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Meditación sobre el inmaculado corazón de María
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Meditación sobre el inmaculado corazón de María
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Meditación sobre el inmaculado corazón de María
El Serenaculado Corazón de María, en el Evangelio, se nos presenta este episodio de el niño Jesús perdido y hallado en el templo. Vamos a ponernos en la parte final, cuando José y María llegan, se encuentran al niño, entre los doctores, ahí, después de tres días, María, vamos a tratar de meternos en el corazón de María, como por un lado seguramente un gran alivio, haber encontrado a Jesús, yo no sé, creo, a veces se me hace más fácil pensar como varón, pues, en lo que habrá pensado San José, siempre digo, si debe ser bastante angustia, porque es, o sea, eres el padre adoptivo de Jesús, y lo perdiste, y se siente muy feo eso, no sólo por Jesús, sino por haber fallado en una misión tan, no sé si tan sencilla, pero al menos, creo que para, la peor pesadilla de los varones es, pues, fallar en una cosa así, es como, ajá, ¿no?, y además perdía el Mesías, ¿no?, o sea, pero María también debe haber sufrido bastante, digo, no puedo más que con la imaginación, tú seguramente, quizá, lo puedes entender mejor, lo que habrá pasado por el corazón de María, pero creo que es algo más complejo de lo que habrá pasado San José. Estoy casi seguro, no lo sé, pero, mil cosas, ¿no?, y al recobrar a Jesús, pues, está la alegría, la tristeza, el desabogo, seguramente habrá habido un montón de lágrimas, no me extrañaría, y si de por sí, María está, ¿qué es esto, no?, lo pierdo, lo encontramos, está aquí con los doctores, ¿qué está haciendo aquí?, o sea, tú lo encontramos perdido, llorando, buscando ayuda, no, lo encontramos platicando con los doctores, ¿no?, y entonces, sin duda, tanto José como María quedaron desconcertados, y todavía peor, si de por sí ya era poco, Jesús les dice, ¿por qué me buscaban?, es que es bastante irónica la escena, ¿no?, ¿por qué te buscábamos, hijo?, pues, porque eres nuestro hijo, ¿sabes?, o sea, el papá, los hijos suelen estar juntos, no sé, o sea, se me ocurren mil cosas que le podrían haber dicho, es una respuesta que descoloca, ¿por qué nos buscaban?, ¿qué no saben que yo estaba en las cosas de mi padre?, o sea, Jesús, tienes no sé cuántos años, 12, creo, ¿por qué te buscábamos? O también uno podría decir, oye, Jesús, gracias, podrías haber dicho, hombre, qué alegría verlos, hace tres días que no los veo, ¿no?, y sales con esto, no sé, lo digo porque esto seguramente te ha pasado, poder decirle a Jesús, ¿por qué?, ¿por qué permites esto?, ¿por qué?, ya sabemos que no nos vas a mandar cosas así, ni nada, pero, ¿por qué permites esto?, como cuando los discípulos están en la barca, y hay una tempestad y Jesús está dormido, y despierta, y también quizá los discípulos se han de haber dicho, bueno, este, ¿qué le pasa?, hombres de poca fe, hombre, si hombres de poca fe nos estamos hundiendo, nos vamos a morir, quizá todavía se entiende más ahí, pero aquí, Jesús, o sea, realmente, no sé, es curiosa tu actitud, y sabemos que no te equivocas, o sea, lo que estás haciendo es lo mejor, sin duda, siempre tenemos esa fe, que nos amas, pero, ¿por qué permites esto?, ¿por qué permites que tu madre sufra, tres días, la angustia, y San José, a quienes amabas, amas muchísimo?, ¿por qué no les mandaste alguna señal?, o sea, un pajarito que fuera ahí, no sé, algo, y luego además llegan y les haces esa contestación que es, hombre, no digo que es fea, pero quizá cuesta entenderlo, y a veces sí, a veces nos lo merecemos, a veces, como también decía San José María, nuestro padre en el Rosario, ¿no?, Santo Rosario, que no te vuelva a perder por el