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Historias Frente a la Hogera Educación (Edicíon de Audio)

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Reciban todos un cordial saludo. Este podcast es realizado con un proyecto de los estudiantes de grado décimo de la Joraja de la Tarde, de la institución educativa Ana José Zamora de Tucumán, de Santander de Quilchao. Mi nombre es Francisco Zampos. Soy docente de tecnología y informática de la institución educativa Ana José Zamora de Tucumán. Historias Frente a los Veras es un proyecto para recuperar esa antigua tradición de las familias colombianas, de contar historias frente al fuego de un fogón, en épocas donde los medios de comunicación y las tecnologías no eran parte de la vida cotidiana de muchos. No hay una temática especial en el contenido de estos audios, solo historias contadas por parte de los estudiantes, esperamos que sean de su agrado. No habiendo dicho más, empecemos. Historias Frente a los Veras. Estudió una carrera en la cual él pudiera seguir estudiando los misteriosos del mar. Él se volvió millonario. Él investigó de todos los misterios del mar. Descubrió que en 1965 escucharon un sonido más fuerte del mar creado por una criatura marina. Él meceado enorme que el sonido era demasiado fuerte para una ballena. Después de investigar el paso de Bloch en español, de Bloch no se volvió a escuchar. No le dieron mucha importancia al saber de esto. Pusieron una explicación que la criatura era muy enorme, que tenía tentáculos en su cara, alas en su espalda, ojos rojos, etc. Otros afirman que es una ballena demasiado enorme que la ballena azul. Otros dicen que es un cangrejo de macizado enorme. Otros que es una base de alienígenas misteriosos todavía. No sé con certeza a quien le provocó este sonido. Se puso a escuchar gracias en 1946. Se colocaron un megáfono en el mar porque estaban en guerra para escuchar los submarinos alemanes de Estados Unidos. Los dejó ahí unos siguientes años como en 1972. Descubrieron el calamar gigante en una coseda de California medida de más de 48 metros de largo y 38 de ancho. El que tenía a un muy nervioso a los piratas en el siglo XIX. Lo descubrieron en las profetías del mar a muchos metros de distancia. También descubrieron a la ballena más grande del mar. En 1978 lo encontraron en Venezuela en las costas de Pero Parque. No encontraron el animal o cosa acaso nos quieren ocultar algo en 2012. No hace mucho los científicos de Estados Unidos habían vivido lo que nunca pasó. Un montón de criaturas del mar por todos lados. De una vez cerraron la isla. Costa porque estaban por todos lados. Ellos dijeron que los sonares. ¿Quién dijo que las hebras son rayadas? La mamá de Germán no sabía cómo decirle a su hijo que se bañara. Estaba tan sucio que no se le distinguía las rayas blancas de las negras. Probó decírselo con una voz tan suave como la manteca. O tan grave como el motor de un camión. Lo intentó trepada a un árbol para evitarle desde lo alto y escondida debajo de su cama. Para susurrárselo desde lo bajo hasta se disfrazó de su amigo César, el hipopótamo. Y lo invitó a nadar con él al estanque. Pero nada, Germán seguía seco como una estatua y sucio como una chimenea en pleno invierno. A su mamá, esta situación ya le estaba sacando rayas verdes, así que decidió cortar por lo sano. Una mañana antes de irse a correr por el campo, le dejó una nota. Germancito, me fui a correr, regreso al anochecer. Espero encontrarte limpio, de punta en blanco, de lo contrario, mañana serás el encargado de limpiarle las gala, las uñas o gala, las leonas de la selva del lado con amor, mamá. Germán soltó la hoja y trató hasta la ducha con rapidez libre. Se echó los jabones y champús que encontró en el baño, se fregó y refregó con esponjas, cepillos y lijas, de punta en blanco. Recordaba que decía la carta de su mamá y seguía limpio que limpio, limpia. Y cuando paraba la imagen de las filosas garras de gala, lo hacía seguir con más fuerza aún. Cuando terminó, Germán estaba tan limpio que ya no parecía una cebra, sino un caballo, de punta en blanco, tal como lo había dicho su mamá. Germán se había limpiado hasta las rayas. Cuando se vio ver el espejo, se pegó tal susto que se le ocurrió la solución. Como los pintores de cebras no existen, fue a buscar al pintor de jaguares, como unos animales muy coquetos que se veían, no tenían rayos. Germán usó lunares que es la última moda. Al regreso, su mamá lo examinó a Germán de pies a cabeza y esta vez se quedó muda. La emoción no lo dejó, al encontrar el modo justo para decir lo que estaba pensando. Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán, Germán Cuando escuchó que alguien le hablaba, oye tú, deja de llorar y mejor consígueme un par de buenas botas. Un gato que habla debe ser un gato astuto. Fue lo que pensó el joven. Así que atendió la demanda del gato y fue en busca de las hechas botas. Mientras esperaba sus botas, el gato se puso a cazar conejos y una vez que tuvo puestas las botas que le consiguió al joven, le llevó los animales cazados al rey Corabas. Le dijo el gato a este rey. Estos conejos se le envían, mi señor, el marqués de Corabas, le dijo el gato a este rey, porque dijo, marqués de Corabas, porque fue el primer hombre que se le ocurrió el gato. Cada día el animal llevaba las presas cazadas y el rey en nombre de tal marqués de Corabas. Don Quijote de la Mancha En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no a mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanzas de astillero. Arga antigua, arroz inflaco, hidalgo corredor, una olla algo más de vaca que cornero. Salpicón las más noches, y duelos y quebrantos los azolentes. A los viernes algún palomino de añadidura. A los domingos consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ellos concluían el ensayo del arte y casas de ayudo para las fiestas, con sus panflutos de lo mismo, y los días de entresemana honraban con su bellorí de lo más fino. Después de saber que este sobredicho era hidalgo, todos los ratos que estaba ocioso que era lo más del año, acababa de leer libros de caballería. Con tanta afición y gusto que olvidó casi todo con su ejercicio de la casa y aunque la administración de su hacienda. Y llegó a tanta curiosidad y desatino en esto que vendió muchas anegas de tierra de sembradura, que para comprar libros de caballería en que lee y así llevo en su casa todos cuantos pudo haber de ellos. Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellos entricados razones suyas parecían de perlas. Y cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos donde muchos de muchas partes hallaba escrito. La razón de sin razón de mí, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón emplaquece, que con razón me quedo de vuestra hermosura. Aventuras y ejercitarse en todo aquello que le había leído de los caballeros andantes ejercitaban deshaciendo todo género agravio y poniendo en ocasiones peligros donde acabándolos cobrase eterno nombre y fama. Imaginabase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio trapisonda. Así con esos agradables pensamientos llevo el extraño gusto de ellos, sentía, se dio prisa a poner en efecto lo que deseaba. Pueblo de Gober Sur Rosín aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonolea, de Gonela. De parecido ni el bucefalo de Alejandro ni Babieca, el del Sí, el Sí igualba. Cuatro días se pasaron a imaginarse que el nombre le pondría. Según decía Sí, él a sí mismo. No era la razón del caballo, del caballero tan famoso y tan bueno por el Sí. Estuviese sin nombre conocido y en Sí procuraba acomodarle de manera que aclarase quién había sido antes fue ese caballero andante. Y lo era entonces pues estaba muy presto en razón que mudándose su señor estado, mudase él también el nombre y cobrase el famoso Do estruendo. Como convenía la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a ser su memoria e imaginación. Al fin él vino a llamar Rocinante el nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue Rocín antes de lo que ahora era, que era antes primero de todos los Rocines del mundo. Prestó nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponerle a sí mismo y en este pensamiento duró otros ocho días y al cabo se vino a llamar Don Quijote. De donde como queda dicho tomara ocasión los autores destacaron tan verdadera historia que sin ninguna duda se debía llamar Quijada y no Quezada, con otras quisiera decir pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado en llamarse Amadís de secas sino añadió al nombre de su reino y patria. Por hacerla famosa y se llamó Amadís de Gaula, así quiso como un buen caballero añadir al suyo nombre y llamarse Don Quijote la Mancha. Con que su parecer aclaraba muy al vivo su linaje y patria y honraba tomar el sobrenombre de limpias pues sus armas hecho el morir se la prestó nombre a su Rocini confirmándose a sí mismo se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse. Porque el caballero andante sin amores era un árbol sin hojas, sin fruto y cuerpo sin alma. Decía él, si yo por malos pecados o por mi buena suerte me encuentro por ahí con algún gigante como de ordinario le acontece a los caballeros andantes y le derribo de un encuentro o parto en la mitad del cuerpo, no será bien tenerle a quien enviarle prestado. Y que entre sí, y que de rodillas ante mi dulce señora diga con voz humilde y rendida, yo señora soy el gigante Carazuliambro, señor de la Insulina Madrigalina, que quien de la Mancha el cual mandó y presentase ante vuestra merced. Para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talento. Oh, como se hulgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso y más halló a quien dar nombre de su dama, y fue lo que se cree, que en lugar cerca de lo suyo había dicho una moza, labradora de muy buen parecer, de quien el tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende parecer. Ella jamás lo puso, ni le dio cata de ello, llavase al don Salorenzo, y estaba parecido ser bien darle título de señora de sus pensamientos y buscándole nombre que no desvíjese mucho del suyo, y tirase y encaminase de la princesa. Y a la gran señora vino a llamarle Dulcinea del Tobosón, porque era natural del Tobosón, nombre de su parecer músico y peregrino, significado como todos los nombres a que él a sus cosas había puesto. En ese tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo nombre bien, si es que ese título se puede dar al que él es pobre, pero de muy poca sal en la mullera. En resolución tanto dijo, tanta presumió y prometió, que el pobre villano se determinó a solidarse con él y servirle de escudero. Entre otras cosas don Quijote se dispuese a ir de la buena gana, por tal vez podía suceder aventuras que ganase, y que también ellos esas pagas algún día insulan, promesa y otra sale. Y otra sale es Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, debo su mujer, hijo y acento por escudero de su vecino. Dio luego don Quijote orden en buscar dineros, y vendiendo una cosa y empeñando otra, y almaratándolas todas, llevó una razonable cantidad como acomode a sí mismo, de una rodela que pidió prestar a su amigo, y pertrechando. Su rota selada la mejor que pudo avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerle en un camino para él que se acomodase. De aquí bien ese más era el menés, sobre todo le encargó que llevase alforjas, él dijo que si llevaría y que a sí mismo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno. Porque él no estaba de hecho andar mucho a pie, es lo que del asno reparó un poco don Quijote, imaginándose que se acordaban si algún caballero andaba había traído escudero caballero asnalmente. Pero nunca le vino alguno a la memoria más con todo esto determinante que le llevase el presupuesto de acomodarle más a un rato a la caballería, y no habiendo esa ocasión para ello quitándole el caballo al primer descortez caballero que tapase.

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