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Ansiedad/ pensamiento

Ansiedad/ pensamiento

00:00-10:56

Solo un momento en la vida de una persona, en su lucha con el mismo.

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A young man walks through the city at night, ignoring the pain in his legs. He follows a familiar route, passing by places he knows. He feels a sense of belonging and leaves a piece of his heart in each place. He encounters the sights and sounds of the city at night, including mariachis and women working the streets. He climbs a hill and reflects on childhood memories. He reaches the top and takes a moment to appreciate the view before heading back down. He arrives home, but still feels the urge to continue walking. The night is still young. Ansiedad. Los pasos se escuchan en el escenvero de tierra y grava. Su cuerpo emite el calor de un deportista que acaba de recorrer cuatro kilómetros sin parar. El dolor en sus pantorrillas es insoportable, pero no tiene tiempo de parar y descansar. Su pierna derecha parece que le explotará en algún momento, pero él continúa caminando rápido, constante. Planea su ruta en su mente. Ya sabe las cosas que mirará. No hay nada nuevo en el camino que está frente a él, pero siente en su pecho una desesperación por cumplir con la ruta que se ha fijado como meta. El sudor recorre su espalda mientras camina un paso tras otro. El calor de la noche hace que el aire se sienta pesado al respirar, pero él continúa caminando. El dolor en su espinilla y pantorrilla ya no está. Venció la mente al cuerpo. La primera parada es un callejón. Lo mira y baja por las escaleras. Pasa por afuera de la casa de su amada, pero no está a la vista, y continúa caminando. Los lugares que frecuenta diariamente ya están cerrados. Dirige su mirada hacia atrás de vez en cuando, en busca de alguien que podría estarlo siguiendo. Eso lo hace por precaución. Pero no hay nadie. Pasa por una de las galerías de juegos, y como era de esperarse, cerrado. Después se dirige a la plaza en donde sólo algunos pocos adultos caminan o están sentados. Él era parte de esa pequeña reunión de personas en esa plaza. Respiraciones agitadas, temores reprimidos, muertes y desesperación, pero no. Él no lo sabía, pues aún con su cuerpo joven, ignoraba todo eso y aprovechaba el poder de su juventud para sacar todo lo malo a la fuerza que su mente pudiera tener. Da la vuelta a la plaza y continúa su camino. No ha parado, sólo una vez para orinar tras ese escenario comunitario, y continúa caminando sin parar. A veces se pregunta, ¿de dónde saca tanta fuerza? ¿Qué lo impulsa a caminar así? Ni él lo sabe. Sólo sabe que si camina, el miedo se marcha, el corazón se calma, y el cansancio en algún momento llega y puede dormir. Pero para eso aún falta mucho. La noche aún es joven. Mientras camina, toma la decisión de qué camino seguir, para dónde ir. Él conoce toda la ciudad a la perfección, y gracias a su madre y a sus continuos cambios de domicilio, se había creado un mapa casi perfecto de toda la ciudad en donde vivía. Así que era fácil querer mirar algún lugar en donde alguna vez ha estado antes. No importa si eso apenas pasó la semana pasada. Él sólo quería estar ahí. Un sentimiento de pertenencia sentía cuando estaba sentado en la misma banqueta en donde ha estado viviendo antes. Dejaba un pedazo de su corazón en cada hogar donde vivió en algún momento. Eso le ayudaba a recordar y tomar decisiones. No importaba que fuera. Sólo eso a él le ayudaba. Ahora se dirige al boulevard. El camino es largo, pero no piensa en lo que le falta, sino en caminar. Mira los árboles repletos de tordos dormidos. Se encuentra con algún borracho derrotado por el alcohol, y lo revisa para saber si trae algo de valor. Pero no trae nada. Sólo unos cuantos cigarros, los cuales toma. El camino continúa, y después de media hora llega a los límites de la ciudad, y es en donde la actividad de la noche aún está presente. El sonido de las guitarras y trompetas de los mariachis resuenan en todos lados. Las risas de las señoras de la noche sin pudor retumban en las esquinas y en los oídos de hombres que ni con dinero podrían ganar los favores de una de estas mujeres, que si bien ahora ríen por dentro, él sabe que lloran. A estos hombres sólo les queda mirar desde lejos. Por un momento se distrae al