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Olivo Verde is a community in Costa Rica focused on studying the Word of God systematically and respectfully. They produce content based on verse-by-verse analysis of the biblical text. The transcript discusses the persecution of the church in Jerusalem, the preaching of Philip in Samaria, and his encounter with an Ethiopian official who was reading from the book of Isaiah. The passage highlights the importance of preaching the Word of God and the power of the Holy Spirit. The speaker also reflects on the challenges faced by believers today and the need to obediently follow God's calling. La siguiente es una producción de la comunidad Olivo Verde, Costa Rica. Olivo Verde es una comunidad enfocada en el estudio sistemático y respetuoso de la Palabra de Dios. El contenido de su producción se basa en el trabajo verso a verso del texto bíblico. Somos Olivo Verde, Costa Rica. ¿Quién irá abriendo caminos, forjando mejores destinos, falta de amor para la humanidad? ¿Quién dirá, asumo este reto, me entrego completo y le humo a la causa de Dios que cambia el corazón? ¿Quién irá en sus hombres tantos esperados? ¿Quién irá en sus matrimonios acabados? Leo para ustedes Hechos capítulo 8, dice así la palabra. Y Saulo estaba allí aprobando la muerte de Esteban. Hay un subtítulo que es de la Biblia, dice la iglesia perseguida y dispersa. Continúa la Biblia diciendo, aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Versículo que sigue, dice, unos hombres fiadosos sepultaron a Esteban y hicieron un gran duelo por él. Versículo 3 del capítulo 8 del libro de Hechos. Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia. Entraba de casa en casa, agachaba hombres y mujeres y los encarcelaba. Subtítulo que tiene la Biblia ahí, Felipe en Samaria. Dice el versículo 4, los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les anunciaba al Cristo. Al oír a Felipe y ver las señales que realizaba, mucha gente se reunía y todos prestaban atención a su mensaje. Versículo número 7, dice, de muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando gritos. Y un gran número de paralíticos y fojos quedaban sanos. Y aquella ciudad se llenó de alegría. Hay una porción que no la voy a leer, que tiene que ver con Simón el Hechicero, dice la... del 9 al 24. El 25 dice, después de testificar y proclamar la palabra del Señor, Pedro y Juan se pusieron en camino de vuelta a Jerusalén y de paso predicaron las buenas noticias en muchas poblaciones de los samaritanos. Recordemos que la gente de Samaria no se llevaba con la gente de Jerusalén. Y el pasaje que nos interesa, la Biblia lo titula Felipe y el Etíope. Dice así el versículo 26. Un ángel del Señor dijo a Felipe, ponte en marcha hacia el sur por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza. Felipe emprendió el viaje y resulta que se encontró con un Etíope en Unoco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los Etíopes. Este había ido a Jerusalén para adorar. Y de regreso a su país, iba sentado en su carro leyendo el libro del profeta Isaías. Dice el versículo 29. El Espíritu dijo a Felipe, acércate y júntate a ese carro. Felipe obedientemente, dice la Biblia, Felipe se acercó deprisa al carro y al oír que el hombre leía el profeta Isaías preguntó, ¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? Versículo número 31. Le preguntó el Etíope, ¿y cómo voy a entenderlo? Contestó, si nadie me lo explica. Así que el Etíope invitó a Felipe a subir y sentarse con él. El pasaje de la escritura que estaba leyendo era el siguiente. El egipcio iba leyendo el pasaje de Isaías 53, muy conocido. Dice, comillas, como