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LUNES XXIII  T

LUNES XXIII T

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Today's word of life reflects on suffering for the sake of others and the completion of Christ's suffering. We are called to follow Christ's example and spread the message of his love and salvation. In the Gospel, Jesus questions the religious leaders about doing good on the Sabbath. He heals a man's withered hand, causing outrage among them. We are reminded that we can never fully understand or add to Christ's sacrifice, but we can join in his mission by living in unity with him and embodying his love for all. We are called to listen to the cries of the Earth and the suffering of the poor, and to prioritize the well-being of others over our own interests. Each of us has a unique purpose and passion that should be cherished and pursued, just like the Sabbath. As a new school year begins, let us prioritize the extension of God's kingdom and allow Christ's passion to guide us. The Franciscan brothers in Toledo send greetings and blessings to all. Palabra de vida hoy, lunes vigésimo tercero del tiempo ordinario, celebrando el tiempo de la creación. Al pan por la palabra. De la Carta a los Colosenses. Hermanos, me alegro de sufrir por vosotros, así completen mi carne los dolores de Cristo sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia. Nosotros anunciamos a ese Cristo. Amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría para que todos lleguen a la madurez de su vida cristiana. Del Evangelio según San Lucas. Jesús les dijo, os voy a hacer una pregunta, ¿qué está permitido en Sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir? Y echando en torno una mirada a todos le dijo al hombre, extiende el brazo. Él lo hizo y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús. ¿Qué le puede faltar a la pasión de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, que podamos completar nosotros? ¿Acaso podemos sumar algún dolor, sufrimiento o acto de entrega que no protagonizara Él? ¿Qué mérito podríamos aportar que no se encuentre recogido en sobre abundante medida en el mayor acto de amor de la historia de la humanidad? Lo único que le falta a la pasión de amor de nuestro Señor Jesucristo soy yo, somos cada uno de nosotros. Que nos sumemos a la motivación que le llevó a encarnarse, vivir pobremente y terriblemente morir. Que vivamos de tal modo unidos a Él, que encarnemos sus sentimientos hacia el resto de los hombres. Que el clamor de los pobres y los gritos de la hermana Madre Tierra nos conmuevan y estremezcan como a Él, es lo único que le falta, porque sólo se lo podemos dar cada uno, sólo cada uno nos podemos sumar a la causa de la extensión del reino de Dios. Y para esa tarea, para consumar ese don, la libertad personal de cada uno es más potente que la misma omnipotencia de Dios, la cual se detiene con sacrosanto respeto ante las puertas de nuestro albedrío, llamando con humildad para poder convertirlo en auténtica libertad, si queremos, cada uno. Y la abrimos aunque sólo sea una rendida. Desde el Evangelio de hoy escuchemos los gritos de la tierra y el clamor de los pobres, los enfermos, los niños por nacer, los ancianos, los desempleados y sus familias, las víctimas de los abusos y de las guerras, que nos exigen replantearnos cuántos sábados estamos reservando para nosotros mismos, mientras esquivamos el planeta y fustigamos a los vulnerables por anteponer nuestros intereses, incluso cuestiones falazmente tomadas por religiosas, a la paz y el bien para todos, como luz y calor, que alcancen cada vez a mayor parte del planeta y de la humanidad que lo habita. Asumiendo que cada uno de nosotros tiene una buena medida de problemas y dificultades, considerando que nuestras capacidades y medios son limitados y generalmente pobres, hemos de reconocer que cuando algo realmente nos apasiona somos capaces de regantar nuestras capacidades y relativizar nuestros problemas con tal de tender hacia ese fin que acelera el ritmo de nuestro corazón. Cada uno de nosotros tiene algún valor central, un propósito, una faceta o parcela de disfrute que, como el sábado para los judíos, es de un valor innegociable. A punto de comenzar un nuevo curso, bien podríamos tratar de sumar a ese sábado la pasión por la extensión del Reino de Dios. A poco que abramos la puerta al Señor, aunque no lo coloquemos a la cabeza de nuestra lista de prioridades, Él sabrá cómo hacernos crecer en sabiduría y libertad para que nada palpite en el centro de nuestro pecho, sino la misma pasión entusiasmante que acelera su sagrado corazón. Con deseos de compartir los mismos sentimientos de Cristo también hacia vosotros, vuestros hermanos franciscanos desde Toledo os saludan con la paz y el bien.

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