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Dualidad del combate interno del creyente (Ultima parte Parte)

Dualidad del combate interno del creyente (Ultima parte Parte)

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In this transcription, the speaker discusses the conclusion of the second section of Romans chapter 7, which focuses on the internal struggle of believers. The section explores the debate between the law and sin, and how they are both present within believers. The speaker emphasizes that although believers are saved and secure in their salvation, they still experience suffering and conflict. The main idea is that believers desire to do good but struggle with their inability to fulfill it due to the power of sin. The speaker encourages believers to believe, retain, and live out the teachings of this section, finding joy even in the midst of their struggles. The speaker then goes on to discuss the phrase "miserable of me" and the question of who will deliver them from their sinful nature. Porque hoy, si el Señor lo permite, vamos a estar culminando con estos últimos dos versículos de esta segunda sección que comenzamos desde el 14 al 25 sobre la dualidad del combate interno del creyente. Es la última parte. Y termina con dos versículos importantes porque es la conclusión y engloba toda la idea de lo que hemos venido aprendiendo en estas últimas semanas. El argumento de Pablo está muy cuidadosamente estructurado, acá en el capítulo 7, se desarrolla en dos secciones, ambas están estrechamente unidas por el amplio uso del pronombre que está hablando acá Pablo en primera persona, es él, y esta primera sección que estudiamos la semana pasada del versículo 7 al 13, mejor dicho la semana pasada, que yo me equivoqué a la hora de hacer esta introducción leyendo rápidamente ciertos versículos, lo que antes quiero mencionarle es que la primera sección, ¿se acuerdan? Ustedes que fue del versículo 7 al versículo 13 fue explicar y enseñar el debate que hay entre, todavía no el hombre, sino el debate entre la ley y el pecado, ¿se acuerdan? La ley y el pecado, cuál es la función de la ley, si la ley es buena o es mala y también cómo se contrapone con el pecado. La segunda sección en la cual nosotros creo que fuimos mucho más cuidadosos donde yo a ustedes les comenté que digamos hay versículo tras versículo porque es muy, muy importante, si a veces se llegan a malinterpretar de muchas maneras estos versículos. Entonces recordemos que en la segunda sección del 14 al 25 es donde ya no se está hablando de una manera directa entre la diferencia entre la ley y el pecado. En la segunda sección del versículo 14 al 25 es la ley y el pecado dentro de nosotros, ¿ok? Entonces el versículo del 7 al 13 era específicamente hablando de la ley y el pecado que eran oposición, pero como la palabra nos enseña que en el Génesis toda la raza humana cayó en nuestros primeros padres entonces en nosotros se introdujo el pecado y cuando el Señor nos salva pues el Señor nos da, nos regenera y ambos esos elementos de la ley y el pecado ahora están dentro de nosotros. Por eso es que en esta segunda sección del 14 al 25 lo hemos llamado el combate interno del creyente. Igual es importante denotar y aclarar la estructura del libro de Romanos. Los primeros capítulos trataban específicamente de cómo el hombre debe de ser justificado, ¿se acuerdan? Y para entender el ser justificado pues nos habla de la condición del hombre, cómo el Señor ve al hombre y cómo requerimos realmente de buscar al Señor. Ya en la segunda sección que continuamos con estos capítulos y continuamos con el capítulo 8 y así sucesivamente, estamos en la sección cuando ya una persona cree en el Señor, entra en la etapa que ya es justificado, entra ahora en algo muy importante que estamos hablando de la santificación. Y es importante recordar esto porque acá cuando estemos hablando o vamos a ser muy enfáticos en muchas terminologías del estudio de hoy que no estamos tratando acá con tema de condenación de irnos al infierno. Estamos ya hablando de que estamos nosotros seguros en las manos del Señor. Estamos claros ahí, ¿verdad hermanos? Eso lo quiero enfatizar mucho de que estamos ya salvados, somos de Él. Pero estando ya siendo de Él, estamos viendo en el carácter y en la vida de Pablo lo que sufre el cristiano. Entonces, lo que podamos ver, lo que nos lleva la palabra. Por ejemplo, la primera palabra que ustedes ven en el versículo 24 que Pablo dice, miserable de mí, debemos entender que eso está dentro del contexto de un salvado. Entonces, por ningún lado nos vamos a ir a pensar que está en riesgo nuestra salvación. Eso es algo que yo, estamos ya muy evidentes que su salvación es segura, la recibimos por gracia y se mantiene por gracia de parte del Señor. Yo no puedo quitar algo en lo cual el Señor me lo ha dado sin yo ganármelo. Es algo que estamos seguros en sus brazos, ¿ok hermanos? Entonces, estamos en la sección de la santificación. ¿Cuál es la idea principal? Ustedes dirán, hermanos, yo ya lo sé, lo hemos estudiado las últimas semanas, pero es bueno volver a recordar. Estamos en esa descripción de la lucha interna del apóstol Pablo, y por extensión aplicativo para todos nosotros. ¿Cuál es la lucha? El deseo de hacer lo bueno y al mismo tiempo la incapacidad de poder cumplirlo. ¿Ok? Esa es la idea de todo. El deseo de hacer lo bueno y al mismo tiempo la incapacidad de poder cumplirlo. ¿Por qué? Porque está este elemento llamado la ley del pecado. Entonces, rápidamente, también se los voy a compartir en la pantalla, si lo que les cabe decir, que el deseo de hacerlo bueno y la incapacidad de cumplirlo, lo podemos resumir, pero bíblicamente sería el corazón, por así decirlo, de todo este dilema de lo que vemos que Pablo dice son los versículos 18 y 19. Ahí está. Y yo sé que en mí, esto es en mi carne, no mora el bien, porque el querer, el deseo de hacer lo bueno, está en mí, pero el no hacerlo. Estoy inhabilitado hasta cierto punto. Y 19, porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Ahí está la idea. Entonces, deseo hacerlo bueno, sí, cada creyente desea hacerlo bueno porque el Señor le ha dado nuevos deseos, pero está la incapacidad de poder cumplirlo debido a la naturaleza de la ley del pecado. Entonces, Pablo expone la tensión entre la vieja naturaleza y la nueva naturaleza. Y aunque nuevamente desea hacer lo correcto, Pablo encuentra que hay una fuerza opuesta para que nos pueda, digamos, querer cumplir como queremos cumplir la palabra. Entonces, esta sección terminamos en este conflicto y los últimos dos versículos es la conclusión de esta idea que emana de estos dos versículos principalmente. Entonces, de esta manera se termina con la idea que debemos de entenderla