cordero fue llevado al matadero, como oveja que inmurece ante su trasquilador. Ni siquiera abrió su boca. Versículo 33, lo humillaron y no le hicieron justicia. ¿Quién describirá su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra. Este era el pasaje que iba leyendo el negrito. Versículo 34, le dice el Etíope a Felipe, Dígame usted, Señor, por favor, ¿de quién habla aquí el profeta? ¿De sí mismo o de algún otro? Preguntó el eunuco a Felipe. Entonces, Felipe, comenzando con este mismo pasaje de la escritura, le anunció las buenas noticias acerca de Jesús. Podemos extraer algunas cosas que el Señor nos quiere mostrar en este pasaje tan conocido, pero que siempre que regresamos a la Biblia nos muestra cosas nuevas. En primera instancia, hay una frase que pertenece al texto anterior. Dice que Saúl estaba allí aprobando la muerte de Esteban, de los siete que estaban nombrados para llevar a los apóstoles, y murió de una forma no muy bonita. Murió apedreado. Y murió apedreado por dar testimonio de Jesús, y murió apedreado por criticar a la religión del momento. Y dice que era Saulo el nombre. Recordemos que, posteriormente, el Señor, como hizo con muchos personajes, y como hizo con nosotros, también nos cambió el nombre. Saulo era un perseguidor de la iglesia. Interesantemente, era un tiempo muy difícil, un tiempo de muerte. Prueba está que Esteban acababa de fallecer, producto de una apedreada. Y lo que Saulo no sabía es que el Señor le iba a cambiar el nombre, y a él también le iban a apedrear. Más adelante, como todos lo sabemos. Dice que había persecución, que había dispersión, que Saulo causaba estragos, abrazaba a las personas. Cuando yo empecé a leer el texto, por supuesto que me estaba predicando para mí, y ojalá que nos ayude también a todos los que estamos en este auditorio. ¿Cuál es tu Saulo hoy? O sea, ¿qué es lo que te impide venir domingo a domingo, o incorporarse a los martes virtuales, o consagrarse al Señor? ¿Cuál es tu Saulo hoy? Porque a Saulo lo tuvieron que cambiar, y no le fue bonito. Curiosamente, es el apóstol que más escribe en la Biblia, creo yo. Dice que arrastraba a los hombres, a las mujeres, y los encarcelaba. ¿Tenemos nosotros esas dificultades para la Iglesia hoy? ¿Hay alguien que nos arrastre, nos amenace de muerte por profesar nuestra fe? Creo que no. Eran otros tiempos. Era un tiempo diferente. Dice que toda la gente que estaba en Jerusalén había huido hacia el norte, hacia Samaria, y también había huido hacia el sur, hacia Judea. Los apóstoles se quedaron en Jerusalén, Felipe subió a Samaria, y dice que ahí predicaba la Palabra. Y no solamente predicaba la Palabra en Samaria, sino que hacía señales. Los paralíticos, igual que Jesús lo hizo, se levantaban, los cojos andaban correctamente, los endemoniados, ahí lo vemos en el texto, salían dando gritos. Y es curioso, todos sabemos que por causa del duro corazón, el Señor tuvo que hacer muchas señales y milagros para que la gente en aquel tiempo le creyera. Pero hoy no dista mucho de esa realidad. Hoy las iglesias son circos, donde entre más señales haya, la gente se entusiasma más, donde se alimentan las emociones, y la gente hasta da plata. La religión nos ha hecho mucho daño, repito, siempre lo voy a repetir. La tradición nos ha hecho mucho daño. Porque yo me pregunto, si Felipe no hubiera dado estas señales, ¿se hubiera quedado la gente solo con la Palabra? Yo los admiro a ustedes, porque en esta iglesia no hacemos lo que antes hacíamos en otras. La gente pasa al frente y los empujan y patalean y brincan y echan espuma por la boca. Y todos hemos aprendido que no hay necesidad de ridiculizar a la gente. Lo que ocupamos