Home Page
cover of Proclamando a Cristo crucificado (1 Corintios 2)
Proclamando a Cristo crucificado (1 Corintios 2)

Proclamando a Cristo crucificado (1 Corintios 2)

00:00-20:27

Nothing to say, yet

0
Plays
0
Downloads
0
Shares

Transcription

The apostle in this chapter presents the way he went to Corinth to bring the good news of salvation. The Jews were used to the law and many rules, so when the disciples started preaching the Gospel of Jesus Christ, it seemed foolish and too easy to them. But salvation is not earned by our merits, it is a gift of God's love. The apostle Paul proclaimed Jesus Christ with humility, not seeking recognition or fame. He preached with the power of the Spirit, so that faith would be based on the power of God, not human wisdom. It is important for ministers of the Word to have the same humility and not seek glory for themselves. The apostle Paul presented the message of salvation with fear and trembling, not boasting about himself. Our salvation is not by works, but by the grace and mercy of God. We must be humble and not think we are better than others. The message of the Word should be Christ-centered, not influenced by human wisdom. Our faith should be El apóstolo en este capítulo inicia presentando la manera, la forma en que era ido hasta los corintios a llevar las buenas nuevas de salvación. Recuerde que los judíos estaban acostumbrados a la ley y a muchos rudimentos y a muchas leyes, a muchas normas y a muchas reglas y ahora cuando los discípulos comienzan a predicar este Evangelio de Jesucristo, las buenas nuevas de salvación que Cristo vino y que pagó en la cruz del Calvario por nuestros pecados y que hoy podemos recibir perdón por nuestros pecados sin tener que llevar un cordero al holocausto sin tener que cumplir con todos esos requerimientos de la ley, a ellos les parecía esto locura, que ahora fuera tan cómodo, que ahora fuera tan fácil, pero la idea fue de Dios, aleluya, de enviar a Jesucristo su único Hijo y como establece la casa a los rumanos, ninguna condenación queda, ninguna condenación hay para los que están en Cristo. Para ellos eso era demasiado y es verdad que es grande, es maravilloso que a veces hayamos vivido una vida de pecado y que sencillamente con decirles Jesús te amo con todo mi corazón, acepto el sacrificio que hiciste por mí en la cruz del Calvario, perdóname Padre por mis pecados, por haber vivido lejos de ti, soy tuya, parece como hacer tan poco, pero envuelve el hecho de renunciar a nuestro ego, de renunciar a nuestro yo y de dejar que Cristo gobierne nuestras vidas, a ellos les parecía que esto era demasiado fácil, ser salvo, sin ofrecer penitencias, sin cumplir con ciertas promesas, caminar a pie, hacer eso, hacer lo otro, que no era por las sobras, a ellos eso les parecía locura y esto les costó mucho a los apóstoles cuando salieron a llevar esas buenas nuevas, por eso se llaman buenas nuevas, porque no era lo que estaban ellos acostumbrados a hacer, no era lo que estaban ellos acostumbrados a oír, que Cristo vino y que llevó en su cuerpo nuestros pecados y que por la fe, depositando hoy nuestra fe en Él, podemos ser salvos, para ellos era demasiado fácil, pero así es el amor, así es el amor de Dios que no escatimó a su Hijo para entregarlo a morir por todos nosotros, gloria al nombre del Señor. Vamos a ver cómo proclamaba, cómo proclamaba el apóstol Pablo a Jesucristo, en este capítulo 12 nos detalla cómo él proclamaba las buenas obras de salvación, y dice así en el nombre de Jesús, así que hermanos, cuando fui a vosotros para anunciar el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o sabiduría, aleluya, pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo y a este crucificado, y estuve entre vosotros con debilidad y con mucho temor y con mucho temblor, y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, aleluya, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios, aleluya, esto es maravilloso, esa manera tan sencilla como el apóstol Pablo se presenta, como el apóstol Pablo describe que cumplió con esa gran misión de llevar el Evangelio a los corintios, aquí el apóstol pone de manifiesto que cuando fue a ellos con el Evangelio de salvación, con las buenas nuevas de salvación, no trató de buscar un nombre ni un reconocimiento, él no estaba tratando de hacerse un nombre, hoy en día hay muchas denominaciones y aún líderes que ministran la palabra pero envuelto en todo eso andan buscando un nombre, ser reconocido, que la gente lo conozca, qué triste, verdad que sí, el apóstol Pablo era un sabio de aquella época que había estudiado a los pies de camalier, en cierto modo tenía humanamente de qué gloriarse, aleluya, pero el apóstol Pablo estaba consciente que nuestros méritos en este asunto de salvación no tienen valor alguno, no somos salvos por nuestros méritos, no hay mérito en el ser humano para ser salvos, no hay cosa que podamos nosotros hacer para ganarnos la salvación, alabado sea el nombre del Señor y él le explica que cuando fue a ellos con el mensaje de la palabra del Señor, no fue con palabrerías humanas, con argumentos vanos, sino que llevó las nuevas de salvación y que trató de glorificar a Dios y no a sí mismo, ahí hay una de