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Capellán Zoily Avila Matas Titulo: Una familia disfuncional
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Capellán Zoily Avila Matas Titulo: Una familia disfuncional
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Capellán Zoily Avila Matas Titulo: Una familia disfuncional
In this sermon, the speaker discusses the importance of forgiveness in our lives, particularly within the context of family relationships. They emphasize that forgiveness is essential for our faith and can help restore our relationships with God and others. They also mention the different types of families, such as nuclear and dysfunctional families, and stress the need for forgiveness within these dynamics. The speaker uses the example of a worn-out soccer ball to illustrate that, despite our flaws and mistakes, we still hold value in the eyes of God. They refer to a Bible passage in John 21:15 where Jesus forgives Peter, highlighting the power of forgiveness without holding onto grudges. The sermon concludes with a call to practice forgiveness in our lives and to seek a meaningful relationship with Christ. Hay tantas cosas por las cuales tenemos que pedirle perdón a nuestros hijos, haberle robado el tiempo, el tiempo que era para ellos, y nos dedicamos a otras cosas. Y no te das cuenta las heridas grandes que le estás haciendo a tu hijo, a tu esposo, a tu esposa, a tu familia. Hoy quiero hablarles sobre ese tema en el nombre del Señor, un tema muy fundamental en nuestras vidas, que como pareja, como esposo, como familias extensas, que es una familia extensa, donde tú vives con papá, mamá, hijos, tíos, primos, el chucho, el perico, eso es una familia extensa, porque ahora el perro ya no se llama perro, sino que se llama hijo. Perrijo. Perrijo se llama ahora. Y el gatijo. Les compran camas para que duerman, y a tu hijo. Vamos a hablar esta noche de eso, de las familias nucleares, ¿qué es una familia nuclear? Papá, mamá e hijos solteros. Y vamos a hablar también de la familia difuncional, ¿qué es una familia difuncional? Donde solo está papá y sus hijos, o está solo mamá y sus hijos, donde las cosas son difuncionales. ¿Por qué? Porque el legado de Dios fue, se unirá el hombre a su mujer y serán tres carnes, una sola carne. ¿Amén? Hermanos, es necesario que nosotros practiquemos el perdón, entendemos y comprendemos que en algún momento hemos sido heridos, ofendidos en nuestra vida, ya sea por amigos, por familiares, por compañeros de trabajo, incluso extraños, y el dolor que resulta de esta situación puede ser abrumadora, difícil de superar. Sin embargo, amado hermano, como cristianos, sabemos que el perdón es una parte esencial de nuestra fe, reconociendo que al hacerlo, les decía al principio, nos libera de la amargura de retorcernos como la ligosa, nos libera del resentimiento, restaura nuestra relación con Dios y con las demás personas que nos permite vivir en paz y en alegría, y de tener un encuentro precioso con Cristo. Hermanos, como esposos, debes de perdonar a tu esposa, debes de perdonar a tu esposo, pero sobre todo al varón le dice el Señor que tus oraciones se van a quedar en el pecho, si tú no tratas bien, si tú estás empleizado con tu esposa, ¿amén? Tus oraciones ahí se van a quedar, pero también el Señor dice que si nosotros seguimos Su camino y hacemos Su voluntad, Él nos hará estar en paz con los hombres, ¿amén? Póngase de pie. Vamos a buscar, por favor, en su Biblia, el libro de Juan 21, vamos a comenzar con el 15, ¿amén? Y dice la palabra del Señor en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Juan 21, 15. Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro, Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que a éstos? Le respondió, sí, Señor, Tú sabes que te amo. Él le dijo, apacenta mis corderos. Padre bueno que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Te bendecimos en esta noche como algo muy especial. Te ruego una doblación de Tu precioso Espíritu Santo, Señor. Por favor, Padre amado, derrama, derrama, Señor, bendición a través de Tu Palabra como lo hiciste aquella noche en Pentecostés. Te ruego, Señor, que respaldes Tu Palabra, Señor amado, que Tu presencia se pueda sentir. Gracias, Papito hermoso, por lo bueno y lo maravilloso que Tú eres. En el nombre de Jesús. Amén. Puede sentarse. Esta noche, basada en la cita bíblica Juan 21, 15, el tema de esta noche es el poder del perdón sin cola. El perdón del poder sin cola. ¿Pero qué es eso, hermana? Debes de perdonar y olvidar. Y si lo recuerdas, que sea para no cometer ese mismo error. Perdonar sin llevar a cuesta en un saco lo que te hicieron. Borrán y cuenta nueva. En el nombre de Jesús. Es que yo no puedo, hermana, es que nadie dijo que tú y yo podemos. El único que puede hacerlo se llama Jesucristo. ¿Amén? Hermanos, yo me preguntaba, ¿por qué sin cola, Señor? Y tengo como cuatro semanas de estarle dando vueltas y preguntándole, ¿por qué quieres que predique de Juan 21, 15? Debes de hacerlo. Y venía, y venía, con eso, con eso. Y ahora en la mañana que me llamó el pastor, me dijo, hermana, Bingo, perdón sin cola, Señor, ahí vamos. Respalda tu palabra, Señor, le dije yo. Y entré y le pedí una señal. ¿Cómo se llamaba la alabanza que cantó el hermano Jorge en el momento de la ofrenda? Perdóname. Y estamos hablando del perdón sin cola. Cuando yo le dije, hermano Jorge, le dije, fíjese que, dice el pastor, le dije yo, que si puede cantarle al Señor, perdóname. A Abraham le dije primero, al hermano Abraham. Y se me quedó bien y me dijo, está bien, hermana, para esta hora, me dijo. Pero no contenta con eso, yo dije. Tengo que meter el dedo en la mano del Señor. Y venía Jorge allá, la hija, y le dije, Jorge, si me, mirá, podés cantarle tal alabanza al Señor. Esa es la que viene para la ofrenda. Era el Señor respaldando el sermón de esta noche. Perdón sin cola. ¿Cómo se da eso, hermanos? Cuento una historia. Que un hombre visitó un orfanato en África y vio un niño pequeño que tenía una pelota de fútbol. Sin embargo, esta pelota no era una pelota normal, sino que estaba llena de parches y agujeros, y se veía muy vieja y desgastada. A pesar de esto, el niño la protegía con gran cuidado y ternura. Se acercó al misionero y le preguntó, ¿por qué cuidas tanto esa pelota? El niño le contestó, es lo único que tengo. La he tenido desde que era muy pequeño y ha sido mi compañía en los momentos más difíciles. Es la única cosa que siempre ha estado conmigo. Hermano, tu familia es lo único que tú tienes en tus manos y en tu vida. Y óyeme, aunque esté rota, llena de problemas, llena de errores, tu familia no puede perder el valor. Tu familia es como un billete, hermano Alfonso. Como un billete. Vamos a hacer la prueba con el hermano Alfonso. ¿Qué pasó, hermano? ¿Qué trae, hermano? Un billete. Pero yo le veo un rollo. De cinco dólares. Eso no puede valer cinco dólares, se lo compro. Dos le doy. ¿Por qué, hermano? Pero mire cómo está. Está estrujado. Es por el desgaste y el mal uso. Pero ¿a quién le da cinco