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PODCAST LITERATURA Y PSICOANÁLISIS: LA PALABRA COMO CREADORA DE CONSCIENCIAS
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PODCAST LITERATURA Y PSICOANÁLISIS: LA PALABRA COMO CREADORA DE CONSCIENCIAS
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PODCAST LITERATURA Y PSICOANÁLISIS: LA PALABRA COMO CREADORA DE CONSCIENCIAS
In this podcast episode, the relationship between literature and psychoanalysis is explored through the analysis of Christopher Marlowe's play "Doctor Faustus." The play delves into the symbolic and fictional consciousness of the main character, Faustus, and explores themes such as free will, destiny, mortality, and eternal knowledge. The origins of the Faust legend are discussed, as well as Marlowe's life and his contributions to the Elizabethan period of literature. The play is seen as a reflection of Marlowe's own views on religion and his rebellious nature. The selected fragment from Act I highlights Faustus making a pact with Mephistopheles, a servant of Lucifer. Bienvenidos nuevamente al programa Pensando en la Literatura. El día de hoy tendremos una sesión muy especial en la cual hablaremos sobre la relación entre literatura y psicoanálisis a partir de uno de los más grandes cláricos de la historia, Fausto, escrita en 1604 por el escritor inglés Christopher Marlowe. Nos vamos a adentrar en el campo de las conciencias simbólicas y ficticias que se pueden hallar en los personajes principales de este relato a partir de la palabra enunciada, de lo dicho, de lo expresado. De esta manera vamos a analizar el sujeto, que vendría a ser algo simbólico, y el yo, que es lo imaginario, presentes en el personaje de Fausto en algunos fragmentos del Acto I y el Acto II. Vamos a descubrir la verdad que se oculta tras el conflicto que habita a este enigmático personaje, como lo son el libre albedrío versus el destino o la condición mortal del ser humano y el conocimiento eterno. Para ello vamos a ampliar un análisis en los campos semánticos desde los tres registros de lo real, que es el cuerpo, lo simbólico, que es el sujeto, y lo imaginario, que es el yo, propuesto por Lacan y la banda de Moebius. A manera de contexto, la trágica historia del Doctor Fausto, conocida también simplemente como Doctor Fausto, es una obra de teatro inglesa, escrita por Christopher Marlowe, basada en la leyenda del personaje histórico Johann Georg Faust, un alquimista, mago y astrólogo itinerante del Renacimiento Alemán, de quien se dice que probablemente nació en 1480 en la ciudad de Kittlingen, situada en el estado actual alemán de Baden-Württemberg, y que murió en 1540 en Brisgovia. Quizá debido a una explosión durante un experimento con sustancias químicas producto de sus intentos de alquimia, eso se dice. Tras su muerte, este personaje, Georg Faust, se convirtió en el germen del mito popular del Doctor Fausto, de allí nació esta figura, transmitido a sucesivas generaciones por medio de folletos publicados por todo el sacro imperio romano germánico a partir de la década de 1580. De esta manera, este mito fue adaptado a los escenarios varias veces, y entre ellos se encuentra la tan magnífica obra que se analizará en este podcast. Siguiendo esta idea, de este personaje se decía, por ejemplo, que andaba siempre con dos perros que eran demonios, así como el protagonista tenía a sus dos mejores amigos en la obra, que se llamaban Cornelio y Valdés, que le incitaron y le ayudaron a adentrarse en el mundo de la magia oscura, y también, al igual que el protagonista de la obra, este misterioso personaje vendió su alma al diablo, se dice, para conseguir poder y conocimiento, lo cual pasa exactamente en la obra, y que se puede interpretar como una metáfora del hombre que elige lo material a lo espiritual, por lo que pierde su alma. De esta manera, la obra no va a ser más que una fiel copia de esta leyenda que ha sido transmitida de generación en generación, pero por otro lado, si se la analiza desde el lado sintáctico y semántico del título, el hecho de que en su versión extensa se diga que es una trágica historia, nos