para... Atención con esto. El punto importante de estos últimos dos versículos como conclusión es porque debes de creerlo. Debes de creerlo Segundo, retenerlo. Tercero, vivirlo. Ok, repito, creer, retener y la aplicación, vivirlo, pero vivirlo en gozo, aun en medio de la miseria que produce este conflicto. Usted me puede decir, ¿es compatible estar en una condición de miseria y al mismo tiempo en gozo? Bíblicamente Pablo dice que sí. Repito, entonces, es importante la conclusión de la idea como termina Pablo es porque debemos salir creyendo, reteniéndola y vivir en gozo en medio de la miseria que produce este conflicto. Entonces, vamos a leer versículo 24 y lloramos para comenzar. Comienza diciendo, Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Señor, en esta mañana te pedimos, te suplicamos y rogamos, Señor, en el nombre de tu Hijo Cristo Jesús que ha sido nuestro Salvador, Redentor, que nos ha justificado para entrar en tu presencia, que por medio del Santo Espíritu cada día nos va santificando, dando iluminación, entendimiento, que lo que hoy escuchemos, pongamos atención y podamos retener esto en nuestros corazones, porque estamos en un punto tan importante para poder mantener una doctrina sólida en este tema en cuanto a la santificación. Ayúdanos, Señor, dame la claridad de las palabras, ya que es una sección muy, muy importante porque conlleva a cómo podemos cada día enfrentar este conflicto que todos padecemos como creyentes. Ayúdanos, Señor, a que sea la gloria, a que sea la honra, Señor, y que tu nombre hoy sea glorificado, que tú seas exaltado por todos nosotros la iglesia. Te lo pedimos, Señor, en el nombre de Jesús. Amén. ¿Cuál entonces es la primera palabra que encontramos en el versículo 24? Miserable de mí. ¿Qué manera de expresión del apóstol Pablo? Esto es una autobiografía, es él. Recordemos el debate que hay con Romanos capítulo 7. Algunos consideran que este tipo de expresión habla de una persona impía, porque en Cristo no podemos ser miserables. Pero viendo el contexto en el cual estamos, las dos interpretaciones que muchos teólogos conllevan y traen es que está hablando Pablo en cuanto, de manera tipológica, de toda la raza humana cuando no es creyente. Pero están otros hombres en muchas de las partes de la iglesia, Señor, que se está hablando realmente como lo estamos entendiendo, creo yo totalmente, y afirmo porque el contexto apunta hasta esta dirección. Si realmente está hablando del hombre impío normal, versículos que dicen los anteriores que habla que tiene el deseo de hacerlo bueno, el hombre impío no tiene el deseo de hacerlo bueno. No tiene entendimiento del conflicto, solamente el creyente. De tal manera que es importante y por eso es que es tan controversial la interpretación de estos textos. Es importante ir al griego, el significado de la palabra, pero no podemos tampoco obviar el contexto de lo que rodea las palabras, porque eso es lo que, yo creo que la palabra está de una manera muy clara dándonos esta aplicación. Entonces, Pablo dice comenzando, miserable de mí. Pablo, pero el apóstol Pablo, hablándose y describiéndose de esta manera como miserable de mí. Entonces, en el versículo 24 encontramos dos cosas importantes. Encontramos una exclamación. ¿Sí? ¿Lo ven? Una exclamación. ¿Qué dice miserable de mí? ¿Eso es una exclamación? O una exclamación es miserable de mí. Le dice Pablo a los romanos, entiendan hermanos, esto es lo que les quiero decir. Yo soy y estoy en una condición de miseria, estoy en desdicha, estoy, no tengo paz en este sentido. Y lo habla y por eso es que cuando se está exponiendo la palabra, decía el predicador John Stott, el predicador tiene el deber de conectar a la audiencia con la audiencia del pasado y darle el énfasis necesario y determinada para que entendamos el contexto de las palabras. Entonces, Pablo dice miserable de mí. Hay una expresión enfática. Y luego encontramos que hay una pregunta. ¿Lo ven? Entonces, hay una exclamación y hay una pregunta. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Vamos primeramente a ver la exclamación miserable de mí. ¿Qué significa miserable? Entendemos de cierta manera que es una condición, sin ir al griego todavía, lo que podemos entender con palabra miserable es estar en una condición baja, por así decirlo. Es algo, vamos a decirlo así, negativo. Bueno, la palabra en el griego es talaiporos, y es estar en un estado de desdicha, primeramente. Y esta desdicha puede ser mentalmente o físicamente. Podemos estar en esta condición de desdicho miserable. Otra manera también de decir miserable es ser patético. Es fuerte palabras. Dar lástima. Vamos a decirlo así, ser de mala calidad, ser de mala condición, ser infeliz, estar en angustia, estar en un gran sufrimiento. Eso es miserable. Si ven, porque hay teólogos que dicen, pero así no se puede describir un cristiano. Así se describe es un impío. ¿En qué sección estamos? ¿Del todo libro somos? La sección de la santificación, de creyentes, ser contexto general. Entonces la pregunta es cómo un cristiano, y qué mayor ejemplo que Pablo, puede describirse como miserable por este conflicto entre el deseo de querer hacer lo correcto, pero estoy inhabilitado para hacerlo. Entonces Pablo en otras palabras, le está diciendo a los hermanos, es, hermanos, yo soy patético, yo doy lástima, yo estoy en un sufrimiento, estoy en una agonía, no puedo descansar, no puedo dormir, yo soy de mala calidad, estoy dando con palabras que connotan la traducción de palabras miserables, de talaiporos. Y cualquiera que lo escuche así, y lo está invitando al Evangelio, y Pablo luego le dice, creen en Cristo, deben de creer en el Señor. Pero al mismo tiempo le está diciendo, miserable soy yo, yo estoy en sufrimiento, estoy en una agonía. ¿Qué puede pensar la audiencia? ¿Yo quiero seguir aquí? ¿Quiero seguir eso? Entonces la palabra miserable de mí, estrictamente, está diciendo Pablo, me siento agotado. ¿Por qué? Por el duro trabajo, hermanos. ¿Cuál trabajo? ¿Físico? No, no, no estamos hablando del trabajo físico, de este combate de todos los días. Pablo está diciendo, me siento miserable, estoy en mala calidad, estoy cansado, por más que busco hacerlo bueno, no puedo. Eso cansa, crea una angustia, dice Pablo. Miserable de mí. Esa misma palabra, la connotación de talaiporos, lo encontramos también en Mateo 11.28. Vamos a ver cómo lo expresa acá para que vean el sentido, cómo se usa esta palabra talaiporos, por ejemplo, en Mateo 11.28. Acá estamos en, ¿se acuerdan de las bienaventuranzas? Dice acá la palabra, en adentro de las bienaventuranzas, es el resumen del contexto. Venid a mí todos los que estéis talaiporos. Este es el sentido que el autor le da a esta palabra a Romano 7.24. Miserable de mí. O sea, estoy