dólares al hermano por ese billete? ¿Alguien se los puede dar? Mire cómo está. Aquí llega Satanás a la presencia de Dios y le dice, mira cómo está el hermano. Mira cómo está el hermano. Penqueado. Pelota con agujeros, le dicen. ¿La vas a pagar? Yo le voy a pagar al hermano. Ah, hermano, aquí está. Vamos a contar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. ¿Perdió su valor? No lo perdió. De la misma manera tú no pierdes el valor delante de Dios. Siempre tienes el mismo valor. Y si yo le digo a la hermana Marlene, le compro ese billete, hermana Marlene, ¿cuánto vale ese billete que usted anda, hermana? Un dólar. Pero lo quiero bien planchadito porque en el banco no me lo van a querer agarrar. Un dólar, hermana. Pero mire, está manchado el otro. Ah, hermana, ¿usted cree que se lo compraría usted, hermano? Cómprelo, pues. Vaya, el hermano se lo va a comprar. ¿Perdió su valor? Tú no pierdes tu valor delante de Dios. ¡Pedro! ¡Pedro! No perdió el valor delante de Dios. Como no lo pierdes tú y no lo pierdo yo. A pesar de lo que podamos ser, a pesar de todas las cosas que podamos hacer y que no están bien, que no deberíamos, pero muchas veces inconscientemente hacemos cosas que no debemos, hermanos. Pero ahí está Cristo. Ahora, nosotros no tenemos que abusar del amor de Cristo. ¿Qué por qué? Donde sobreabundó el pecado, sobreabundó la gracia. Momento. Para aquellos que no lo han recibido. Pero para ti y para mí hay un límite. Donde Él te pide obediencia, donde Él te pide que camines rectamente debajo de su voluntad, donde Él te dice, ¡si se humillare mi pueblo! ¿Amén? En el cual, ¿qué dice? ¿Y qué más? ¡Y orare! ¿Y qué más? ¡Y buscare mi rostro! ¿Qué va a pasar? Y entonces, hermano... ¡Oire! ¿Pero a quién? ¿Verdad que no está diciendo a los de afuera? Está diciendo, ¡mi pueblo! ¿Cuántos de aquí son el pueblo de Dios? ¿Amén? Todos somos el pueblo de Dios. Y tenemos el valor de la sangre de Cristo delante del Padre. Entonces, hermano... En este pasaje que vamos a leer, que hemos leído, Juan 21, 15-18, ¿qué decía Juan 21? ¿Qué decía Juan 21, 15? ¡Cuándo hubieran comido! Fíjense, hermano, que antes de... Pasó que ellos andaban en el Tíber, andaban pescando los discípulos. Y llegó el Señor y les pregunta si habían pescado algo. Y ellos le responden que no. Entonces, les dice el Señor que echen la red en tal lugar. Gracias, hermano. En tal lugar. Y así lo hacen. Y pescaron. Obedecieron a la voz de Dios. Resulta que ese mismo pescado lo prepararon para comer. En ese momento, Dios tuvo un encuentro muy personal con Pedro. Donde Dios le mostró que lo había perdonado sin cola. En ese momento, nuestro Señor Jesucristo no les trajo al recuerdo. Ajá, que te he encontrado a Pedrito, que estabas a Pedrito. Tres veces me negaste. Y tres veces te vi con misericordia. Y mire qué interesante, hermano. Después de haber sido herido, dañado por aquel hombre en el cual Jesús tenía confianza. Era de la élite. Yo ahí en la escuela tengo mi grupo élite. En aquellas personas a quienes con confianza yo les digo, mira, haceme tal y tal cosa. Dejo mi cartera, dejo mis cosas y yo sé que ahí van a estar. Yo me imagino que nuestro Señor Jesucristo era de la misma manera con sus discípulos. Los amaba tanto, hermano. Que Dios les perdonaba todas aquellas cosas porque ellos no eran perfectos. Ellos eran igual que usted y que yo. Pero el Señor jamás les reprochó sus actitudes. Ahora, hay cosas que no están escritas en la Biblia. Y no podemos ponerlas porque es pecado. Pero yo como persona me imagino