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Ver mucho más lejos que enero de 2024

Ver mucho más lejos que enero de 2024

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A pesar de los reveses, Bernardo Arévalo, el presidente electo de Guatemala, cuenta con apoyo y legitimidad internacional. Sin embargo, debemos ser cautelosos ante las malas intenciones y el apoyo de quienes se oponen a él y mirar más allá de su presidencia. Si otros partidos no asumen su responsabilidad y rechazan las prácticas corruptas, esto podría conducir a una mayor erosión de la democracia en Guatemala. Ilustración: Hacia dónde se mueve el péndulo (2023)

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Felix Alvarado discusses the current political situation in Guatemala. He mentions that despite setbacks, the elected president Bernardo Arevalo has international support and legitimacy. However, he warns of the caution needed due to the malicious intentions and support of those who oppose Arevalo. Alvarado highlights the importance of looking beyond Arevalo's presidency and preparing for the future. He expresses hope for an effective and clean government under Arevalo's leadership, but acknowledges the challenges and history of corruption. He emphasizes the need for other political parties to step up and provide worthy competition, as the current parties opposing Arevalo are corrupt and unresponsive. Alvarado concludes by warning that if other parties do not take responsibility and reject corrupt practices, it may lead to a further erosion of democracy in Guatemala. ========== VER MUCHO MÁS LEJOS QUE ENERO DE 2024 Mi nombre es Félix Alvarado y esta es mi columna, sin excusas, del 15 de noviembre de 2023 en Plaza Pública. Bernardo Arévalo recién ha vuelto a Guatemala, luego de visitar Washington, D. C. El momento da para ser cautelosamente optimistas: el intento de golpe no solo no prospera, sino enfrenta reveses. Las reuniones del presidente electo con migrantes guatemaltecos, funcionarios y operadores políticos y académicos en los EE. UU., su participación como orador principal en la gala del Diálogo Interamericano —un conocido tanque de pensamiento—, y la cobertura de prensa, todas permiten reconocer que goza del apoyo internacional y cuenta con la legitimidad como ganador incuestionable de las elecciones en Guatemala. Otro tanto agrega en el ámbito nacional la «mala semana» que la Corte de Constitucionalidad dio a los golpistas con un par de decisiones. Y eso sin contar la poca credibilidad del denunciante que desencadenó la persecución del Ministerio Público contra Movimiento Semilla, que mina aún más los esfuerzos espurios de la fiscalía. Juntos esos reveses justifican el optimismo. Pero aunque los empeños del fiscal Curruchiche, la Fiscal General Porras y el juez Orellana parecen destinados al fracaso, eso no elimina las malas intenciones y apoyos de quienes los alientan. Es esto lo que exige la cautela extrema. Lo muestra el dictamen de la comisión de finanzas del Congreso acerca del proyecto de presupuesto nacional para 2024, que con lenguaje malicioso y antitécnico busca amarrar las manos del Ejecutivo. Si no pueden evitar que Bernardo Arévalo sea gobernante, la gente más ruin seguirá haciendo lo posible para que no ejerza un gobierno eficaz. Por esto, antes que respirar aliviados cuando la coyuntura afloja un poco sus manos estranguladoras, conviene aprovechar el momento para levantar la vista y ver más lejos. En vez de concentrarnos en el 14 de enero de 2024, cuando asumirá la presidencia Bernardo Arévalo, conviene pensar en el 14 de enero de 2028, cuando dejará el cargo. Como militante de Movimiento Semilla, quiero creer que Arévalo liderará un gobierno que será limpio y además eficaz, y que la población lo reconocerá, dándole su voto a un subsecuente gobierno del mismo partido, para seguir la buena tarea. Pero eso exige bastante optimismo e incluso ignorar nuestra historia. No es solo que hoy haya gente esforzándose para que fracase Arévalo, o que algunos que lo apoyan a regañadientes, notablemente entre la élite empresarial, lo hagan porque valoran la democracia formal, no porque quieran ceder poder. Es que la tarea de gobierno es tan ingrata que, casi inevitablemente, al hacerla se pierde prestigio. Si a eso agregamos un sistema electoral veleidoso —desde las sucesiones fraudulentas entre Carlos Arana, Romeo Lucas, y Kjell Laugerud, en medio siglo ni un solo partido ha vuelto a estar en el Ejecutivo— un apostador que va a lo seguro tendría que decir que Arévalo tiene poco chance de entregar el cargo a otro gobernante de Semilla. Así que mejor digamos con Disraeli: preparémonos para lo peor, aunque esperemos lo mejor. Esperar lo mejor es lo que toca a Semilla: hacer un gobierno eficaz y consolidar un partido que pueda darle seguimiento. Pero prepararse para lo peor es reconocer la certeza de que alguien tomará el relevo tras Arévalo y que, si la ciudadanía democrática no se prepara desde hoy, bien podría ser aún peor que la decepción corrupta que nos dio Jimmy Morales tras las protestas en 2015, o más malicioso e incompetente que Alejandro Giammattei. Donde la cosa se complica es en que eso no es primero tarea de Movimiento Semilla, sino de sus competidores. Es trabajo de los demás partidos políticos y aspirantes a gobernar. Pero si hoy revisamos la competencia vemos un problema grave. Los partidos que enfrenta Semilla son una colección impresentable: corruptos, anodinos que desde la primera vuelta permanecen en silencio ante los ataques del MP, aspirantes dispuestos a venderse al mejor postor, reproductores de la vieja política, o —como quien allanó el camino para el voto de rechazo que luego cosechó Semilla— caciques que no entienden el Estado ni las necesidades de la población, y que no les importan. Apenas quieren manejar el gobierno como quien administra su finca tramposa. Otros ciudadanos y actores políticos —conservadores, centristas o progresistas, poco importa mientras quieran bien y sean competentes, que esta fue la innovación de Semilla— necesitan asumir la responsabilidad que hace 6 años encararon quienes fundaron este partido. O construyen una competencia digna, que significa abjurar de la vieja política y de su financiamiento oligárquico y corrupto, o al desentenderse allanarán el camino para una reversión antidemocrática aún más brutal que la vista estos últimos años en Guatemala.

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