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El que Tenga Oídos para Oír, Oiga _ Pr Rubén Ruiz

El que Tenga Oídos para Oír, Oiga _ Pr Rubén Ruiz

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In this transcription, the speaker emphasizes the importance of hearing and receiving the word of God. They mention that God is present in their gathering and that the Holy Spirit is moving among them. They encourage listeners to have faith and believe in the power of miracles. The speaker also highlights the significance of reading the Bible and receiving nourishment from the word of God. They stress the need to stay connected to God and listen to His voice. Overall, the main idea is to have faith, trust in God, and be attentive to His guidance. TENEMOS QUE ENTENDER QUE ESTE ES EL TRANSFER DE DIOS, Y DIOS NO QUIERE QUE NINGUNO ME PIDA. CLAMAMOS A TI, VEN AHORA, VEN AHORA, SOBRE ESTE LUGAR Y SOBRE CADA VIDA. LARGAN POR TI, PERO NO TE VENCERÁN, PORQUE YO SOY JEOVÁN TU DIOS. LARGAN POR TI, PERO NO TE VENCERÁN, PORQUE YO SOY JEOVÁN TU DIOS. Que bendición estar reunidos en el nombre del Señor y contar con el Espíritu Santo que se está moviendo en este lugar. El Espíritu del Señor se está moviendo y se mueve dentro de nuestros corazones, dentro de nuestro ser. Amén. Dentro de la Iglesia, la Iglesia que somos todos nosotros. Amén. No es el templo, sos vos la Iglesia. Y así como estás en este lugar reunido en el nombre del Señor, también hay familia en el Señor, familia en Cristo que en este momento nos está acompañando en las redes. Los saludamos, que Dios les bendiga. Bienvenidos a la Iglesia, bienvenidos a esta reunión. Gloria a Dios. Desde aquí, desde Mar del Plata, los saludamos. Acá en Mar del Plata hace mucho frío, hay que ser muy valiente para venir a recibir la Palabra de Dios y cantar al Señor, porque es un día de mucho frío. Sabemos que nos acompañan hermanos desde Brasil, que allá tienen mucho más calor, bueno y en otras partes que es mucho más cálido el clima, pero nosotros estamos acá adorando a Dios. Amén. Adorando al Señor. Y todos los que nos acompañan, soltamos esta bendición desde aquí, desde Mar del Plata, y también le decimos bienvenidos a la reunión. Bienvenidos. También el Espíritu Santo, ¿dónde está? Ahí donde hay una familia, donde hay dos personas reunidas en el nombre del Señor, también el Espíritu Santo está en medio de ese hogar, y hay bendición de Dios, porque también ellos donde están son parte de la Iglesia. Amén. Son parte de la Iglesia, por eso ahora vamos a levantar nuestras manos al cielo, porque tomados de esta promesa que Dios está en este lugar, también la Biblia dice que todo lo que pidamos, todo, en el nombre del Señor, en unidad, Dios lo va a derramar, Dios lo va a hacer. Por eso si necesitas ser sano, bueno este es el momento para decirle Señor saname. Si tenés un familiar enfermo y necesitas un milagro, vamos a orar para que Dios esté tocando esa vida y reciba sanidad. Y por más imposible que sea el milagro que necesitas, bueno, por eso va a ser un milagro. El milagro es que Dios hace algo imposible que está fuera de nuestro alcance, algo que nosotros no podemos hacer, ni con nuestra inteligencia, ni con nuestros recursos, ni con nuestras fuerzas, pero la buena noticia es que Dios lo puede hacer. Dios puede hacer milagros, por eso levantamos nuestras manos al cielo y Señor estamos reunidos en tu nombre en esta mañana y nos tomamos de tu bendición. Señor sabemos que en tu nombre hay autoridad, hay poder, por eso si alguien aquí está sufriendo, si alguien aquí está pasando por algún problema, Señor te pedimos que en tu nombre estés haciendo un milagro poderoso. Ahora Señor, nos ponemos de acuerdo para que estés salvando, estés rescatando, estés librando Señor, cortando cadenas, sacando de la esclavitud a todo aquel que está cautivo. Señor, en el nombre de Jesús te pedimos un milagro para esas vidas, para esas familias. Señor, si hay alguien que necesita paz, si hay alguien que necesita que tu reino visite ese hogar, Señor ahora que tu Espíritu Santo esté derramando bendiciones poderosas. Ahora Señor, en el nombre de Jesús y también te pedimos para toda la iglesia un renuevo de tu Espíritu, un renuevo del Espíritu Santo, ahora que tu Espíritu nos esté llenando, fortaleciendo. Señor, si hay alguien herido con cargas, que en este momento tu Espíritu esté quitando esas cargas, sanando esas heridas en el nombre de Jesús. Señor, con autoridad deshacemos toda obra de las tinieblas, cortamos las cadenas en el nombre poderoso de Jesús. Y Señor, declaramos que en tu nombre tenemos victoria, y esa victoria la tomamos ahora como iglesia, la tomamos Señor por fe, declarando Señor que en Cristo Jesús somos más que vencedores. Por eso tomamos esta bendición y declaramos que esa bendición es para nuestras vidas, para nuestras familias, para todos nuestros seres queridos, para amigos, para todo aquel que lo necesita. Señor, soltamos esta bendición de lo alto y Señor te damos gracias, gracias por tu gran misericordia. Gracias Señor, gracias por todo lo que vas a hacer en la iglesia y todos tus hijos, en el nombre de Jesús, amén. Muy bien, Dios va a obrar, no hay nada imposible para Dios, nada, nada. Sí Señor, dejá tus cargas, dejá tus cargas en las manos de Dios. Y hay un desafío del Señor que dice, vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, que yo les daré descanso. Si estás agobiado por alguna situación difícil que estés