que ellos cometieron errores. Y que Dios, Rey de Reyes y Señor de señores, les perdonó. Se lo voy a comprobar, hermano. Acompáñenme, por favor, siempre a Juan 2.15. En ese momento, por primera vez le dice, mire, Pedro, ¿me amas más que esto? En Israel se hablaba de varias clases de amor. Yo le voy a hablar de tres. El amor eros, que es el amor sexual entre la pareja. El amor fileos, que es como tú eres mi pana, yo te quiero, mi hermano. Y el ágape. Cristo, en ese momento, en el pasaje, Juan 2.15, le estaba preguntando en ágape. Ágape es el amor puro, sincero, sin mancha, sin mansí, hermano. Es el amor que todo lo puede, que todo lo sufre, que todo lo cree, que todo lo soporta. Ese es el amor ágape. Y ese le estaba diciendo, Cristo, en ese momento, a Pedro. Pedro, ¿me amas más que esto? Y Pedro le contesta, mire, hermano, en la primera vez, ¿cómo le dice? Tú sabes que te amo. Hermano, no contento el Señor con esto. Le pregunta la segunda vez. ¿Qué le pregunta la segunda vez? Se repite dos veces más. Y en cada ocasión, Jesús le pregunta lo mismo y le encomienda una tarea en específico. Hermano, si después de haber cometido un error grande en la empresa donde usted trabaja, y que lo ha puesto en tela de juicio, y su jefe le dice, Pepe, vení, andá, déjame este dinero al banco. ¿Qué le está mostrando? Confianza. Confianza. Lo mismo, lo mismo le entregó nuestro Señor Jesucristo a Pedro. Es lo que te está pidiendo en esta noche. Que debe de existir confianza en tu matrimonio. Que debe de existir confianza en tu familia. Que debes de amar a tu familia como es. Nadie pidió que fuera en tu familia. El Señor así lo quiso. Amén. Los amigos puedes escoger, pero a tu familia no la puedes escoger. Con tus amigos tú decides, a este le hablo y a este le cuento algo, a este no le puedo contar. Tú siempre tienes un amigo que es tu pañuelo de lágrimas y a quien le comentas las cosas buenas, pero tenés otro que chachalaquea contigo y a ese le contás las cosas no muy buenas. Pero Pedro era algo distinto con el Señor. El Señor confiaba, confiaba grandemente en Pedro. Y mire lo que pasó en el versículo 16. Volví a decirle la segunda vez, Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió, sí Señor, tú sabes que te amo. Le dijo, pastorea. Hermano, en la primera ¿qué le dijo el Señor? Apacenta. ¿Qué es apacentar? Eso te está pidiendo para tu familia en esta noche el Señor. Cuídalas. Dedicales tiempo a tu familia. No dejes que se vayan por la tangente. Debes de estar a la hora de la comida sentado con tu familia. Es una costumbre que llanó mucho, hermano. A mí me gusta a veces cuando paso por las pupuserías y veo familias de cinco o seis personas comiéndose una pupusita cada uno. Qué hermoso es eso. Porque no es importante la cantidad, sino el momento lindo que se vive. Esto es momento que Cristo vivía con los apóstoles. Hermano, a él le dijo apacéntame su oveja en la primera vez. A ti te dice, cuida tu matrimonio. Porque afuera andan muchos que van a lastimarte, que van a herirte, que te van a decir cosas que no son. Que te van a hacer creer con mentiras cosas verdaderas. Tienes que tener cuidado, hermano. Y para eso tú tienes que empaparte de la palabra de Dios. Debemos de evocar la fortaleza en Dios. Y la segunda vez le dice, mi hermano, pastorea mis ovejas. Esta noche Dios te dice, ¿qué es pastorear? Pastorear es cuando llega tu hijo y te dice, papá, mamá, estoy enamorado. ¿Cómo? ¿Qué dijiste? Ya tiene 27 años tu hija y tu hijo y todavía te enojas. Pastorea mis ovejas. Tus