vilumbra inmediatamente todo un panorama de tragedia, donde el lector se va a encontrar con una narración que le puede llegar a hacer sentir compasión por el héroe que desentrega a los placeres, las riquezas terrenales, por unos cuantos saberes. Y por el lado del título corto, que solo menciona la profesión y el nombre del protagonista, Dr. Fausto, se puede interpretar desde una perspectiva más amplia y no tan condicionada, ya que se puede ver a simple vista que la obra tratará de una persona común y corriente de nuestra sociedad, que tiene solo un título profesional y quizá un trabajo, pero no se puede vilumbrar todo aquel sentido trágico que le acarreará el destino. En resumen, recordemos que antiguamente, las denominaciones de las obras tenían una intención particular y muy directa de anticipar al lector de lo que sucederá en el relato, y eso con el objetivo de mostrar justamente el carácter y la intención de la obra como tal. Era algo así como un código que tenía la época para garantizar el efecto de la obra en el receptor. Bueno, ahora hablemos un poco del autor de Christopher Marlow. Nació el 26 de febrero de 1564 en Canterbury, Inglaterra, y murió por allá en el 30 de mayo de 1593 en Deathport Strand. Fue dramaturgo, poeta y traductor inglés del Período Isabelino, muy importante esto. Este período comprendió entre los años 1578 y 1642. De Marlow se conoce, se dice, que fue el hijo mayor de los nueve que tuvieron el zapatero John Marlow y su esposa Catherine Arthur. Estudió en el Coyne School y en el Cortus Christi College de Cambridge, donde obtuvo su bachillerato en artes en 1584. Se trasladó luego a Londres en 1587. Allí comenzó su importante faceta como poeta y dramaturgo, dando a conocer así su primera obra dramática, las dos partes de Tamerlane el Grande. En cuanto a su vida personal, se tiene constancia de sus servicios a la reina probablemente como espía y se ha especulado sobre su posible tendencia homosexual. Este particular autor, un personaje extraño que se adelantó a su tiempo, fue considerado el antecedente de Shakespeare, principalmente de sus tragedias históricas, las cuales presentan un frecuente y rápido acabecer de escenas que hacen pasar rápidamente de un lugar a otro, saltando horas, días y meses. Esto es algo latente en la obra de este escritor. Además, popularizó el verso blanco, el cual juega una parte no menor, confiriendo a la poesía, la espontaneidad de la conversación y la naturalidad del recitado. En todo caso, esto se incorporó al teatro. También revolucionó en el tipo de personajes que puso en escena, pues sus obras atentarían contra la moral, la corona y la iglesia. Otra de sus obras características son el Dido, Reina de Cartago, en 1594, La masacre de París, en 1594 también, El judío de Malta, en 1633, y por supuesto Doctor Fausto, en 1604. En su época de estricta censura, se puede decir que alcanzó gran fama y su teatro se representó con un notable éxito. Supuestamente, por allá de los 29 años, murió como por un ataque de apuñalamiento en una taberna. Sin embargo, diversos críticos y estudiosos no se han sentido satisfechos con estos pormenores sobre la muerte, y han afirmado que Marlock no murió en ese incidente, sino que se trató de un montaje para hacerlo desaparecer y evitar así que se enfrentara a la justicia. Igualmente, afirman que siguió escribiendo y que sus obras se representaron con la firma de William Shakespeare. Esas especulaciones son conocidas como la teoría Marlock. En cuanto a la relación del Doctor y su obra, La trágica historia del Doctor Fausto, se debe mencionar en primer momento que esta obra de teatro inglesa se encuentra basada en la leyenda del personaje histórico Fausto, como lo mencionamos anteriormente, la cual tuvo su inicio durante el periodo medieval en Europa, en la cual un hombre vende su alma al diablo para conseguir poder y conocimiento absoluto, considerando así la práctica de la magia como una invitación a la condenación eterna del alma. En ese sentido, lo religioso se encuentra a lo largo de la biografía de Marlock, y hay una serie de acusaciones de ser ateo, pues había proferido blasfemias