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El mensajero de Juan Bautista

El mensajero de Juan Bautista

Piero Valentino Quintana Paz

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El mensajero de Juan Bautista. Acto 1. En aquellos tiempos cuando Jesús dedicaba la palabra de Dios, Juan Bautista había proclamado la eminente llegada del juicio de Dios, pero Herodes había puesto a Juan a la cárcel. Juan presentaba a Jesús como el Mesías esperado, pero Jesús no revolucionaba el mundo y Juan en la cárcel empezó a dudar. ¿Será Jesús el que ha de llegar? ¿Cómo podré saberlo? Señor, guíame en mis pensamientos. Acto 2. En un pueblo vecino vivía Francisco, un hombre rico que no tenía buenas relaciones sociales y en su hogar no lograba encontrar la felicidad, ya que siempre había peleas y discusiones. A causa de ello, en los últimos días se encontraba en malos pasos. Francisco tenía una esposa y dos hijos a los que tanto quería. Un día llegó a su casa de muy noche. Estaba ebrio y llevaba una botella de vino. Su esposa lo esperaba. Francisco, ¿otra vez llegas así? Ya no aguanto más. ¿Este es el futuro que esperas para tus hijos? Pensé que ibas a ser un buen padre. Francisco se quedó callado y se fue a dormir. Al día siguiente, Francisco se levantó y salió de casa temprano cuando aún era de noche. Tienes razón, mi esposa. No puedo seguir así. Tienes razón, mi esposa. No puedo seguir así. Tengo que cambiar por mis queridos hijos. Y por mi esposa. ¿Qué hago? ¿Qué hago? Ya sé. Iré a visitar a Juan Bautista. Un día lo escucharé y me pareció muy interesante lo que decía. Pacto 3. Francisco se dirigió donde estaba Juan. Oh, señor Juan. He escuchado que usted es un buen hombre. Y lo que usted le dice a la gente lo veo muy cierto. Buenos días, buen hombre. ¿Qué te trae por aquí? Quisiera que usted me ayude. ¿En qué le puedo ayudar? Le cuento. Cuando yo era pequeño vivía en una familia disfuncional no muy agradable. Estaba siempre solo. Así que decidí que iba a trabajar mucho para tener dinero y una familia feliz. Y me prometí que nunca iba a ser como ellos. Ahora, de adulto, últimamente me he dado cuenta que sin creer me estoy pareciendo a mis padres. Entiendo. También me di cuenta que mis actitudes están dañando a mi familia. Lo que tienes que hacer es cambiar de actitud. ¿Y qué hago para cambiar? Antes de decirte quién te puede ayudar a cambiar, quisiera que vayas donde Jesús y le preguntes. Si Él es el que ha de venir o debemos esperar a otro. Bien, así lo haré. Francisco se fue donde Jesús y le preguntó. Señor, San Bautista me ha mandado para decirte. ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? En ese momento Jesús sanaba a varias personas afligidas de enfermedades, de ataques, de espíritus malignos. Y devolvía la vida a algunos ciegos. Jesús después contestó a Francisco. Ve a contarle a Juan lo que has visto y oído. Los ciegos ven, los cojos hacen. Los letrosos son purificados, los sordos oyen. Se anuncia la buena nueva a los pobres. Y además, feliz el que me encuentra y no se confunde con mí. ¿Dónde estaba Juan? Señor Juan, Jesús me dijo que le cuente que los ciegos ven, los cojos andan. Los letrosos son purificados, los sordos oyen. Se anuncia la buena nueva a los pobres. Y además, feliz el que me encuentra y no se confunde conmigo. Él es el verdadero Mesías. Francisco, el que te puede ayudar es Jesús. Él te enseñará el camino a la felicidad. Gracias, buen hombre. Es hora de irme. Enhorabuena. Adiós. Acto 4 Mientras Francisco se despedía, Jesús le decía a la multitud refiriéndose a Juan. ¿Qué fueron a contemplar en el desierto? ¿Una caña movida por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Pero los que se ponen los trajes elegantes y llevan una vida de placeres están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿Un profeta? Eso sí, está claro que Juan es más que un profeta, pues se refiere Juan a esa profecía. Mira que manda un mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Yo les aseguro que entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño, el reino de Dios, es más que él. Toda la gente que lo oyó hasta los publicanos reconocieron el llamado a Dios y recibieron el bautismo de Juan. En cambio, los paiseos y los maestros de la ley despreciaron el designio de Dios al no hacerse bautizar por él. Francisco llegó otra vez donde estaba Jesús y se pudo escuchar. ¿Con quién puedo comparar esta clase de hombres? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que sentados en la plaza se quejan unos de otros. Les tocamos la flauta y ustedes no bailaron. Les entonamos canciones tristes y no lloraron. Lo mismo pasó con Juan Bautista, que no comía pan ni bebía vino. Y ustedes dijeron, está enemoneado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe. Y ustedes dicen, es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y de personas malas. Pero la sabiduría de Dios fue la que dispuso estas cosas y los suyos la reconocieron. CULTO V Después de escuchar por muchos días a Jesús, se animó a hablarle. Señor Jesús, nuestro Salvador, te he estado escuchando por muchos días y me ha ayudado demasiado. Me alegro bastante. Señor, cuando comencé a escucharlo, yo era una persona que andaba por malos caminos. Pero un día me di cuenta que debía cambiar por mi familia. Señor, tengo una esposa y dos hijos. Y es por ellos que he tenido que dejar los vicios y empecé a cambiar. Lo repito, no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Y tú hiciste bien en escucharme, aunque muchos no quieran oírme y aborrezcan mis palabras. Todo lo que hice es muy cierto. Quisiera traer a mi familia para que también lo escuchen. Me parece excelente. Todo aquel que quiera cambiar de verdad, tiene que ir en busca de la palabra de Dios. Acto 6 Francisco empezó a llevar a su familia a donde Jesús y en poco tiempo dejaron todo lo que tenían y lo regalaron a los más pobres. Francisco también regaló el dinero que durante muchos años había juntado a los más necesitados y decidieron seguir a Jesús. Francisco, gracias a Jesús, tenemos ahora una familia feliz. Doy gracias al de arriba por darme la oportunidad de conocer a Jesús, nuestro Salvador. Gracias a Él, tengo la familia feliz que tanto soñé. Encontré la felicidad que tanto buscaba. Y soy un buen padre. Todo aquel que quiera cambiar, debe escuchar la palabra de Dios. En ella encontrarán el camino a la felicidad. Y especialmente, en estos tiempos que estamos viviendo, se evidencia muchos niños que quedan huérfanos, muchos feminicidios, actos de crueldad. Es muy importante escuchar la palabra de Dios para tener un actor más coherente, solidario, empático y pacífico. Acto 7 Esta historia es una adaptación de la historia de Jesús. Esta historia es una adaptación del Evangelio de San Lucas, capítulo 7, del versículo 18 al 35.

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