viviendo, bueno, ponete en las manos del Señor y Él te va a dar descanso. Aún en medio de esa prueba, Dios va a trabajar de tal forma que puedas salir victorioso y puedas tener descanso de parte de Él, descansa en Dios, amén. Les invito a tomar asiento, porque la palabra de esta mañana tiene que ver con lo que hemos orado. La importancia de oír, el título de esta palabra es los que tengan oído, para oír que oigan, amén. El oído preparado para escuchar lo que Dios nos quiere decir. Dios quiere siempre decirnos algo, siempre hay una palabra para nuestras vidas. Por eso Jesús, como decimos en cada domingo, dijo, no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Todos necesitamos nutrirnos de palabra de Dios, y esto es una idea personal que tengo. A veces muchas personas están angustiadas, deprimidas, y se sienten como secas en su interior, porque les falta palabra de Dios. La palabra de Dios nutre nuestro ser interior. Así como podemos estar raquíticos o desnutridos por no tener el alimento, el pan de cada día, también podemos estar raquíticos espirituales, amén. También nos podemos estar secando porque falta palabra de Dios. ¿Y cómo vamos a lograr tener ese alimento? Bueno, leyendo la Biblia, como en esta mañana recibiendo un mensaje, una palabra, con toda la iglesia, esa palabra nos nutre y fortalece nuestro ser. Por eso, si hay alguien que nos está acompañando en las redes, pero está en una situación de depresión, de angustia, de tal forma que no puede salir ni siquiera de su casa por el desánimo que tiene, bueno, lo que le animamos es que se alimente de la palabra, de la palabra de Dios. Y su espíritu que se está secando, su alma que se está apagando, va a recibir vida y se va a volver a levantar, amén. La palabra de Dios es poderosa. Esa palabra nutre nuestro ser interior. Por eso, si hay algo que uno tiene que lograr hacer cuando está desanimado, angustiado, triste, no bajar los brazos y encerrarse y quedarse en la cama y dejar que no pase nada, sino como entregarse a los problemas, uno tiene que levantarse y recibir palabra de Dios. Y esa palabra te levanta, te levanta, te fortalece. Si inclusive sos cristiano y se apagó tu fe, estuviste por alguna lucha, alguna derrota, porque también los cristianos recibimos derrotas. A veces perdemos, ¿verdad? Muchas veces sale algo mal y uno baja los brazos, pero aún en esa situación nos tenemos que acercar a la palabra de Dios. ¿Y sabe qué nos dice la Biblia? Que la fe es por el oír y el oír es por la palabra de Dios. Cuando recibimos palabra, nuestra fe comienza a aumentar. Cuando oímos la palabra de Dios, nuestra fe comienza a aumentar. Y ese cristiano débil, que su fe se está apagando y está a punto de bajar los brazos y de rendirse, bueno, al oír la palabra de Dios, su fe aumenta y se vuelve a levantar. Y la mejor forma de vivir la vida cristiana es con fe. ¿Amén? Y vas a afrontar esa situación que en algún momento fue de derrota, la vas a volver a enfrentar y vas a salir victorioso. Vas a vencer en el nombre del Señor. ¡Con fe! ¡Con fe! Pero la palabra necesitamos oír voz de Dios. ¿Amén? Vamos a ver qué nos dice este mensaje en esta mañana. Todo fue creado para oír. Toda la creación escucha la voz de Dios, oye la voz de Dios. El cielo, la tierra, el mar, las montañas, los árboles y el hombre. Toda la creación oye la voz de Dios. Si uno observa cómo fueron creadas todas las cosas, Dios creó todas las cosas por medio de la palabra. Quiere decir que tuvieron que oír. Y Dios aún en este tiempo sigue dándoles órdenes a la creación. Y también a todos nosotros Dios nos sigue hablando. Por eso si hay algo que tenemos que desarrollar los creyentes es la capacidad de oír voz de Dios. Y oír. ¿Estás preparado para oír lo que Dios te quiere decir? Bueno, eso tenemos que tratar de lograrlo siempre. De estar atento a lo que Él nos quiera decir. Dios habla en este tiempo. Dios tiene una palabra para tu vida. Dios tiene una palabra para toda la iglesia. Solamente tenemos que estar atentos a oír. Amén. A oír. La Real Academia Española dice que hay una diferencia entre escuchar y oír. Amén. El que escucha solamente presta atención a lo que alguien dice. Pero oír es mucho más profundo. El que oye, percibe. Por eso hay una gran diferencia. Puede hacer que usted pueda oír lo que Dios le quiere decir. ¿Por qué? Porque Él siempre, siempre tiene una palabra para su vida. El sentido de oír es muy importante en nosotros. Amén. Como el mismo ejemplo podemos dar para ver. Hay una gran diferencia entre ver y mirar. Amén. Yo puedo acá ver toda la sala. Miro, perdón, veo, pero no miro. Cuando uno mira, enfoca y ve las caras. Pero cuando uno ve, solamente vemos y ni siquiera podemos ver quién está, ¿no? Bueno, muchas veces en nuestro oído espiritual escuchamos, pero no oímos. Y nos perdemos mucho de aquello que Dios nos quiere hablar, que Dios tiene para nuestras vidas. Por eso hay que lograr oír voz de Dios. Yo siempre observo, por ejemplo, en los casamientos. Las mujeres tienen mucha capacidad para mirar y los hombres no. En los casamientos, si va un matrimonio a un casamiento, le preguntás al hombre, ¿qué viste? Vi una pareja de novios que se casaron, subieron al altar y salieron. Después comimos. Se describe la comida. ¿Pero qué hace la mujer? Te dice, el vestido de la novia, los encajes, los zapatos del novio, de la novia, de todos los vestidos, de todos los familiares que fueron, los colores. Puedes decir, ¿cuánta capacidad? Bueno, ¿por