cansado, estoy cargado, y la bienaventuranza dice, venid todos los que estéis cansados y cargados y yo os haré descansar. Otro texto bíblico donde se aplica esta palabra de talaiporos, pero en el sentido de, como un verbo, para no quedar mucho en el dilema técnico de la palabra, veamos cómo se encuentra esta palabra misma de miseria en Apocalipsis 3.17. Porque tú dices, hablando de la condición, del Señor, ¿hablándole a qué iglesia? La odisea. Una iglesia que tenía mucha prosperidad y se crean autodependientes que no necesitaban nada. Porque tú dices, yo soy rico y me he enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad. Y le dice la palabra el Señor, y no sabes qué es que tú eres desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. La voluntad de Dios para el creyente es que entienda que está en una condición, no de tenerlo ya todo, sino que está en una condición de desventura, de miserable, de patético. Es fuerte, yo sé, pero hablo así para llamar la atención. Patético. ¿Por qué? Porque todo esto nos lleva a depender de Dios. Si yo lo tengo todo, ya el Señor me salvó y el pecado, lo que queremos, que lo saque totalmente, entonces ya no necesito nada. Y el punto es que el Señor nos ha salvado pero todavía estamos arrastrando, vamos a decirlo así, cola atrás. Dándole esa parte tipológica del pecado. Mira lo que nos dice el verbo también de esa palabra de Talaiporos en el libro de Santiago. Someteos pues a Dios. ¿Y qué más dice? Resistir al diablo. Someteos y resistid. Ok. Y Él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Acá está hablando en el sentido de santificación. Y Él, nosotros nos dice, acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Luego les dice, pecadores, limpiad las manos y vosotros, los de doble ánimo, purificad vuestros corazones, afligíos y lamentad. ¿Qué dice el Señor? Mira lo que el Señor está hablando por medio de Santiago y está en dos imperativos. El Señor le está diciendo, ¿qué cosa? Afligíos, lamentad. ¿Y qué más dice? Y llorar. Dios quiere que tú te sientas, ¿qué cosa? Miserable. Gracias, hermano. Esa es la palabra. Hermano, ¿esto es el Evangelio? Esto es el Evangelio. Ustedes, que limpien sus manos, vayan al Señor, los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Luego dice, afligíos, lamentad y llorar. ¿Por qué hay que estar afligidos? ¿Por qué nos lamentamos? Hermanos, ¿qué estamos hablando? El debate. Yo deseo hacerlo bueno. Yo quiero dejar de mirar a mujeres con lujuria. Otro puede decir, yo quiero dejar de emborracharme. Otro quiere, lo podemos aplicar en un gran abanico de aplicaciones que no hace falta ir a todas, cada quien al Señor le está dando en sus corazones. Pero tú terminas y entiendes que no puedes realmente cumplirlos, porque el pecado te limita. Y eso te crea a ti, ¿qué? Aflicción, te lamentas, lloras. Pablo dice, ¿cuál es la palabra que Pablo dice? Miserable de mí. Esto es una parte de lo que el cristiano debe de experimentar todos los días. Miserables. Y luego dice, vuestra risa se convierte en lloro, dice Pablo, Santiago. Y vuestro gozo en tristeza, humillado delante del Señor, y Él los exaltará. Entonces no me digan, para que no me engañen, hermano, acá estamos siendo muy negativos. No, no, no. Este es el texto de lo que está hablando. ¿Y cuál es la contraparte de Santiago? Apocalipsis 37. Es lo que se crean ricos, todo lo tengo, el cristiano no debe de sufrir, no debe de batallar con el pecado. Y el Señor más lo que le dice es, tú eres un patético, miserable pecador. Dice el texto de Apocalipsis 37. Eres un pobre desventurado, ciego y desnudo. Es importante entender lo que Pablo expresa, el apóstol Pablo, cómo se adjudica esta palabra a él. El versículo 24 no solo tiene esta exclamación. ¿Cuál es la exclamación? ¿Qué dijo Pablo? Yo soy miserable, dice Pablo. Es un grito de angustia. Pero observamos también que el conjunto de esta expresión de soy miserable, hay una pregunta. ¿Lo ven? En sus Biblias, ahí en Romanos 7.24, hay una pregunta. Y es muy importante ver la clase de pregunta que se está denotando acá, en el versículo 24. Porque no es una pregunta de desesperación, como cuando viene un desastre natural, y los impíos dicen, ¿Ahora qué hacemos? Es una pregunta que no conocen la respuesta, el impío. Pablo no está diciendo eso. Pablo no está diciendo, en cierta manera, yo soy miserable, soy patético, que son las connotaciones de la palabra miserable. Y luego dice, ¿Quién me sacará o me quitará este cuerpo? Como que si él no supiera la respuesta. ¿Qué creen ustedes? ¿Pablo sabe la respuesta? Es una pregunta retórica. Es obvia la respuesta. Pero Pablo habla de esta manera porque le está enseñando a quién, a su audiencia, a los romanos. Y por ende, a nosotros también es muy aplicativo. No es una pregunta de desespero. No es una pregunta de incertidumbre, al estilo guionista del actor Roberto Gómez Bolaños, con su famosa serie, El Chapolín Colorado. ¿Se acuerdan? Ya saben lo que voy a decir. Hoy, ahora, ¿Quién podrá defenderme? Esa es una pregunta sin esperanza, sin conocer. ¿Quién ahora y que salga El Chapolín? No, no, no. La exclamación de miserable de mí va con una pregunta retórica, obvia. No una pregunta con una posible respuesta, sino que una pregunta con la respuesta. Pero Pablo lo escribe de esta manera, como le dije, porque le está enseñando a la iglesia de Roma. Entonces, yo deseo, Pablo lo que enseña, yo deseo cumplir los mandamientos de Dios. ¿Correcto? Pero estoy inhabilitado de cumplirlas, porque en mi cuerpo he visto que tengo otra ley, la he llamado la ley del pecado. Y Pablo dijo, quiero hacerlo, no lo puedo hacer, ese debate lo lleva a que él exprese esto de miserable de mí, Romano 7.24. Y en ese estado derrotado, pero salvado, en ese estado derrotado, anhelamos ser liberados de los poderes hóstiles, pero que mientras nosotros no confiemos plenamente en Cristo y en su Santo Espíritu, eso no puede suceder. Tal vez voy a seguir explicando esto, o mejor dicho, profundizando más este concepto que les he definido. Y un gran ejemplo de esto es Judas Escriariote y Pedro. No hay diferencia alguna de la magnitud del pecado que hizo Judas y Pedro. ¿Qué hizo por un lado Judas, como el traicionero de traicioneros? Que la palabra lo llama el hijo de perdición, que no se salvó. Pero hay algún punto y un factor determinante que no, hasta ese momento, antes de ver el resultado final, que no había diferencia con lo que hizo Pedro. Judas lo traicionó, ¿por cuánto? Por 30 miserables monedas de plata. ¿Pedro qué hizo? Negó al Señor. ¿Y qué es la palabra? El que me niegue ante los hombres. O sea, lo que hizo Pedro fue garrafal. Pero vean la diferencia, yo no sé cuál es. ¿Para qué piensen un poco en esto? Ustedes saben que hasta cierto punto Judas