En este podcast se plasmará una historia narrada desde una vivencia paranormal de una pareja de esposos que atraviesan una serie de actividades siniestras, aterrando y atormentando sus diarios bÃblicos, para finalmente darle un desenlace inesperado a los oyentes, dejando intriga y suspenso en su final. Y en esta hora de la noche, en nuestra emisora sin fronteras, siendo las 12 de la noche estaremos recibiendo llamadas a nuestros oyentes, recuerden que estamos en la hora perturbadora. Hola, buenas noches, ¿con quién tengo el gusto en nuestro programa ahora perturbadora? Hola, buenas noches, mi nombre es Dana, quisiera contarles una historia que sucedió en mi familia.
SÃ, claro, Dana, cuéntales a nuestros oyentes tu historia y recuerden llamar a nuestra emisora sin fronteras al siguiente número, 723-45-07, 723-45-07. En la ventana, en la ventana de mi casa, ¿quién está conmigo? Nunca olvidaré el dÃa en que vino a vivir con nosotros, mi marido lo trajo al regreso de un viaje, llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, tenÃamos dos niños y yo era feliz, representaba para mi marido algo asà como un mueble, que se acostumbraba a uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión, vivÃamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad, un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer, no pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez, era lugubre, siniestro, con ojos grandes y amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecÃan penetrar a través de las cosas y de las personas, mi vida desdichada se convirtió en un infierno, la misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañÃa, no podÃa resistirlo, me inspiraba desconfianza y horror, es completamente inofensivo, dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia, se acostumbrará a su compañÃa y si no lo consigue no hubo manera de convencerlo, de que si nos llevara quedó en nuestra casa, no fui la única en sufrir su presencia, todos los de la casa, mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, sentÃamos pavor de él, solo mi marido gozaba teniéndolo ahÃ.
Desde el primer dÃa mi marido le asignó el cuarto de la esquina, esta era una pieza grande pero húmeda y oscura, por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba, sin embargo él parecÃa sentirse contento con la habitación, como era bastante oscura se acomodaba a sus necesidades, dormÃa hasta las 6 y nunca supe que era secuestrado, perdà la poca paz de que gozaba en la casona, durante el dÃa todo marchaba con aparente normalidad, yo me levantaba siempre muy temprano, vestÃa a los niños que ya estaban despiertos, les daba el desayuno y los entretenÃa mientras Guadalupe arreglaba la casa y salÃa a comprar el mando.
La casa era muy grande, con un jardÃn en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor, entre las piezas y el jardÃn habÃa corredores que protegÃan las habitaciones del rigor de las lluvias y del viento que eran frecuentes, tener arreglada una casa tan grande y cuidando el jardÃn, mi diaria ocupaba toda la mañana, era tarea dura, pero yo amaba mi jardÃn, los corredores estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año, recuerdo que cuando me gustaban por las tardes sentarme en aquellos corredores, cosÃa ropa de los niños entre el perfume de las medres albas y las bugabingas, en el jardÃn cultivaba crisantamentos, pensamientos, violetas en los alpes, begonias y elitropos.
Mientras yo arreglaba las plantas, los niños se entretenÃan buscando gusanos entre las hojas, a veces pasaban horas, callamos y muy atentos tratando de coger las gotas de agua que se escapaban en la vieja manguera. Yo no podÃa dejar de mirar de vez en cuando hacia el cuarto de ley, aunque pasaba todo el dÃa durmiendo no podÃa confiarme, hubo veces que cuando estaba preparando la comida veÃa de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de la leña, lo sufrÃa detrás de mÃ, yo arrojaba en suelo lo que tenÃa en las manos y salÃa de la comida, gritando como una loca, él volvÃa nuevamente a su cuarto como si nada hubiera pasado, creo que ignoraba por completo a Madalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguÃa, no asà a los niños ya, a ellos los señalaban y a mà me echaban los cientos.
Cuando salÃa de su cuarto comenzaba la más terrible locurilla que alguien pueda vivir, se situaba siempre en un pequeño encenador enfrente de la puerta de mi cuarto, yo no sabÃa más, algunas veces pensando que aún dormÃa yo ira hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo descubrÃa en algún oscuro rincón del corredor, bajan las escaleras, allà está Guadalupe, grita desesperada, Guadalupe y yo nunca lo nombramos, nos parecÃa que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso, siempre decÃamos allà está, ya salió, está durmiendo, él, él, él.
Solamente hacÃa dos comidas, una cuando se levantaba la noche fea y otra tal vez en la madrugada antes de acostarse, Guadalupe era el encargado de llevarle la bandeja, pude asegurar que la arrojaba dentro del cuarto, pues la pobre mujer sufrÃa el mismo terror que yo, toda su alimentación se reducÃa a carnes y no probaba nada más, cuando los niños se dormÃan, Guadalupe me llamaba a la cena del cuarto, yo no podÃa dejarlo solo, sabiendo que se iba a levantar o estaba por hacer, una vez terminada su tarea, Guadalupe se iba con su pequeña a dormir y yo me quedaba sola, completando el sueño de mi hijo, como la puerta de mi cuarto quedaba siempre abierta, no me atrevÃa a acostarme, temiendo que en un momento pudiera entrar y avanzar, no era posible cerrar, mi marido llegaba siempre tarde, al no encontrar la abierta habrÃa pensado, y llegaba bien tarde, que tenÃa mucho trabajo dijo alguna vez, pienso que otras cosas también lo entretenÃan.