qué? Porque la mujer mira, enfoca y mira. En cambio el hombre, nosotros vemos. Igual con nuestro oído espiritual. A veces nos quedamos solamente con escuchar, pero no oímos, no percibimos. Y nos quedamos con aquello tan importante donde Dios nos quiere hablar y quiere que nuestra fe aumente. ¿Querés tener fe? Oí voz de Dios. Dios nos quiere hablar. Gracias Señor. Siempre, siempre, siempre hay una palabra. Resulta que había un pastor que tenía un discípulo. Y el pastor le enseñaba a su discípulo y le decía, mirá, siempre tenés que escuchar las predicaciones. Cuando alguien da la palabra, presta atención, oí. Porque Dios siempre, siempre te va a hablar. Siempre tiene un mensaje para tu vida. Y resulta que el pastor inventó a su iglesia un predicador, ¿no? Y estaban los dos escuchando y el predicador era un desastre. Un desastre, no tenía sentido lo que estaba diciendo. Entonces el discípulo aprovechó y le pregunta, Pastor, usted que dice que siempre Dios habla en todas las prédicas, ¿no puede decir qué le está diciendo? No es como, yo no sé. ¿Me puede decir qué le está diciendo? Y entonces el pastor lo miró y le dijo, Dios me dice que hacen falta predicadores. Percibió, percibió. Gloria a Dios. Así que si no te gusta la prédica, oí. Algo Dios te quiere decir. ¿Por qué? Porque siempre, siempre hay una palabra para nuestra vida, para nuestro espíritu, para nuestro ser. Muchas veces, a veces pecamos por soberbios. Entonces, uno en donde alguien empieza a compartir un texto, nuestro corazón se cierra porque decimos, esto ya lo leí, ya lo escuché, ya sé de esto. Pero siempre hay algo nuevo de la palabra para nuestras vidas que va a levantar nuestra fe, nuestro ser. Necesitamos oír voz de Dios. Amén. Y eso es lo que va a cambiar por completo nuestras vidas. Así que vamos a la Biblia. Primero, Dios todo lo escucha. Cuando Dios nos dice, tenés que oír, es porque primero Él nos oye a nosotros. Él percibe lo que nosotros le hablamos, le pedimos. ¿Qué nos dice la Biblia? Isaías, capítulo 59, versículo 1, dice, he aquí que no se ha cortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír. Dios no está sordo. Amén. El Señor escucha, oye, oye, tus oraciones, tus palabras, a tal punto que Él percibe lo que nosotros decimos. Él percibe, por eso Él busca adoradores en espíritu y en verdad. Él no necesita que tu oración sea elocuente. No necesita que cuando orás des un mensaje teológico en la oración. Dios lo que necesita es que tu oración salga de tu corazón. Amén. Por eso mucha gente está preocupada y piensa que no sabe orar, que no dice las palabras correctas, y por eso no ora, por eso no le habla a Dios, no le cuenta sus necesidades, sus problemas, y en realidad lo que necesitamos es abrir nuestro corazón y derramarlo delante de Él. Dios busca corazones humildes que derramen su corazón delante de su presencia y le hablen. Y el oído del Señor está atento a todas tus oraciones. Amén. A todas, no a algunas. Quiere decir que Él no se va a olvidar. Quiere decir que Él presta atención y aún percibe lo que sale de tu corazón, que muchas veces uno hasta puede pedir mal, pero Dios aún eso lo percibe y va a tocar tu vida. Él ve y mira aún nuestras miserias y nos escucha y nos va a levantar. Amén. Por eso, queridos hermanos, tenemos que tener la certeza de que el Señor nos está escuchando, de que el Señor oye, oye nuestras palabras, oye nuestra voz, que su oído está atento. Estamos en un tiempo en que la gente no presta atención y si hay algo terrible, que por un lado es una bendición, pero por un lado puede ser un problema, son los celulares. Viste que por ahí vos estás hablando y la persona dice, ah, bueno, bueno, sí, sí, y vos querés decir algo y te das cuenta que la persona escucha pero no oye, ¿verdad? Por ahí a tu esposa pasa eso, o cuando tu esposa te habla pasa lo mismo, ¿no? Esto puede terminar hasta en un problema familiar, no me escuchás, no oís. Bueno, ¿por qué? Porque cuesta mucho comunicarse en esta generación y esto mismo puede pasar delante del Señor cuando Él nos habla y podemos estar ocupados desde un celular o pensando en nuestro problema. Y en algún momento el Señor nos dice, tenés que oír mi voz. Necesitamos despojarnos aún de todo aquello que nos rodea y oír voz del Señor y eso es lo que nos levanta. El gran problema de esta generación es que escuchamos tantas voces, oímos y percibimos tantos sonidos que la voz de Dios puede quedar desapercibida en nuestras vidas. Y no es que Dios no habla, sino que tenemos que aprender a afinar nuestro oído para oír voz del Señor. Por eso, querido hermano y hermana, despojate de todo aquello que puede ser una interferencia en tu vida espiritual, sacate, sacate, aprende a quitarte y despojarte de todas aquellas cosas que agobian tu vida, tantas voces, tantos sonidos y afina tu oído para oír voz del Señor. Afina tu oído para percibir lo que Dios te quiere decir por medio de su Palabra. Amén. Porque Él nos enseña que Él nos oye, Dios te oye y Él presta atención a todas tus oraciones, todas, no algunas. Cada una de tus oraciones delante de su presencia, todo lo que le pediste, todo lo que hablaste con Él, el Señor lo ha oído. Su oído estuvo atento y te prestó atención. Eso te da algo que es muy importante, certeza de que Él lo va a hacer. Amén. Certeza de que Él lo va a hacer porque todas nuestras oraciones son oídas por el Señor. Otra palabra. Deuteronomio capítulo 28, 1. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios? Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios. ¿Para qué? Para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy. También Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Gloria a Dios. Cuando oímos hay bendición. Gracias Señor. Cuando oímos hay bendición de Dios. Cuando prestamos atención a lo que Dios nos quiere decir, eso trae bendición a nuestras vidas. Por eso es tan importante prestar atención a lo que ese Dios nos quiere decir. Aprender a sacar aquellas cosas que quizás no son voz de Dios, que no nos edifican, y empezar a escuchar lo que Dios nos quiere decir y oír. Oír. No solamente estar atentos a lo que Dios quiere decir, sino percibir su Palabra. Eso es oír. Esa es la gran diferencia. Y estoy seguro, queridos hermanos, que Dios tiene Palabra para nuestras vidas. No una vez, sino muchas veces en la vida para que salgamos adelante. Consejos para guiarnos inclusive a decisiones que hay que tomar. Necesitamos voz del Señor. Usted va a ver, querido hermano y hermana, que en su Palabra, la forma en que Dios nos habla, hay dos maneras. Primero, por el Logos, por la Palabra, la Biblia. Hay cosas que están escritas y así Dios nos habla. Hay cosas que no necesitamos escuchar ninguna voz del cielo, ni siquiera estar atentos a que alguien nos diga alguna revelación. No, están escritas. No necesitamos que venga un ángel y me diga que él quiere salarnos. ¿Por qué? Porque está escrita, hay promesa de Dios. Ese es el Logos, la Palabra Universal. Dios te dice, quiero que seas sano. Y ni siquiera te lo tiene que volver a decir. Dios quiere hacerlo. Dios quiere bendecirte. Dios quiere que tengas paz. Amén. Dios quiere que tengas gozo. Dios quiere visitarte con tu reino. Dios quiere que seas salvo. Dios quiere hacerlo. Amén. Si por alguna razón estás orando y diciéndole, Señor, hablame y decime si querés sanarme. No, entonces ya está escrito. Es la Palabra Universal. Es para tu vida. Está escrito. Solamente acercate a la Palabra de Dios y está escrito. Es promesa de Dios. Créela. Tomala. Y decí, esto es para mi vida. Esta Palabra es para mí. Oí su voz. Amén. Está escrito. Solamente para eso leemos la Biblia. Para eso la compartimos. Para saber lo que está escrito. Pero también Dios habla con el rema. La palabra griega, el rema, quiere decir palabra específica. Que no es para toda la iglesia. Es solamente para tu vida. Tu vida. Hay una palabra para tu vida. Y eso es lo que uno tiene que buscar y aprender a oír. El consejo de Dios para nuestras vidas. Que quizás no está escrito. Aquellas personas que son solteras, por ejemplo, y quieren que... Están orando para que venga del cielo la bendición de tener una pareja. Y están orando al Señor, mandame mi media naranja. O medio tomate. O media frutilla. La media que seas. Uno, Señor, no quiero vivir solo, sola. Pone a alguien en mi vida para compartir. Bueno, el nombre de esa persona no está escrito en la Biblia. Si tratás de encontrar el nombre, te podés meter en un gran problema. Si te vas a la Biblia y abrís de golpe, como hacen algunos, y a ver cómo se llama, y abrís... Belquisedex. ¿Dónde encontrás un Belquisedex en esta tierra? Abrís Salmón. ¿Vieron Salmón en alguna fábrica de pescado, acá en Mar del Plata? Bueno, no. Para eso necesitas el rema, la guía de Dios. Dios te va a guiar, te va a mostrar. Tenés que percibir lo que el Señor te va a decir, y quizás no es con palabras, ni con algo escrito, sino en el andar. Dios te va a ir guiando porque Su Espíritu nos guía a toda verdad. Y te va a mostrar. Solamente un corazón dócil para que ponga el sentir en tu corazón, y bueno, y Él va a hacer la obra. Pero para eso también tenemos que aprender a oír Su guía, a oír Su voz. En decisiones de la vida no te manejes en una forma intespectiva, enseguida con ansiedad y tomar decisiones a la ligera, sino busca al Señor y decide, Señor, hablame. Yo quiero oír Tu voz, yo quiero recibir la guía de Tu Espíritu. Con la paz que Él nos da, tranquilo, sin ir apurado por la vida, sin tomar decisiones que después nos terminamos arrepintiendo, sino esperar a que el Señor nos guíe. Pero sí tenemos que entender que este es el tiempo en que Dios está hablando. Dios le habla a Su iglesia y Dios quiere hablar a tu vida. ¿Amén? Bueno, tenemos que estar atentos a Sus palabras. Vamos a otro texto bíblico. El que quiera oír, que oiga. Acá hay una actitud voluntaria para oír voz del Señor. ¿Qué nos dice Ezequiel, capítulo 3, versículo 27? Pero cuando yo te hable, te abriré la boca y tú le dirás. Así ha dicho el Señor. Palabra que le da el Señor al profeta. El que quiera oír, que oiga. Y el que no quiera oír, que no oiga. Porque son un pueblo rebelde. ¿Amén? Dura palabra. Una palabra fuertísima. Muy bien. Le damos un aplauso a Su palabra. Aquí al pueblo de Dios, Dios le hablaba. Y envía a un profeta y le dice, dales palabra, háblales. ¿Y qué dice Dios? El que quiera oír, que oiga. Y el que no quiera oír, que no oiga. Dios no se la complica mucho tampoco. Dios no se complica. Dice, bueno, yo doy la palabra. El que quiera oír, que oiga. ¿Por qué? Porque dice, son un pueblo rebelde. Y esta es una de las causas porque muchas veces no oímos lo que Dios dice. Porque nos ponemos en una postura de rebeldía. Nos endurecemos. ¿Cuándo somos rebeldes? Cuando Dios dice, mejor quiero que vaya para allá. Y uno dice, no, mejor para allá. Y Dios insiste, no, a más mejor para allá. No, yo para allá. Y Dios, a más para allá. Bueno, nos ponemos en una actitud