es que verdaderamente el Espíritu Santo venga a nuestras vidas, que seamos una nueva criatura, y que iniciemos en algún momento el camino que nos va a llevar a la salvación. Amén. Sin embargo, dicen que aquella ciudad se llenó de alegría por la prédica y por las señales que hacía Felipe. Los apóstoles, Pedro y Juan, habían subido de Jerusalén a Samaria y también estaban predicando la Palabra. Probablemente fueron a dar una vueltita a Felipe, a ver cómo le iba. Y de regreso también a Jerusalén, se volvieron predicando la Palabra. Es interesante que la gente que emigró de Jerusalén hacia Samaria o hacia Judea, a pesar de toda la persecución que había, dice la Biblia, predicaban la Palabra por dondequiera que iban. Yo no sé usted, pero a mí me cuesta. O sea, ¿cuándo fue la última vez que usted, a pesar de las grandes dificultades que tenemos hoy, que no existen, yo creo que no existen, ¿cuándo fue la última vez que se acercó a alguien educadamente y le habló al Señor? Todos sabemos que ni usted ni yo nos podemos ganar a nadie para Cristo. Eso no es cierto. Porque es el Señor el que nos llama, no somos nosotros. Pero ciertamente somos instrumentos de Él para poder ir y predicar Su Palabra. Amén. Esa es una pregunta interesante que me hago yo y se la devuelvo a ustedes. Y primeramente de un personaje que normalmente no se toma en cuenta, que es el ángel. Nunca he escuchado yo una predica del ángel, que para mí es la figura central en este pasaje. Leemos en el 26, dice, un ángel del Señor le dijo a Felipe, ponte en marcha hacia el sur por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza. Felipe emprendió el viaje. Felipe fue como teletransportado y lo pusieron a la parte de un carruaje donde iba el negrito leyendo el libro de Isaías. Este negrito era una persona bien interesante porque dice que estaba a cargo de todo el tesoro de la reina de los etíopes. Otro dato interesante de Felipe es que en ningún momento reclamó, en ningún momento dijo, mira, es que hoy voy a Argentina. Mejor me voy a quedar en la casa. O me voy a dar un mes sabático porque está la Champions. No sé, porque está la NBA y los boscos de Celtic son mi equipo. No lo veo reclamando, no lo veo obedeciendo a Felipe. Interesantemente. Estamos haciendo un repaso rápido de lo que dice el texto. Acércate, el Señor iba en un carruaje de regreso. Yo no sé usted, pero si a mí alguien se me acer... Acuérdense que estaba en el desierto, ¿verdad? Y en el desierto imaginándome la escena, si a alguien se me acercaba, si yo estuviera en ese momento ahí, seguramente lo que creería es que me iban a asaltar. O no, porque Felipe iba por el desierto y se le arrimó un carruaje que iba por el desierto. Interesante. Felipe dice que se apresuró, ahí está, la palabra lo dice, y se le puso la para negrito, dice, en el recículo 30, ahí lo tienen, se acercó deprisa. ¿A qué le da un carruaje hoy día? No sé, para andar por el desierto seguro sería un Jeep, un Rubicón o un carro doble. Pero la cosa fue que se le acercó y acuérdense que el Señor le dijo a Felipe, vaya, pero todavía Felipe no sabía qué tenía que hacer. Él se le acercó y donde vio que el tipo estaba leyendo el libro, ya le decía, ya entendí. Señor, usted entiende lo que está leyendo. Y el Señor muy educadamente lo invitó a subirse al carro. Felipe fue muy educado, pasó adelante, y como lo vio leyendo, a partir de ese versículo de la Escritura, le empezó a explicar el versículo 53, y de ahí en adelante fue motivo de gran gozo para el etíope. Felipe entendió a partir de ese momento por qué el Señor se lo trajo, si estaba predicando la palabra, si la gente estaba con gozo allá en Samaria, si se estaban