pecado, muy bien, cuando yo te pierdo por el pecado, pues ok, es culpa mía, ya está, me lo merezco, me merezco cosas peores, y tú siempre mitigas los efectos de mis malas decisiones, porque así es tu providencia, pero María y José no han hecho nada malo, uno puede decir, bueno, pues es una condición normal de la vida, María iba seguramente en otra caravana, y dijo, seguramente está con su papá, San José, diría, seguramente está con su mamá, también porque Jesús no era un niño, digamos, imprudente probablemente, un adolescente, que fuera a esa edad, aunque era para confiar en él, como efectivamente también quizá le falta un poquito de confianza a María y a José, no lo sé, pero siempre es difícil de entender. Y estos episodios hay muchos, ¿no?, pero aquí María en el Evangelio nos dice esto que ya conoces y quizá ya sabes por dónde va, ellos no comprendieron lo que les dijo, pero su madre conservaba todo esto en su corazón, conservaba, que en otra traducción o no, pues si era en el otro versículo, es atesoraba, pero bueno, tiene este sentido en el idioma original, conserva en su corazón, bien sabes que el corazón, lo hemos dicho muchas veces, no es el corazón del sentimiento, es el corazón de la identidad de la persona, del más profundo, de tu ser, de tu espíritu, y también lo hemos dicho muchas veces, pero lo repetimos, eso que dice el catecismo de que la oración ocurre en el corazón, la auténtica, el lugar de la alianza, el lugar en el que no hay más que sí o no, decirle a Dios, donde ya no está el pecado, donde ya, digo, el pecado nos impide llegar al corazón, pero cuando llegas ahí, bueno, hay otras cosas, pero en el corazón estás tú delante de Dios, y que necesitamos a Dios para llegar ahí. Entonces, por eso es muy importante que diga esto, y por eso este inmaculado, dulcísimo, amabilísimo corazón de María, ayer en el sagrado corazón de Jesús, seguramente le habrás dicho al Señor, lo que le decía nuestro Padre, y si no, pues si quieres decírselo, dilata Corméum, agranda mi corazón, dame un corazón a medida del tuyo, y necesitamos el inmenso amor que nos tiene Jesús, y ahora el inmenso amor que nos tiene María, pero María lo hace con el corazón, en la oración, como estamos haciendo ahora, ahora tú y yo queremos tener ese encuentro con Jesús en el corazón. Y María guardaba estas cosas en el corazón, las meditaba, las ponderaba, las atesoraba, porque ahí estaba el contenido de su oración. María no hace oración ahí con un Salmo, no porque esté mal, digo, son buenísimos orar con los Salmos y todo, pero aquí María no se acuerda del Salmo veintitanto, no, ni busca un tratado de teología que no existía nuevamente. María hace oración con su vida ordinaria, nos enseña a guardar a Jesús en el corazón, a guardar lo cotidiano, a guardar lo que no entendemos, o lo que sí, seguramente María no atesoraba en su corazón solamente episodios como éste. Lo digo porque es una actitud que nos puede servir muchísimo. ¿Qué hacemos tú y yo cuando hay cosas que no entendemos, cuando hay cosas que nos cuestan, cuando no vemos una salida, cuando nos sentimos perdidos, perdidas? Seguramente vamos al corazón, pero a lo mejor no vamos de la mejor manera. Quizá nuestra primera reacción sea rebelarnos, quizá nuestra primera reacción sea compensar nuestras compensaciones, pues malas, quiero decir. Tantas veces lo he escuchado y yo mismo a veces lo he hecho, obviamente, que a alguien le pasa algo feo, distinto, malo, pues se arregla y se va y se compensa. Se compensa. No descanso, se compensa. O personas esas que, ah, sí, pues, nomás para que vea voy a hacer esto. Se pone en mal plan, como decimos. No sé, mil cosas, o sea, reacciones que son muy comprensibles, pero que no resuelven nada, ¿no? El resentimiento, el odio, la murmuración, y no todavía decir, no, es