tuvo remordimiento, lo dice el texto. Se dio cuenta que había entregado sangre inocente. Y no sólo eso, va otra vez con las autoridades judías y les da las monedas. Y él dice, he traicionado sangre inocente. Usted sepa, esto parece un arrepentimiento. Pedro negó a Cristo, cantó el gallo, reconoció. La pregunta es, ¿cuál es la diferencia? Pedro se ha salvado, mejor dicho, era salvado, Judas no. En cuanto al pecado, la reacción de Judas y la reacción de Pedro parecen casi iguales. Y esto es importante en esta sección, en la conclusión de esta sección. Porque mira lo que dice Pablo, miserables de mí. El punto es esto, Judas se dio cuenta de lo que había hecho. Pero la magnitud de su pecado, él, lo vio tan grande, tan grande, que no lo dejó ver a Cristo. ¿Ok? La solución para Judas fue verse a Orcase. ¿Cierto? Pedro corre a los pies de Cristo. Por eso le estoy diciendo en esta sección, que es muy importante que en esta condición que te puedas sentir tú, derrotado, en desdicha, miserable, hipócrita, mentiroso. Porque tú entiendes, hablo a los creyentes, entiendes el mensaje del Evangelio. Tú sabes lo que el Señor exige, ¿verdad? Pero por más que te esfuerces, no lo puedes hacer completamente. Y entonces, ¿en eso qué pasa? Crea lo que dice Pablo en el versículo 24. Me siento miserable, parezco un propio pecador. O sea, ¿qué diferencia hay entonces con el impío? Y ese está el punto, atención con esto. En nuestra condición de derrotado, te sientes hipócrita ante el Señor. Tú debes de anhelar es ser liberado de esa ley que está gobernando tu persona, hablando de la vieja naturaleza, el viejo hombre. Pero debes entender que debes de confiar completamente en Cristo. Por horrendo que sea el pecado que estés haciendo o hayas hecho, o que vayas a hacer, debes de confiar plenamente en Cristo. Muchos no vienen a Cristo porque dicen, es que lo que yo he hecho es tan garrafal, que ven a Cristo menor de su pecado. Y la palabra nos enseña que la manera de agradar a Dios, la única manera, es por medio. ¿De qué? La fe. Judas dijo, lo que he hecho es tan horrible, no creo que Cristo me pueda perdonar. Este fue su pecado. Que en la condición de autoponerse la víctima a tal punto de tú mismo azotarte, el problema de tú mismo azotarte tanto, es que tú te estás volviendo egocéntrico. Porque quieres que todo el mundo te rodees en cuanto a tu condición, que tú diciendo, Señor, soy un miserable pecador, sucio, hipócrita, y no hay nada que se puede hacer. Y el Señor exige que te debes de tener fe en sacarte de Él. Y saber que si tú le pides en Él, hay. Si no confías, ahí sí podemos decir que estás frito. Aunque te sientas, y esa es donde estamos hablando de que dentro de la miseria, como Pablo dice, hay un gozo al mismo tiempo. Entonces la exclamación de Pablo es un grito de angustia. No de desesperanza. ¿Ok? Es muy diferente. El cristiano no puede perder la esperanza. Porque perder la esperanza, entonces, está dejando tú de ver de Cristo quien Cristo es. Claro, y aunque tú dejes de mirarlo como Él es, Él no va a cambiar. Él sigue siendo el Señor y el Salvador. La exclamación de Pablo es un grito de angustia, no de desesperanza. Su pregunta, que Él hace, expresa un anhelo. Escuchen muy bien esto. Un anhelo por el rescate que pronto viene para cada creyente. Ese rescate. ¿Qué dice? Mira lo que dice Romanos 22, 23, hablando de ese rescate. Porque sabemos que toda la creación... ¿Qué hace la creación, primeramente? Gime. Y a una está con dolor de parto hasta ahora. Y luego que dice el 23. Y no solo ella, no solamente la creación. Sino que también nosotros, los impíos no, está hablando de los creyentes. Nosotros mismos, que tenemos las primicias. Mira, es importante entender esta palabra. ¿Qué significa que tenemos las primicias? Es que ya el Espíritu Santo, Dios nos lo ha dado. El Espíritu vive dentro de cada creyente. Cierto, solo creemos. Pero nosotros todavía pecamos. Y si pecamos, dice la palabra, que no es que el Espíritu se va. Se contrista el Espíritu. Es muy diferente. El creyente no puede perder la salvación. Es imposible. Un creyente es genuino. Pero eso no dice que no está cero o exento de luchas. Tenemos las primicias. Habla en el sentido de primicias, porque esperamos en un momento donde la salvación va a ser, vamos a decirlo en este contexto, va a ser culminada. Dice el texto, que tenemos las primicias del Espíritu. Nosotros también, ¿qué dice? ¿Qué entiende con gemir, hermanos? Llorar. ¿Y por qué gime el cristiano? Porque sabe hacer lo que debe de hacer, y no lo está haciendo. Ojo, nuevamente, esto no es licencia para pecar. Atención con eso. Está diciendo que el creyente lucha. No todo el tipo va a salir victorioso. Puede ser que yo estoy predicando acá, y más tarde yo en algo rebalipeque, y va a ser así. Y eso no quiere decir que entonces, entonces esto me caer en una desesperanza. No, el punto es, la palabra no dice que los cristianos nosotros mismos gemimos. Nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos. Esperando la adopción. ¿La redención de qué? Porque no estamos totalmente santificados. Y por más que te esfuerces, por más que ores de pie, de rodilla, por más que vote en la televisión, por más que te vayas a un convento, vas a estar padeciendo de este combate. Que no siempre vas a terminar haciendo lo que debes de hacer. Eso es lo que nos dice. Entonces, la tensión que se expresa acá, acá lo que están viendo en la pantalla, esta expresión está hablando ya en términos escatológicos. Y cuando hablamos de escatología estamos hablando de que ya, o sea, acá estamos nosotros esperando, es la venida de Cristo. Que es quien nos va a, dice el texto, nos va a terminar, ve, dice la palabra. Entonces, no estamos hablando en términos de antropología, o sea, meramente de que si pudiéramos ahorita sacarnos de la vieja naturaleza y quedarnos totalmente limpios, quisiéramos. Pero no podemos. Tenemos que aprender a vivir con la vieja naturaleza. Este es el grito de alguien que tiene el Espíritu Santo. A ustedes les enseñé en otros mensajes de esta serie que cuando éramos limpios, irracionales, de mente, dice la palabra también, mente animal, no regenerados, limpios, lo que nuestro corazón deseaba, tú lo terminabas haciendo. Entonces, tus deseos iban a la par con tus acciones. Yo quería emborracharme con los amigos, yo terminaba haciéndolo. Tú también lo hiciste, ¿o no? Bueno, depende de la aplicación. Yo deseaba algo malo y yo lo terminaba haciendo. Y los dos iban, son como dos líneas paralelas que, pues yo hacía lo que mi corazón me dictaba. Y al otro día yo me paraba, de repente amanecía con dolor de cabeza, con todas esas cosas, los efectos del licor, y de repente yo amanecía era que no vuelvo a tomar por el dolor de cabeza, porque la conciencia me