haciendo diferentes milagros para que la gente creyera en el Señor. Felipe entendió su misión y continuó el regreso con el negrito. En otras palabras, resumo el contexto para darnos a entender. Este es un escrito para ser bien conciso. Esteban el diácono murió. Dice que Saulo lo consentía. Imagínese la clase de persona que era Saulo. Seguidores de Jesús maltratados en Jerusalén, perseguidos, huían a las regiones de Samaria en el norte, Judea en el sur, y los apóstoles estaban en Jerusalén. Mientras tanto Saulo perseguía y los encarcelaba. Pero al huir, anunciaba las buenas noticias de salvación, a pesar de... En Samaria predicaba y hacía milagros, hacía milagros en el nombre del Señor, y bautizaba gente. A la llegada de Pedro y Juan, desde Jerusalén a Samaria, todos recibieron el Espíritu Santo. Entonces un ángel del Señor se le apareció a Felipe y lo envió al desierto, camino de Jerusalén a Gaza, y Felipe obedeció. En el camino se encontró con un hombre, un negrito que iba en un carruaje, un negrito alto funcionario de la reina de Etiopía, que venía de regreso de Adoraz, estamos hablando como de unos 700 años antes de Cristo, y este hombre es el que quiero compartirles el día de hoy. Voy a hablar también un poquito de Felipe, y un poquito creo que yo del protagonista, que nunca lo hemos mencionado, creo, cuando he escuchado o cuando he leído este pasaje. El primer protagonista, lo tienen ahí en pantalla, es el ángel del Señor, el segundo es el oficial etíope, y el tercero es Felipe el diácono. Es muy interesante, si usted se mete en el pasaje, y ve lo que el Señor hizo para el etíope, uno dice, guau, es que el Señor va a hacer cualquier cosa que tenga que hacer, con tal de que usted o yo vengamos a Él. Amén. Vean que tomó a Felipe, Felipe estaba predicando ahí en Palmares, y se lo llevó allá para David, Panamá, en David había un desierto, y le dice, póngase a la par de ese carro, póngase a la par del Rubicón, y yo le voy a enseñar qué hacer. Felipe fue obediente, no dijo, no metió ninguna excusa, las excusas son lo primero que nosotros los seres humanos, y los cristianos también ponemos para hacer cosas. Y yo no sé qué hizo el Señor por usted, o cómo fue la forma en que usted llegó al Señor. En el caso particular de este negrito, reitero, el Señor tuvo un acto muy impresionantemente interesante, tomó a Felipe, se lo puso a la par, y la necesidad que él tenía, Felipe entendió y se la suplió, el Señor entendió cuál era el propósito, Felipe, el Señor inclusive se bautizó, dice, ¿qué impide que yo me bautice? No sé si sería una posa, no sé si sería un río o una laguna, y dice que el negrito se bautizó, Felipe se desapareció, Felipe cumplió su misión, y el negrito se volvió gozoso. Ya no solamente por adorar a Dios, sino que el negrito se volvió otra condición. Amén. Ese ángel del Señor, ese que en algún momento llegó a usted, a su vida, tuvo misericordia de usted, tuvo misericordia de mí, pues ese es el ángel del Señor, que le dijo a Felipe, Felipe, te tengo una misión, y reitero, Felipe, en forma muy humilde, con gran obediencia, le dijo, aquí estoy, y lo mandó a su misión. Me voy a seguir refiriendo a este, pero para no durar mucho, pasemos al segundo. El segundo es el oficial etíope. ¿Qué dice la Biblia de él? Dice que era un hombre muy importante, que venía de adorar en el templo en Jerusalén. Estoy refiriéndome al... Dice que era un oficial de alto rango, y que era el que guardaba todos los tesoros de la reina. Dice que realmente era una persona, como decimos ahora aquí, rayada. El hombre era un hombre importante. Pero resulta ser que venía leyendo el libro de Apocalipsis, en el caso nuestro, y