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Episodio 3 - La Filosofía de la Ternura

Episodio 3 - La Filosofía de la Ternura

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Por siglos nuestras vidas han estado inmersas en un círculo de odio e ignorancia, que nos impide reconocernos como hermanos colombianos… Es hora de comenzar a transformar nuestra realidad, a través de la Filosofía de la Ternura.

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Transcription

Colombianos, compatriotas, el rumbo que llevamos guiados por la filosofía del odio y la ignorancia nos augura un futuro nefasto. Hoy los invito a que orienten sus pasos hacia la única esperanza que nos queda. Les invito a que abran sus corazones y permitan que fluya en ellos y en sus vidas la filosofía de la ternura. Bien, mi propósito el día de hoy no es mostrar el método que cada cual o cada uno de ustedes deba seguir para dirigir su razón, sino mostrar de qué manera y de qué modo he podido dirigir la mía. Y quiero plantear esta ilustración desde mi perspectiva, desde mi manera de ver el mundo, en el entendido de algo que quiero dejar muy claro. Yo no veo televisión por una razón elemental. La televisión jamás en mi vida, en el tiempo que tuve la oportunidad de verla, me enseñó lo bueno de mis semejantes. Sólo me enseñó la clase de arrogantes, de perversos, de dañados, de delincuentes, de criminales que son. Y jamás me pudo enseñar lo más importante que hay en el interior de cada uno de semejantes. Por esa razón un día en mi vida tomé la decisión de leer por primera vez la página de la Biblia. Y ese día entendí por qué razón. Es mucho mejor leer una página de la Biblia porque toda vez que me siento a leer una página de la Biblia me enseña a ver lo bello, lo hermoso que hay en el interior de cada uno de mis semejantes. Y eso me lleva a esa construcción que vengo soñando desde mucho tiempo atrás. Desde que soñé con transformar mi vida, lo que yo llamo la filosofía de la ternura. Y es básicamente el tema que queremos ilustrar un poco aquí a nuestros semejantes desde nuestra manera de ver el mundo. En el entendido que no lo puedo explicar de otra forma porque entiendo que hay una cosa muy real y es que yo no me puedo ver la espalda. Y allí en esa parte de que no se puede mirar mi espalda es cuando intervienen mis semejantes y me ayudan a corregir las grandes dificultades que hay en mi manera de ver el mundo. Por eso antes de definir quería plantear dos cosas. De cien veces me equivoco noventa y nueve. Y en mis noventa y nueve equivocaciones nunca me he dado a la tarea de criticarme ni de regañarme. La pregunta es con qué criterio te critico o te regaño a ti porque te equivocas una vez. ¿Por qué te equivocas? Luego también quiero dejar claro una frase de mi abuelo que dice que del ciento por ciento de las cosas que él decía el ochenta por ciento eran estupideces. El dieciocho por ciento de las personas que estaban en su entorno no estaban programadas para sentarse a escucharlas ni a entenderlas porque cada uno tenía sus propios problemas para dedicarle tiempo a un ser como él. Pero luego restaba un dos por ciento y era la única verdad. ¿Y dónde estaba esa verdad? En los libros. Lo que pretendía decir y lo que pretendo decir es que no tengo nada que enseñarle a nadie. Porque el día que tú arregles el problema con tu pareja, con tu esposo, con tu enemigo, con tu sueldo, con tu deuda ese día es que lo arregles. Vas y lees un libro y te paras a decir las mismas estupideces que estoy diciendo yo aquí. Lo que quiero decir es que no tengo nada que enseñarle a nadie. Luego desde este proceso quería decir dos cosas. Primero, la filosofía de la ternura tiene su origen desde el concepto mismo que planteo el día que por primera vez en la ciudad de Buenaventura fui ractado por una camioneta blindada en un secuestro aparente. Porque posteriormente cuando llegamos al sitio me encontré con un paradigma