dictara que estaba haciendo mal. El punto de la diferencia con el creyente es que, ya el creyente, cuando Dios lo salva, le da su palabra, o sea, lo entiende, el Señor le da la capacidad de entender la palabra, y ya se aferra al mensaje de la palabra, lo cree, pero ya un creyente que se resbale, por ejemplo, porque puede ocurrir, un creyente que se resbale, haga un pecado, se emborrache, no le va a preocupar el dolor de cabeza que causa la resaca. Lo que lo angustia es, ¡he ofendido a Dios! ¿Cierto? ¡He ofendido a Dios! Y tú dices, pero, y entras en el debate, y no sabes que ocurre, sabes lo que tienes que hacer, pero no lo haces, ese debate solamente lo lleva a alguien que tiene las primicias del Espíritu de Dios. El impío no. Recuerda nuevamente, el impío desea hacerlo malo, lo termina haciendo, pero no tiene más lucha. Pero es que cuando, decimos que cada creyente cuando llega a los caminos del Señor, siente esta presión, siente como que se cambia de bando, porque ahora siente, no solo el ataque de Satanás y los demonios, también siente el ataque, el enemigo número uno de ti mismo eres tú mismo, por el pecado que está en ti. Entonces, esta lucha la tiene solamente alguien que tiene las primicias, pero que está esperando que mientras que esté gimiendo y esté llorando, que eso es bueno, porque está esperando la adopción y la venida de Cristo. Esto se trata, hermanos, del grito de un cristiano que confía en la liberación final mediante la resurrección de la muerte. El que se autocalifica como miserable, es un creyente verdadero. Quiero que aprendas eso, el que se autocalifica miserable, es un creyente verdadero, porque el decir todo lo contrario, la verdad entonces no está en ti, dice Juan, ¿cierto? El que diga que no tiene pecado, es un mentiroso y la verdad no está en él. Todos estamos batallando, todos tenemos debilidades, y no solo eso, le podemos pedir a Dios, ¿se acuerdan cuando Pablo le dijo, Señor, tengo un aguijón, no sabemos cuál era, la pierna o el corazón, sea lo que haya sido, pero tenía un aguijón, ¿cierto, Pablo? ¿Y qué le dijo Pablo? Señor, quítame este aguijón. Y el Señor le dijo, bástate con mi gracia. Vamos con esto, atención con esto. ¿Cuánto nosotros le hemos pedido al Señor que nos quite eso, algo en específico, que es lo que pensamos día y noche, lo que estamos haciendo mal, ¿cierto? Pueden ocurrir dos cosas, una, el Señor lo puede quitar así, Él es poderoso, ¿cuánto quieren eso? Dios lo puede quitar así. Pero a veces, Señor, puede ser que tampoco no lo quite todavía. Y puede ser que el Señor diga, bástate con mi gracia. Y uno dice, pero Señor, esto me está llevando a vivir y a ser y estar en contra de lo que Tu Palabra dice. Pero el Señor quiere usar esa, mejor dicho, esa debilidad del pecado de Tu batalla, lo que estás padeciendo, para que dependas de Él, para que te puedas autocalificar como soy un miserable y que esto te lleve cada día a buscar del Señor. Diga el débil fuerte soy, en el sentido no, eso se ha vuelto un eslogan, el texto mal aplicado, donde se dice, diga el débil fuerte soy, quiero comprarme mi mansión, diga el débil fuerte soy, lo voy a hacer, no, no, ahí no entra eso, está mal aplicado. Diga el débil, o sea, lo que está padeciendo, la lucha de la carne, que quiere dominarme y hacerlo, y hay otra parte de mí, el que está regenerado, que dice, garanta cinco los deseos del Espíritu, se oponen para que no termines haciendo lo que en este caso la carne quiere hacer y el Espíritu lo contrapone, no lo deja. Entonces, Él que se autocalifica como miserable, es un creyente verdadero, y sólo es quien, el cristiano me refiero, que puede decir que aborrece lo que hago. Solamente un cristiano puede decir eso, yo aborrezco lo que hago, el mundo no dice eso hermanos. El hombre lo que dice es, yo hago el deseo de mi corazón, y ya, se siente feliz, se siente autodeterminante y con buen, tengo una mentalidad fuerte, yo sé quien soy, tengo una autoestima fuerte, porque creen realmente que no se adjudica nada negativo. El cristiano es quien todos los días dice, yo soy un pecador, pero un pecador salvado. Y dice, ¿cómo así? Sí, pero es lo que la palabra enseña. Eres un pecador salvado. Y si tú no entiendes eso, hermanos, créanme, no podemos llegar hasta el final. ¿Cuál es el final? Hasta que veamos al Señor bajar en las nubes, y podamos como corderitos brincar de gozo, porque llegó el día donde ya no voy a batallar con este aspecto de mi pecado, y el Señor me limpiará, me lo quitará, y allá voy a disfrutar con Él para siempre, ya sin pensar en nada de lo que yo lo voy a ofender. Entonces, el cristiano es el que aborrece lo que hace. El cristiano es el que, no es el que dice, yo todo lo hice. No, el cristiano todos los días dice, ahora reconozco que soy un pecador. Sólo el regenerado aborrece el mal que está dentro de él, como dijo el salmista del 119-104. Mira lo que hace la Palabra, por esto es importante escuchar la Palabra. Tus mandamientos me dan entendimiento. Si no hay entendimiento, tú no sabes que lo que estás haciendo está mal. Se debe de escuchar la Palabra, con suma atención y retenerla. Tus mandamientos me dan entendimiento. Y luego dice, está en la versión NTB, para que sea muy fácil de explicar. Con razón detesto cada camino falso de la vida. Cuando tú tienes entendimiento de la Palabra, te das cuenta que esto es malo o aquello es malo. Pero lo que nos lleva a Romano es que cuando tú sabes y te alegras porque estás conectando la Palabra, y la Palabra dice que cuanto más escuches y más retienes, mayor se te va a demandar. Y por eso es que ya cuando salgamos ya sé que esto es incorrecto y tú te das cuenta que yo estoy pegando hasta en esta área, y tú dices, uy, o sea, esto me está llevando a ponerme entre la espada y la pared. Pero eso es lo que el Señor quiere hacer. No para decirte que te va a mandar, hablando del contexto de salvados, no para mandarte al infierno, porque si tú has creído que Cristo ha perdonado todos tus pecados, ¿cierto? Significa los del pasado, los de hoy, y lo que va a hacer tu mañana, que ni tú sabes, el Señor ya lo sabe. Todo eso el Señor lo pagó en la cruz, ¿cierto? Entonces, si el Señor lo pagó, tú tienes que estar contento que eres justificado, hermanos. Ahora, el punto es, el yo entender que estoy justificado, es un tema que lo vamos a poner a un lado, ya sé que estoy justificado, pero al mismo tiempo que eres justificado, Dios quiere que tú te des cuenta lo que hace el pecado en ti, y Él permite muchas veces que ese pecado, de repente, no lo elimina, sino que padezcas ese pecado, que cargues, dice el Padre Jesús, cargues tu cruz. Es eso, hermanos. Carga con tu vieja naturaleza. Y cada día te das cuenta, mire, cada día aborrezco más lo que yo hago. Esto es señal que