obstinada en que hacemos lo que nosotros queremos hacer. Por eso es tan importante, primero, para que Dios nos hable, ser dóciles a lo que Él nos diga. Porque te va a decir el Señor, yo te hablo. Si querés oír, oí. Y si no querés oír, no oigas. Tapá los oídos y seguí adelante tu vida. Por eso, si en algún momento la palabra de Dios te confronta, bueno, oí lo que Él te dice. Percibí lo que Él te está diciendo. No cierres tu corazón, sino decís, Señor, Tú lo sabes. Aunque aún te diga cosas que parecen muy difíciles de que pueden llegar a acontecer. Aunque aún te diga cosas que parecen que no están al alcance de tus sueños y de tus proyectos. Si Él lo dice, es voz de Dios. Decirle, Señor, Tú lo sabes todo. Tú lo vas a hacer. Solamente confío a Tu palabra. Amén. Pero sí, despojarnos de esas decisiones obstinadas y aún decirle, Señor, yo estoy dispuesto a cambiar en mi forma de pensar con tal de oír Tu voz. Estoy dispuesto a cambiar esos argumentos que tenemos en nuestra mente, en donde muchas veces tenemos ya decisiones preconcebidas y no vamos a ceder. Bueno, delante de Dios aún tenemos que estar dispuestos a ceder para recibir Su voz. Señor, si hay algo en mí que tiene que cambiar, estoy dispuesto a hacerlo porque quiero oír Tu voz. Amén. ¿Cuántos quieren oír voz de Dios? Bueno, quítate todos esos argumentos. La Biblia habla fortalezas en nuestra mente. Nos dice pensamientos altivos. ¿Qué quiere decir que tenemos pensamientos que confrontan a Dios? Dios dice una cosa, pero uno en su interior dice otra. Son pensamientos que confrontan a aquellos que Dios nos quiere hablar y nos quiere decir. Por eso, delante de Él, para oír Su voz, necesitamos presentarnos con una actitud y humildad. Y decirle, Señor, acá está. Acá está Tu Hijo. Mucho no entiende. Acá está. No agarro, no veo nada. No entiendo. Pero yo quiero hacer Tu voluntad. Yo quiero hacer Tu voluntad. Y Dios te va a guiar. Dios te va a hablar. Si estás en alguna decisión importante y no sabes qué decisión tomás, si estás delante de esos dilemas que nos pone la vida y no sabes qué hacer, presentate delante de Dios y decile, Señor, no sé qué hacer. Tengo esta decisión, tengo esta. No sé. No me doy cuenta. No entiendo. Necesito que me guíes, porque yo no puedo entender. Y espera. Dios se va a encargar de hablarte. Dios se va a encargar. Tan solo enfócate en percibir aquello que Dios te quiere decir. Amén. Y, hermanos, en este tiempo, en esta generación, aún en medio de tantas voces, la voz de Dios sigue firme y quiere hablar a sus hijos, quiere hablar a su iglesia, a todos nosotros, porque Él tiene un mensaje para su pueblo. Lo tenemos que percibir. Gracias. Gracias por su palabra. Amén. Dios habla hoy. Dios habla hoy. Vamos a otro texto bíblico. Oíd lo que el Espíritu dice a la iglesia. Apocalipsis, capítulo 2, versículo 7, dice, El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. Amén. Sí, Señor. El que venciere. Por eso es tan importante, es muy importante oír voz de Dios. Es muy importante. Cuando el Señor le da el mensaje a las siete iglesias en Apocalipsis, la frase es, el que quiera oír, que oiga. El que tiene oído para oír, que oiga. Entonces, hay una oración muy importante que podemos hacer. Señor, dame oídos para oír tu voz. Si hay algo que entiendo cuando leo estos pasajes bíblicos, es que hay un oído para oír voz de Dios, un oído espiritual, y ese oído se tiene que afinar. Tenés que afinar el oído para oír la voz de Dios. Que tu oído no esté enfocado o escuchando tantas voces en este mundo, sino, oí voz de Dios. Aprende a quitar aquellos mensajes que quizás no edifican. Muchas veces oímos más a las personas que a aquello que Dios nos quiere decir. Y quizás es tiempo decir, es más importante oír voz de Dios. ¿Por qué? Porque, gloria a Dios, gloria a Dios. Sí, Señor. Oír su voz. Estamos tan atentos a escuchar lo que las personas dicen, que nos desenfocamos y quedamos muy lejos de percibir la voz del Señor. Y si hay algo que necesitamos en este tiempo, es que Dios nos hable. Por eso, tomate un tiempo para que el Señor te pueda hablar, para que puedas percibir su voz. Busca momentos en tu intimidad y momentos que, inclusive, ni siquiera orás. No decís ni una palabra, solamente reflexionás porque Dios te quiere hablar. Dios necesita tu silencio para hablarte, pero también necesita el silencio de todo aquello que te rodea para que puedas percibir su voz. Si hay algo que es notable en esta generación, como recién decía, que hay tantas frecuencias, tantas voces, tantos ruidos, que Dios empieza a hablar y uno está ocupado o enfocado y no percibimos su palabra. Por eso, es tiempo de que la iglesia se enfoque y busque palabra de Dios. Así como le habló a la iglesia de Apocalipsis y había un mensaje para cada iglesia, Dios nos habla en esta generación y hay un mensaje para cada miembro del Cuerpo de Cristo. Para cada uno de nosotros hay palabra. Dios no ha cerrado el tiempo en que habla a la iglesia, sino todo lo contrario. Dice la palabra de Isaías que busquemos a Dios mientras esté cerca. Y la buena noticia que en este tiempo de la gracia es que Dios está cerca. Que Dios puede ser hallado. ¿Amén? Cerca. Él te escucha. Él nos escucha. Y cuando oye nuestra voz también nos va a dar una palabra. Hay una palabra para tu vida. Si estás desorientado, desorientada y parece como que no tenés la guía y promesa de Dios que Él nos va a llevar a lugares de delicados pastos y allí vamos a encontrar descanso. ¿Amén? Descanso. Aún