no lo entendía. Y que fue lo que estudiábamos la semana pasada, y la semana antepasada, y por eso le puse a la prédica la salvación. Porque si el Espíritu Santo no mora en usted, y no mora en mí, nos va a costar mucho entender. Por eso es importante que hoy hagamos un alto en el camino, y realmente nos miremos hacia nosotros mismos, para saber si ese gran yo soy, si ese Torrefuerte, si ese Altísimo, si ese Todopoderoso, si ese, como dice el libro de Isaías, Padre Fuerte, Príncipe de Paz, está en nuestro corazón. Por eso estoy mencionando el tema de la salvación, porque es importante. Es lo más relevante en el libro de Romanos. Ya lo estudiamos, y es relevante hoy para poder entender el libro del Apocalipsis. Dios no hizo la Biblia para que usted y yo no la entendamos. Dios no hizo la Biblia para que los niños no la entiendan. Dios la hizo para que aquel que tenga el Espíritu Santo la pueda comprender, sea niño, sea adolescente, sea adulto, o sea adulto mayor. Amén. Pero ocupamos al Espíritu de Dios que nos guíe. Dice que el Oficial Estivo pidió un carruaje leyendo el rollo de Isaías. No sé cuántas Biblias hay en su casa, pero el Estivo que no tenía eso. El Estivo que nada más tenía el rollito del libro de Isaías. Y en ese tiempo no habían copiadoras, no estaban Acerox Machines, no había computadoras, no había para tomar fotos. O sea, que ese rollo le costó. Y él lo tenía, y lo iba leyendo. ¿Cuánto pagó por el rollo? No sé. Hoy fotocopiamos, y tenemos dos, tres, cuatro, cinco Biblias en la casa. Lo podemos accesar por Internet. Tenemos muchas más facilidades. Y algo interesante es que este hombre no era judío. Venía desde Etiopía a Jerusalén. Más o menos hay unos cuatro mil kilómetros. Más o menos estamos hablando como de un mes de camino. Y él venía de adorar, pero no entendía. Y Dios, como lo hizo con usted, como lo hizo conmigo, en su infinita misericordia dijo, Y le mandó a Felipe. Gloria al Señor. Pero vea lo que dice de Felipe. Dice que Felipe era un diácono, un ayudante del Señor. Y vea las características que le dice el pasaje y que habla la Biblia sobre los diáconos. Dice que era un hombre de confianza. Por favor, valórese usted, y yo me estoy valorando. Era un hombre entendido, era un hombre lleno del Espíritu Santo, era honorable, sincero, no amigo de mucho vino, no era codicioso, ni de ganancias mala vida. Tenía una conciencia limpia, guardaba la fe, era irreprensible, y los diáconos eran puestos a prueba. ¡Wow! Yo nada más puse una nota con respecto a Felipe, y dice así, no se me impresione mi hermano. Vea, así cualquiera, ¿verdad? Uno lo van a mandar a predicar. No ve qué clase de persona era Felipe. Pero mi hermano, mi hermana, si esperamos a tener los atributos de Felipe, y lo puse literalmente, el gato de la casa se va a convertir. Porque nunca vamos a hablar. Usted no va a convertir en el gato de la casa. Lo que ocupamos es usted y yo, yo y usted, que el Espíritu Santo nos guíe, y poder dar buen testimonio, y ayudar a la gente. Felipe no fue, y entró, y le dice, vea, esos santos hay que votarlos. Esa imagen, no, no, no, Felipe entró educadamente, esperó que el Señor lo pasara adelante, lo sentó, vio lo que estaban haciendo, como dicen los chiquillos ahora, y se dio cuenta, ahí entendió cuál era la misión. Tengo que ayudar a este hombre, y ahí inició hablándole del Evangelio. Gloria al Señor. Que el Señor nos haga entender cuál es la misión nuestra. Porque a todos nos cuesta. Especialmente dar testimonio. Y para entrar en materia, con el punto uno, yo le puse un nombre por ponerle algo, dicen, Dios hará lo que sea necesario para que se cumpla su voluntad. Aunque no lo entienda, aunque