totalmente distinto. Había un herido, una banda de delincuentes, me habían llevado allá en mi condición de profesionista de la medicina y me encontré con un herido y el jefe de la banda le dice al herido que se estuviese tranquilo porque acababa de llegar el mejor médico de Buenaventura, el mejor médico del Pacífico, el doctor Sahá y que era garantía para devolverle la vida o el alivio. Y el herido le dijo estas palabras. Maestro, después de lo que nosotros hicimos, después de ese gran robo que hicimos, después de la cantidad de heridos que quedaron, con estos tres tiros que yo tengo en mi barriga, en mi estómago, lo único que me espera es un espacio en el infierno. Y el jefe de la banda le dijo, maestro, individuos como tú y como yo no tenemos un espacio en el infierno porque un espacio en el infierno está exclusivamente para aquellos individuos que han hecho posible que individuos como tú y como yo hayamos enfrentado la vida de una manera equivocada. Ese día empecé a construir eso que yo he querido transformar en mi vida, salir de la oscuridad, en lo que yo llamé, en ese mundo del gueto, en ese mundo de la delincuencia, en ese mundo del lumpen, del paria, de definir como la filosofía de la ternura, la filosofía de la ignorancia, la arrogancia cultural, y que para salir de allí hay que trascender a través de las más altas esferas de la mayéutica y alcanzar la luz de la razón, lo que yo verdaderamente llamo la filosofía de la ternura, que es el tema que quiero seguir ilustrando y compartiendo con ustedes en este podcast. Y no menos sin decir que es muy complejo hablar de la filosofía de la ternura o definirla como tal, y dejar sobre la mesa una serie de información que permita que con la idea de ustedes podamos construir un mundo que nos haga ser mejores personas para poder vivir en armonía, vivir en convivencia, y disfrutar de este planeta en términos de lo que yo llamo la búsqueda de la felicidad. Así las cosas entonces yo me planteo la siguiente experiencia, en el entendido que cuando entro al diccionario y busco la palabra animal, yo busco que es una realidad que nosotros somos animales y formamos parte del reino animal. Luego cuando le colocamos el apellido a esa palabra, racional, animal racional, entran mis dudas frente a que nosotros seamos realmente animales racionales. De igual manera, cuando yo tomo la palabra ser, entiendo que formamos parte de una cantidad de seres que habitan esta aldea global, peces, zancudos, aves, insectos, roedores, crustáceos, etc., y que son seres, y cuando se define el concepto mismo para referirse a nosotros, seres humanos, entro en mi siguiente duda. Seres humanos, me queda clarísimo que somos seres, pero tengo grandes dudas de que seamos humanos. Y esos son los interrogantes que quiero dejarle a la mesa de trabajo, quiero dejarle a la audiencia, quiero dejarle al pueblo colombiano, a mi semejante, para que trabajemos sobre esos dos conceptos mismos, y podamos aplicarlos, y por qué no transformar ese lenguaje y llevarlo al lenguaje social. Porque yo diría que somos más bien seres sociales o animales sociales, y no animales racionales o seres humanos. Porque mi gran interrogante ha sido, ¿qué es lo no humano? Si hasta el acto más ruin y vil es humano, lo que ocurre es que no es humanizante. Yo pregunto, ¿qué es un animal racional? Y la verdad es que nosotros somos animales, pero me quedan dudas de que seamos racionales. Porque mi gran pregunta es, ¿qué tiene de racional que Osama Bin Laden haya tumbado las torres norteamericanas? En la discusión está que haya sido él, que no haya sido, pero estoy casi convencido que fue un animal racional, o un ser humano. Y eso es cierto, entonces la gran pregunta es, ¿estoy convencido de que una vaca, un toro, un caballo, un zancudo, una mosca, una cucaracha, una rata, ninguno de esos animales, o ninguna de esas criaturas, o ninguno de esos seres, sería capaz de tumbar las torres? Pero