el Señor me ha transformado. Solo el regenerado se deleita en la ley de Dios, el hombre nuevo. Mira lo que dice Romano 7.22 Porque el hombre interior, lo llama así Pablo, el hombre interior el hombre exterior es la vieja naturaleza tuya y mía el hombre interior es el que ha creído el hombre interior me deleito en la ley. El impío no se deleita en la ley, ¿cierto? El impío se deleita es en pecar. Nosotros nos deleitamos en el Señor. La diferencia es que también cuando pecamos, entonces nos sentimos mal. Solo un creyente auténtico puede llegar a esta situación de estar nuevamente en gozo, porque ha sido salvado en Cristo Jesús. Pero aun así, está en la miseria que produce el conflicto. Repito, solo un creyente auténtico puede estar en el gozo porque Cristo lo ha justificado pero aun así estar dentro de la miseria que produce este conflicto entre el viejo hombre y el nuevo hombre. Como lo dijo Spurgeon, varios de ustedes lo han mencionado, lo vuelvo a citar porque entra muy bien otra vez acá en el contexto del mensaje y Spurgeon compara la diferencia entre un creyente y uno no creyente, es que el buen pastor agarra a la ovejita, la lava bien, le quita todo el barro, la limpia bien y la ovejita va brincando contenta y puede ser que resbala en un charco de lodo, el pecado. Se tira al charco, pero la oveja naturalmente que ya es una oveja, su naturaleza es una ovejita, ella no puede vivir dentro de un charco, no está diseñada para estar en un charco. Y esa es la comparación que hace Spurgeon que es como una ovejita, puede caer pero no va a permanecer. La diferencia entonces, que hace él, nuevamente continúo con lo que él dice la diferencia con un cerdo, un marrano o el animal como lo conozcan en sus países, un puerco por más que lo laves y lo perfumes va a buscar el lodo, porque esa es su naturaleza. Somos ovejas que brincando caemos a veces en el charco de lodo. Pero muy distinto al puerquito y marrano que éramos, que aunque nos llamaba la palabra nos gozamos de estar ahí entre la suciedad. Esa es la diferencia con el limpio. Nosotros caemos y nos reconocemos que estamos sucios, el puerco está sucio en sus propias heces y él no está asqueado, el puerco no está asqueado, nosotros sí. Y esa diferencia que tú sabes en tu mente, que has reconocido, que has hecho lo malo y te sientes mal, eso es señal de un creyente. Importante en poner atención, esto es lo que voy a continuar diciendo. El hombre miserable, del versículo 24 clama por ser liberado. No está clamando por sentirse culpable y del castigo eterno. Repito, el hombre del versículo 24 cuando Pablo dice miserable de mí, él está clamando con esa expresión, no es porque es culpable y merece el castigo eterno. Pablo no está diciendo eso, Pablo está muy seguro de que Cristo lo ha salvado. El hombre miserable del versículo 24 no está pidiendo perdón de los pecados. Está pidiendo ese auxilio en contra del pecado que vive en él, que sabe muy bien que eso va a ocurrir cuando ya Cristo venga a su venida. Vean la diferencia. El hombre miserable no pide perdón de los pecados, lo pedimos naturalmente, pero no está pidiendo, tú cada vez que pecas no le estás pidiendo Señor, sálvame otra vez. No estás pidiendo eso. No, tú estás seguro de que ya te salvó. Lo que estás pidiendo es que Señor me haga sentir mal y esto me hace la esperanza en crecer en cuando tú vengas y me termines de limpiar. El hombre miserable del versículo 24 está preocupado no por el día del juicio. ¿Cierto? Realmente, el hombre del versículo 24, ese hombre miserable no está preocupado por el día del juicio. Está preocupado por la condición de servidumbre que se encuentra, porque termina siendo lo que aborrece. Yo no quiero servirle más al pecado. Pero no está pensando que el Señor me está borrando el libro de la vida. Y vuelve a escribir, como muchos creen, y vuelve a borrar. Y tanto que hace eso, ¿qué pasa? Hasta la hoja ya se rompe. El libro de la vida no está con borrones. Está impreso con la sangre de Cristo y eso no se puede borrar jamás. Entonces, estamos en la afección de santificación. Entonces, el hombre miserable pide ser liberado, no del castigo eterno. El hombre miserable del versículo 24 pide que el pecado salga de él totalmente. El hombre del versículo 24 está hablando y está preocupado, no en el juicio final, sino en no estar en la condición de servidumbre. Miren lo que dice el versículo 25. Que es la continuación. Miren cómo termina. Después, ¿qué dice en el 24? Dice miserable de mí. ¿Qué dice el 25? Gracias doy a Dios. Por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, esta es la conclusión. Después queda las gracias. O sea, él no ha perdido el norte. Si ven, él no está siendo como Judas, que el pecado lo ahogó y no ve a Cristo. No. Está ahí, nadando en contra del pecado pero no pierde la vista de sus ojos en el blanco que es Cristo. Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro, dice. Está hablando él para el diose de Roma. Y miren la conclusión. Así que, concluya, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios. Lo que hemos venido hablando. Yo amo al Señor. Yo conozco que Él es mi Salvador. Yo no puedo totalmente desprenderme de quién es Él. Más con la carne a la ley del pecado. Entonces, ¿qué quiere decir esto? Primeramente, no está diciendo entonces, ok, con mi mente yo estoy, creo en el Señor. Pero a la carne le voy a dar rienda suelta. Entonces, que haga lo que le dé la gana. No. No está diciendo eso. Si está diciendo es que batalla contra el pecado. Pero que deben encontrar paz de que no siempre vas a salir victorioso. ¿Ok? No siempre vas a vencer. En el sentido, ay, saqué durante una semana y no mentí. Gracias al Señor. Y apenas lo dije, ya mentiste. ¿Cierto? Es necesario enfatizar una y otra vez la cadena de oro. Romanos 8.30 A los que Dios predestinó a éstos también llamó. Y a los que llamó a éstos justificó. Y a los que justificó a éstos también glorificó. La elección, ¿quién la hace? El Padre. Antes de la fundación del mundo el Padre dijo, tú eres mío, tú eres mío, tú eres mío y tú eres mío. La elección es del Padre. La justificación de éstos elegidos que hace el Padre antes de la fundación del mundo ¿quién la hace? Cristo. ¿Cómo somos justificados? Cristo dijo, creed en mí y tendrás vida eterna. Eso es sencillo lo que el texto dice. Creed en mí, ok. Luego, la santificación de éstos elegidos y éstos justificados por el Cristo, la santificación ¿quién la hace? El Espíritu Santo. Estamos hablando entonces allá en el tema de que tú eres elegido, has sido justificado, el Espíritu Santo te está santificando. Y la última, esta última, eso es lo que estamos esperando. La glorificación, ¿quién la hace? A ver, pregunta teológica. El Padre elige, el Hijo justifica, el Espíritu Santo