hijos son ovejas del rey de reyes y señor de señores. Pastorea mis ovejas. Habla al corazón de tu hijo. Trata con amor el corazón. Le estaba diciendo Dios a Pedro. Trata con amor mi grey. A ti y a mí nos dice, trata con amor la familia que te he dado. Cuando tus hijos se acerquen porque quieren un consejo, hermano, dale tiempo a tu hijo. Cuando tu hijo mayor llega y te pide un consejo, tomate tu tiempo, hermano. Y pone atención porque allá afuera le van a poner atención. Y lo que le van a aconsejar no serán las cosas que tú le das. Oye, allá afuera hay un montón de cabros vestidos de ovejas queriendo apacentar a tus hijos. Queriendo pastorear a tus hijos. Nadie nace aprendido, hermanos. Todos, todos vamos a tener dificultades para pastorear a nuestros hijos. Y nos vamos a tropezar y nos vamos a equivocar. Pero no le pidamos peras al olmo, hermanos. Si nosotros no le dedicamos tiempo a la familia. Si nosotros no le dedicamos tiempo a nuestros hijos. No podemos esperar buenos resultados. Yo hablaba ahora en la mañana con una hermana. Que es de las asambleas de Dios. Y porque el hijo me pidió que le ayudara con una tarea dura, hermanos. Era escatología. Y entonces le dije yo, ¿y quién te dejó esa tarea? Oye, ¿ahí donde nos dan religión? Fíjate, mi hermana tiene 15 años. ¿Ahí donde nos dan religión me han dejado esta tarea? Entonces le dije yo, ¿pero es que te están pidiendo? Que teológicamente tú la discernas. Tienes que discernirla. Y tienes que dar tu punto de vista teológico. Y si yo te lo hago, le decía yo, no te van a creer. Mira, le dije, ¿y por qué te ha dejado esta tarea la maestra? Es que no se lleva bien conmigo, me dijo. Y siempre me deja cosas difíciles. Igual que todos nuestros hijos, ¿verdad? Entonces, y comencé yo a hablarle a él. Que él tenía que pastorear el corazón del niño. Pero de repente, pastoreándole el corazón al niño, escuché que el papá, miren, cochino, que miren cómo han dejado esto. Eso es pastorear el corazón de tu hijo. No. No puedes insultar a tu hijo diciéndole ese tipo de palabras. No tienes el derecho de hacerlo. Porque él también ha sido comprado con la sangre de Cristo. Porque él también ha sido perdonado por Cristo. Rey de reyes y Señor de señores. Y entonces yo me... Y bueno, y de paso, hermano, la muchacha, porque tienen muchacha, empezó a gritar la señora del servicio. Y entonces reflexioné, me senté, me tomé mi tiempo, y dije, ¿cómo pueden decir que quieren buenos resultados? Porque dicen que es rebelde el discurso, pero por favor le vean las tareas así. ¿Cómo esperamos buenos resultados si nosotros estamos dando el ejemplo, gritando, diciendo palabras fuera del orden, palabras hirientes? Nosotros también herimos a nuestros hijos. ¿Se ha preguntado cuántas heridas tiene su hijo porque usted se las ha hecho? ¿Y cómo se las ha sanado? Pastorea el corazón de su hijo, hermano. Pastoreelo, por favor. Cristo le dijo a Pedro, apacenta a mis ovejas, dameles de comer, palabras. La segunda vez le dijo, pastorea, háblales de mí, diles quién soy, Rey de reyes y Señor de señores. Cuéntales que he dado mi vida por ellos y por ti. Diles que no basta con decir que son mis hijos y no se han arrepentido. Diles que aunque me nieguen tres veces, yo los voy a perdonar, pero que se vuelvan a mí. Pero nosotros no queremos ni perdonar a nuestros hijos y pasamos semanas sin hablarle así, cuate. Es que tiene que aprender con que no hemos aprendido nosotros, que estamos viejos. Yo le decía a mis alumnos, yo cuando Dios me permita aprender en mi