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¡Hola niños! ¡Bienvenidos a esta fascinante historia sobre lo que sucedió en la pandemia! El último suspiro. En un lugar lejano vivía Ángela, una tierna y adorable anciana, con ojos claros como el agua, su cabellera blanca como la nieve, piel arrugada y cuerpo encorvada por el tiempo transcurrido. Ya que tenía más de 100 años, le gustaba relatar historias a su joven y hermosa nieta Ana María, quien que la acompañaba después de ir al colegio y cumplir con sus deberes escolares. Un día Ana María llevó a su abuela a pasear por el jardín de su casa. Era un lugar maravilloso lleno de flores coloridas y plantas medicinales. Se sentaron y comenzaron a platicar. ¡Abuelita! ¡Cuéntame lo que ocurrió hace muchos años atrás, cuando eras chica y vivías en la gran ciudad con mis padres! Ella le contestó con voz temblorosa y pausada. ¡Claro que sí! Ese acontecimiento no sólo cambió la vida de las personas, sino del mundo. Hace muchos años llegó un virus misterioso a nuestra ciudad. A causa de él falleció personas inocentes y no se tenía conocimiento alguno por qué sucedió. Lo único cierto es que se les Lo único cierto es que se les dificultaba respirar, les daba fiebre y hasta se perdía el olfato. ¿La niña asombrada? ¡Cuéntame más! El mundo cambió. La gente no salía de sus casas. Los niños no volvieron al colegio a estudiar y nada fue igual. No habían visitas, ni mucho menos ir a un parque o centro comercial, por miedo a contagiarse y morir. Sólo iban por comida, pero con tapabocas y trajes de bioseguridad que parecían astronautas. Después de un año llegó la esperada vacuna para atacar dicho virus. Sin embargo, la gente seguía muriendo y otras la tristeza los invadía por no poder salir de las cuatro paredes de su casa. Era caos e incertidumbre. Pasó el tiempo y todo acabó, pero nada volvió a ser igual. A lo lejos se escuchó un grito con un eco que decía, Ana María, ven rápido, oscurece pronto, ya es muy tarde y mañana tienes que madrugar e ir a estudiar. ¡Ya voy! Sólo deja que mi abuelita termine la historia tan interesante y a la vez asombrosa, porque hoy en día tenemos la mejor tecnología, excelentes médicos y la ciencia ha avanzado que no lo puedo creer. Tanta gente falleció por culpa de algo que se pudo evitar o controlar. Pero siguió con su relato, cada vez con más cansancio y con un tono de voz bajito. El aislamiento en casa implicó cambios en la convivencia. Los padres peleaban, los niños se aburrían, los jóvenes estaban mucho tiempo en el celular o televisor y los ancianos sólo dormían y comían. Pasaban los minutos, las horas, los días, los meses y todo era igual. Se volvieron a escuchar los gritos, esta vez más fuertes llamando a la niña, pero ella no quería irse hasta que la abuelita terminara. ¿Sabes, Ana María, qué fue lo más hermoso de esa época? Que a pesar de las dificultades y todo lo que sucedió, las familias se reunían alrededor de la mesa a comer, platicando de lo que veían o escuchaban. Otros aprendieron a cocinar por tanto tiempo de estar en casa. Pintar, colorear, coser y hasta ayudaban en los oficios de la casa. Las dos se abrazaron muy fuerte y con lágrimas en los ojos, la niña despidió a su querida abuelita, pues con su último suspiro terminó aquel relato que quedó grabado en su memoria y que al poco tiempo volvió a contar a sus compañeros de clase. La historia de la abuelita La historia de la abuelita La historia de la abuelita La historia de la abuelita La historia de la abuelita La historia de la abuelita