que necesito desahogarme, nada, nada. Una cosa es desahogarse, otra cosa es que vayas ahí a crucificar a alguien, ¿no? María lo que hace es al corazón, al corazón, porque en el corazón, yo creo firmemente en el Señor que en el corazón solo hay cosas buenas. Lo demás se queda por ahí. ¿Qué me quieres decir con esto? Seguramente María tuvo que haber hecho ese ejercicio porque, de verdad, la respuesta que le da Jesús y lo que ha pasado no son muy entendibles, digamos, con lógica, ¿no? Ah, pues sí, era bien, claro, necesitaba a Jesús perderse porque así María y José iban a… No, no es útil ese episodio. No podemos decir, ¡ah, qué bueno que les pasó esto! Pero las cosas que pasan, sean, tampoco son culpa de alguien necesariamente, o sea, si San José tuvo la culpa porque, no, el niño Jesús tuvo la culpa porque no hizo nada malo, ah, si San José tuvo la culpa porque, no, el niño Jesús tuvo la culpa porque no hizo, no, pasó esto. ¿Qué me quiere decir Dios con esto? ¿Por qué lo permite? No siempre lo entenderemos, pero por eso es importante dejarlo en el corazón. Porque al corazón también solo se pueden meter cosas buenas. Las otras yo creo que no llegan, insisto, hacen daño, fastidian, pero… ¿Cuántas veces tendremos que tener esa actitud de Pedro? Creo que ahora no lo entiendes, ya lo entenderás después. ¿Y cuántas veces se ha pasado que sí? Que después pasa el tiempo y dices, ¡ah, ok! Ya entiendo más por dónde va la cosa, sí. Porque digo, ¿qué es lo más normal del mundo? Una persona que hace oración, que los que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Y también quizá lo más importante sería meter a Jesús en el corazón. Yo creo que si alguien inmaculó el corazón de María, ¿cuál sería el tesoro más grande de María? Pues obviamente es Jesús. Yo creo que no hay que hacer grandes disquisiciones para llegar a esta conclusión. María atesoraba quizá, más allá de perderlo, de haber sufrido, de una respuesta que no entiende. Quizá María sobre todo conservaba o atesoraba en su corazón, no solo lo que lo entendía, sino sobre todo a Jesús. Y esto también es una gran lección para nosotros, bueno, creo, no es para mí. Que muchas veces vamos por ahí inconformes, infelices, bueno, inconformes no, pero infelices, por las cosas que no funcionan, por las cosas que no tenemos, por las cosas que, incluso por mis mismas dificultades, mis mismos defectos, las dificultades de los demás, del trabajo, de la casa, de la labor. Y a lo mejor se me olvida atesorar lo más importante. Obviamente que no pasó así, ni pasaría, pero si María al encontrar a Jesús se hubiera puesto de malas, porque qué le pasa, cómo se le ocurre a San José eso, hubiera perdido en el fondo lo más importante, un contraste a Jesús. María por supuesto que se dio cuenta de que eso era lo importante. Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios. Omnia in bonum, pero no es unas palabras como la mamá de la negra, para nada. Omnia in bonum, qué es eso, pues que algo salió mal. No es una fórmula para decir nada más, para consolarnos. Es que lo más importante, o sea, la única cosa que podríamos verdaderamente lamentar es perder a Jesús. Por el pecado, ese es el único mal real, absoluto, bueno, no real todos, pero absoluto, vamos a decir así. Porque todas las cosas que nos pasan malas, que sí, pues ellos son malas, pues sí, una enfermedad, una dificultad que no esperábamos, a veces pasa así, uno está todo tranquilo y de repente le cae una bomba desde la familia, desde el trabajo, no me lo esperaba, a veces esa cruz que pregunta por nosotros. Hay personas que cuando está todo bien se empiezan a preocupar, que es, está todo bien esto, está raro, algo va a pasar, ¿no? Yo soy de eso, pero bueno. A ver, lo importante es, lo único malo es perder a Jesús y sólo lo perdemos por el