene y muere en la cruz del Calvario. El Padre nos otorga la salvación, dándonos, entregándonos a su Hijo amado a morir en la cruz del Calvario por nuestros pecados. Recibir a Cristo es recibir el regalo de Dios. Recibir a Cristo es recibir la gracia divina. Gracia divina que en todo su paquetazo nos da poder contra el pecado. Gracia divina que hace que el Padre nos vea a través de Cristo. Bendito sea el nombre del Señor. Y nos muestra a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Aleluya. Bendito sea el nombre de Jesús. Dice, pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Pecaremos por eso, a lo que el apóstol responde, y claro está, bajo la iluminación divina, bajo la inspiración divina, responde con un categórico, con un rotundo, no. Porque dice, en ninguna manera. Y es que cuando recibimos a Cristo como Señor y Salvador en nuestra vida, nos sentimos compelidos en gratitud a vivir para su gloria y para su honra. Si Cristo vive en nuestro corazón, es una señal de que hemos muerto al pecado. Es una señal de que nuestro viejo hombre fue crucificado en la cruz del Calvario. Y como escribe alguien, cuando somos bautizados, que somos sumergidos en las aguas, es como si estuviésemos en el funeral del viejo hombre. ¿Y qué es el viejo hombre? El viejo hombre no es más, oh bendito sea el nombre poderoso de Cristo, no es más que nuestro yo, no es más que nuestro ego, viciado según el príncipe de este mundo. Ese es el viejo hombre, nuestro ego, nuestro yo, alabado sea el nombre del Señor. Pero cuando Cristo muere en la cruz del Calvario, cuando nosotros recibimos a Jesús, estamos diciendo, muero al viejo hombre, con Cristo estoy juntamente crucificado, como dice el apóstol Pablo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Si Cristo vive en ti, el pecado no se enseñoreará de tu vida. ¿Es la gracia una oportunidad para pecar de manera deliberada? No, en ninguna manera. El gozo y la alegría, la satisfacción de que Cristo pagó, aleluya, y nos libró desde el reloj de muerte en la preventiva del infierno, nos da motivos para vivir acorde con su santa voluntad, de modo que la gracia, hermanos y amigos, nos santifica. La gracia trae a nosotros ese poder que nos santifica. Dice, no sabéis que si os sometéis a alguien como esclavo para obedecerle, sois esclavo de aquel a quien obedecéis. Cuando practicamos el pecado, cuando dejamos que el pecado se enseñoree de nuestra vida, estamos comportándonos como esclavos del pecado, y allí la gracia no puede obrar en nosotros, a menos que abramos el corazón e invoquemos el poderoso nombre de Jesús. Pero dice más, porque dice, sois esclavo de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para la justicia. Ahora, más que esclavos, nos convertimos en amigos de Dios, en amigos, en hijos de Él, recibimos la naturaleza de hijos, recibimos naturaleza en cierto modo divina, porque Él nos adopta como hijos al recibir a Cristo, aquel que murió en la cruz, por nuestros pecados. Y dice, pero gracias a Dios que aunque erais esclavos del pecado, ¿cuántos esclavos del pecado, cuántos hemos sido esclavos del pecado, del odio, de los rencores, del orgullo, de la violencia, de la grosería, y principalmente esclavos del pecado por no darle un sí a Jesucristo, el Hijo de Dios, por no reconocer a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Solo cuando reconocemos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, y abrimos el corazón a Él, entonces Cristo entra y recibimos poder contra el pecado. Aleluya, bendito sea el Señor. Y ahí está el 23 ya al pie del capítulo 6, porque la paga del pecado es muerte. Y no solo muerte espiritual, sino que también muerte física. Estaba establecido esto, esta muerte entró cuando Adán y Eva pecaron en el huerto del Edén. La gente, por ejemplo, se envuelve en los vicios, y los vicios deterioran su salud. Ahí va la muerte física, pero también está la muerte espiritual. Pero qué bueno, que aún estando muertos nuestros delitos y pecados, Cristo se entrega por nosotros y nos rescata, nos da la mano. Aleluya, y nos pasa a otro nivel, de esclavos a libres para servir a la justicia. Oh, gloria al nombre del Señor. La paga del pecado es muerte, más la dádiva, esa dádiva es el regalo, el regalo de Dios, que es Cristo, que es la salvación. Más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. No hay otro medio para llegar al Padre, no hay otro medio para disfrutar la salvación, que es recibiendo a Jesús como nuestro Señor y Salvador, dándole cabida en nuestras vidas para que Él gobierne y para que Él se enseñore en nuestras vidas. Alabado sea el nombre del Señor. Y eso trae santificación a nuestras vidas y nos da poder contra el pecado. Digo, si todavía no has confesado a Jesús como tu Señor y Salvador, entonces estás despreciando el mejor regalo de la vida, entonces estás despreciando la vida eterna. Aleluya, entonces estás despreciando la salvación. Cristo hoy toca la puerta de tu corazón, te dice déjame obrar en tu vida. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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