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LUNES IV   TO

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Palabra de vida hoy, lunes cuarto del tiempo ordinario, día veintinueve de enero, al pan por la palabra del Evangelio según San Marcos. El endemoniado de Gerasa viendo de lejos a Jesús echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente, ¿qué tienes que ver conmigo Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes, porque Jesús le estaba diciendo, Espíritu inmundo sal de este hombre, y Jesús le preguntó, ¿cómo te llamas? Él respondió, me llamo Legión porque somos muchos, envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos, y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la Legión sentado, vestido y en su juicio, y se asustaron. La expresión popular está endemoniado, se usa para describir el estado de alguien que está fuera de sí, enajenado por la ira u otro pecado capital embebido de sentimientos hostiles, de agresividad o incluso de rasgos violentos, cuando no es ese su modo habitual de ser y comportarse. Hay algo que lo descompone, que le hiere tanto y tan profundamente que sufre una transformación monstruosa que le hace ser peligroso para quienes se acerquen a él, y siempre más y primero para sí mismo. Cuando una persona padece una situación así y está dentro de nuestro radio de acción, lo más sencillo es juzgar, condenar y alejarnos. Otra opción más decorosa, pero igualmente estéril, es la de la simple compasión teñida de pena, como billete para pagar sin sentimiento de culpa, el viaje de dar la espalda a esa persona y alejarnos. Así hicieron los habitantes de Gerasa con el endemoneado del Evangelio de hoy, pero Jesús actúa de otro modo. El Señor entra en contacto con la persona poseída y sufriente, conoce sus demonios y hace lo necesario para expulsar de ella esas circunstancias que la enajenan. Jesús pone el valor de esa persona por delante de cualquier otra cosa y la redime, la libera, le devuelve su sano juicio para que pueda volver a ser ella misma y a regir su vida con suficiente libertad. Acercarse y comprometerse siempre implica pagar un precio, el de la piara para los porquerizos asustados, la propia vida para Jesús, tiempo lleno de angustias y temores mientras se sostiene y acompaña a la persona, siempre es un elevado precio, pero nunca tan alto como el valor de esa persona, baqueteada y desmontada por esos demonios de todo tipo que a todos nos golpean en un momento u otro. Un valor que siempre merece la propia entrega para quien mira a esa víctima poseída desde los ojos del amor que es Dios. Un amor audaz que en Jesús se nos ha hecho escuela de humanidad y fermento de crecimiento para todo aquello que de bueno tengamos y que siempre se hará mejor cuando se ponga al servicio de la liberación y sanación de otro ser humano, de otro hijo de Dios. Con anhelos de fraternidad, con deseos de justicia, misericordia y caridad, vuestros hermanos menores desde Toledo os saludan franciscanamente con la paz y el bien.

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