en el momento de la tormenta Dios tiene la capacidad de guiarte y llevarte a lugares en donde vas a encontrar reposo. ¿Y cómo te va a guiar? Hablándote. Hablándote. Tenés que estar atento para oír su voz. Otra palabra. ¿Cómo desarrollar oídos espirituales? Tengo que afinar mi oído para escuchar, para oír su voz. Para oír su voz. No sólo escuchen la palabra de Dios, sino tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¿Cómo voy a afinar mi oído para oír voz de Dios? Bueno, teniendo la intención, la actitud que aquello que voy a oír de parte de Dios lo voy a poner en práctica. Lo voy a poner en práctica. ¿Por qué? Porque Dios me va a hablar y yo tengo que estar dispuesto a no solamente ser un oidor, sino un hacedor de su palabra. La disposición en mi corazón de Señor, yo quiero hacer tu voluntad. Yo quiero hacer. Hablame porque yo quiero hacer lo que me digas. Pero si estás en alguna posición cerrada, si estás en una actitud de rebeldía o decir lo que me digas no lo voy a cambiar, bueno, quizás nos perdemos la oportunidad de oír voz del Señor. Pero si estás en una posición abierta, en una actitud de aquello que me pidas, porque yo quiero ser no solamente oidor de tu palabra, oidor de tu voz, yo quiero ser un hacedor, Dios bendice a los hacedores. Dios derrama la visión a aquellos que están dispuestos a reflexionar delante de su palabra. Por eso en donde Dios nos habla, si reflexionamos y hacemos lo que Él nos dice, eso va a traer bendición sobre nuestras vidas. Amén. Así ponemos en práctica y nuestro oído comienza a afinarse. Nuestro oído comienza a afinarse a la voz del Señor. Amén. Por eso vamos a hacer una oración en un momento Por eso vamos a hacer una oración en un momento y le vamos a decir, si tengo los oídos tapados, los oídos espirituales, Señor, sacame este tapón, sacame esta sordera, sacame esta sordera. A veces la sordera no es porque está tapado el oído espiritual, a veces la sordera es porque hay demasiado ruido alrededor de tu vida, demasiadas frecuencias, demasiadas voces que te están hablando y entonces la voz de Dios queda como una más. Sí, es muy común en esta generación encontrar personas que están agobiadas por la cantidad de voces que escuchan. Pero es necesario decir, Señor, sacame, sacame todas esas voces que me están atormentando porque quiero oír tu voz, quiero oír tu voz. Vamos a otra palabra. ¿Cómo desarrollar los oídos espirituales? ¿Cómo lo vamos a hacer? Primero, estar en sintonía con el Espíritu Santo. Es muy importante entender que el Espíritu Santo está en nuestras vidas, que caminamos con Él, que no estamos solos, que no vivimos, no estamos desamparados, sino la promesa es que el Espíritu iba a estar con nosotros todos los días hasta el fin. Todos los días hasta el fin. Dale lugar a que el Espíritu Santo sea tu guía. Dale lugar a que el Espíritu Santo te hable. Tenés que estar en sintonía con Él. Andá dejando en el camino aquellas cosas que, esos temas que tenemos en el carácter, en donde somos, quizás nos movemos con nuestras fuerzas, somos tan autosuficientes que al Señor solamente acudimos cuando las cosas se complican y no permitimos que Él actúe en nuestro andar. Tenemos que estar en sintonía con Él. Tenemos que andar en sintonía con Él. Es tiempo de oír Su voz y caminar con la guía del Espíritu de Dios. Por eso es tiempo de ceder al Espíritu Santo, de ceder, que Él nos guíe, que Él nos ayude. Abandonemos esa postura de rebeldía en donde nosotros hacemos lo que queremos y no lo que Dios quiere. Es tiempo de que el Señor nos guíe. No encerramos en posiciones, en estructuras, en decir, no pienso cambiar, no quiero cambiar, sino decir, Señor, yo estoy dispuesto a ser Tu voluntad. Él mira esa actitud y Él va a hablar a nuestras vidas. Ahí es donde comenzamos a oír Su voz. Otro punto, segundo, estar alineado a Su voluntad. Estar alineado. Dios tiene una voluntad para nuestras vidas. Dios quiere llevar a cabo esa voluntad para todos nosotros. Al menos la intención. Quizás no sabemos todo lo que Dios quiere de mí. No lo entendemos, pero al menos la actitud de decir, yo quiero hacer Tu voluntad. Yo quiero hacer Tu voluntad. Que cada uno de nuestros proyectos, de nuestros sueños, Aún nuestras oraciones, cuando le pedimos a Él por algo, estar, Señor, atento, decir, pero que no se haga mi voluntad, sino yo quiero hacer Tu voluntad. Aún nuestros sueños y proyectos tienen que estar en alineación con Dios, con lo que Dios quiere hacer. Por eso, queridos hermanos, es muy importante la decisión de decir, aún estoy dispuesto a ceder algunos de mis deseos y mis sueños con tal de hacer Tu voluntad. Yo quiero hacer Tu voluntad. No hay amén. No hay amén, pero es lo mejor que te puede pasar. Lo mejor. A veces creemos que Dios nos va a pedir o decir algo que no me va a servir o va a ser desagradable para nuestras vidas. Pero Dios nos enseña que lo mejor que le puede suceder a una persona en este mundo es hacer la voluntad de Dios. Eso te va a traer plenitud, te va a traer felicidad, te va a traer respaldo. Cuando estamos en el centro de Su voluntad, caminando y haciendo lo que Él quiere, tenemos y contamos con el respaldo divino. Dios no va atrás, va delante nuestro, abriendo puertas. La decisión de estar alineados en la voluntad del Señor. Tercero, estar en comunión con el Espíritu Santo, estar en comunión con Dios, tener plena comunión, abandonar esa postura religiosa de creer que Dios está muy lejos y sólo oye a algunas