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CRRER Y VIVIR CON EL CÁNCER DESDE LA GRATITUD
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CRRER Y VIVIR CON EL CÁNCER DESDE LA GRATITUD
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CRRER Y VIVIR CON EL CÁNCER DESDE LA GRATITUD
Al amor más sincero, Al amor sin fronteras, Al amor que dio su vida por amor, Encontré un día cualquiera, Y a ese amor tan sincero, A ese amor sin fronteras, A ese amor que dio su vida por amor, Le entregué mi vida entera. Al amor más sincero, Al amor sin fronteras, Al amor que dio su vida por amor, Encontré un día cualquiera, Y a ese amor tan sincero, A ese amor sin fronteras, A ese amor que dio su vida por amor, Le entregué mi vida entera. No puedo olvidar de mi última operación como me atendió el equipo de asistencia religiosa. En cuanto se enteraron que yo soy sacerdote dominico, comenzó una cadena de visitas de los asistentes religiosos, compañeros sacerdotes y laicos, con la Eucaristía para bendecirme, convulgar espiritual y materialmente en cuanto se pudo. No faltó un solo día en que no me vinieran a visitar. Cuánto bien me hacía, cuánta serenidad me aportaban en aquellos momentos, cuánta gratitud les debo. De alguna manera pensaba en mi interior, Dios mismo debe estar cuidándome, porque si no, ¿qué hacían aquellos hombres y mujeres visitando a una extraña? Es el papel que muestra la misericordia de Dios visitar al enfermo, hombres y mujeres revestidos de la misericordia y de la gracia de Dios. La fe me unió a ello, aunque fuera postrado en la cama de un hospital. La soledad se atenúa sobremanera cuando alguien te canta, ora contigo, te bendice en nombre de Dios. Es el papel que realizó Jesucristo aquí en la tierra y que asume la iglesia para mostrar una vez más que todavía hay misericordia que dar y recibir de parte de Dios. Recordaba un texto de Juan cuando en un liprozo le pide a Jesús que lo curara de su lépara y le dice Jesús, quiero, que da limpio. Estas son las palabras que resonaban con la presencia de los asistentes religiosos. Ellos pedían para mí la sanación. Dios, en su momento, hizo el resto. Mi oración se hace más profunda cuando contemplo las palabras de Juan. Dios hiere, pero cura la herida. Dios golpea, pero alivia el dolor. Una y otra vez vendrá a ayudarte y aunque estés en graves peligros, no dejará que nadie te dañe.