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LUNES IV  CUARESMA

LUNES IV CUARESMA

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A man asks Jesus to heal his dying son. Jesus tells him to have faith, and the man believes. As he travels back home, his servants tell him that his son is alive. This story teaches us that we should trust in God's will, even when our prayers are not answered as we hope. We should pray with love and gratitude, knowing that God always listens and cares for us. Palabra de vida hoy, lunes cuarto del tiempo de cuaresma, al pan por la Palabra, del Evangelio según San Juan. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo, «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste, «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta, «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la Palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría, y le contestaron, «Ayer, a la hora séptima lo dejó la fiebre». El Padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho, «Tu hijo vive», y creyó Él con toda su familia. Todos tenemos experiencia de la generosidad del Señor ante nuestras peticiones buenas e insistentes. Como todos, también tenemos esa experiencia respecto a las peticiones más importantes que parecen no haber sido escuchadas. A pesar de ser las peticiones por las que hemos orado con mayor fuerza e insistencia, me refiero a las súplicas por la salud y la supervivencia de personas muy queridas. Respecto a la oración de súplica e intercesión, hemos de recordar que el verdadero milagro nunca es que Dios haga lo que le pedimos, sino que nosotros hagamos lo que nos pide Dios. Y respecto a esto, ninguno estamos orados. Comencemos por consiguiente, por no creernos en el derecho de ser escuchados y atendidos. Todo es gracia. Es fundamental tener presente que el Dios a quien pedimos es amor infinito y eterno, siendo además nuestro Padre. Veamos o no los frutos de nuestras súplicas, jamás podemos poner en duda que Él las escuche con ternura y solicitud. Oramos si le pedimos porque creemos en Él, y condicionar el grado de nuestra fe a que nuestras súplicas sean atendidas es una evidente falta de madurez y casi un intento de manipularle por no respetar lo que en su sabiduría y en su perspectiva global, universal y completa decida poner por obra. Dios mira por el bien integral y eterno de todos y cada uno de Sus hijos adoptivos y de la entera humanidad, hasta el punto de entregar en nuestras crueles manos a Su Hijo unigénito. Dudar de la voluntad salvífica y benéfica de Dios por no recibir eso tan importante y bueno que le pedimos para un ser querido es tomar a Dios por un dispensador de prodigios al que rendir culto por nuestro propio bien y conveniencia. Siendo el amor a Dios la forma de vivir mejor la que más nos conviene, si el amor a Dios no es gratuito como lo es el Suyo por nosotros, es que el nuestro no es tal amor, sino un interés que mercadea con plegarias, promesas y favores como si fueran mercancías y bienes financieros. Oremos y pidamos desde la patena de una vida que aspire a la santidad, y sabremos entonces dar gracias, recibamos lo que pedimos o no, porque no podremos dudar ya de ser escuchados y atendidos no según nuestro criterio, sino desde el criterio de quien nunca podría desentenderse de ninguno de sus hijos. Si no veis signos y prodigios, no creéis. Veamos o no, creamos, y así sí que veremos todos los signos y gracias que recibimos. Hace bien con un abrazo franciscano de vuestros hermanos menores desde Toledo.

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