del tipo que Cristo era un bastardo y su madre una ramera, o que mantenía relaciones carnales con María Magdalena, y había manifestado diversas interpretaciones heréticas sobre la Biblia. Además, la educación que recibió lo habría preparado para convertirse en clérigo, pero Marlock decidió no unirse al ministerio. Hace un tiempo Cambridge incluso quiso retener su título, aparentemente sospechando que se había convertido al catolicismo, una fe prohibida en la Inglaterra de esta época, de fines del siglo XVI, donde el protestantismo era la religión respaldada por el Estado, pero el consejo privado de la reina Elizabeth intervino en su nombre. Por otro lado, en el siglo XV, alrededor de 1480, otro mago alemán dio más crédito a la leyenda al llamarse a sí mismo Fausto el Joven. Profetizó y practicó magia negra durante toda su carrera, hasta que murió misteriosamente en una demostración de vuelo que realizó para la audiencia real en 1525. En general se creía que se lo había llevado al demonio, y al igual que nuestro Dr. Marlock, también tuvo una misteriosa desaparición, así como una vida pecaminosa que en términos cristianos lo conlleva a una condenación final. Además, es importante indicar que el Fausto el Marlock es un hombre joven, quizá de unos 30 años, un espíritu brillante que sabe todo, excepto el estar satisfecho, es decir, un genio atormentado que preferirá ser condenador y ser conocedor por los resplandores del infierno antes que por los del paraíso, así como el autor. Marlock también, a través de sus obras, atentó contra todo tipo de dogma político y religioso, pensamiento que se vio encarnado en Fausto un símbolo de libre pensamiento y anticlericalismo, junto con el Renacimiento, cuando él se llegó al norte de Europa. Bueno, ya luego de esta hora de contexto, vamos a pasar a leer los fragmentos seleccionados para el presente análisis, que son, el acto primero, el fragmento de una escena, en la escena 3, dice así, entra Mefistófeles vestido de franciscano, entonces enuncia a Mefistófeles, ¿qué quieres Fausto que haga?, a lo que Fausto le responde, te mando que me asistas mientras yo viva, y que cualquier cosa que Fausto te ordene, lo hagas, aunque sea que la luna salga de su esfera o que el océano devore el mundo, Mefistófeles le dice, servidor soy del gran Lucifer, y no puedo servirte sin su licencia, ni podemos ejecutar sino lo que él mande, Fausto, ¿no te encargo de él que comparecieras ante mí?, Mefistófeles, no, sino que lo hice por mi voluntad, Fausto, y ¿no fue Lucifer ángel antaño?, Mefistófeles, sí Fausto, y el más amado de Dios, Fausto, y ¿cómo vino a ser príncipe del infierno?, Mefistófeles, por su ambicioso orgullo e insolencia por lo que Dios le arrojó de la faz del cielo, Fausto, ¿y que sois los que vivís con Lucifer?, Mefistófeles, espíritus desgraciados que caímos con Lucifer, que luchamos contra Dios por Lucifer y que estamos condenados para siempre como Lucifer, Fausto, ¿dónde estáis condenados?, en el infierno, y ¿cómo has salido del infierno?, no he salido de él, porque este es el infierno, ¿piensas tú que yo que vi la faz de Dios y gusté las eternas alegrías de los cielos, no estoy atormentado con diez mil infiernos al ser privado de aquella dicha perpetua?, Fausto, cesan esas frívolas preguntas que infunden terror a mi alma desfalleciente. Tanto sufre el gran Mefistófeles por verse privado de los regocijos del cielo, aprende de Fausto por fortaleza varonil, y desprecia esas alegrías que nunca poseerás, lleva esta noticia al gran Lucifer, que Fausto, habiendo incurrido en la muerte eterna por sus desesperados pensamientos contra la divinidad de Júpiter, dice que quiere entregarle su alma al diablo, siempre que él le conceda veinticuatro años de vivir en medio de todas las voluptuosidades, teniéndote aquí siempre para asistirme, para darme cualquier cosa que pida, para decirme cualquier cosa que te pregunte, para matar a mis enemigos y ayudar a mis amigos, y para ser siempre obediente a mi voluntad. Retorna pues al poderoso Lucifer, avístate conmigo a medianoche en mi gabinete, y entonces infórmame de lo que opina tu señor. Lo haré, Fausto. Sale