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LUNES XVIII T

LUNES XVIII T

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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In today's Word of Life, Moses complains to God about the burden of leading the Israelites. In the Gospel, Jesus feeds the crowd miraculously. This reminds us of the desire of people to be close to Jesus and hear His word. It also highlights the dedication of Christians in the third world who walk long distances to receive the Eucharist. The experience of Moses should serve as a reminder to priests to remain committed to their ministry. The true vocational crisis is not a lack of priests, but a lack of Christians who are willing to go the extra mile to encounter the Lord. Palabra de vida hoy, lunes decimoctavo del tiempo ordinario, al pan por la Palabra, del Libro de los Números. Ante las quejas y lamentos de los israelitas, Moisél dijo a Dios, ¿Por qué tratas mal a tu siervo y no le concedes tu favor, sino que le hagas cargar con todo este pueblo? ¿He concebido yo a todo este pueblo o lo he dado luz para que me digas, coge en brazos a este pueblo como una nodriza a la criatura y llévalo a la tierra que prometí a sus padres? ¿De dónde sacaré pan para repartirlo a todo el pueblo? Vienen a mí llorando, danos de comer carne. Yo sólo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Del Evangelio según San Mateo. Estamos en descoblado y es muy tarde, despide la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús les replicó, no hace falta que vayan, dadles vosotros de comer. Cuando se peregrina a tierra santa y se visita el mar de Galilea, el Evangelio de hoy se ilumina de forma sorprendente. Viendo el trayecto que Jesús y los más suyos hicieron en barca y el enorme rodeo que harían las gentes por tierra para llegar a donde la barca atracó llegando incluso antes que ellos, se puede calibrar el deseo de esas gentes sencillas de encontrarse con el Señor y escuchar su palabra, un deseo tan fuerte que ponía alas en sus pies. Esto recuerda a los miembros de tantas comunidades cristianas del tercer mundo que para participar de la Eucaristía andan a recorrer numerosos kilómetros a pie para llegar donde haya un sacerdote que les ofrezca el pan de vida y la palabra de Jesús. Afirmaciones del Señor como, te doy gracias Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos, o también, bienaventurados los pobres, porque suyo es el reino de los cielos, se comprenden ahora quizá con dolorosa claridad. En el primer mundo no nos quitamos de la boca la crisis vocacional y la queja sobre el número y la edad media de los sacerdotes de que disponemos, sacerdotes que a veces pueden vivir en su carne la experiencia de Moisés que nos relata la primera lectura, mientras sigan siendo capaces de vivir apoyados en la gracia, para mantener encendido el amor primero por su ministerio y por aquel que se lo encargó. La mencionada experiencia de Moisés hace que muchos sacerdotes, antes o después, dejen agonizar ese fuego enamorado para conformarse con seguir diciendo misas y haciéndolo de siempre, sin particular vigor, ni ningún convencimiento a la hora de denunciar el Evangelio. Si las quejas constantes del pueblo también hacia ellos, y su obviedad por saciarse y no de Dios, desgastaron hasta amargar el alma de aquel a quien la Escritura denomina amigo de Dios, o el hombre más sufrido del mundo, no dejará todo ello honda huella en muchos sacerdotes que, solos, tratan de echarse a la espalda la vida de sus comunidades para acercarles al Señor. Es el Señor el que provee el alimento que llega a todos en sobrada medida, y es el Señor quien acoge y sacia las hambres más profundas de todos. Pero si cada uno de nosotros no alimenta su deseo de Cristo, y no remueve los obstáculos para poder acoger en su conciencia y en su vida la palabra de la salvación, no quedará lugar más que para quejarnos los unos de los otros, sin mirarnos nunca al espejo que muestra nuestra propia dejación y nuestro aburguesado modo de vivir el cristianismo. La verdadera crisis vocacional no es de sacerdotes o de consagrados, sino de cristianos que en cualquier vocación o estado de vida sean capaces de recorrer a la carrera kilómetros para poder encontrarse con el Señor, por pura necesidad de esperanza y vida nueva. Ahora, que cada palo aguante su vela. ¡Paz y bien! Es el saludo de vuestros hermanos franciscanos desde Tolé. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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