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SEXTO FÁBULAS

SEXTO FÁBULAS

00:00-12:22

Los alumnos de sexto de primaria se han acercado a RADIO PASARELA, para contarnos las fábulas que se han inventado en clase. ¡ENHORABUENA!

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San Isidro. Había una vez una historia que nos ocurrió hace mucho tiempo a mi familia y a mí en mi casa. Nos estábamos preparando porque íbamos a ir de vacaciones a Madrid cuando ya estábamos listos para salir. Al cerrar la puerta, como íbamos tan ilusionados, a mi padre se le olvidó coger la llave y mi maleta se quedó adentro. Entonces llamamos al cerrajero y lo solucionó, pero salimos una hora más tarde de lo previsto. Cuando ya estábamos listos salimos de casa y fuimos dirección al garaje para coger el coche, pero de camino tuvimos que pasar por un parque de perros y al pasar a mi madre le empezó a perseguir un perro. Se puso tan nerviosa que soltó la maleta y se puso a correr como Flash por el parque. Dio tres vueltas al parque y cuando llegó a nosotros el perro la había dejado de seguir. Estaba toda roja como un tomate, sofocada y se le había corrido el maquillaje. Se retocó un poco y ya estábamos listos para seguir con nuestra trayectoria. Llegamos al garaje, cogimos el coche y nos pusimos rumbo a Madrid. Cuando llegamos, como era San Isidro, lo primero que hicimos fue ir a ver los puestos. Había un montón de cosas, todo tipo de comidas, libros... Como tenía frío le di la mano a mi madre para que me la calentase, pero resulta que a la que le di la mano no era mi madre, sino una chica a la que no conocía de nada. Rápidamente solté la mano y me la metí al bolsillo como si no hubiese pasado nada. Después de eso nos fuimos a comer a un restaurante muy elegante. Mi padre se pidió pichón a baja temperatura, multisferas de maíz y brócoli cocido al vacío. Aunque no sabía muy bien lo que era. Volvimos al hotel y aunque pasaron volando los cinco días, tuvimos que volver a Logroño. Y colorín colorado esta pequeña historia se ha acabado. El desastre perruno. Un día estaba en casa estudiando y me acordé de que tenía que sacar a mis perros a pasear. Tuve la gran idea de sacarlos en bici. Até las correas a la bici y me puse el casco. Salí de casa y cuando llegamos al parque dió la casualidad de que de unos arbustos de enfrente del río salí un conejo blanco. Mis perras empezaron a correr para intentar alcanzarlo y yo, por más que intentaba pararlas, no podía. Pegó un frenazo que acabé en el río. Poco después, mis perras salieron disparadas al río y me tiraron otra vez. El problema es que una de ellas no sabe nadar y tuve que ir detrás de ella a sacarla del río. Un rato después, al llegar a casa, les dejé la comida en su comedero y me fui a la cama. Fin. El gato y el perro. Era hace una vez un perro que se llamaba Coco que sí podía ir a la escuela y de repente en la calle se encontró a un gato pobre y le preguntó si quería ir con él al colegio. Y él le responde. No, yo no puedo ir porque no tengo dinero para pagar un colegio como ese. Tranquilo, si quieres te lo pago yo porque no hay problema. Si no quieres aceptar la oferta, lo menos que puedo hacer es recomendarte escuelas públicas. ¿Se haría eso por mí? Te lo agradecería. Bueno, estas son las escuelas. Escuela Waterside, Los Peñis... Ok, gracias, muchas gracias. Bueno, adiós, que me tengo que ir. Adiós. Al día siguiente el perro se volvió a encontrar al gato por la calle. Pero estaba muy triste y el perro le preguntó. ¿Qué te pasa gatito? Y le responde. Es que me han dicho que no puedo entrar porque no tengo suficiente dinero para comprar el material. Tranquilo, yo te presto. Y el perro sacó un billete de 50 euros. Muchas gracias, contestó el gato. Bueno, adiós, que