personas y entender que Él necesita y quiere tener una relación con cada uno de nosotros. Él quiere tener una relación de comunión en nuestras vidas. Comunión. Él quiere comunicarse con vos. Sos su hijo, sos su hija, y Él quiere comunicarse. Así como te oye, también quiere que oigas su voz. Entonces esa es una relación de comunión. Por eso es el tiempo que cada hombre y mujer del cuerpo de Cristo tenga un tiempo de intimidad con Dios. Un tiempo de comunión con Él. Un tiempo en donde en un lugar privado pueda hablar con el Padre Celestial y decir, Señor, te amo. Señor, te bendigo. Señor, gracias por todas las bendiciones. Acá está tu hijo, acá está tu hija, para que me hables. Para que me digas lo que me tengas que decir. Un tiempo de comunión. También hablar de todo aquello que le tengas que decir. Porque en nuestra vida cristiana no hacen falta intermediarios. No tenés que tener la dependencia de un líder, de un pastor que siempre ore por tu vida para que tengas y Dios te escuche. Si no, Dios nos dice que cada uno de nosotros tenemos acceso a su presencia y podemos hablar con Dios y Él nos oye y podemos recibir voz del Señor, podemos oír voz de Dios. Es tiempo de fortalecer nuestra relación con nuestro Padre Celestial. Hablá con Dios. Hablá con Él. Comunicación. La idea que puso la religión en muchas personas es que Dios está muy lejano. Muy lejano. Que para poder hablar con Él hay que ser una persona muy especial. Pero el Señor nos dice que en la cruz del Calvario Él pagó el precio para que nosotros tengamos oportunidad y acceso a su presencia. A Dios le costó un precio muy alto para que todo su pueblo, todos sus hijos se puedan acercar a su presencia. Para que te puedas acercar delante de Dios y le puedas decir Señor, te amo. Padre amado, te amo. Necesito tu bendición, te necesito. Necesito tu voz. Necesito tu guía. Necesito tu palabra. Necesito tu bendición. Amén. Y es ahí donde recibimos la bendición de lo alto, en donde Dios nos habla. Dios nos habla. ¡Aleluya! Cuarto. Estar en oración permanente. Estar en comunión con Dios, en una relación personal. No quiere decir que tenés que estar encerrado en tu habitación orando todo el día que es bueno que te instales en un lugar privado y tengas comunión con el Señor, que tengas tu tiempo de devocional delante de Dios. Pero sí, en tu trabajo, en el lugar donde te muevas, estar en una relación personal con el Señor. Señor, gracias por todo lo que me das. Señor, gracias por todas las bendiciones. Gracias porque hoy vas a estar conmigo cuando salís a la mañana. Gracias por este tiempo. Señor, bendice mi vida. Guardame de todo mal, librame del mal. Un tiempo de relación permanente con Dios. Por eso la palabra de Dios nos dice, oremos sin cesar. No es que necesitas vivir en un monasterio para estar orando con Dios, sino simplemente en tu vida diaria, en cualquier situación de la vida cotidiana, ahí podemos relacionarnos con el Señor. Y es ahí donde Dios habla. Recuerdo la predicación del domingo pasado cuando hablábamos que, ¿dónde llamó Dios a la mayoría de sus siervos? En el lugar de trabajo. Arreglando las redes, cobrando impuestos, harando la tierra. En cada oficio, en cada lugar donde había alguien trabajando, vino Dios y los llamó. Vino Dios y les habló. Y esas personas pudieron oír la voz de Dios. Donde te muevas, donde estés haciendo lo que tengas que hacer, el Señor se va a acercar a tu vida, va a ir al encuentro y Él te va a hablar. Él te va a hablar. ¡Qué bendición! Una relación íntima, una relación personal. Por eso, inclusive en el ambiente donde nos estamos moviendo, nos podemos cerrar y estar pensando que ese ambiente, como no parece apto para estar bendecido, ya nuestro corazón está cerrado a oír Su voz. Si estás trabajando en algún lugar que parece un ambiente hostil o no es el ambiente que pensás que es correcto para que Dios se mueva en ese lugar, quiero decirte que Dios tiene poder. Para Él no hay nada imposible. Por lo tanto, no te cierres en esa postura, yo me tengo que ir de acá. Yo tengo que salir de este lugar porque es imposible que me hables. No es verdad. Dios le habló a un amateo en el medio de allí cuando él estaba cobrando impuestos y aún era algo que no era muy agradable para nadie. Pero ahí Dios le habló. Ahí Dios habla. Esa idea en que para que Dios nos hable solo tenemos que estar en la iglesia, no es la correcta. Podemos verla en su presencia y podemos estar en su presencia en diferentes lugares. Ahí es donde Dios nos va a hablar. Solamente tenemos que cambiar nuestra actitud. Estar dispuesto a recibir voz de Dios donde sea, donde te muevas, lo que estés haciendo. Ahí la bendición de Dios está. ¡Gloria a Dios! Pero si estás maldiciendo, si estás renegando de lo que estás haciendo, si estás en esa actitud cerrada pensando que Dios no te puede dar una palabra, bueno, eso es lo que debemos cambiar. Abiertos a que Él nos dé su palabra. Abiertos. Aún en plena actividad, aún en pleno trabajo, el Señor tiene poder para hablarnos. Y lo quiere hacer. Y lo va a hacer. Lo va a hacer. Hay una palabra para tu vida. Hay una palabra. Sí, Señor. Y por último, tener una vida consagrada a Él. Tener una vida consagrada. ¿Qué quiere decir estar consagrado al Señor? Estar apartado para Él. Apartarnos. Decir, yo no soy parte de este mundo, no soy uno más. Yo soy alguien apartado que quiere hacer tu voluntad. Dios levanta gente consagrada para Él. Dios le habla a la gente que se consagra. Señor, yo me