Mefistófeles, dice Fausto, si tuviese yo tantas almas como hay estrellas, yo las daría todas a cambio de Mefistófeles, por él seré el más grande emperador del mundo, y haré un puente sobre el Moedizo aire para pasar el océano, con una hueste uniré las montañas que rematan la costa africana, y juntaré a España ese país, y a los dos los agributarios de mi corona. No vivirá el emperador sin licencia mía, ni potentado alguno de Alemania. Ahora que he obtenido lo que deseo, me aplicaré a las especulaciones de este arte hasta que Mefistófeles regrese. Ahora, el acto segundo, escena uno. Empieza Fausto, con Mefistófeles. Espera, Mefistófeles, y dime de qué puede servirle mi alma a tu señor, para ensanchar su reino. ¿Esa es la razón por la que nos sienta? Solamen misericordios, avuices doloris, es un consuelo en la desdicha tener compañeros en el dolor. ¿Sufrís alguna pena que torture a los demás, tan grandes como las que torturan las almas de los hombres? Dime, Fausto, tendré tu alma, entonces seré tu esclavo y te serviré y te haré más de lo que imagines pedir. Sí, Mefistófeles, te la doy. Pero haz, Fausto, de firmar con ella un contrato de donación. Pues ahora, Fausto, pide lo que quieras. Primero te preguntaré acerca del infierno. Dime, ¿dónde está ese lugar que los hombres llaman infierno? Bajo los cielos. Sí, pero ¿dónde? Dentro de las entrañas de los elementos, y en él somos torturados y permanecemos eternamente. No tiene límites, ni está circunscrito por nada. Doquiera que nosotros estamos está el infierno, y donde el infierno esté siempre hemos de hallarnos nosotros. Y para concluir, cuando el mundo se disuelva y todas las criaturas sean purificadas, todo lo que nos dé a cielo será infierno. Pues yo pienso que el infierno es una fábula. Piénsalo hasta que la experiencia cambie tu opinión. ¿Piensas que Fausto será condenado? Necesariamente, puesto que ha firmado este contrato por el que cede su alma a Lucifer. Sí, y al cuerpo también, pero ¿y qué? ¿Crees a Fausto tan necio que imagine que después de una vida hay pena alguna? Esas son tonterías y meras charlas de viejas. Yo te doy el ejemplo de lo contrario, puesto que ahora soy condenado y estoy en el infierno. Cierra diciendo Mephistófeles. Una vez contextualizados y sumergidos en la obra, vamos a comenzar por decir que según Lacan, en la tragedia hay una relación del sujeto con el destino, con el significante o con las palabras que lo marcan y determinan independientemente de su voluntad. Se trata del sujeto y el otro del lenguaje. En ese sentido, la literatura transmite verdades, eso que no cambian la condición humana a través de las épocas, pero evitándolo chocante y convirtiéndolo malo en placer. En ese caso, Fausto tiene un deseo insaciable de poder y conocimiento, lo cual es inherente al ser humano, porque ese quiere conocer y ordenar todo lo que se encuentra a su alrededor. Tener el control de su vida, más conocido como libre albedrío, pero eso no es posible, pues existió un destino el cual es recordado siempre por su otro yo, en este caso va a ser Mephistófeles. Un demonio con motivaciones ambiguas, pues por un lado pretende atrapar el alma de Fausto y llevarla al infierno, pero por otro intenta disuadirlo de hacer este pacto, advirtiéndole sobre los horrores de la condenación eterna. Es por ello que se considera que ambos personajes van a ser equivalentes, similares, pues mientras Fausto, va a ser el sujeto, hace reiteradamente las preguntas sobre el destino, la vida, la muerte, es decir, sobre la verdad, Mephistófeles, que va a ser el otro yo, le va a responder, lo cual le permite llegar a la respuesta del conflicto que lo habita, recordándole insistentemente quién es y hacia dónde va. Por esa razón entonces, Mephistófeles es en última instancia una figura tan trágica como Fausto, con sus conmovedores y arrepentidos relatos en cuanto a la pérdida del paraíso en la separación eterna de Dios, así como sus repetidas reflexiones en torno al dolor que vive en la condenación. De alguna manera extraña, uno casi que puede sentir que parte de este personaje no quiere que Fausto cometa sus mismos errores, pero