llego tarde. Adiós. Tres días después el perro se volvió a encontrar al gato. Pero el gato tenía noticias. La noticia era que se iba a Estados Unidos porque había encontrado una beca. Pero el perro no le gustó la idea porque iba a perder a un amigo. Pero el gato le contestó. Tranquilo, en cinco años vendré a visitarte. Adiós, que voy a perder el vuelo. Y el gato se fue. Cinco años después el perro se acordó del gato y pensó que no iba a volver. Pero dos semanas después alguien le tocó por detrás y era el gato. El perro se giró y lo abrazó tan fuerte que el gato casi no podía respirar. El gato le dio los 50 euros que le prestó y se volvieron a abrazar. Mi amiga despistada, ¿te acuerdas? Una mañana viniste al cole disfrazada de pájaro pensando que era Halloween, un 30 de septiembre. ¡Fue una locura! Justamente teníamos el examen de lengua. Esto es lo que te pasó el año pasado, pero este ha sido para trancharse. Te quedaste trancada en una taquilla toda la mañana. Compusiste una canción para música de lo mucho que te gustan los helados. Viniste al cole una tarde de domingo. Llegaste a Educación Física con los patines. ¡Y nos tocaba balonmano! Te quedaste dormida una mañana entera. Te metiste cuatro veces en la misma aula hasta que la profe de primero te invitó a quedarse en su clase. Y ya, para colmo, trajiste a toda tu familia para cantar Villancicos el Día de los Inocentes, que no había cole. Y aún con tus despistes, te sigo queriendo como una gran amiga. El cerquito de Navidad. Dos días antes de Navidad, un niño muy feliz pensaba en los regalos, pero no sabía qué pedir. Entonces se le ocurrió no poner nada en la carta y decirle que le regalara lo que quisiese. Una semana después se despertó y se encontró el árbol lleno de regalos y empezó a abrirlos. Se encontró uno muy grande y pensó que era un patinete, pero de repente se empezó a mover. Y resulta que era un cerdito, pero no de juguete, no. Era de verdad. Cuando lo vio, su madre se sorprendió mucho. El niño dormía con él y hacía todo con él, hasta que las Navidades terminaron y tocó volver al colegio. Su madre no le dejó llevárselo al cole. El niño se puso muy triste. Pasaron toda la noche abrazados. Llegó la hora de irse al colegio y los dos, muy tristes, se despidieron. Cuando el niño llegó a casa, el cerdo le estaba esperando impacientemente. Los días pasaban, hasta que un día le llegó una carta a su madre diciéndole que había una excursión de dos días, la semana que viene. El niño por una parte estaba contento, pero por otra estaba triste porque no se podía llevar al cerdo. Llegó el día de preparar la mochila y decidió meter al cerdo en la mochila. Se terminó la excursión y el cerdo no dio ni una guerra. Al llegar a casa la madre se dio cuenta, pero no se enfadó, porque entendió cuánto quería su hijo al cerdo. Una cebra diferente. Era una vez, en un zoológico, un día normal, nació una cebra. Se llamaba Cielo, pero no era una cebra normal, no, no. Era muy peculiar, era hermosa. Su piel azul marino, como el mar. —¡Qué alegría! —gritó Celia, la hermana de Cielo. Pero cuando llegó la cuidadora, no pensó lo mismo. Gritó, —¡Oh, Dios mío! ¡Esta cebra está maldita! ¡Hay que llamar a la veterinaria! Y pasado un rato, vino la veterinaria. Y puso la misma cara de sorprendida, diciendo, —¡Esta, esta cebra es de otro planeta! ¡Hay que llamar al gobierno! Después vinieron unos señores de trajes, llamados Descontaminación. La inspeccionaron, le hicieron pruebas, y llegaron a la conclusión de que no era normal. Pero la hermana reprochó. —¡No, basta ya! Mi hermana es única e inigualable. Pero nadie la escuchó, ni le hicieron caso. Así que la mandaron a una isla desierta. O eso creían ellos. Fue en un barco con mucha seguridad, cuando la