aparto porque entiendo que tengo un propósito de parte tuya aquí en la tierra. No soy alguien más. Decirle al que está al lado tuyo, no sos alguien más. No sos alguien normal. Sos una persona consagrada. Algunos te va a costar convencerlo porque deben pensar, ¿yo consagrado? ¿Sabes cómo vivo? ¿Sabes las cosas que hago? Dios lo sabe y conoce todas nuestras miserias. Sabe de todo lo que hay en nuestra vida y en nuestro ser. Sabe que nos falta muchísimo, pero así y todo, y lo ves en la Biblia, la Biblia da testimonio de esto, Dios ha llamado a personas que tenían defectos, que tenían miserias, personas que en su vida había muchas cosas sin resolver, que todavía no estaban solucionadas, pero esas personas en algún momento tomaron la decisión de consagrarse para el Señor. Amén. De consagrarse, apartarse. Gloria a Dios. Él sabe lo que te falta. Él sabe lo que no pudiste lograr en la vida. Él lo conoce, lo entiende, y nos promete que si ha comenzado la obra, la va a perfeccionar. Qué hermoso pasaje bíblico. Seguramente me escuchaste hablar de él muchas veces porque es clave. Si él comenzó la obra, la va a perfeccionar. Él hace la obra. Él hace la obra. Consagrate para Dios. Consagrate, Señor. Yo quiero vivir en este mundo apartado para hacer tu voluntad. Yo quiero hacer tu voluntad. Me aparto para hacer tu voluntad. Entender que no soy alguien común. Soy un hijo de Dios. Soy una hija de Dios que tiene un propósito especial. Que con la decisión que he tomado de seguir a Cristo, ese propósito está vigente. Es permanente. Y Dios lo quiere llevar a cabo. Solamente tengo que entender y tengo que tomar la decisión de consagrarme. Hay cosas por resolver. Dios lo sabe. Y Él te va a ir, va a ir trabajando en tu vida. Va a transformar aquellas áreas de tu vida que tienen que cambiar. Dejá que Él lo haga también. Su Espíritu se va a encargar de hacerlo. Su Espíritu trabaja en nuestro ser. Nos transforma. Permití que Él lo haga. Pero no te sientas excluido de su obra. No creas que Dios te está sacando, apartando porque no sos apto para que Él use tu vida y crees que Él no te puede hablar. Esto no es verdad. Dios nos ha llamado. Dios ha comenzado la obra en nosotros y la va a perfeccionar. Somos pueblo de Dios. Somos nación santa. ¡Aleluya! No por nuestros méritos. No somos santos por méritos nuestros. Somos santos porque el Señor limpia nuestras vidas. El Señor hace la obra en nuestras vidas y su misericordia se renueva cada mañana. Si hay algo que nos da victoria es la cruz del Calvario. Amén. La cruz. Porque cuando leemos la Biblia pasa lo mismo que le sucedió al apóstol Pedro. Leía la ley, leía la palabra y decía, miserable de mí. ¿Quién me libra de este cuerpo de muerte? También encontraba aquellas cosas que todavía no fueron cambiadas. Encontraba todo aquello que estaba mal en él y entendía que era una persona miserable. Como seguramente cuando te acercás a su palabra muchas veces te sucede. Uy, mi vida es un desastre. ¿Cuánto que me falta? Y por ahí tenés esa idea y decís ¿me podés usar así? Vas a hablar en este estado miserable de mí, pobre de mí. Amén. Pero el Señor te dice nuestra victoria es la cruz del Calvario. Nuestra victoria es la cruz. ¡Aleluya! Sí, Señor. Gracias a Dios está la cruz que cuando vemos las miserias que tenemos nos acercamos a la cruz y decimos Señor, perdoname. Señor, acá está tu Hijo. Perdoname. Limpia mis pecados. Limpia mis miserias. En la cruz está nuestra victoria. En la cruz. Por eso, hermano y hermana, acercate a la cruz. Dale la oportunidad del Señor que hable a tu vida porque en esta generación, en este tiempo hay voz de Dios y Dios está interesado en que lo puedas oír. En que lo puedas oír. Por eso, no te ocupes en oír tantas voces. No te preocupes en estar atento a tantas voces que no es la voz de Dios. Permití que el Señor hable a tu corazón. Aún aprendé a discriminar aquello que son frecuencias que no te bendicen. Sacalas. Descartá. Sacalas de tu mente. Sacalas de tu corazón. Y si por alguna razón oís algo, aprendé a despojarte de eso rápido para que Dios pueda hablar con claridad y así oír su voz. Porque estoy seguro que en este tiempo, para tu vida, el Señor tiene muchos consejos para darte y eso va a transformar tus caminos y las decisiones que tomes si escuchas claramente su voz. ¿Cuántos necesitan voz de Dios? Bueno, vamos a declarar una palabra. Les invito a ponerse de pie. Aleluya. Aleluya. Sí, Señor. Como iglesia, como iglesia, declaramos que en este día se abren nuestros oídos espirituales para poder oír tu voz y caminar en tus propósitos. Amén. Vamos a declararlo nuevamente. Otra vez, todos juntos. Y hacedlo de corazón. Es promesa del Señor para tu vida. Declaramos que en este día se abren nuestros oídos espirituales para oír tu voz y caminar en tus propósitos. Amén. Gloria a Dios. Gloria a Dios. Sí, Señor. Sí, Señor. Gracias, Señor. Ahora vamos a poner nuestras manos en los oídos y vamos a decir, Señor, quita todo aquello que me perturba. Sacá de mis oídos todo aquello que me confunde. Si hay alguna frecuencia, si hay algún ruido, si hay alguna voz que estoy escuchando, que oigo y me hace tomar decisiones equivocadas y no percibir tu voz, le pido perdón. Señor, sacala de mi vida y estoy dispuesto en mi corazón a hacer tu voluntad. En el nombre de Jesús. Amén. Gloria a Dios. Sí, Señor. Voz de Cristo. Voz de su Espíritu. Vamos a adorar al Señor por un momento. Gloria a Dios.

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