las verdades que proclamaba la reforma protestante, sólo a Dios la gloria, no podemos postrarnos delante de ningún hombre para adorarlo, ni inclinarnos, ni delante de imágenes, a veces veo que hay mucha gente que se inclina para presignarse delante de muchas imágenes, no, toda la gloria y toda la honra es a nuestro Dios, aleluya, el apóstol Pablo llegó a los Corintios llevando el mensaje de salvación por la fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo y no estaba interesado el apóstol en hacerse un nombre, no estaba interesado en buscar fama, no estaba interesado en buscar un reconocimiento, cuánta gente hoy interesada en buscar fama, posición, que le reconozcan, aleluya, que le den un nombre, incluso a veces hasta se presionan a los miembros sólo por buscar un nombre, porque los demás me reconozcan como que yo sí, que yo sí soy, que mi iglesia sí es, alabábose a Dios, pero con cuánta humildad, dice el apóstol, se presenta el apóstol, con cuánta humildad él le presentó el Evangelio de salvación, aleluya, no andaba buscando fama, no andaba buscando reconocimiento ni gloria, y en ese camino si alguno alcanza algún grado alto de santidad, aún así no hay por donde gloriarse, porque la santificación es atribuida a nosotros gracias al sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario, aleluya, y aunque la salvación no es un proceso, la santificación se convierte a veces como en un proceso, alabábose a Dios, por eso no debemos gloriarnos, porque si algo podemos hacer, si es que no hemos resbalado mucho, si es que no hemos cometido pecados capitales, es por la gracia de Dios, aleluya, es por su misericordia, para que nadie se gloríe, santo es el Señor. En el versículo 3 dice, y estuve entre vosotros, oigan, con debilidad, con temor y temblor, dice él así, ese respeto y ese temblor era la palabra de Dios lo que iba a enseñar, y tenía el cuidado de que no fuera él a enseñar una cosa que viniera de él, sino que viniera realmente de Dios, él no trató de presumir que era el gran apóstol, él no trató de presumir que era el gran estudioso que había estudiado en los pies de Gamaliel, aleluya, sino que presentó el mensaje con temor y temblor, y hace mención hasta de su debilidad, aleluya, gloria al nombre del Señor. Nadie en este camino es el super santo, nadie en este camino es el super hombre, si no hemos caído en lo más bajo del pecado es porque Dios en su amor y misericordia nos ha preservado, pero todos de algún modo hemos fallado, todos de algún modo le hemos faltado al Señor, que bueno que tenemos un abogado, aleluya, que se llama Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pero cuanta modestia y cuanta humildad encontramos en el ministerio del apóstol Pablo, y yo creo que a nosotros los que ministramos, esta palabra nos habla bien fuerte, aleluya, y que bueno, porque cuando entendemos esto podemos soportar a los débiles, cuando tenemos esta actitud del apóstol, que fíjese como él dice, fui ante ustedes con temor y temblor, con debilidad, él no se consideraba ser el super hombre, ni el super santo, alabado sea Dios, sin embargo fue un hombre que en su trayectoria de fe se atrevió a decir, sed imitadores de mí como yo de Cristo, pero es que Cristo fue humilde, él dijo en su palabra, sed manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, y a veces cuando más escrupulosos somos, y a veces cuando queremos pasar por encima de los demás en cuanto a integridad y a santidad se refiere, entonces a veces Dios nos permite caer muy profundo, hay que ser cuidadoso, Dios nos permite caer muy bajo, aleluya, porque el mensaje es claro, no por obra para que nadie se gloríe, para que nadie se crea que es más santo que los demás, para que nadie se crea, aleluya, bendito sea el nombre del Señor, sin embargo, saca a relucir que si, había presencia en su mensaje y había poder, eso es lo importante, alabado sea el nombre del Señor, si, así sigue diciendo el artículo 3, estuve entre vosotros con debilidad, con mucho temor y temblor, si, ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabra persuasiva de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, el Espíritu está aquí con mayúsculas, refiere al Espíritu Santo, demostración del Espíritu y de poder, no fue con arrogancia, no fue a llevar la palabra con arrogancia, no fue con altanería, no fue con argumentos propios, ¿cuántas cosas a veces queremos agregar al mensaje de la palabra de Dios y queremos arreglarlo a veces a nuestra conveniencia? El mensaje debe ser el mensaje cristocéntrico, aleluya, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios, la palabra de Dios es clara cuando dice hay que le añade a esta palabra, dice que las plagas le serán añadidas, alabado sea el nombre del Señor. Y el propósito del apóstol era que ninguno de ellos fundaran su fe en él, que dijeran yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cristo, no, que no fijaran su fe en él, sino que el fundamento de su evangelio fuese el verdadero fundamento, Jesucristo, ¿cuánta gente anda por ahí poniendo diferentes fundamentos al evangelio de Jesucristo? Qué triste, la palabra le llama anatema, gloria al nombre del Señor. Y mientras leemos este episodio de la palabra del Señor, viene