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II DOMINGO DE ADVIENTO

II DOMINGO DE ADVIENTO

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Transcription

The transcription is a reflection on the readings for the second Sunday of Advent. It emphasizes the themes of comfort, forgiveness, and the importance of recognizing our own weakness in order to find intimacy with God. It encourages us to be humble and embrace our humanity, following the example of Jesus. The message is delivered with a tone of peace, joy, and hope. The speaker also asks for feedback on the reflection. Palabra de vida hoy, domingo segundo de adviento, al pan por la Palabra. Del profeta Isaías, Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados. Una voz grita, en el desierto preparadle un camino al Señor. Súbete a un monte elevado, heraldo de Sion, alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén, álzala, no temas. Di a las ciudades de Judá, aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda, mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. De la segunda carta de San Pedro, queridos hermanos, el Señor no tarda en cumplir su promesa como creen algunos, lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros porque no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan. Y del Evangelio, según San Marcos, detrás de mí viene el que puede más que yo y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. La lección continua, la lectura continuada de la sucesión diaria de lecturas de la misa por la escucha atenta y meditativa hace la función de un campintero que introduce y asegura cada clavo más profundo en la madera con uno nuevo. Desde la celebración de hace dos domingos Jesucristo en toda su grandeza como Rey del Universo iniciábamos el adviento para mirar nuestra pequeñez y nuestra tibieza no bajo la asfixia acogotada de alguien acorralado por su juez sino con el consuelo esperanzado de mirar a quien nos juzgará con tanta verdad como misericordia, pero que, de momento, se desvive en misericordia para que volvamos a la verdad. Por eso le celebraremos un poco más adelante en esa locura de ternura y misericordia de Belén para mirar al juez sin olvidar que antes es hermano, cuidadoso y dedicado, ni mirar al niño Dios sin recordar quién es más allá del pesebre. En los primeros días del nuevo adviento hablábamos de la mansa y alegre felicidad que nos trae la reconciliación integral y hoy la palabra nos habla de consuelo, de culpas pretéritas ahora pagadas y del gozo de una intimidad con Dios con el que poder anunciar a los demás dónde se encuentra ese camino donde nuestros desiertos personales son hechos un vergelio, un camino en el que los pequeños, los que son generalmente poco apreciados cuando no despreciados, viven con la seguridad de ser fundamentales para alguien que los prima y privilegie sobre todo los demás. Teniendo en cuenta que nos dirigimos hacia el evento que dividió la historia en dos por un nacimiento que lo cambió todo, quizá ese camino de humildad y fraternidad que Dios tomó nos sirva para hacer camino hacia Él a fuerza de reconocer nuestras pobrezas y nuestra aridez para presentarlos ante quien transformará nuestros páramos y marismas en fértil collado. Solo hemos de permitir que Él sea el sembrador y la semilla, que haga de nosotros un fruto con que refrescar a los que sigan perdidos en su desierto interior. Si nuestro Padre no quiere que ninguno de sus pequeños se pierda, reconozcamos nuestra pequeñez ante Él, pues nos interesa y además es justo y necesario. Nos interesa contarnos entre los pequeños, entre sus pequeños, para reconocer en la pequeñez de los demás no una debilidad a explotar para sentirnos fuertes, sino una ocasión para cuidar de aquellos por los que Dios siente esa debilidad del amor, la única debilidad que le permite su omnipotencia. Permitámonos ser débiles con esa debilidad de Dios y hagámonos más humanos según la grandeza divina de la humanidad del que nos va a nacer. Un abrazo de paz y bien lleno de gozo y de esperanza de vuestros hermanos franciscanos desde Toledo. Y si todavía no lo has hecho, danos tu valoración sobre este subsidio que se te envía.

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