pecado, y tenemos el arrepentimiento, que de algún modo es volver a encontrarlo, es volver a encontrarlo. Malo el día que pierdes a Jesús y no te arrepientas, ahí sí, ahí sí tenemos motivos para realmente lamentarnos. No digo que lleguemos a la iglesia, no digo que lleguemos a la iglesia, no digo que lleguemos al extremo de Job, maldría no haber nacido y tal, no, yo sé que hay mil situaciones subjetivas que puede ser que nos sintamos muy mal, o sea, no se trata de decir, no, nunca te sientas mal, no te sientas triste, porque Jesús está, entonces todo va a salir bonito, todo, no, nuestra vida es, a veces sí es, puede haber situaciones, temporadas difíciles. Pero en el fondo, en el fondo, ¿qué es lo que atesoro ahí? Por eso también amontonan tesoros en el cielo, donde ni la pulilla ni la rumba corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. Si yo pongo en mi corazón una cosa de aquí, buena y noble, no estoy hablando de cosas malas, el problema es eso, que si yo pongo mi corazón, mi felicidad, mi tranquilidad, mi paz, en una cosa de aquí, en cualquier momento la puedo perder. Porque mi corazón, mi felicidad, mi tranquilidad, mi paz, porque en cualquier momento me la pueden robar, en cualquier momento se puede, la pulilla se la puede comer, y no solo cosas materiales, pero ya se entiende, digo, las cosas materiales nos ayudan quizá a verlo más gráficamente. Es que ya logré el éxito profesional más grande que pueda haber existido, soy plenamente feliz, eso se puede caer al día siguiente, soy plenamente feliz, eso se puede caer al día siguiente. Una demanda, un no sé qué, te cae una auditoría del IMSS, no sé, cosas, o sea, mil cosas, la 4, la 5T, no sé, pero bueno, cualquier cosa en este mundo, la fama, digo, ni siquiera cosas materiales, las cosas intangibles, pero de aquí, en cualquier momento pueden desaparecer. Y seguramente has visto como en un día, una cosa que va todo genial, de repente en un día puedes componerse de una manera espectacular. Claro, es que mi tesoro no está ahí, donde está tu tesoro está tu corazón, ¿dónde está mi tesoro? María tenía su tesoro en Jesús, y por eso sabe ir sorteando todas estas dificultades, porque ya sabes, la vida de María no fue fácil, por Jesús, podríamos decir, por Jesús María se tuvo que ir corriendo a Egipto, por Jesús María tuvo que haber sufrido pues esa barbaridad de Herodes, por Jesús María sufre haberlo perdido, por Jesús María lleva una vida, pues, complicada, por Jesús María sufrió lo insufrible en la cruz, por eso ese corazón de María, la dolorosa, ayer me regalaron un pin de la dolorosa, que es ese corazón que tiene 6 espadas, ganó una, 6, pues porque, bueno, creo que son 7, ya me acuerdo bien, bueno, ya no me acuerdo muy bien, pero hay una tradición, la devoción es esta, son 7, los 7 dolores de María, esas 7 espadas que se clavan en su corazón, creo que es algo así, tampoco soy muy bueno con estas devociones, perdón, pero se entiende, bueno, se entiende que María, eso que le dijo Simeón, pues sí, sí fue así. ¿Y María qué va a decir? Vaya vida que tengo por este hijo mío, no, exacto, la mujer más feliz del universo, más que tú solo Dios. Hay un comercial que seguramente has visto, no reconozco si es de Ikea o de estos comerciales bonitos que sacan de repente, que le preguntan, primero a un grupo de papás, si pudiera cenar con alguien, vivo o muerto, ¿con quién sería? Empiezan a decirle de todo, no, Smozart, no sé quién, Aristóteles, Lapsi, no, pero luego a esos mismos papás les preguntan a sus hijos, si tú pudieras cenar con alguien, vivo o muerto, ¿quién sería? Y por supuesto que nadie dice Superman, nada, muchos de ellos dicen que no, y por supuesto que nadie dice Superman, nada, muchos de ellos dicen, pues mis papás, entonces estaban los papás ahí, se ponen a llorar, porque