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Platero y yo

Platero y yo

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Platero, the beloved donkey, has passed away suddenly, leaving Juan Ramón devastated. The veterinarian confirms that there was nothing that could be done. Juan Ramón is left feeling alone and empty in the empty stable. However, he realizes that memories are a way to keep Platero alive in his heart. Platero y yo, contado por Concha López Narváez. Adiós, Platero. Lo siento, Platero se nos muere. Pobre burbullo nuestro, vamos a echarle en falta. Yo lo sabía desde el primer momento y no quise decirlo para no entristeceros. Platero se le fue a Juan Ramón de pronto, por sorpresa. Una triste mañana se acercó, como siempre, a buscarlo a la cuadra. Seguro que le extrañaría no escuchar sus alegres rebusnos todavía a lo lejos, llamándolo igual que cada día. Se lo encontró tumbado en su cama de paja y le inquietó la mirada de su grande ojo apalorido. ¿Qué te pasa, Platero? preguntó preocupado. Luego fue a sentarse a su lado y entre caricias le animó a levantarse. Anda, Platero. El pobre Platerillo lo intentó. Se revolvió en el suelo bruscamente y quiso arrodillarse, pero no pudo. Entonces el poeta mandó llamar al médico, a Dardón, el hombre grande y tierno que quería a Platero lo mismo que a la niña. Dardón llegó enseguida y cuando vio al burbillo así tendido y con las hojas nubladas de dolor, movió la cabeza de un lado a otro y luego, pesaroso, hundió la afilada barbilla en su pecho. Nada bueno, ¿eh?, preguntó angustiado San Ramón. Y el buen médico contestó torpemente, con palabras cortadas. El infeliz se va. Un dolor. Alguna hierba mala. Quizá habrá comido tierno. En fin, no lo sabía seguro. Pero daba lo mismo. Ya no tenía remedio. Al mediodía, Platero estaba muerto. Muerto. Con la barriguilla de algodón hinchada y las patas que fueron tan alegres, rígidas y descoloridas, mirando al cielo. San Ramón lo contemplaba. Y ya no parecía Platero. ¿Y el poeta? ¿Qué sentía él entonces? ¿Qué más nos dice de su pobre burbillo? Pues casi nada más. Era como si de pronto no encontrara su voz. Como si se le hubiera derrumbado hasta el fondo del alma. Y es que a veces es tanto el sentimiento que no hay manera humana de explicarlo. Junto al burbillo muerto, que ya no parecía Platero, Juan Ramón se sentiría solo, completamente solo, en la cuadra vacía. ¿Y entonces ya está? ¿Se acabó? ¿Es esto todo lo que nos queda de Platero? No. No es todo. Igual que a Juan Ramón nos quedan los recuerdos. Y los recuerdos son trocitos de vida que vencen a la muerte cuando alguien los guarda para siempre. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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