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Audiocuento para fomentar la autoestima de los más pequeños.
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Audiocuento para fomentar la autoestima de los más pequeños.
The story is about a man named Mr. Pajarín who owns a special bird store where all the birds roam freely. Nico, a kind boy from the city, hides in the store and discovers that the birds are kept in cages and are told they cannot fly. Nico tries to encourage the birds to fly by showing them pictures and books of flying birds. Eventually, one canary is inspired and learns to fly, leading all the other birds to fly as well. The next morning, the store is chaotic as the birds escape. Nico is thanked by the birds and they continue to visit and sing for him whenever he feels sad or unmotivated. Cuento titular, La extraña pajarería. El señor pajarín era un hombre de cara simpática y sonriente que tenía una tienda de pajaritos. Esta pajarería era especial, en la que todas las aves caminaban sueltas por cualquier lado sin escaparse, y todos los niños de esa ciudad disfrutaban de sus colores y sus campos. Tratando de saber cómo lo conseguía, el pequeño Nico, un niño de esa ciudad muy amable, se ocultó un día en una esquina de la tienda. Estuvo escondido hasta la hora del cierre, y luego siguió al pajarero hasta la transierla. Allí pudo ver cientos de huevos amuntados en pequeñas jaulas. El señor pajarín llegó hasta un murquito en el que los huevecillos comenzaban a moverse. No tardaron en abrirse, y de cada uno de ellos surgió un precioso ruiseñor. Nico estaba excitado viéndolo, no podía creerlo, estaba viendo cómo nacían polluelos. Pero entonces, oyó la voz del señor pajarín. Hablaba enfadado de dirigiéndose a los polluelos. Les decía, ¡ay, miserables pollos cantores, ni siquiera volar sabéis! ¡Menos mal que algo cantaréis aquí en la tienda! Repitió lo mismo muchas veces, y al terminar, tomó los ruiseñores y los introdujo en una jaula estrecha y alargada, en la que estos pobres polluelos solo podían moverse hacia adelante. Los demás polluelos más creciditos estaban ya en edad de empezar a volar, y en cuanto se dieron libres, se pusieron a intentarlo. Sin embargo, el señor pajarín les repetía, ¿Veis lo que os dije? Solo sois unos pobres pollos que no pueden volar. Mejor será que os dediquéis a cantar. El mismo trato se repitió de jaula en jaula, de pajarito en pajarito, hasta llegar a los más mayores. El pajarero ni siquiera tuvo que hablarles. En su mirada triste y su andar torpe, se notaba que estaban convencidos de no ser más que pollos cantores que no pueden volar. Nico dejó escapar una lagrimita, pensando en todas las veces que había disfrutado visitando la pajadería, y se quedó allí escondido, esperando a que el señor pajarín se marchara. Esa misma noche, Nico no dejó de animar a los pajaritos. Les decía, ¡claro que podéis volar! ¡Sois pájaros y sois estupendos! Decía una y otra vez, pero solo recibió miradas tristes de los pájaros, y algún que otro bello canto. Nico no cedió por vencido, y la noche siguiente, y muchas otras más, volvió a esconderse para animar el espíritu de aquellos pobres pajaritos. Les hablaba, les cantaba, les silbaba, y les enseñaba innumerables libros y dibujos de pájaros voladores. ¡Ánimo, pequeño! ¡Seguro que podéis! Nunca habéis sido pollos torpes, venían diciendo. Finalmente, mirando una de aquellas láminas, un pequeño canario se convenció de que él no podía ser un pollo, y tras unos pocos intentos, consiguió levantar el vuelo. Aquella misma noche, cientos de pájaros se animaron a volar por primera vez, después de ver a su compañero intentarlo. Y a la mañana siguiente, la tienda se convirtió en un caos de plumas y cantos alegres que duró tan solo unos minutos, los que tardaron los pajarillos en escapar de allí. Esos pajarillos pudieron llegar a volar por los ánimos y la motivación que les mostró Nico. Cuentan que después de aquello, a menudo podía verse a Nico rodeado de pájaros, y que sus agradecidos amiguitos nunca dejaron de acudir a animarle con sus alegres cantos cada vez que el niño se sintió triste o desmotivado.