me duela, aunque no quiera, le envió a Felipe para que recibiera las buenas nuevas de Jesús. Es claro, intencionalmente, Felipe estaba bastante largo predicando y haciendo milagros en el nombre del Señor. Debo señalar que la salvación llegó para algunos de nosotros en forma muy creativa de parte de Dios. No digo que para este Señor haya sido fácil, ya lo mencioné, en Jerusalén a Gaza hay cuatro mil kilómetros, el hombre venía cansado, ya se le ha tirado cuatro mil de ida y venía con cuatro mil de vuelta en el desierto, un polvasal. Sin embargo, el hombre venía con sed de Dios, leyendo al profeta Isaías. Para otros, este proceso de la salvación ha sido diferente al de este negrito. El de este negrito es toda una bendición, que a uno le lleguen, se lo pongan a la par, uno tenga la disposición en el corazón y que le empiecen a explicar este rollo, es una bendición de Dios o no, gloria al Señor. Ojalá a mí me hubiera pasado eso, y el momento en que Dios llegó a mi corazón, algunos, Dios ha usado una pérdida, para otros una enfermedad, para algunos un divorcio, un accidente, un desempleo, una enfermedad. Recordemos que Dios dice en su palabra que mis caminos no son sus caminos, mis pensamientos son tus pensamientos. Dios opera de una forma diferente, para que usted y yo procesamos las cosas aquí en la cabeza. Qué complicado si usted tiene casa, si usted tiene carro, si sus hijos están bien, recordemos a Job, si usted está casado, tiene trabajo, tiene estudio, ¿en dónde podrá estar Dios en esa ecuación? Qué complicado, no se agregue lo que usted quiera. Y entonces yo me pregunto, ¿hará falta Dios en ese escenario? Pero en la Biblia la misma nos da la respuesta, y la Biblia nos dice sin Él nada somos. Usted repetiría eso conmigo, sin Él nada somos. Otra vez, sin Él nada somos. Pero también la Biblia dice que con Él nada me falta, con Él nada me falta. Hablamos de Felipe, un poquito más. La disposición o evidencia de Felipe, dice nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros familiares, nuestros amigos, necesitan de la disposición de un Felipe. ¿Cuántos dicen amén? Un papá, una mamá, un tío, un abuelo que esté ahí para explicarle tal y como lo hizo Felipe al niño, de qué se trata esto. Le ocupamos felices en las casas, que se sienten a la par del hijo, le tengan paciencia y le expliquen en forma creativa, no con sermones de qué se trata esto. ¿Por qué? Porque la mayoría de adolescentes después de los 20 años se les olvidó que esto existe. Se encuentran una novia, los enreda, los sacan del Evangelio. Claro, nosotros seguimos orando para que algún día regresen. No, pero es que ya nos equivocamos por 20 años. Perdón, yo me incluyo. Felipe no dudó, no reclamó, no puso excusas. A eso se refiere el Señor en el pasaje de las 10 vírgenes. El aceite representa nuestra fe, pero también nuestro testimonio y nuestra dedicación. O sea, cuando el Señor dice que ellas estaban preparadas, no es que estaban ahí sobre maíz llorando. No, es que estábamos sirviéndole a Dios, preparados para la venida del Señor, entendiendo que somos salvos y que tenemos que dar fruto a través del Espíritu Santo. Gloria a Dios. Ocupamos Felipe. Hablemos del etíope. Dice que el etíope había ido a adorar, pero él venía de regreso y eso no fue suficiente. Viene usted a la iglesia y entre semana repasa lo que yo veo. Y lo veo en términos generales en toda la iglesia y yo me incluyo. Entre más sermones atendamos, entre más palabra, entre más engordemos, la gente está como más satisfecha. Pero a veces bastaría con un sermón que lo repasemos y lo entrevistemos y tratemos de ponerlo en práctica. ¿No les parece? O sea, aquí recibimos palabra