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El dragón, la princesa, san Jorge y la rosa

El dragón, la princesa, san Jorge y la rosa

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Once upon a time, there was a peaceful kingdom ruled by a good king and queen. Their daughter, Princess Brunilda, was loved by the people because she was different from other princesses. She cared for her people, shared their joys and sorrows, and was intelligent. However, their peace was disrupted when a large dragon arrived and terrorized the kingdom. The dragon would consume everything in its path, causing fear among the people. To appease the dragon, the kingdom decided to sacrifice one person each day. Unfortunately, one day Princess Brunilda was chosen. Despite people's attempts to switch places with her, she willingly went to face the dragon. The entire kingdom mourned, but a brave knight named Jorge appeared and defeated the dragon. From the dragon's blood, a beautiful rose bush grew. Since then, on April 23rd, knights worldwide give roses to their loved ones, and in return, they receive books, so that they can continue to enjoy fascinating legends. El dragón, la princesa San Jorge y la rosa. Era una vez un tranquilo reino gobernado por un buen rey y su esposa, que vivían en un gran castillo. Su mayor tesoro era su hija, la princesa Brunilda. La princesa era muy hermosa y siempre se la veía alegre y feliz por el reino, trabajando con las buenas gentes que la adoraban. Todos estaban muy orgullosos de ella porque no era como las demás princesas conocidas. Se preocupaba por ellos, compartía sus penas y alegrías, no vivía en un alto torreón, había estudiado y era muy lista. Pero un triste día la paz se terminó. Un enorme dragón verde con alas de murciélago que echaba fuego por la boca llegó al reino y sembró el miedo por todas partes. El dragón aterrorizaba de día y de noche a los habitantes del reino, consumiéndose todo lo que encontraba. Ya nadie se atrevía a salir a la calle, encerraban el ganado y vivían muy asustados. ¿Cómo enfrentarse a una fiera tan salvaje? El reino era tan pacífico que ni siquiera tenía soldados. Para calmar la furia del dragón, los habitantes del reino decidieron mandarle cada día a uno de ellos para que se sacrificase por los demás. El suerte era muy triste. El elegido partía con valor rumbo a su destino. De esta forma la bestia les dejaba en paz. Hasta que un día la elegida en el sorteo resultó ser la princesa. Nadie quería que Brunilda fuese al encuentro del dragón y muchos pidieron cambiarse por ella para evitarle la desgracia. Pero su padre, el rey, dijo que no podía haber privilegios y Brunilda estuvo de acuerdo. Tras despedirse de sus padres, la princesa fue al encuentro del dragón, sola y muy decidida. El reino entero lloraba sin consuelo. Nada podía salvarla ya. ¿Nada salvo un milagro? En lo alto de una montaña apareció un apuesto jinete con lanza, espada, una relevante armadura y un caballo blanco. En su escudo se veía un león. ¿Dónde está el dragón? preguntó valiente. ¡Allí, allí, corred! gritó la gente. ¡Salvas a la princesa, buen caballero! Jinete y caballo avanzaron por un sendero entre montañas, siguiendo las huellas que el dragón había dejado en el suelo. Todo estaba quemado y el olor era insoportable. Así llegaron a una cueva oscura y tenebrosa. ¡Ven aquí, miserable bestia! gritó el caballero. ¡Tus días de bondad han terminado! El dragón apareció con todo su poder. Todavía llevaba a la princesa entre sus garras. La dejó en el suelo, medio desmayada, y atacó con verdadera furia, arrojando fuego por la boca. El caballero se protegió con su escudo, pero luego se lanzó a la carga a lomos de su caballo, sin miedo, en una formidable lucha a muerte. La bestia era enorme, pero además de ágil, el salvador de la princesa era muy listo. Primero parecía llevarlas de perder, retrocedió, dejó que el dragón se agotara, hasta que su lanza hundió en el pecho del animal. Entonces sucedió algo increíble. La sangre del dragón bañó a la tierra, y de ella surgió un maravilloso rosal lleno de rosas rojas. El caballero tomó una y se la entregó a la princesa con su amor. ¿Quién sois vos, mi campeón? preguntó ella, conmóvida. Me llamo Jorge. Parrodilló él, rendido ante su belleza. Desde aquel día, un 23 de abril, cada año los caballeros enamorados del mundo entero regalan una rosa a sus amadas, y ellas regalan un libro a sus enamorados, porque si no por así, ¿cómo leeríamos leyendas tan fascinantes?

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