Una noche estuve despierta hasta cerca de las 2 de la mañana, oyéndolo afuera, cuando desperté lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrando, salte de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche, no habÃa luz eléctrica en aquel pueblo, y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que en cualquier momento, el se libró del golpe y salió de la pieza, la lámpara se estrelló en el piso de ladrillo y la gasolina se inflamó rápidamente, de no haber sido por Guadalupe que acudió a mis gritos, habrÃa hervido toda la casa, mi marido no tenÃa tiempo para escucharme, ni le importaba lo que sucediera en la casa, solo hablábamos y disfrutábamos, entre nosotros desde hacÃa tiempo el afecto y las palabras se habÃan agotado, vuelvo a sentirme enferma cuando recuerdo, Guadalupe habÃa salido a la compra y dejó al pequeño MartÃn dormido en un cajón donde lo acosaba durante el dÃa, fui a verlo dos veces y dormÃa tranquilo, era cerca del mediodÃa que estaba peinando a mis niños cuando oà el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos, cuando llegué al cuarto lo encontré batado por el mente del niño, aún no sabrÃa explicar como le chupé al pequeño y como me la hice con una trampa que encontré a la mano, y lo ataque con toda la furia que habÃa contenido por tanto tiempo, no sé si llegué a causarle mucho daño pues que ahà se sentÃa, cuando Guadalupe volvió del mundo me encontró desmayado y a su pequeño llenó de golpes y daños que sangraba, el dolor y el coraje que sintió fueron terribles, afortunadamente el niño no murió y se recuperó, temà que Guadalupe se fuera y me dejarÃa sola, si no lo hizo fue porque era una mujer noble y valiente que sentÃa gran afecto por los niños y por mi, pero ese dÃa nació en ella un odio que calma hoy, venganza, cuando conté lo que habÃa pasado a mi marido le exigà que se lo llevara alegando que podÃa matar a nuestros niños como trato de hacerlo con el pequeño MartÃn, hijo de Guadalupe, cada dÃa esta es más histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplar que asÃ, te he explicado mil veces que eres un ser inofensivo dijo mi marido, pensé entonces en huir de aquella casa, huir de él, pero no tenÃa dinero y los medios de comunicación eran difÃciles, sin amigos ni parientes a quien recurrir, me sentÃa tan solo como un huérfano, mis niños estaban atemorizados, ya no querÃan jugar en el jardÃn y no se separaban de mi lado, cuando Guadalupe habÃa un mercado me encerraba con ellos en mi cuarto, esta situación no puede continuar, le dije a mi marido, tendremos que hacer algo y pronto le contestó, pero que podemos hacer las dos solas, solas es verdad pero con un odio, sus ojos tenÃan un brillo extraño, sentà miedo y alegrÃa, la oportunidad llegó cuando menos la esperábamos, mi marido partió a la ciudad para arreglar unos negocios, tardarÃa en arreglarlo según mi hijo unos 20 dÃas, no sé si él se enteró de que mi marido se habÃa marchado, pero ese dÃa despertó antes de lo acostumbrado y se situó frente a mi cuarto, Guadalupe y su niño durmieron en mi cuarto y por primera vez pudo cerrar la puerta, Guadalupe y yo pasamos casi toda la noche haciendo planes, los niños durmÃan tranquilamente, de cuando en cuando oÃamos que llegaba hasta la puerta del cuarto y la golpeaba tranquilamente, al dÃa siguiente dimos de desayunar a los tres niños y para estar tranquilas y que no nos estorbaran en nuestros planes, los encerramos en mi cuarto, Guadalupe y yo tenÃamos muchas cosas por hacer y tanta prisa en realizarlas que no podÃamos perder tiempo ni en comer, Guadalupe corto varias tablas grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavo, cuando todo estuvo listo llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina, las hojas de la puerta estaban entornadas conteniendo la respiración pasamos los pasadores, después cerramos la puerta con llave y comenzamos a clavar las tablas hasta clausurarla totalmente, mientras trabajamos gruesas gotas de sudor nos corrÃan por la frente, no hizo entonces ruido parecÃa que estaban durmiendo profundamente, cuando todo estuvo terminado Guadalupe y yo nos abrazamos llorando.
Los dÃas que siguieron fueron muy espantosos, vivió muchos dÃas sin aire, sin agua, sin alimento, al principio golpeaba la puerta tirándose contra ella, gritaba desesperado agañaba, ni Guadalupe ni yo podÃamos comer ni dormir, eran terribles los gritos, a veces pensábamos que mi marido regresarÃa antes de que yo era muerta, sin encontrar asà su resistencia fue mucha, creo que vivió cerca de dos semanas, un dÃa ya no se oyó ningún ruido, ningún lamento, sin embargo esperamos dos dÃas más antes de abrir el cuarto, cuando mi marido regresó nos recibimos con la noticia de su muerte.
Bueno señora Adana, te agradecemos el tiempo que tuviste al contarnos tu historia en estos momentos, nuestros oyentes están tan impactados como yo, señora Adana, los oyentes quieren consultar cómo terminó tu trágica historia. Gente esperemos un momento al parecer se cortó la llamada con nuestro oyente Adana, intentaremos volver a marcarle. Latimosamente se cortó la llamada con nuestro oyente, a continuación seguiremos con la programación de la noche, nos dejo con quien varió el ambiente. A continuación seguiremos con la programación de la noche, nos dejo con quien varió el ambiente.
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