por supuesto, Fausto lo termina haciendo, de todos modos, acción que hace que él y Mephistófeles sean espíritus afines, o mejor dicho, el mismo sujeto. En este sentido, desde lo real, lo simbólico y lo imaginario, podemos ver en lo real la palabra enunciada, la voz, sobre todo lo que es de necesidades, pulsiones, satisfacciones, dolores, en lo simbólico están todos sus deseos, toda esa búsqueda de la verdad, y lo imaginario es ese estadio del espejo, esas visiones, en este sentido, la magia que hace posible lograr todos esos goces, todas esas fantasías, de aficiones, de afectos, de ideales. Entonces, tenemos por un lado una condición humana, el deseo incesante de poder y conocimiento absoluto para controlar la existencia. Por otro lado, tenemos el placer que se presenta a la magia, como ese camino para obtener lo imposible, y por otro lado, tenemos la verdad, y es que existe un destino inherente al deseo del ser humano, y no se puede huir de éste. Recordemos que Marlow trabajaba, o se enfocaba justamente en esta época de teatro isabelino, y allí los personajes se caracterizaban por poseer diferentes niveles dentro de su psicología, es decir, atravesaban cambios y no se limitaban a los estereotipos, ya que justamente se presentan como humanos con sus propias contradicciones y errores. A pesar de esto, en esta obra se conserva la característica que configuran los personajes del teatro medieval, donde un actor encarna a un tipo específico de hombre. Por ejemplo, los personajes del ángel bueno y el ángel malo son dos pueblos opuestos, estereotipados, donde cada uno defiende lo que cree con respecto a las decisiones de Fausto. Es por ello que la obra entonces cuenta con unos personajes de los cuales vamos a analizar los más relevantes, como ya hemos mencionado, Fausto y Mephistófeles, además de recalcar que se encuentra una escasez de protagonismo de personajes femeninos en esta obra y esto se debe tal vez al contexto sociocultural que condicionaba fuertemente este hecho. Entonces tenemos por un lado a Fausto, protagonista de la obra, un brillante erudito del siglo XVI de Alemania, cuya ambición por la riqueza, el poder y el conocimiento lo disponen a pagar el precio final. Su alma, Lucifer, se presenta como una persona contradictoria, que a lo largo de la obra va a atravesar tantos estados de desesperación, miedo y sumisión como de superioridad, que a su vez van a ser remarcados por su forma de relacionarse con el resto de los personajes. La grandeza trágica inicial de Fausto se ve disminuida por el hecho de que nunca parece estar completamente seguro de la decisión de perder su alma y constantemente duda acerca de si arrepentirse o no. Por otro lado, Mefistófeles, un demonio a quien Fausto convoca con sus experimentos mágicos, sus motivaciones van a ser ambiguas. Por un lado, su objetivo a menudo es atrapar el alma de Fausto y llevarla al infierno, pero por otro va a intentar disuadirlo de hacer un trato con Lucifer, advirtiéndole sobre los horrores de éste. Mefistófeles es entonces una figura tan trágica como Fausto, con sus conmovedores y arrepentidos relatos de lo que los demonios han perdido en su separación eterna de Dios y sus repetidas reflexiones sobre el dolor que viene con la condenación. De alguna manera extraña, uno casi puede sentir que este personaje no quiere que cometa los mismos errores que él cometió. Indudablemente, la acción de esta obra se encuentra en clave de conflicto, ya que su mensaje principal se puede interpretar como una metáfora del hombre que elige lo material ante lo espiritual, por lo que pierde su alma. En este sentido, el centro dramático de interés no se halla en la narración del evento épico o heroico mismo, sino que yace eternamente en el desgarrado interior de un corazón confrontado consigo mismo. Fausto va a ser entonces un hombre arrogante, engreído, pero sus ambiciones son tan grandes que no podemos evitar sentirnos impresionados e incluso alguna especie de simpatía por él. Se convierte en magia con la esperanza de encontrar una manera de trascender las limitaciones humanas, pues representa al espíritu del renacimiento como un