de Apocalipsis. Si usted entre semana la repasa, el otro domingo va a comprender mucho mejor de qué se trata en la siguiente enseñanza. Pero si usted no repasa entre semana la palabra, si usted no se mete con Dios, lo que pasa es que el otro domingo no se va a acordar. Va a volver a recibir la palabra y es un círculo vicioso. Entonces usted está contento porque está en la iglesia. El negrito se fue a adorar y venía inquieto, venía que no entendía. Y él quería entender. Dios vio el corazón y hizo un milagro increíble. Se le transportó a Felipe, se lo puso a la par y le dice, Felipe, aquí es poniéndole. Él quería más, pero no entendía. Muchas veces queremos cosas y nos preguntamos por qué Dios no nos las da, no le ha pasado. O más aún, mucha gente continúa pidiéndolas. Mi hermano, mi hermana, la respuesta es muy sencilla. Muchas veces ni las necesitamos. Por eso nunca nos las va a dar. La oración no pasó del techo. Dios sabe lo que necesitamos. Este negrito no estaba satisfecho con adorar. Quería y necesitaba más de Dios y de su infinita misericordia. Y le envió una persona ideal. Y apenas vio un charco, dice, ¿por qué no me puedo bautizar ahí? O sea, el negrito entendía de qué se trataba la historia. Dios vio la necesidad de un corazón sediento, pero este no estaba satisfecho con adorar, quería y necesitaba más de Dios. En su infinita misericordia le envió una persona ideal. Dice que Felipe se le acercó rápidamente, no le iba a saltar. Necesitamos un corazón como el de Felipe, sediento, hombriento, sencillo, dispuesto. La Biblia nos dice, sin mí, separados de mí, nada podemos hacer. Usted lo puede repetir conmigo. Sin mí, separados de mí, nada podemos hacer. Y como se ha dicho aquí, ¿cuál parte del nada no entendí? Nada podemos hacer. Aunque yo me crea la última Coca-Cola del desierto. En el pasaje leímos que la gente, aunque era perseguida y huía, predicaba las buenas nuevas. Y mire también lo que escribió sobre el que quiero compartir de la tíope. Dice que venía de adorar. Venía de reconocer la soberanía de Dios en la vida de él, de expresarle reverencia, de rendirle culto, pero aún así no estaba satisfecho. Le faltaba algo. Mi sugerencia, mi amigo, mi amiga, si a usted le cuesta entender el libro de Apocalipsis, hoy es un buen momento para orarle a Dios. Y pedirle al Espíritu Santo que llene su vida, que venga a su vida y que lo llene para que continúe gozoso como lo hizo el tíope. Venía leyendo hoyo de Isaías. Ya lo dije, no sé cuánto invirtió para obtenerlo, pero lo tenía y muy importante, lo utilizaba. ¿No ha visto usted cuando entra a las casas? Qué bonito, está la Biblia así puesta y abierta en Salmo 21, Salmo 23, Salmo 91. Pero hasta que tiene polvo. Creo que a usted no le pasa en su casa, pero sí, sí lo he visto. La mayoría de los ocho lo tenemos, pero no lo utilizamos, como debe ser. Solo medianamente el domingo. Algunos lo tenemos de adorno. No había forma de reproducirlo, ya lo dije, no había forma de hacerle copy-paste en la computadora para sacar el pedacito que yo quiero, porque ese es el que me gusta en la Biblia. Lo otro no, pues es que este me gusta, porque este dice que yo sé prosperado, bendecido y en victoria, y Dios quiere que yo sea un vencedor, y Dios quiere que yo prospere. Pero ahí, los domingos no había ni ofrendo, no entiendo. Lo estoy hablando yo. El etíope no conocía el libro tal y como usted y yo lo tenemos hoy. No era cualquiera el que tenía acceso a este. No había fotocopia, ya lo dije. Fue a orar, pero no fue nada más la emoción de visitar el templo, sino que estaba inquieto, quería más, algo le faltaba. Hace poco estudiamos el libro de Romanos. ¿Se acuerdan? Estudiamos