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intereses comunes entre capital y trabajo

intereses comunes entre capital y trabajo

Richar González

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Today in Communist Formation, we are going to talk about the supposed common interests between capital and labor. The capitalist system relies on the use of labor for profit. While capital and labor are related, their relationship is unequal and marked by exploitation. Various movements have attempted to address this relationship, such as the utopian socialists who advocated for independent cooperatives controlled by workers. The social doctrine of the Catholic Church also promotes collaboration between employers and unions. However, these attempts to find common ground do not address the fundamental contradiction between capital and labor. Other models, like participatory management and employee ownership, also fail to resolve this contradiction. Ultimately, these approaches are driven by the profitability of the capitalist system. Hola a todos, hoy en Formación Comunista vamos a hablar sobre los supuestos intereses comunes entre capital y trabajo. Dicho tema ha tenido una transcendencia histórica muy relevante, y por ello es importante para los comunistas, ya que nos va a servir tanto para hacer una crítica a las doctrinas que niegan que este conflicto exista, como a las perspectivas reformistas que ven que dentro del marco de producción capitalista hay una salida que es beneficiosa para los trabajadores. Lo primero que hay que entender es cómo funciona y por qué se rige el sistema capitalista. Para ver el funcionamiento de la dinámica de la acumulación capitalista podéis echar un vistazo a los vídeos de economía tratados en este canal, para no detenernos ahora en esta cuestión. Lo más relevante para este tema es comprender que el capital utiliza la fuerza del trabajo para la obtención de su beneficio. En este sentido, el trabajo asalariado es condición esencial del capital, y a su vez el capital es la condición esencial del trabajo asalariado, ya que sin él no puede sobrevivir. Es decir, capital y trabajo están íntimamente relacionados, van de la mano, lo que no quiere decir que esta relación de dependencia dentro del marco de producción capitalista sea una relación armoniosa. De hecho, dicha relación es justamente lo contrario, es una relación desigual, ya que el capital sale incrementado en dicha relación mientras que la fuerza de trabajo simplemente sale reproducida. ¿Qué quiere decir que la fuerza de trabajo sale simplemente reproducida? Pues que el empresario paga al trabajador su fuerza de trabajo en forma de salario, y el salario no equivale al trabajo total desempeñado por el trabajador, sino al tiempo de trabajo socialmente necesario para que ese trabajador pueda acudir día tras día a su puesto de trabajo. Evidentemente, en el tiempo socialmente necesario se incluye tanto la formación del trabajador como la seguridad o nivel de vida en base a las condiciones materiales del contexto histórico en el que viva. Es decir, la fuerza de trabajo de una persona hoy en día tiene que incluir, aparte de la formación y el tiempo que ello requiere y la capacidad de dicho trabajador y las habilidades del mismo, un nivel medio de consumo asumido en esa sociedad en el que se incluye tanto las mercancías necesarias para poder vivir como el ocio. Por tanto, aunque el capital y trabajo estén relacionados, por lo que hemos mencionado, no hay una relación armoniosa, ya que el capital se apropia de una parte de la jornada laboral realizada por el trabajador. Simplemente con lo que acabamos de mencionar, toda teoría económica liberal se cae por su propio peso, ya que para ellos, capital y trabajo son dos factores de producción complementarios, en los cuales no existe ningún conflicto, y como vemos sí que hay un conflicto entre ambos, ya que hay una parte, que es la plusvalía, que se apropia del capital y va a existir una pugna por ver quién se apropia de una porción mayor de la misma, si el trabajador o el empresario. Además, es importante tener en cuenta que en esta pugna no está sujeta a ningún principio moral, sino a las propias leyes del mercado en base a la rentabilidad. ¿Qué quiere decir esto? Que el empresario no es un agente social perverso, sino que la reducción en los salarios o la contención de los mismos en el marco de producción capitalista no se deben a relaciones personales, sino que están sujetas a las leyes del mercado. A lo largo de la historia, diferentes movimientos políticos y sociales han intentado dar una solución a la relación que se establece entre capital y trabajo, muchos de ellos pretendiendo superar dicha contradicción, otros intentando resolverla dentro del marco de producción capitalista, y otros directamente negando dicha contradicción y camuflando e invisibilizando la explotación a la salariada. Entre estos movimientos vamos a describir varios. Para comenzar, describiremos a los socialistas utópicos, que se enmarcan dentro de lo denominado el trabajo cooperativo. Los principales representantes de esta corriente serían Robert Owen, cuyo modelo de organización social se denomina empresa modelo, Luis de Blas con los talleres sociales o Charles Fourier con los falansterios. Estos pensadores no negaban la existencia de contradicción antagónica de capital y trabajo, pero buscaban una solución dentro del marco capitalista y abogaban por la creación de unidades productivas independientes bajo el control obrero. Esta salida es un tanto utópica y fue criticada por más, ya que, aunque por un lado, era una de las primeras manifestaciones y respuestas que se dieron dentro del movimiento obrero para salirse del régimen de explotación capitalista, no tiene ninguna trascendencia y tiene un alcance muy limitado, debido a que este efecto de asocianismo obrero queda sometido a las leyes del mercado, por lo que si la conquista del poder político, es decir, del Estado, que cambie la forma de relación social, seguirá existiendo la fuerza denominación del capital por el trabajo y dicha unidad productiva, es decir, esa empresa, por así decir, tendrá que regirse por los criterios de rentabilidad exigidos en los mercados. Es decir, si tú tienes una empresa que vende camisetas y tú pagas a tus trabajadores 3.000 euros, cuando tú quieras vender esa mercancía en el mercado, en este caso las camisetas, vas a competir con las camisetas