abandonaron allí. La pobre Cielo no sabía dónde estaba. Sólo veía árboles, y más árboles. No podía moverse, todo lo que veía le daba miedo. Era el agua del mar, la arena que llamaba los árboles abundantes sin fondo. Se atrevió a mirar entre un arbusto, cuando de repente se movió algo. Se asomó y vio a un delfín. Y ella pensó, —¿Cómo es que un delfín puede estar fuera del agua? Y el delfín pensó, —¿Cómo es que una cebra puede ser azul? Y el delfín se acercó sin asustarse a Cielo, y le dijo, —¡Ven conmigo! Sin conocerse de nada. Y Cielo le preguntó, —¿Por qué debería de ir contigo si no te conozco de nada? Y el delfín le dijo, —¿Te vas a quedar toda la noche ahí? Y Cielo le sirvió por el camino. Se presentaron al delfín. Se llamaba Serafín. Y le dijo que iban a un sitio perfecto. Y cuando llegaron, así fue. Había cascadas, comida y fruta. Y había animales raros. Pero ella vivió en paz con ello. Marcos concipado Marcos, el mes pasado, se fue de vacaciones a Inglaterra con muchas ganas de aprender inglés. En el avión de ida hacia Inglaterra pusieron el aire acondicionado y Marcos se concipó. Cosa que les podía fastidiar el viaje si no lo solucionaban pronto. Pasaron un par de días y se iba encontrando aún peor. No podía dormir bien, estaba cansado todo el día, tenía mugos y tosía mucho. Así que fueron en busca de una farmacia en la que podía conseguir un medicamento para el constipado. Al llegar a la farmacia, los padres de Marcos le permitieron pedir el suelo para practicar el inglés. Entonces Marcos pidió I need something for my constipation. Al llegar al apartamento leyó el envase y se dio cuenta de que eso no era lo que debía hacer. Bueno, en verdad sí. Pero lo que había ocurrido es que constipation, que es lo que él había dicho, significaba estreñimiento. Así que regresaron a casa de España y entonces Marcos comenzó a sentir estreñimiento y había tirado el envase hace unas horas. ¡Hola! Yo soy Aitor, Aitor Tilla y hoy os voy a contar cómo disfruté con mi amiga, El Basurero. Todo empezó una tarde veraniega. Nosotros íbamos a ir a Chuchulandia por el cumple de mi prima. Si os preguntáis si existe Chuchulandia sí, sí existe porque yo estoy allí. Bueno, en cuanto llegué sabía que a mi padre le iba a pasar algo y así fue. Al entrar allí, él se tropezó con una gominola. ¡Cómo no! Es que estábamos en Chuchulandia. Luego resbaló por una barandilla y cayó de espalda. Bueno, yo y Elba, mi amiga, nos reímos un mogollón. Mi padre tuvo dolor de espalda toda la semana e incluso lloró. ¿Cuándo habéis visto a vuestros padres llorar? Hace unas semanas le pidieron dibujar nuestro fin de semana y Elba, Surero y yo nos pusimos de acuerdo para dibujarnos a nosotros muriéndonos de risa mientras mi padre lloraba y mi prima hacía como si no pasara nada. ¡Hasta la maestra le hizo gracia! El zorro y la liebre Una vez había un zorro del que todos se burlaban, tanto porque era cobarde como porque tenía una voz aterradora que nunca usaba para atacar. Se aburrió tanto de que siempre le chincharan que ideó un plan. Buscaría al animal que más le fastidiara y le comería para enseñarles a los demás una lección. Ese animal era la liebre. Lo encontró en las lagunas encordeando a las ranas. En ese instante le dijo ¡Te voy a comer, orejas largas! Y él se intentó, pero la liebre era muy lista e imitó la voz de la madre del zorro y dijo ¡Pepe, te has vuelto a ir sin ordenar tu cuarto! ¡Sin hacer los deberes y te he dicho mil veces que tires de la cadena! Y tienes que bañarte, cortarte las uñas y cepillarte la cola, así que haz el favor de venir a casa inmediatamente. Al oír aquello, el pobre zorro volvió corriendo a casa. La liebre se burló todavía más y se tomó una cerveza.

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