rechazo del universo medieval centrado en Dios y una aceptación de la posibilidad humana. Es entonces la personificación de la posibilidad de trascender las limitaciones del conocimiento humano. Asimismo, su experiencia combina emociones opuestas extremas como el amor y el odio al mismo tiempo. La grandeza trágica inicial de Fausto se ve disminuida por el hecho de que nunca parece estar completamente seguro de la decisión de perder su alma y constantemente duda acerca de si arrepentirse o no. Su ambición va a ser admirable, esto indudablemente, e inicialmente pues asombrosa, pero al final carece de cierta fuerza interior, ya que no puede abrazar su camino oscuro de todo corazón, pero tampoco está dispuesto a admitir su error, pues el poder absoluto le ha corrompido y le ha encaminado a su destino inminente, convirtiéndolo así en un héroe trágico. Los diversos intentos de su mente por escapar de su destino le conducen irremediablemente a una comprensión de su propia culpa al dejar llevar desbocadamente por sus pasiones, dando como resultado la pérdida total del dominio de su voluntad. Van a ser entonces dos corazones laten en Fausto de Marlow, un Fausto al que la objetividad domina y al cual habla como un tercero, marcando así una distancia, de forma que la pasión no ejerza ningún poder sobre él, y un Fausto el cual habla consigo mismo en primera persona, al que domina la subjetividad y el cual es juguete en manos de las pasiones más desgarradoras, lo cual demuestra esas sensaciones internas que le agitan constantemente. Fausto es entonces una especie de mito arquetípico de nuestras aspiraciones y los dilemas que enfrentamos en el esfuerzo por comprender nuestro lugar en el universo. Ahora, un análisis en cuanto al nivel de denunciación autor-lector. El autor nos va a presentar, a través de un tono grandioso y trágico, con momentos ocasionales de comedia en la voz de los personajes, en especial el de Fausto, varios puntos de vista que atraviesan todo el desarrollo de la obra, relacionados con lo religioso y el conocimiento, con lo divino y lo humano, brindando de esta forma pues una perspectiva dual en cuanto a la ideología, es decir, un conflicto continuo entre los valores medievales y renacentistas de la época. En cuanto a lo medieval, vamos a evidenciar varios aspectos morales, como el aspecto edificante de la obra en general, o las alegorías sobre la muerte, el pecado, el infierno y la salvación de las almas, mientras que en los aspectos renacentistas encontraremos elementos humanistas evidenciados en la profundidad psicológica con que Marlow retrata a Fausto con una mirada que proyecta más allá del mundo, llevada al extremo y convertida así en germen de perdición, de ambición. También se evidencia un combate entre lo griego y lo cristiano a través de las múltiples citas que acompañan el discurso de los personajes. El autor es entonces un ser que al querer representar un mito, desea a su vez actualizarlo al momento de su época, ya que Fausto, a través de los viajes que realiza en todo el relato, se encuentra en constante interacción con todos los estamentos sociales, como la iglesia, el poder militar, lo económico, la clase media, la clase mercantil, los obreros, los pobres, convirtiendo así la obra en una sátira social, donde se encuentran seres humanos con deseos y ambiciones, lo cual hace que sea inevitable sentirse identificado con alguno de estos en cierto momento de la época de la obra. Además, el mito también se encuentra acompañado del acontecimiento de vender el alma por poder y gloria, haciendo así una cita a la ambición mundana y por extensión a todo el proyecto moderno del renacimiento, que empujó a Dios a un lado y buscó el dominio sobre la naturaleza y la sociedad. Esto pues da más manera de curiosidad para que se entre más en todo el relato del texto, recordemos que aquí sólo estamos compartiendo dos fragmentos de dos escenas, pero el texto es más largo, tiene más capítulos, y pues, a modo de curiosidad, ahí les queda. Por otro lado, el autor además va a delinear una ideología de subyugación, de poder y control sobre el otro, en toda, en cuanto