santifica, pero ¿quién nos glorifica? ¿Quién dijo? Estamos hablando del Hijo. El Hijo justifica y el Hijo nos glorifica. Por eso es que nosotros estamos en el proceso de la santificación. No es completa. ¿Ok? Y eso hay que tener mucho cuidado con los grupos círculos evangélicos que hay, lamentablemente, que creen y te dan a entender que sí, que tú puedes totalmente vivir en santidad, cero pecado. Eso es herético y satánico. Porque parece piadoso, pero no lo es. Porque si tú crees que puedes ser 100% santo, entonces vamos a llegar a términos teológicos que son contrarios a la palabra. ¿En qué sentido? ¿Dónde entra entonces la gloria del Hijo cuando Él dice, yo cuando venga los terminaré de limpiar? Y así dice el texto, el que comenzó la buena obra, la terminará en Cristo Jesús. Entonces lo que usted está diciendo es, tú has, mi hermano, quiero hacer esta pregunta, tú has y tú crees, mejor dicho, ¿tú crees que el Padre te eligió? ¿Tú crees que eres justificado de tus pecados por Cristo? ¿Tú crees con todo tu corazón que el Espíritu te está ayudando en la santificación? ¿Tú crees que cuando Cristo venga te terminará de limpiar? Entonces, la dependencia, todo, absolutamente todo, es de Cristo. Si te viene esa voz, o Satanás como dijo una vez así, padecía mucho esto Martín Lutero. Muchos creen que Martín Lutero tenía la demencia porque vivía atormentado, que él tenía el concepto de un Dios santo. Sí, Dios es santo. Pero hasta el punto de que dio lo que está solicito con el látigo para cualquier pecado, ¡tá, tírame! Y cuando Él entró al libro de Romanos y vio la maravillosa gracia de Cristo, pudo descansar. En el sentido de que, si Él me eligió, si Él me justificó, si Él me está santificando, y aunque me venga esa voz a decirme a mí en la oreja, hipócrita, pecador, acabaste de hacer lo que hiciste. El pecado te lo recuerda con exactitud, hermanos, ¿cierto? Cuando te llegue eso, tú dices, sí, soy un pecador, dijo Lutero. Soy un pecador, sí, es verdad. Pero la gracia de Cristo me ha justificado y yo descanso absolutamente en Él. Eso es todo. Si tú estás con Cristo, hermanos, la palabra dice, ¿quién contra ti? Dice la palabra, ¿cierto? ¿Quién? Ni el pecado tuyo. Solo en Cristo hay base para la justificación y solo en Cristo hay el poder para la liberación. Porque es necesario, mire lo que dice acá, es necesario que esto, ¿qué cosa? Se vista de qué. Y esto mortal, se vista de qué. Y cuando esto corrupto se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra. La batalla que tenemos, ¿cuál es? Sorbida es la muerte y victoria. ¿Por qué? ¿Dónde está o muerte tu aguijón? Sigue. ¿Dónde sepulcro que es muerte también tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte ¿Cuál es el aguijón de la muerte? El pecado. ¿Con qué estás batallando? Con el pecado. Y el poder del pecado la ley de Dios. La ley es buena, recuerden, pero el pecado se aprovechó de la ley y nos hace ver lo que hemos transmitido ante la palabra del Señor. Más gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Mire cómo Pablo habla acá y cómo totalmente de acuerdo en paralelo a lo que dice Pablo en Romano 7 Reconoce su miseria, pero al mismo tiempo reconoce que Cristo es el Salvador. ¿Cierto? Así que hermanos míos, amados ¿Qué dice? Estad firmes y constantes. ¿En qué? De que Cristo Jesús te ha dado la victoria, aunque no siempre termines haciendo lo que debes de hacer. Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor, creciendo en la santidad. Prosiga sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. ¿Ok? Entonces, si leemos nuestros versículos para ir terminando. Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Hablando de manera retórica ¿Quién? Cristo. Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor. Así que yo mismo solamente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado. Y cuando habla de esto, de la ley, nos está refiriendo a los 10 mandamientos. La ley es lo común, lo ordinario. Yo encuentro una ley, por así decirlo, si yo tiro una manzana vemos una ley que cae. ¿Por qué? Porque hay un orden natural que exige que la manzana caiga al suelo. Entonces, cuando habla más con la carne a la ley, significa que cuando tú pecas, te tienes que dar cuenta, recuerda lo que estudiamos, cuando tú pecas, sabe que ya no eres tú, es tu vieja naturaleza. La nueva naturaleza está impregnada de que entiende que ha sido justificado por Cristo Jesús. Si no entiendes esto, entonces, quírame, no vas a entrar y no vas a tener paz. Y queremos es que en medio de esta agonía, podemos perseverar para llegar hasta el final. Final. ¿Cómo nos vamos entonces? Ahorita. Son las 2 y 16. ¿Cómo nos vamos? Y hermanos, antes les quiero decir esto. Les voy a usar dos textos bíblicos para que vean la única demanda de la ley de lo que se pide, de acuerdo a la palabra, para que no se carguen con cualquier tipo de sistema religioso, por piadoso que parezca, porque al final recuerda que nunca vas a poder por tus propios méritos, matar el pecado. Puedes hacerle batalla. Tienes que hacerle guerra. Pero entienda que esa victoria es solamente de Cristo Jesús. Entonces, esto es para que no se piensen de que acá la manera de que el pecado lo venzan es que tienen que orar 10 horas al día. Tampoco nos estoy diciendo con eso que no hay que orar. El punto es entender que a veces dentro de la iglesia hay muchas cosas que se pueden volver legalistas. Bote la televisión, dicen mucho así. Muchos la llaman la caja del diablo. El problema no está en la televisión. El problema sabe que está en ti. Aunque tú te encierres en un cuarto de manicomios, el pecado está ahí contigo. Y no hace falta la televisión para que todo lo que salga de dónde, corazón o la mente. Sí, debes desfiltrar. Hay mucha suciedad en la televisión. Por eso soy un monja de espíritu para determinar esto es bueno, esto me conviene, esto es edificable. Hermanos, pero hay mucho sistema religioso llamado piedad que obliga a la gente a hacer algunas cosas. Y cuando esas personas se cargan de hacer esas cosas y no ven los resultados, termina entonces en que ya no aguantan más. No, les voy a mostrar dos textos bíblicos para que vean la exigencia que el Señor hace para su iglesia. Uno. Digo pues, lo primero. Andar en el espíritu. ¿Qué entienden con eso? Rápidamente para terminar. ¿Qué significa andar en el espíritu? Antes que antes les imagine. No es estar a flote de medio metro acá, así que una aurora acá. Eso no es andar en el espíritu. ¿Qué? Andar en el espíritu es, lea la palabra de Dios, escucha la palabra de Dios, adora con himnos al Señor por medio de la palabra de Dios. Himnos que sean con palabras bíblicas. Ten comunión con hermanos que están con la palabra de Dios. Cuando estás envuelto en un mundo de oídos, vista, amigos, todo