a nuestra memoria la actitud de Juan el Bautista, que el mismo Cristo tuvo que hablar de él y decir que no hubo otro, ni en aquel tiempo ni en este, hijo de mujer tan grande como Juan el Bautista. ¿Pero sabe cuál fue la actitud de Juan el Bautista? Viene tras mí uno que no bautizará en agua sino en fuego, viene tras mí uno que yo no soy digno de soltar la correa de su zapato, aleluya, Juan el Bautista no se dio bombo ni buscó reconocimiento alguno, no buscó un nombre, aleluya, decía viene tras mí uno que no soy digno de soltar la correa de su zapato, es necesario que yo mengüe y que él crezca, oh Dios, a veces queremos quitar la gloria que le pertenece a Cristo y hacerla nuestra, y a veces por eso Dios permite que algún agente que Dios ha llamado con ministerios grandes, con proyectos grandes, a veces se derribe de ser muy alto, porque toda la gloria y toda la honra es para el Señor, aleluya. Y es que la verdad, la verdadera palabra de salvación, la verdad del Evangelio de Jesucristo, las buenas nuevas, deben llegar al ser humano, al inconverso y al converso también, de manera que el nombre de Cristo sea glorificado, es que Él sea el grande, que Él sea el santo, alabado sea el nombre del Señor. A veces buscamos que sea reconocida nuestra institución, nuestro concilio, a veces buscamos que sea reconocida nuestra iglesia, y el fundamento es Cristo, no es mi denominación, no es la iglesia donde nosotros pastoreamos, aleluya, el grande, el poderoso, el digno de gloria, aleluya, el digno de honra, es nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A veces queremos que lo grande y lo poderoso sea la fama de nuestra institución, y entonces ahí estamos poniendo otro fundamento, la fama de mi institución, y ahí estamos dando el lugar de Cristo, alabado sea el nombre de Dios para siempre. Como creyentes y como ministros de su santa y bendita palabra, debemos imitar al apóstol Pablo y pedir al Todopoderoso que nos dé una palabra de salvación, una palabra de sanidad, que alcance al corazón y la conciencia, de tal manera que la gente pueda tener una convicción de que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino a salvarlo, y hacerlo libre del pecado y de la condenación eterna. Una palabra que lleve al creyente a dar gloria y honra a quien la merece, a nuestro Dios. Un mensaje cristo-céntrico que acerque la gente a la fuente de vida que es Jesucristo. Y a veces lo hacemos al revés, a veces queremos que la gente comience a practicar nuestras normas y nuestras reglas como institución, porque cada institución tiene sus normas y sus reglas, pero a veces queremos que la gente comience a poner en práctica nuestras normas y nuestras reglas, a veces normas que las hemos establecido nosotros mismos, a veces algunas que hacien asidero bíblico, y antes de llevar a la gente a tener un encuentro con Jesucristo, a través de la intimidad con Dios, a veces queremos comenzar a exigirle a la gente que ponga en práctica esas normas antes de llevarle a la fuente, a la fuente de la salvación que es Jesucristo, que derramó su sangre preciosa para con ella limpiarnos por la fe de todo pecado. ¡Oh gloria al nombre del Señor para siempre! Y es que cuando el ser humano, cuando le es quitada la venda espiritual que cubre sus ojos, que cubre su entendimiento, que cubre su alma, y tiene un encuentro maravilloso con Jesucristo, la gente comienza una nueva vida, le es atribuida esa naturaleza de Dios, porque venimos a ser hijos de él. Dice la palabra, los suyos vino, los suyos no le recibieron, pero a los que le recibieron, a los que conocieron a Jesús, a los que creen en él, él les ha dado autoridad de ser llamados hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos de él. ¡Aleluya! Y nos he transferido su santidad, alabados al nombre del Señor, y nos he entregado poder contra el pecado, poder contra las fuerzas del mal. ¡Aleluya! Y podemos vivir agradándole a él, honrándole, en todo cuanto decimos, pensamos o hacemos. Y ese es el deseo y el anhelo de Dios, que podamos llevar gloria y honra a su nombre, en todo lo que decimos, hacemos o pensamos, en todas nuestras relaciones personales, llevar gloria, llevar alabanza. Y eso significa que podamos hacerlo de tal manera, que agrade al Señor, que esos santos estén avalados por la alianza divina. Y el hecho de que él muriera y tomara nuestro lugar en la cruz del Calvario, debe hacernos sentir compelidos a agradarle, a vivir para su gloria, y a celebrar esta salvación tan grande que él nos ha otorgado. Mi amigo, mi amiga, si todavía no has tenido un encuentro personal con Cristo, yo te invito en esta hora a que invoque el nombre de Jesús. Puedes orar, puedes invitar a Jesús a tu corazón, puedes pedir al Padre Celestial que limpie tus pecados, que borre tus rebeliones, puedes decirle al Padre que has reconocido a Jesús como su Hijo y como tu único y suficiente Salvador. Si haces esto, estarás haciendo la decisión más grande y más relevante de toda tu vida. Porque todo lo de esta vida es vanidad, al fin y al cabo es vanidad y aflicción de espíritu. Pero el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre. Agradar a Dios es relevante, es de sabios. Alabado sea el Señor.

Listen Next

Other Creators