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El corderito envidioso

El corderito envidioso

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Actividad Podcast para alumnos de Educación Infantil

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The story is about a jealous little lamb who lives a privileged life on a farm. He is pampered and given special treatment by the three daughters of Raul Angelos. He has his own porcelain plate and eats leftovers from the family. Despite having everything he could want, he becomes selfish and greedy, pushing others aside to eat more. The other sheep confront him about his behavior and he admits that he is envious of their food. The sheep decide to banish him from the farm for his greed. The lamb leaves with only his silk cushion and finds a new home where he no longer receives special treatment. el corderito envidioso. El corderito, en cuestión, vivía como un marqués, o mejor dicho, como un rey, por la sencilla raza de que era el animal máis primado de la granja. Ni los cerdos, ni los caballos, ni las gallinas, ni el resto de ovejas y carneros mayores que él, disfrutaban de tantos privilegios. Isto se debía a que era tan blanquito, tan suave, tan lindo, que las tres hijas de Raul Angelos lo trataban como a un animal de compañía al que malcriaban y concedían todos los cafés. Cada mañana, en cuanto salía el sol, las hermanas acudían al establo para peinarlo con un cepillo especial, untado en aceite de almendros, que mantenía a cedos de brillante y su tritada larga. Tras este reconfortante tratamiento de belleza, lo acomodaban sobre un mullido, un mullido cojín de seda, y acariciaban su cabecita hasta que se quedaba profundamente dormido. Si al despertar tenía sed, le ofrecían agua de hermanantea perfumada con unas gotitas de humo. Y si sentía frío, se daba prisa por taparlo con una amorosa manta de colores tejida por ellas mismas. En cuanto a su comida, no era ni de lejos la misma que recibían sus colegas, cebados a base de piel suborriente y moliente. El afortunado cordero tenía su propio plato de porcelana y se alimentaba de las sobras de la familia, por lo que su dieta diaria consistía en pequeñitos guisos de carne y postres a base de cremas de chocolate, que siempre le gustaban aún más su empalagosa vida. Curiosamente, a pesar de tener más derechos que ninguno, este cordero favorecido y sobrealimentado era un animal extremadamente egoísta. En cuanto veía que los granjeros rellenaban de pie su comedero común, empezaba a correr pisoteando a los demás para llegar el primero y engullir la máxima cantidad posible. Obviamente, el resto del rebaño se quedaba en su plato, pensando que no debía ser más canalla que él en todo el planeta. Un día, la oveja jefa, la que más mandaba, le dijo en tono muy enfadado, —¡Pero qué cara más tura tienes! ¡No entiendo cómo eres capaz de quitarle la comida a tus amigos! ¡Tú, que vives entre algodones y lo tienes todo hecho! ¡Eres, eres, eres un sinvergüenza! —Bueno, bueno, estás pasando un poco. ¿Esto que dices no es justo? —¿Que no es justo? Llevas una vida de lujo, y te atiboras a diario de manjares exquisitos. Dígannoslo a un emperador. ¿Es que no tienes suficiente con todo lo que te da? Haz el favor de dejar pienso para nosotros. El cordero puso cara de circunstancias, y con la insolencia de quien lo tiene todo, respondió mostrando muy poca sensibilidad. La verdad es que como hasta reventar. Y este pienso está malísimo, comparado con las delicias que me da. Pero lo siento, no soporto que los demás disfruten de algo que yo no poseo. La oveja se quedó de pie de aposta. —¿Me estás diciendo que te comen nuestra humilde comida por envidia? El cordero se empujó de hombros y puso cara de indiferencia. —Si quieres llamarlo envidia, me parece bien. Ahora sí, la oveja entró en cola. —¡Muy bien, tú te lo has buscado! Sin decir nada más, en un sirvido que resonante agarraba. Segundos después, treinta y tres ovejas y nueve carneros acudieron a su llamada. Entre todos, rodear, los rodear, al desconsiderar lo que dice. —Escuchadme atentamente, como ya sabéis, este cordero no es peinado e inflado a pasteles, lo que hace todos los días parte de nuestro pie. Pero lo peor de todo es que no lo hace por hambre, no, ¡lo hace por envidia! ¡No es abominable, eh! El malestar empezó a palparse entre la audiencia y la oveja continuó con su alegría. En un rebaño no se permite ni la codicia ni el abuso de poder, así que, en mi opinión, ya no hay sitio para él en esta granja. ¡Que levante la pata y no esté de acuerdo con el que se largue de aquí para siempre! No hizo falta hacer recuento. Todos, sin excepción, alzaron sus pozoles. Ante un resultado tan apestante, la jefa de flan determinó su función. —¡Amigo! ¡Esto te lo has ganado tú solito por tu marco de comportamiento! ¡Coge tus pertenencias y vete! Eran todos contra uno, así que el cordero no se atrevía a resistar. Se llegó su cojín de seda oriental, como único recuerdo de la opulenta vida que dejaba atrás, y atrevesó la campiña a toda velocidad. Hay que decir que, una vez más, la fortuna le acompañó, pues, antes de anochecer, llegó a un enorme rancho que, a partir de ese día, se convirtió en su nuevo hogar. Eso sí, en ese lugar no encontró niñas que le cepillaran el pelo, le dieran agua con limón o les regalaran las sobras de asado. Allí fue, simplemente, sembramos en la esfera. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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