sobre las emociones. Federico nos hizo aquí todo un cuadro, un circulito, nos puso los tres componentes de las emociones que están aquí en la cabeza. ¿Lo recuerdan? Y que ahora debemos vivir según el Espíritu Santo y no según nuestros impulsos emocionales. Eso lo estudiamos ya. Repasamos sobre el alma, sobre la voluntad, sobre la razón, sobre las emociones que están aquí, y que nuestra vida debe rendirse a Dios y depender de Él y solamente de Él. Vean lo que dice la palabra. Ante toda cosa guardada, guarda tu corazón. O sea, guarda tu alma. Porque de Él mana la vida. El etíope, por la misericordia de Dios, luego lo encuentro con Felipe, se devolvió adorando, pero como dice la palabra, se devolvió adorando en espíritu y en verdad. Ya no solamente fue adorar a Dios, sino que la palabra lo hizo, el compartir la palabra con Felipe, lo hizo devolverse, como dice Juan 4, 23 y 24, en espíritu y en verdad. Acá noté que entiendo perfectamente que la voluntad de Dios es agradable. Lo que le pasó al etíope fue realmente algo muy agradable. Le llegó de repente la solución. Le costó cuatro mil kilómetros de ida y cuatro mil de vuelta, pero le llegó la solución a sus problemas para salvación. Pero también hay muchos casos en que no entendemos perfectamente cuál es la voluntad de Dios. Algunos nos tocó muy fuerte la forma en que Dios nos utilizó para poder entender y llegar a este camino. Ya lo dije, alguna enfermedad, algún accidente, no sé, pero gloria a Dios que aquí estamos. El pasaje que leía al etíope nos muestra un momento culminante de la muerte y luego de la resurrección de Jesús. El libro de Romanos, como lo recuerdan, en el capítulo 5 nos dice que, mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. De eso se trataba en el 53 de Isaías que leía en Negrito, de la muerte de Jesús, de lo que sufrió, que siendo Dios se hizo hombre y que no tuvo pecado, no tuvo error, y que murió por nosotros para que a través de su muerte y de su resurrección nosotros podamos ser salvos por gracia, no por obras. Dice, mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más aún ahora, habiendo sido justificados por su sangre, por medio de él seremos salvos de la ira de Dios. Para ir cerrando, el libro de Nehemias, en el capítulo 8 nos dice, no estéis tristes. El etíope, a pesar de haber ido a adorar, estaba triste, porque el gozo del Señor es vuestra fortaleza. El etíope continuó adorando en verdad y en espíritu su camino de regreso a casa, y Felipe desapareció para otra misión gloriosa. Mi hermano, mi hermana, debemos cambiar nuestra manera de pensar, y todos estos conceptos de este párrafo los rescate del libro de Romanos, de los estudios de Romanos. Debemos cambiar nuestra manera de pensar para poder aprender a conocer la voluntad de Dios, que es agradable y es perfecta, ya lo sabemos, aunque no siempre lo percibimos de esa forma. A depender y a rendirnos delante de él, a vivir según el Espíritu Santo, de pertenecer al cuerpo de Cristo, de entender que fuimos comprados por su sangre, que ya no estoy sujeto a mi naturaleza pecaminosa, y que ahora le estoy permitiendo a mi espíritu, a mi alma, a mi ser, para que él crezca en mí. Amén. Y les recuerdo lo que dice Romanos 8.1, que también lo acabamos de estudiar. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Usted lo podría repetir conmigo. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Hagamos una pausa, hoy, mi hermano, mi hermana, usted y yo, para que el gozo de la salvación nos permita caminar con entendimiento y poder entender el libro de las Revelaciones. Estamos estudiando el libro de Apocalipsis. Que Dios me los bendiga y que tengan muy buenas tardes.