producidas por Primar y todas las grandes empresas que las van a vender a un precio más bajo, debido a que ellos deslocalizan la producción y tienen producción a escala, etc. Es decir, que al final tu empresa no va a ser competitiva y por muy buenas intenciones que tengas de crear una empresa con las mejores intenciones y con las mejores condiciones laborales para tus trabajadores, si la mercancía no se consigue vender en el mercado, tu empresa va a sucumbir a competencia. De hecho, esto aún es mucho más agravante en el periodo actual dominado por los monopolios, ya que una pequeña empresa, e incluso en muchos casos medianas empresas, están incapacitadas para competir con los monopolios. Otra de las perspectivas que sí abogan por un interés común entre el capital del trabajo y la doctrina social de la iglesia, que simplificando aboga por la colaboración entre patronal y sindicatos en la empresa y la sociedad de su conjunto. Sus orígenes se remontan a finales del siglo XIX con el Papa León XIII, al que se le lleva a denominar el Papa de los Obreros, y que posteriormente se desarrolla en la encíclica del Cuadragésimo Ano de 1931, que justo nace al calor del ascenso del fascismo, el cual se empapó en cierta manera de dicha doctrina. La encíclica del Rerum Novarum, del Papa León XIII, tiene perlas como que la condición humana debe ser respetada y que no se puede igualar la sociedad civil lo alto con lo bajo, por lo que aquí se ve que ese intento de paz social y de armar los intereses comunes entre trabajadores y empresarios es superfluo, ya que admite que las diferencias son algo natural y no se deben luchar contra ellas. Es más, esta doctrina nace al calor del auge de los movimientos obreros y es un intento más de dar reacción para desarticular las organizaciones obreras independientes y crear así sindicatos cristianos que velen por los supuestos intereses comunes y de la nación. Así se entiende que gran parte de las doctrinas de corte fascista se adherían a esta doctrina como la España de Franco, el Portugal de Salazar y sobre todo la Austria de Dolfus o la Italia de Mussolini. Por tanto, esta doctrina no pretende en ningún momento superar la contradicción capital-trabajo y la explotación a las aliadas, sino perpetuarla en base a palabras bonitas a los supuestos intereses nacionales comunes. A medida que el sistema capitalista ha ido avanzando y desarrollándose tecnológicamente y productivamente, se han dado nuevos modelos de organización productiva que de algún modo también pretenden negar esa contradicción entre capital y trabajo, como por ejemplo la gestión participativa en la empresa y el establecimiento de fondos salariales o la entrega de acciones a los trabajadores. Estas dos últimas, el establecimiento de fondos salariales de inversión o la entrega de acciones a los trabajadores, han sido muy aplaudidas por parte de la economía burguesa y de parte de sindicatos, pero odian de forma premeditada o no la realidad de la dinámica del sistema de producción capitalista, ya que con esta forma de gestión no se disminuye la contradicción entre capital y trabajo, sino lo que hace es que los trabajadores de una empresa X estén más sujetos, ya que tienen parte de la propiedad del capital de dicha empresa, a los intereses de esa misma empresa. Esa supuesta inversión en la que están incorporados los sindicatos, que supuestamente la hace más civilizada, no es más que una falacia, ya que toda inversión dentro del marco de producción capitalista está sujeta a los criterios de rentabilidad. Para finalizar hablaremos de la gestión participativa que hemos comentado anteriormente y la colaboración a la escala nacional. Dicho modelo fue implantado y desarrollado en países como Suecia, Alemania, Finlandia o Noruega, y siempre se ha puesto como ejemplo, como un punto intermedio entre la economía de libre mercado y la economía planificada. Sin embargo, como venimos comentando, este modelo de organización se debe fundamentalmente al avance productivo y tecnológico que se produjo en las décadas anteriores, en las cuales parte de los trabajadores dejan de ser considerados como un mero apéndice de una máquina y más propios de métodos de organización productiva como el telorismo, y la empresa empieza a incluirlos en otras actividades relacionadas con el marketing, las finanzas, la organización, etc. Pero esto no lo hace la empresa para dar una mayor participación a los obreros de la empresa, lo hace por criterio de rentabilidad. Tan es así que hoy en día, con los nuevos avances tecnológicos y productivos, como pueda ser la inteligencia artificial, hay puestos de trabajo que se van a modificar o incluso desaparecerán. Con lo cual, dicha participación o esa supuesta participación de los trabajadores en partes de la empresa que antes no ocupaba, siempre están sometidas al imperativo de la productividad y la rentabilidad. Por ello, no debemos ver la colaboración de los trabajadores en actividades productivas dentro de la empresa que antes no ocupaban como una mejora o una disminución del conflicto entre capital y trabajo. Es más, todos los elementos beneficiosos que se han dado en dichos países que se... Es más, todos los elementos que se pueden considerar que han beneficiado a parte de los trabajadores o a la clase obrera en su conjunto en dichos países, como puedan ser Suecia o Noruega, Alemania, etcétera, se han debido fundamentalmente a la presión ejercida por los sindicatos y a la buena fase económica en la que se encontró en esas economías en dichas décadas. Ya que hoy en día, estos modelos cada vez están más mermados y se ven claras sus limitaciones, como se puede ver con el modelo sueco o incluso en la Alemania en la década de los 90-2000, que aplicó un ajuste salarial bastante severo. Por tanto, la conclusión que podemos sacar al analizar las diferentes formas de organización productiva o social que se han ido proponiendo a lo largo de la historia, que se han ido aplicando, es que pese a que muchas de ellas puedan suponer un avance medido en mejoras salariales o sindicales en ciertos momentos para la clase trabajadora o sectores de la misma, ninguna de ellas contribuye a la emancipación de los trabajadores del capital y perpetúan la explotación todas ellas, puesto que la única forma de superar dicha contradicción es tomando el poder político por parte de los trabajadores para cambiar la organización social.

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