iglesia, no le voy a explicar a los papás, le voy a explicar a los jóvenes. ¿Sabe por qué? Porque ellos son los futuros padres. Y ellos, esperemos en Dios que no cometan los errores que tú y yo hemos cometido con nuestros hijos. Los hemos dejado solos y otros han abusado de nuestros hijos. Han abusado en muchos sentidos, física, moral, sexual, y en todas las formas posibles, y tú ni siquiera te das cuenta. Y los regañas y los castigas y crees que les rebeldes, porque sí. No, querida familia en Cristo, nos hemos olvidado de nuestros hijos. Debemos de hacer un alto y volver. Cuando Pedro negó a nuestro Señor Jesucristo, dice la palabra de Dios que Cristo lo regresó a ver las tres veces. Yo me pregunto, cuando estaba cantando el hermano, qué tan grande habrá sido lo que hizo el cantante para que le dijera, tantas veces me has llamado y mil veces te he negado. La palabra de Dios dice que Pedro lo negó tres veces. Lo ignoró, dice el hermano. Nosotros ignoramos la sangre de Cristo y caminamos patojos, y pateamos el cable y nos metemos en problemas. ¿Por qué? Porque no queremos valorar la sangre de Cristo. Y la tercera vez, hermanos, esta conversación se repite y la tercera le vuelve a decir apacienta. Pero mire que hermoso, en las anteriores, Pedro le responde, tú sabes que te amo las dos veces. Pero veamos en la tercera, en el versículo 18, cuál es la diferencia. Vamos a ver, hermanos, cuál es la diferencia. Lea, lea, lea, lea. Subí, lea. ¿Cuál es la diferencia? Señor, tú lo sabes porque tú conoces todas las cosas. Tú conoces a tu hijo. ¿Sabes cuándo miente y cuándo te dice la verdad? Amén. Tú sabes cuando tu esposa, tú llegas a las dos y tu esposa te dice, ay, amor, es que no me habían traído las tortillas, pero ya va a estar la comidita. Tú sabes que se distrajo en el teléfono. Tú lo sabes. Y no te enojas porque no te enojas por amor. De la misma manera, nuestro Señor Jesucristo perdonó sin cola a Pedro. ¿Sabes qué le estaba entregando en ese momento? Le estaba entregando la iglesia de él. Le estaba diciendo, Pedro, borrón y cuenta nueva. A partir de este momento, tú serás un líder. Y Pedro, después de eso, hermanos, se reúnen en Pentecostés y dio el sermón más hermoso donde se convirtieron miles de personas, donde él invita a la congregación que estaba en ese momento, les invita al arrepentimiento y a la fe en nuestro Señor Jesucristo. Pero ¿y nosotros cómo lo vamos a hacer en el Pentecostés nuestro? ¿Cuál sería nuestro Pentecostés? El momento que te reúnes con tu familia. El momento que estás con ellos y estás compartiendo los alimentos. En ese momento es sagrado, hermanos. Y debemos nosotros de hacer un Pentecostés todos los días de nuestra vida. Ese Pentecostés es el altar familiar. Si no lo haces, ¡hazlo! Porque Dios en esta noche te está entregando a la familia que tú tienes y te está llamando y te está diciendo, apacenta mis ovejas. Son ovejitas del Señor. ¿Por qué tu hija llega tarde a la casa? ¿Por qué es mejor que va para donde el novio y no para tu casa? Porque allá se siente bien como Chepetrón. Pues no le dices cosas feas, pero tú llegando, que siguen y para acá, y empiezas a decir cosas. ¿Por qué tu hijo se queda en el parque? No haciendo cosas malas, viendo el partido. ¿Por qué los que están jugando fútbol ya tienen 60 años? ¡Mire! Y con unas medias deportivas hasta aquí rayadas. Pero se queda, ¿sabes por qué? Porque tú no apacentas el corazón de tu hijo. Porque tú no pastoreas el corazón de tu hijo. Entonces, él prefiere ser pastoreado afuera. No nos