estoy plenamente convencido que si los norteamericanos vuelven a colocar las torres allí, hay más de mil personas, incluido yo, que están dispuestos a tumbarlas, por una sola razón. Soy un ser humano, y soy un animal racional, y es la racionalidad que me diferencia de los demás animales que me hace tomar la decisión de tumbar las torres. Entonces, esa es la gran discusión que hay, y es la gran dinámica, y creería que estamos en ese paso de entender por qué este gran odio que sentimos por nosotros mismos. Y la verdad es que yo siento que la palabra odio no existe, el odio no existe. El hecho de que nosotros no podamos reconocer unas diferencias que tenemos no nos hace odiarnos, porque evidentemente yo peleo con mis hermanos, y peleamos y tenemos diferencias, pero eso no nos lleva a odiarnos. Sin embargo ocurre que las personas se odian, eso yo lo llamo resentimiento. Además porque entiendo que el odio es normal, porque cuando uno mira la palabra odio y uno la lleva a la raíz etimológica en la deconstrucción semiótico-semántica, odio como singular y odio como plural, viene de odios, que es realmente, es implícito. Odios, visto odio como plural. En el sentido de que nosotros odios, odios, odios, odios, y en esa vaina de estar haciendo las cosas a la carrera, pero cuando uno lo hace despacio, odios, y así ya has matado a mi mamá, nunca te haré daño, ni nunca te odiaré, porque simplemente eres mi semejante. Y es que hay un insumo interesantísimo, y es que cuando yo tuve la oportunidad de leer a Depas Chopra, entendí parte de este tema, este tema del odio y el resentimiento que nosotros sentimos. Todo ser humano en su interior tiene dos yo, un yo bueno y un yo malo. Si a mí me estimulan mi yo bueno, yo seré bueno toda la vida, pero el día que me empiecen a estimular mi yo malo, seré malo toda la vida. Depas Chopra se dedicó a estudiar, estudió medicina, un hindú, graduado en los Estados Unidos, sin optimar la jarba, vive hoy en los Estados Unidos, y en uno de sus trabajos de investigación científica encontró que el cuerpo tiene 50 trillones de células. Y en un análisis matemático, encontramos con que el problema más grande del mundo sólo tiene 10 células. Y es allí cuando surge la primera interrogante. No cabe en la cabeza de nadie que un individuo con 50 trillones de células, en el entendido que sólo su madre encefálica tiene 13.5 millones de células, y el órgano más grande del cuerpo, que es la piel, tiene 850 millones de células. Y una eyaculación, una eyaculación tiene 450 millones de espermatozoides. Y en uno puede entender cómo es posible que una estructura anatómica de tan tamaño número de células, sea capaz de terminar arrodillada en el piso por un problema estructural de sólo 10 células. Y surge a uno, a una interrogante más importante, y es que un individuo como tú, con 50 trillones de células, y yo, con 50 trillones de células, son 100 trillones. Y hoy, tú y yo, terminamos matándonos y haciendo daño. Y el problema, voy a utilizar un eufemismo, cagado en la risa viendo a los dos idiotas matarse. Cuando hoy debemos entender que tu academia, tu conocimiento, tu pensamiento, tu racionalidad, tu humanismo, lleva a entender que tú y yo tenemos que ponernos de acuerdo para vencer. Tenemos que ponernos de acuerdo para vencer el problema. Porque mientras existan problemas en el mundo, existen hombres como tú y yo, porque no hay un problema en este mundo que no sea capaz de ello vencer. No tendrá ninguna posibilidad o problema de vencerlo. Y es allí donde tenemos que entrar a hacer un trabajo interesante primero de nosotros mismos. Porque el problema se resuelve así, en la medida que yo construyo, en la medida que yo entiendo que tengo que aprender, porque nadie da lo que no tiene. Porque cuando uno mira, uno se va al reino animal, y uno se va a la misma naturaleza en la que te plantea la realidad misma de la vida. Uno entiende que la zanca izquierda, la zanca derecha, el