dentro de la palabra, vas a estar en el espíritu. Y cuando dicen andar en el espíritu, es andar en el lenguaje del espíritu, que es la palabra de Dios. Voy a hacer, voy a forzar en cumplir la palabra del Señor. Y luego dice, la segunda parte, a andar en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. Siempre lo vamos a hacer la segunda parte, no satisfagáis los deseos. Nos vamos a forzar pero no todo el tiempo ocurre. Mira, y quiero que en el segundo texto es esto para que entiendan muy clave esta palabra. Lo que el Señor dice es que el pecado no reine. Lo que está diciendo es que no peques más. Si la palabra dijera eso, fuera muy diferente. Y si la palabra dijera no peques más, estrictamente porque entonces están condenados, estamos todos descalificados. ¿Entienden eso? Estamos todos descalificados. El punto es cuando dice no reine más es que no te está dando licencia para pecar, ni a mí ni a ti. Lo que nos está diciendo es que el pecado no puede gobernarte. Debes sí tener un mayor dominio, es el Espíritu de Dios en tu vida. Que estés en batalla, pero tiene que haber una diferencia entre la antigua vida y la nueva vida. No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo vas a obedecer siempre que... O sea, si tu corazón te pide cualquier cosita, así a primera vista ¿tú vas a correr a hacerlo? No. El Señor te pone una conciencia que ha sido restaurada por la palabra No todo el tiempo vas a terminar haciendo lo que te pasa por la mente. Hermano, por la mente no tenemos control de todo lo que nos pasa. Ya a ustedes les dije hace semanas, les ilustré. Nosotros no tenemos control de que un pájaro vuele sobre nuestras cabezas. Pero tenemos control de que un pájaro venga y haga un nido en la cabeza y ponga huevo en la cabeza. No, pues qué más, es que está ahí y yo no puedo hacer nada. No está diciendo eso. Entonces, que no reine el pecado. De modo que lo vas a obedecer Obedecer en sus concupiscencias, sus malos pensamientos. Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad sino que presentes tus manos, tus pies, tus ojos, tu mente, todo tu ser ¿A qué? A Dios como vivos de entre los muertos. Y vuestros miembros a Dios como instrumentos. Pero no todo el tiempo los vamos a hacer. Porque dice, no reine. ¿Ok, hermanos? ¿Qué es lo más repulsivo para la carne? Con estos dos textos que les mostré. ¿Sabe qué es lo más horrendo para la carne? Hablando de la vieja naturaleza. Lo más horrendo es el camino de la fe. Es lo más horrendo. ¿Por qué? Porque si tú obedeces a la fe desarmas a la carne. La carne te dice, no puede, no vaya, no quiero leer, no quiero orar, todas estas cosas. Pero como le he dicho a ustedes, si no quieren leer, es cuando más hay que leer. Cuando no queremos orar, es cuando más debemos de orar. Y hacemos todo, aunque nos sintamos, como hemos dicho, de la patada o que no tengamos ganas. Si tú lo haces por fe, la carne queda desarmada. Porque la carne dirá, ya no sé qué más hacerle, lo estoy puyando a que no vaya. Pero como tú vas a ir, ¿por qué? ¿Por sentimiento, por emoción o por fe? Hermanos, muchas veces, digo, cuando digo muchas, muchas veces, yo predico acá sin ganas de predicar. ¿Ok? Es una realidad. Y no solamente yo, todos los predicadores. Muchas veces quiero predicar, no quiero predicar, no estoy con ganas de predicar. Por un pecado, por una actitud, sencillamente porque estoy apático en algo, por una falta, y esto no quiere decir, no, señor, sabe qué, yo voy con la fe, y esto no quiere decir, no, señor, sabe qué, yo voy con un corazón, no voy emocionalmente apto, mejor sabe qué, hermano, hermano, sabe qué, no sé, otro hermanito, levántase, porque yo estoy destruido ya. Si yo haría algo así, la carne dirá, bueno, salí victorioso. Pero bendito sea Dios que nos dice que debemos hacer todo es por medio de la fe. Si no me cae bien alguien, el sentimiento, no es que lo sientes, es que igual por fe lo tienes que amar. Entonces, por fe. Si andas por fe, desarmas la carne. Aunque internamente te sientas, ya sabes. Bueno. Señor, damos las gracias en esta tarde por tu... por la convicción, por el rejocijo y la paz que nos das, porque descansamos en lo que tu palabra nos dice, siendo nosotros mismos enemigos de nosotros mismos. Sabemos que mi condición de la carne que está caída, está en mí, pero al mismo tiempo tu me has dado, nos has dado el entendimiento de quererte. Cada día esto nos lleva sencillamente a seguir guardando la esperanza cuando tu vengas, Señor. Y que sea cual sea, mientras que tu vengas, mientras que vengas ese día, Señor, que sabemos que es inminente. Las batallas y debilidades de cada hermano y cada hermana en esta mañana. Lo que tu le dices a ellos también. Que tu Santo Espíritu le da convicción de pecados a cada uno de nosotros. Sea cual sea nuestras debilidades, lo único que queremos es ver tu gracia, Señor. Reconocemos nuestra condición, reconocemos nuestra debilidad, reconocemos que lo que hacemos está mal, te ofendes, pecado, pero de una cosa estamos seguros. Si hemos creído que Cristo es quien dio su vida por nosotros en la cruz, me aferro a la palabra de la cruz, me esforzaré en hacer morir el pecado en mi carne cada día, y si peco, dijo Juan, tenemos abogado para con el Padre. ¿A quién? A Cristo, Jesús. Y que podamos levantarnos, sacudirnos el polvo, pedite perdón porque no queremos pecar, Señor, pero nos das las fuerzas para que, como el apóstol Pedro, podamos entender que en Cristo jamás se acaba la misericordia. Tú jamás te aburres de perdonarnos. Si pecamos mil veces, mil veces te pedimos perdón, y tú mil veces nos restauras, Señor. Que jamás el pecado nos nuble la mente de pensar y de quitarnos el gozo que el pecado tiene la última palabra. No, la última palabra la tienes tú, Cristo, y tú nos has enseñado y nos habla por mí la palabra que cuando tú vengas, entonces darás esa exclamación de dónde está el aguijón de la muerte, del pecado. ¿Dónde estará? Ayúdanos, Señor, ayúdanme a mis hermanos para que me exhorten cuando haga yo algo equivocado, también que yo pueda exhortarlos, cuando también veamos un hermano que haga algo equivocado, que debemos de cuidarnos unos a otros. Por eso es que somos parte de esta confraternidad que tú has demandado como Iglesia. No podemos estar aislados porque eso es lo que quiere el enemigo que anda como león rugiente, apartar las ovejas para devorarlas. Y de esta manera podemos, Señor Santo, en esta tarde, darte las gracias porque hemos terminado en esta hermosa exposición de este conflicto interno de cada creyente. Y que la otra semana, si tú lo permites, podamos entrar en el capítulo 8, lo que es vivir en el Espíritu. Gracias, Señor. A usted lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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