mirar una cantina en donde algún familiar trabajó años atrás. Algunos recuerdos llegan, pero él sabe que tiene que continuar. ¿Pero la ciudad? ¿Ya se terminó? ¿No hay más camino? Y toca regresar. Pero él jamás lo hace por el mismo lugar. Puede ser que eso es lo que lo mantenga con vida, noche tras noche, mientras camina por el ardiente piso de la ciudad. Ha decidido subir la colina. Son muchos escalones y el tramo para llegar ahí es largo. Pero no importa. Caminar es algo que se le da bien. Ha tomado esa decisión porque logró mirar la cima desde lejos. No hay nada en ese lugar nuevo. Sólo ha decidido ir por ahí. ¿Por qué? Ni él lo sabe, pero continúa su camino. Hay una subida muy larga y pronunciada. Comienza a subir por esa calle hasta llegar a la cima, y justo cuando comienza a bajar, no puede disfrutar de esa sensación de la gravedad a la inversa, pues el callejón que los llevará al cerro ha comenzado a su izquierda. Al pasar por ahí, recuerda que de niño él jugaba en esa calle, con algunos amiguitos, y la recuerda a ella, a la niña que le gustaba y que jamás volverá a ver en su vida. Piense en ello un momento. Se recarga en su pared por un instante. Cierra los ojos y guarda su recuerdo en su corazón, pero él sabe que ahí ya no hay nada. Sólo el recuerdo de un amor puro e inocente de dos pequeños niños. Toma ese recuerdo y lo deja ahí para el próximo día cuando pase caminando otra vez. Comienza a subir escalón tras escalón. Llega a la mitad del camino. Siempre intenta contarlos, pero no es bueno contando cosas, y pierde la cuenta. A veces se regresa para comenzar otra vez, pero en cada ocasión algo lo distrae y pierde la cuenta de nuevo. Eso es algo que ya dejó atrás. Pasa el último escalón y llega a la casa de una exnovia de su hermano. Mira la casa en donde ya no hay nadie. Se sienta, cierra los ojos y recuerda a la familia de esa mujer preparando la comida en donde alguna vez fue una cocina. Ahora sólo quedan los restos de los cimientos. No es algo que le afecte mucho, claro, pero es un recuerdo que tiene de un momento maravilloso. Continúa caminando. Pasa por lugares un poco desagradables. Los recuerdos de las peleas, los insultos y los pleitos llegan. No todo es bueno en el camino. Y así llega a la cima. Se para en el pequeño parque, mejor conocido como Mirador, y mira. Respira. Siente un momento el aire de la montaña. Y después de un par de minutos, él sabe que es hora de regresar. Comienza su camino de regreso, pero esta vez bajará por la calle, que sólo usan los automóviles, pues bajar en zig-zag es mucho más largo que bajar por las escaleras. Pero a él eso no le importa. Ya ha decidido tomar ese camino. El camino es largo y continúa caminando. Aún no está cansado. A veces, cuando se acuerda, nota el ardor en sus pies, pero ha logrado ignorar. Siempre esa sensación molesta. Continúa bajando sin parar hasta llegar, así, a su colonia. Llega a la calle. Camina por donde ha vivido una serie interminable de cosas. Los recuerdos llegan, como siempre, algunos buenos y otros malos. Pasa por ese lugar rápidamente. El característico tope de la iglesia le trae un recuerdo, el recuerdo de un camión de volteo que intentó pasarlo cargado de arena y que se prendió en un fuego por forzarlo. Esa fue la primera vez que miró un auto tan grande, prendido en llamas. Guarda su recuerdo. Continúa caminando. Llega a una esquina en donde ya ha pasado, pero no hay otro camino. Así que rompe su regla de no pasar por el mismo lugar dos veces. Pero por primera vez en la noche, se siente incómodo. Esa decisión no le ha gustado. Y camina un poco más rápido. Pasa por el callejón y se encamina hacia el centro. Llega a la galería nuevamente y continúa su camino hacia el centro de la ciudad, en donde se encuentra el mercado. Pocos lugares han estado abiertos aún. Un tipo le pide un peso, pero él lo ignora y continúa caminando. Llega a la segunda avenida, gira a la izquierda, continúa caminando hasta llegar a la esquina de su casa. Abre la puerta y se encuentra con su madre que aún está despierta, mirando la televisión. Frente a él está el reloj y marca apenas las once de la noche. Aún queda mucha noche por vivir. Toma una bocanada de aire mientras piensa en que aún puede salir a caminar un rato. Subtítulos por la comunidad de Amara.org

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