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MIERCOLES IV  TO   SAN JUAN BOSCO

MIERCOLES IV TO SAN JUAN BOSCO

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In the Gospel according to Saint Matthew, the disciples ask Jesus who is the greatest in the kingdom of heaven. Jesus tells them that unless they become like children, they cannot enter the kingdom. He emphasizes the importance of humility and welcoming children in his name. People often seek power and possessions, but this does not bring true satisfaction. Our sinful nature makes us capable of both good and evil, but we must choose to follow God's path. Our human condition makes us ambivalent and unstable, unless we make Jesus our foundation. Children serve as an example because they trust and have faith. We should trust in God's love and embrace others as part of a greater whole. Let us be a family, the family of God. Palabra de Vida Hoy, miércoles 31 de enero, San Juan Bosco, al pan por la Palabra, del Evangelio según San Mateo. En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron, ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo, «En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Siempre buscamos ser los primeros, los más grandes. Siempre necesitamos tener más y como nos acertamos a saber de qué, nos llenamos de lo que nunca sacia. Así, si miramos al mundo, vemos por un lado afán de poder y posesión, vanidad hasta la soberbia, lujuria, abuso, manipulación, descarte o eliminación de quien estorbe. Por otro lado, también vemos humildad, rectificación, magnanimidad, entrega al bien común. La condición humana herida por el pecado e infectada por tentaciones sin tratamiento nos hace capaces de militar en ambos frentes, de pretender correr ambas carreras con Dios y con el mundo, atesorando rasgos tan distintos y contrapuestos que podemos terminar, sin hacernos problemas, poniendo una vela a Dios y otra al diablo. Es la esquizofrenia espiritual de existir sin un centro, sin un proyecto de vida o tomar el que nos imponen como si fuera una opción personal. La condición humana nos hace ser ambivalentes, cambiantes y hasta inestables porque nos debatimos en perpetuidad entre lo que deseamos y queremos frente a lo que debemos elegir y en verdad necesitamos. La influencia del pecado ambiental, todas las injusticias que nos rodean, incluida la injusticia original, dificultan deshacer el nudo gordiano de la libertad verdadera. Todos somos capaces de casi cualquier atrocidad, pero también somos capaces de esa colosal prueza que consiste en hacer de la conciencia del deber y de la pertenencia a Dios y a la humanidad nuestro péndulo de zaori, para no buscar sino el agua fresca y cristalina de la verdad, lo que es recto, noble y justo, pues sólo ese agua, viva, sacia y pacifica tanto al que la busca mientras lo hace como al que ya la ha encontrado. Somos ambivalentes, sí, cambiantes y podemos ser sinuosamente inestables, a no ser que hagamos de Jesucristo nuestra roca y cimiento, nuestro coach personal. Con él aprendemos a atender a ese punto de evolución personal en el que lo que deseamos instintualmente no se sobreponga ni domine nuestra conciencia espiritual y fraterna, una conciencia exquisitamente humana por cristiana, que se goza por ser parte de un todo mayor al que uno se debe, un todo, la iglesia y la entera humanidad, por cuyo bien se quietan todas las necesidades porque en Dios se resituan y en función de las de los demás se atienden. Los niños son el ejemplo que hoy nos da Jesús, porque ellos, mientras los adultos y la sociedad les permitimos seguir siéndolo, son sencillamente lo que son, sin doblez ni estratagemas, y se fían de quienes los aman en ese salto de fe que es arrojarse en los brazos de quien te ha dado muestras sobradas de no dejarte caer jamás. Arrojémonos en los brazos de Dios por el amor y hagamos de nuestros brazos una prolongación del divino abrazo, para que el mundo crea con esperanza y con justicia y caridad podamos volver a ser una familia, la familia de Dios. Un abrazo de paz y bien de parte de vuestros hermanos menores desde Toledo.

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