dejemos ganar. ¿Qué dicen, hermano? Nos estamos, las mujeres nos estamos dejando ganar la partida. Pedro no se dejó ganar por el enemigo. Nos estamos dejando ganar la partida, las mujeres, por los transgéneros. Les estamos aplaudiendo, ellos son mis mundos, mis universos. Ellos les enseñan a modelar a las mujeres y eso. Y de ahí, decía mi abuela, ¡hermana! Nos estamos dejando ganar el partido. Mire Piqué, a la pobre Shakira, un varón le ganó el partido. Estamos viendo los ejemplos de las personas que no tienen a Cristo, que no quieren nada con Cristo. No hagamos cola nosotros también y le vamos a aplaudir perdón a lo que no es como si fuera. El único que es y será, hoy y siempre, se llama Jesucristo. ¿Amén? Muy bien. Podemos comprobar todo esto, hermano, de Pedro. Buque, por favor, Hechos 2.36. El poder de perdonar sin cola. Pedro lo experimentó a través del amor de Cristo. Estamos en Hechos 2.36. Sepa pues, ciertísimamente, toda la casa de Israel, que este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Pedro, después de la ascensión de Jesús, se convierte en un líder clave para la iglesia primitiva. El primer líder, hermanos. ¿Qué vamos a hacer nosotros en nuestros hogares? Tenemos que ser líderes únicos, hermano. Si te tocó una familia disfuncional, pues dale con todo. Si te tocó una familia nuclear, dale que es lo que tenés. Y si te toca una familia extensa, dale con todo que eso te tocó. Tienes que vivir lo que tienes en tus manos. Tienes que disfrutar lo que Dios ha puesto en tu vida. Porque todo viene del Señor. Dice la palabra de Dios, nada puede tener el hombre que no venga del Rey de reyes y Señor de señores. ¿Bien? Jesús no sólo le perdonó, también lo restauró y le confió una tarea importante en su reino. Hermanos, hoy, hoy, en el matrimonio, el perdón sin col es una necesidad vital. No puedes vivir sin eso. Ya pasa lo de la ligosa. Aunque las heridas sean profundas y el camino hacia la restauración largo y difícil, sólo el perdón es la clave para avanzar y ganarle la batalla al enemigo. Mientras tú te mantengas trompudo, el enemigo te está ganando la batalla. No permitas que te gane la guerra. Porque el capitán que pelea por ti se llama Jesucristo. Y él jamás ha perdido una. Amén. Hermanos, en un parque vivían dos árboles, uno era alto y el otro frondoso, mientras que el otro era bajo y raquítico. El árbol alto se burlaba constantemente del bajo y se creía superior. Un día, un fuerte viento sopló y derribó el árbol alto y el más bajo, a pesar de haber sido objeto de burla, decidió perdonar y ayudar a levantarse al árbol caído. Con el tiempo, el árbol caído se convirtió en un árbol aún más fuerte y frondoso que antes y se dio cuenta de la importancia del perdón y de la ayuda mutua. A partir de ese día, ambos árboles se convirtieron en grandes amigos y vivieron en armonía. Hermanos, esto solo es una comparación con lo que debe de ser el matrimonio. Probablemente tu esposo sea una persona académicamente un poco más preparada que tú y probablemente tú no trabajes en el hogar. Pero que no se te olvide que juntos hacen la fuerza. Que Dios te ha entregado un hogar y una familia que tú debes de cuidar, de apacentar, que tú debes de pastorear porque a eso has sido llamado en esta noche. Amén. Pedro fue perdonado sin cola. Aprende a perdonar tú, a tu semejante sin cola. No recuerdes ni las miradas ni nada que te duela. Que esas heridas Cristo las ha cubierto y las ha pagado en la cruz del Calvario. El que tenga oídos para oír, que oiga la palabra de Dios.