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Julio Flores Roa was a poet from Colombia. He came from a family of intellectuals and was friends with other renowned poets of his time. Despite not pursuing a formal education due to the country's civil war, Flores was well-respected in literary circles. He wrote poems about various themes, including spirituality, love for his country, and the beauty of nature. His works showcased his poetic talent and deep emotions. This episode concludes with an invitation to the next chapter. Muy buenas tardes, amigos y seguidores de Poetas del Pueblo. Siguiendo con la saga de los poetas hispanoamericanos, traemos hoy a Julio Flores Roa. Les hago, les leo, una breve reseña de la Wikipedia sobre este poeta. Sus padres fueron el médico y pedagogo liberal Policarpo MarÃa Flores, presidente del Estado Soberano de Boyacá, y Doña Dolores Roa de Flores. Su padre era, ha sido lector de VÃctor Hugo, legado que les dejó también a sus otros hijos, pues el médico Manuel de Jesús, el abogado Leónidas y el ingeniero Alejandro A., también escribieron poesÃa. Julio Flores cruzó sus primeros años escolares en Chiquinquirá. En 1881 la familia se trasladó a Bogotá, donde Julio inició sus estudios de literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, pero tuvo que suspenderlo por la difÃcil situación del paÃs que entraba en una guerra civil. Alejandro A. fue a la Escuela Superior de IngenierÃa Civil y Militar, donde cinco años más tarde se graduó como ingeniero. Dada la condición bohemia de su carácter, nunca retomó la senda académica y no conoció ninguna lengua extranjera, a pesar de que el francés era imprescindible dentro de los cÃrculos cultos de la época. Flores frecuentó los cÃrculos intelectuales de la ciudad y fue amigo de dos grandes poetas de la época, Candelario Obeso y José Asunción Silva. Candelario era repudiado por la aristocracia bogotana por ser de raza negra y por rechazar los reglamentos impuestos por la Iglesia Católica y la sociedad de la época. El primer poema lo titula MÃstica. Cuando bajo la comba de la nave, el vasto templo, rezas con fervor y tu oración se eleva como un ave del órgano al gemido vibrador. Desde un rincón oscuro te contemplo, fijos los ojos en el viejo altar, en tanto que en ámbitos del templo el órgano parece sollozar. Mientras se va tu espÃritu del mundo, de la infinita claridad en pos, exclamo a solas con dolor profundo. ¡Ah, si me amara a mà como ama a Dios! La segunda la dedica a Colombia. Torpea el mar el casco del navÃo que me aleja de ti, patria adorada. Es medianoche, el cielo está sombrÃo, negra la inmensividad alborotada. Desde la yerta proa la mirada hundo en las grandes sombras del vacÃo. Mis húmedas pupilas no ven nada. ¡Qué ardiente el aire, el corazón qué frÃo! Y pienso, oh patria, en tu aflicción, y pienso en que ya no la he de ver, y un gemido profundo exhalo ante el negror inmenso. Un marino despierta, se incorpora, aguza en las tinieblas el oÃdo, y oigo que dice a media voz, ¿Quién llora? El siguiente es La Campiña. Sobre el césped del cortijo va la niña tierna, rubia, frágil, blanca. Bajo el brazo, la muñeca de cartón rosada y hueca, salta, corre, canta, grita, y sus fulgidos ojazos copian toda la pureza de la bóveda infinita. ¡Vedla! ¡Es ritmo y es don aire! Sus desnudos pies se agitan, y parece que también tuviesen alas como el aire. Dulcemente Laura toca el capullo de su boca, que es esencia y es frescura, y es panal, húmedo y tibio, de miel pura. Va contenta, retozona, va deprisa, y en sus labios aletea como un ave sobre el nido la sonrisa. Primavera en los jardines, bosques, vallas y barrancas, hechas rosas, rosas, rosas, rosas blancas. Una crencha rubia miente, un celaje sobre el campo de su frente, frente casta, perla enorme que en el oro de sus rizos, angélico se engasta, frente pura que humedece el sudor, y que parece bajo el soplo sano y frÃo de los céfiros camellia empapada de rocÃo. Va la niña, tal vez sueña con las hadas, y se cuenta ella misma el cuentecillo de la pobre cenicienta. Y sus gritos melodiosos en las ráfagas deslÃe, juguetona, parranchina, mientras salta, corre y rÃe, nace el alba, vibra el orto sus espaldas de reflejos, y el espacio se sonrosa y el gran vaho de perfumes acres llega de muy lejos. Primavera en los jardines, bosques, vallas y barrancas, hechas rosas, rosas, rosas, rosas blancas. Muchas gracias por vuestra atención y hasta el próximo capÃtulo.