no cenan con sus hijos y se dan cuenta de la estupidez que acaban de decir, porque sus hijos sí se dan cuenta que es lo más importante. Es bonito. Y quizá nosotros también tendríamos que ser más niños, y pedirle a María que nos dé un corazón así, que valore lo más importante, Jesús. Y tú y yo que tenemos la ventaja, el privilegio de poder tener al Señor en nuestra casa, que a veces creo que es una cosa, no sé si también nos pedirán cuentas de eso, pero, la presencia tuya, ¿cómo la valoramos? Ahora en la universidad, bueno en mi casa a alguien se le ocurrió que tuviéramos las bendiciones del Corpus en el oratorio de la universidad, cosa que creo que es una gran idea, porque era condicionado, porque está más agradable, más cómodo, y pues los días que se pudo así lo hicimos. Pero claro, obviamente, llegaba gente y no sabía si podía meterse o no, entonces ya mandamos un aviso diciendo, oiga, pues va a haber bendiciones a tal hora, los que quieran venir son bienvenidos. Y bueno, pues había gente que estaba ahí, y feliz de la vida, diciendo, ¡ay, qué maravilla que podemos tener estas bendiciones! Y a veces quizá nosotros digo, ¡ah, las bendiciones del Corpus, otra vez! Quizá porque estamos acostumbrados, Señor, perdónanos. El calor y cosas. Pero también ayudan al Señor a de verdad purificar nuestro corazón, de que nos demos cuenta de que nuestro más grande tesoro eres Tú. Y María nos puede ayudar a esto, a hacer una norma, a entrar y salir, cuantas veces a lo mejor ya nos da flojera venir a despedirnos de Ti o saludarte, porque tristemente, como todo, nos acostumbramos, Señor. Y que a veces en las dificultades, cuando tenemos esa posibilidad de unirnos a Ti en la cruz, cuantas veces también ahí nos rebelamos. No porque queramos la dificultad, la enfermedad, el dolor, porque... sino porque no nos damos cuenta de lo importante como María aquí. Esto hizo sufrir mucho a María, estoy seguro, ese episodio del niño perdido. Pero María seguramente sale feliz, porque se da cuenta, quizá, no sé, madre, obviamente me estoy aquí aventurando, porque estuve como inmaculada, no pecaste nunca, pero... pero seguramente sale feliz y contenta de haber encontrado a Jesús. Quizá te ayudó a valorar su presencia, no lo sé, pero al menos a mí me debería ayudar. Más allá de lo que me pasa, que sí, que no, que tal, que esto, que uno y otro, oye, tienes a Jesús, sí, ya está, o sea, ¿qué más quieres? Por supuesto que estamos en el mal mundo y tenemos que hacer muchas ocasiones y muchas otras cosas, que al mismo Jesús nos pide, obviamente. Pero ante el fracaso aparente, ¿no?, entre comillas, está Jesús, ¿qué más quiere? Donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón, pues, vamos a pedirle este día, esta fiesta, a nuestra madre que nos ayude a tesorar las cosas importantes. Porque el corazón necesita llenarse de algo, se puede llenar de basura, se puede llenar de cosas maravillosas. Pues, Madre Nuestra, ayúdenos a tesorar lo más importante que es esa presencia de Jesús en mi vida, ya sea en la Eucaristía, ya sea en la Trinidad, quien habita en nuestra alma. Y ayúdanos, Madre Nuestra, a purificar nuestro corazón. Un corazón grande que también es para ti y para mí, un corazón en el que estamos tú y yo, sin duda, porque María es Madre de Dios y Madre Nuestra. Será bonito luego pensar cómo atesora María, cómo te atesora a ti y a mí. Debe ser maravilloso. Pero sobre todo que nos ayude a tesorar a Jesús. La vocación de María configura sus afectos. Y los nuestros también. Un amor que se identifique con el otro, que goza con el otro y que sufre con el otro. Madre Nuestra, ayúdenos a que sepamos hacer nuestro corazón a la medida del Tuyo, a la medida de Jesucristo, para que podamos tener esa identificación que no es otra cosa que nuestra santificación.