pie izquierdo, el pie derecho, las piernas, como queramos llamarlas, no tienen base encefálica. No piensan, no tienen capacidad de racionalidad, de raciocinio, de interpretación, de lógica, de toma de decisión ni capacidad de juicio. Pero les queda clara una cosa, que si se ponen de acuerdo, realizan el acto más hermoso de la vida, caminar, deambular, marchar, correr. Tú y yo tenemos más encefálica, razonamos, pensamos, capacidad de juicio, y primero nos matamos antes de ponernos de acuerdo. Y hoy ese rendimiento se convierte en una cosa que nos hace daño. No tiene en la cabeza de nadie que nosotros con toda la capacidad de análisis, de interpretación, de lógica, oigan, llegamos hoy a la posibilidad de odiarnos y sentir tanto resentimiento por sí. Por eso quería significar alguna definición de las grandes que mi abuelo me dejó. Y él decía que la ignorancia, cuando definía la palabra ignorancia, él definía que la ignorancia no tiene que ver con el desconocimiento. Yo soy médico, entonces yo soy ignorante porque no sé de derecho, y no tiene que ver con eso la ignorancia. Y se sentó a definirme desde su perspectiva la palabra ignorancia, y es el significado que uso y usaré para toda mi vida, para todo el contexto de mi vida misma. Y es que define la ignorancia de la siguiente manera. Ignorancia, dos puntos. Individuo, hombre o mujer, que es capaz de guardar odio y resentimiento en su corazón. Ese es un ignorante. Y ese es el único concepto que tengo claro para definir el tema del odio y de la ignorancia. Y sólo cuando entendamos eso podremos salir de esa oscuridad, de esa arrogancia cultural, y entrar en lo más alto del pensamiento y de la racionalidad humana, y del humanismo mismo, para entrar en la luz de la razón. Eso que conceptualmente llamamos filosofía de la ternura. Quiero finalizar diciendo que la ley de la polaridad es el punto en el que los contrarios se ponen de acuerdo. Y hoy el mundo existe justamente por la ley de la polaridad. Porque si Dios te hubiese hecho con dos pies izquierdos, tú no pudieras caminar. Y si Dios te hubiese hecho con dos pies derechos, no pudieras caminar. En el entendido de que partas de la conceptualidad misma de que Dios existe. Para mí, para mí es una percepción real la existencia de Dios. Porque la realidad es prosaica y no tiene opuestos. Que si eso es así, hoy tú caminas porque tienes dos pies totalmente contrarios. Y esa es una realidad, puedo repetir la palabra, real. Una realidad real. Entonces, cuando uno mira y considera que la ley de la polaridad es el punto en el que los contrarios se ponen de acuerdo. Eso se llama ley de la polaridad. El punto en el que los contrarios se ponen de acuerdo. Si uno espera el polo sur y el polo norte. Si el polo norte intenta desaparecer al polo sur, desaparecen los dos. Igual acá. Y cuando Dios tenía la orilla del río Timbiquí, la orilla izquierda y la orilla derecha. Si la orilla izquierda se hace la estúpida, la arrogante y se lleva a su orilla. Nos quedamos sin cauce los dos. O sea que tenemos que aprender a convivir en esas orillas para que podamos tener el río. Y lo único que nos queda es construir puentes de hermandad. A eso es lo que diríamos la filosofía de la ternura. Y se construye en la medida en que nosotros nos dediquemos a hacer ese ejercicio que he venido hablando en cada uno de nuestros podcast anteriores. Nunca te cueste sin leer un artículo de la constitución política. Nunca te cueste sin leer una palabra del diccionario. Y jamás te cueste sin leer una página de la Biblia. Al día siguiente, amanecerás un milímetro más cerca de saber quién eres. Y una fracción de milímetro en términos de entender quién es el soberano, quién es Dios. Muchas gracias. Nos vemos. Nos sentimos. Nos escuchamos. Y nos entendemos. Los quiero. Los amo. Los adoro. Los respeto. Y los llevo profundamente metidos en el alma. Muchas gracias.

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