Lucifer tiene un sirviente, que es Mefistófeles, quien a su vez sirve de sirviente a Fausto, quien también tiene un sirviente, Wagner, quien trata de hacerse con sus poderes para subyugar al payaso, quien roba el libro mágico para subyugar a Rafe, y pues ahí vemos un montón de encadenamientos entre los personajes, de que siempre va a haber uno sobre otro. En conclusión, pues la tragedia de Fausto es la del hombre moderno. Ahora, vamos a centrarnos un poco en la teoría de Freud, en sus obras completas de 1976, en El yo y el ello y otras obras. Allí hay algo muy especial, y es que trata sobre la teoría demonológica de aquellos tiempos. Freud expresa que, pues anteriormente, en la Edad Media, el Renacimiento, que se hablaba de estas teorías, se ganó un pleito a todas las concepciones somáticas del período de la ciencia exacta. Entonces, los casos de posición corresponden a nuestras neurosis, dice Freud, para cuya explicación hemos vuelto a aducir poderes psíquicos. Entonces, los demonios son para nosotros deseos malos, desestimados, retornos de emociones pulsionales rechazadas, reprimidas. Solo desautorizamos a la Edad Media en su proyección de estos seres anímicos al mundo exterior. Para nosotros, ellos nacen en el área interior de los enfermos, donde moran. Entonces, a la final, Fausto, vaya a ser un enfermo, un hombre enfermo, porque tiene este demonio de este deseo pulsional de quererlo todo. Hay algo importante, y es el motivo del pacto con el diablo, que también retoma Freud, dice, acerca del dominio del demonio maligno, sabemos que es pensado como contraparte de Dios, aunque está muy cerca de su naturaleza. Por lo demás, su historia no ha sido tan bien investigada como la de Dios. No todas las religiones han incorporado al espíritu maligno, el oponente de Dios, y su modelo en la vida individual, pero hay algo seguro, los dioses pueden convertirse en demonios malignos cuando nuevos dioses los suplantan. El diablo de la Edad Media, de la creencia cristiana, era según la propia mitología cristiana, un ángel caído de la naturaleza divina. No hace falta mucha agudeza analítica para colegir que Dios y demonio fueron originariamente idénticos, una misma figura que más tarde se descompuso en dos, con propiedades contrapuestas. En las épocas primordiales de las religiones, Dios mismo poseía aún todos los rasgos espantables que en los sucesivos se reunieron en una contraparte de él. En este sentido, podemos ver cómo ya la banda de Moebius va haciendo un trazo en esta investigación, en cuanto son dos polos opuestos, pero a la vez van a ser una misma esencia, la misma cara de una moneda. Entonces, por un lado tenemos el libre albedrío, el campo semántico del libre albedrío, con términos como voluntad, vida, fuerza, deseo, lucha, cielo, dicha perpetua, y por otro lado tenemos el lado del destino, que es su versus, su cara opuesta, que vendría con términos de negación, muerte, debilidad, represión, mandato, condena, infierno y tormento. Todo esto para llegar entonces a que la literatura transmite verdades, eso que no cambia en la condición humana a través de las épocas. Entonces, el deseo de poder y conocimiento es algo inherente al ser humano, porque éste quiere conocer y ordenar todo lo que se encuentra a su alrededor, tener el control de su vida, pero esto no es posible, pues existe un destino. En definitiva, a menudo los estudios psicoanalíticos del contenido de una obra se muestran reductivos y se estancan en la búsqueda de símbolos arquetípicos, pero gracias al psicoanálisis se empezó a leer no solamente el texto, sino también sus blancos y todo lo que está entre líneas. En esta búsqueda adquieren entonces importancia las deformaciones, las ambigüedades, los silencios y las ausencias. De esta forma, la obra se vuelve polisémica, el sentido surge y se escapa permanentemente por los quiebres y cisuras del lenguaje y de la semántica, acción que hemos realizado y desarrollado en este breve podcast sobre literatura y psicoanálisis. Nos vemos la próxima semana con otro capítulo de Pensando en la Literatura. ¡Hasta pronto! Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org