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Once upon a time, a donkey was happily grazing in the field when it noticed a hidden balloon in the bushes. The donkey realized it had to escape but couldn't call for help. Desperate, it came up with a plan to trick the balloon by pretending to have a thorn in its hoof. The donkey successfully fooled the balloon and delivered a powerful kick, leaving the balloon injured on the ground. The donkey ran away laughing, and the balloon realized it had been foolish to trust a stranger. El burro y el ojo Había una vez un burro que se encontraba en el campo feliz, comiendo hierba y paseando tranquilamente bajo el cálido sol de la primavera. De repente le pareció ver que había un globo escondido entre los matorrales. Seguro iba por él. Tenía que escapar. El pobre burrito sabía que tenía pocas posibilidades de huir. Tampoco podía rebuznar para pedir auxilio, porque estaba demasiado lejos de la aldea y nadie lo oiría. Desesperado pensó en una solución rápida que pudiera sacarle de aquel acud. El globo estaba cada vez más cerca y no le quedaba mucho tiempo. ¡Sí! ¡Eso es! Pensó el burrito. Fingiré que me he clavado una espina y engañaré al globo. Y tal como se le ocurrió, empezó a andar muy despacito. Cuando el globo se plantó frente a él, enseñando los cornillos y las garras, el burro mantuvo la calma y siguió con su actuación. ¡Ay, qué bien que haya aparecido, señor globo! He tenido un accidente y solo alguien tan inteligente como usted podría ayudar. El globo se sintió tan halagado y bajó a la guardia. ¿En qué puedo ayudarte? Dijo el globo, creyéndose muy preparado. ¡Fíjese qué mala suerte! Lloricó el burro. Iba despistado y me he clavado una espina en una de mis patas traseras. ¡Me duele tanto que no puedo ni andar! ¡Ay, ay, ay! Decía el pobre burrito. Al globo le pareció que no pasaba nada. Solo se lo iba a comer de todas maneras. Y estaba tan herido y no podía escapar de sus garras. ¡Está bien! Veré qué puedo hacer. ¡Levanta la pata! El globo se colocó detrás del burro y se agachó. No había ningún rastro de la estilla por ninguna parte. ¡No veo nada! Le dijo el globo. ¡Sí, fíjate bien! Está justo en el centro de mi pezún. ¡Ay, cómo me duele! Acércate más para verla con claridad. Y el globo cayó en su trampa. En cuanto pegó sus ojos a la pezuña, el burrito le dio un enorme patazo. El globo se quedó mal herido en el suelo y con cinco dientes rotos. Mientras que el burrito se fue corriendo con una gran risa. ¡Me lo merezco! Dijo el globo. Sin tener idea, me lancé de curandero. ¡Gracias!