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Barbasur, a rich but ugly man, wants to marry one of his beautiful neighbors. Despite her reservations, one of the daughters agrees. He warns her not to enter a locked cabinet, but her curiosity gets the better of her. Inside, she finds evidence of Barbasur's previous wives' murders. When he discovers her disobedience, he plans to kill her, but her brothers arrive just in time and kill Barbasur. She inherits his wealth and shares it with her brothers. A continuación Barbasur, había una vez un hombre muy rico pero muy feo y de aspecto desagradable, cuestionaba a Barbasur, por eso le llamaban Barbasur. Barbasur tenía una vecina, una dama distinguida que tenía dos hijas muy hermosas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando su elección cual quería darle, ninguna de las dos quería. Además de su desagradable barba, a las muchachas le disfrutaba que el hombre ya se había casado varias veces y nadie sabía que le había pasado con esas mujeres. Barbasur para conocerla la llevó con su madre y sus mejores amigas y algunos jóvenes de la comalta, a una de sus casas de campo. Todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a ver a Barbasur con los mejores ojos. Tan pronto hubieron llegado a la ciudad quedó arreglada la bola. Al cabo de un mes Barbasur le dijo a su mujer que tenía que viajar durante seis semanas por negocios. Le pidió que se divirtiera en su ausencia. Le dejó las llaves de los dos guardamuebles, le dijo, y esta es la llave maestra de todos los aposentos. Y esta otra es la llave del gabinete que está en la galería. Haz lo que quieras, pero te prohíbo entrar a este pequeño gabinete. Si lo abres, todo lo podéis esperar de mi cólera. Ella prometió cumplir exactamente con lo que se le acababa de ordenar. Y él, luego de abrazarla, subió a su carruaje y emprendió su viaje. Las vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la recién casada. De inmediato empezaron a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios de trajes, a la cual de los vestidos más hermosos y más ricos no cesaban de alabar. Y envidia la felicidad de su amiga quien, sin embargo, no se divertía nada al ver tantas riquezas. Debido a la impaciencia, se sentía por ir a abrir el gabinete que le había prohibido a su marido. Tan apremiamente fue su curiosidad que, desabasteciendo a las visitas, fue abrirlo al llegar a la puerta del gabinete. Se detuvo durante un rato, temiendo que esta desobediencia pudiera cargarle algunas desgracias. Pero la tentación era tan grande que no pudo superarla y temblando abrió la puerta del gabinete. Al principio no vio nada porque las ventanas estaban cerradas. Poco a poco empezó a ver que el suelo había restos de sangre de las mujeres anteriores que había tenido barba azul. Creyó que se moría de miedo y la llave del gabinete que acababa de sacar de la cerradura se le cayó de las manos. Después de reponerse un poco recogió la llave, volvió a salir y cerró la puerta. Subió a su habitación para recuperar un poco la calma pero no lograba tan conmovida estar. Intentó limpiar la llave que estaba manchada de sangre, pero la sangre no se iba porque la llave era mágica y no había forma de limpiarla de todo. Barba azul regresó esa misma tarde y su esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto regreso. Al día siguiente Barba azul le pidió que le devolviera la llave. Ella se la dio pero temblaba tanto que él adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado. ¿Y por qué le dijo la llave del gabinete no está con las demás? Tengo que haberla dejado contestó ella rida sobre mi mesa. Pues a ver si la buscas y me la devuelves muy pronto, dijo Barba azul. Después de aplazar la entrega varias veces no hubo más remedio que traer la llave. Cuando Barba azul la vio le dijo a su mujer, ¿Por qué hay sangre en esta llave? No lo sé, respondió la pobre mujer pálida. Tú no lo sabes, repuso Barba azul, pero yo no sé muy bien qué había pasado. ¿Has tratado de entrar al gabinete prohibido? Pues bien, entrarás allí y ocuparás tu lugar junto a las damas que allí habéis visto. Ella se echó a los pies de su marido llorando y pidiendole perdón. Había eternecido a una roca hermosa y afligida como estaba, pero Barba azul tenía el corazón más duro que una roca. Hay que morir, señora, le dijo, y de inmediato. Pues lo que voy a morir, respondió ella mirándolo con los ojos llamados de lágrimas. Dame un poco de tiempo para besarle a Dios. Te doy medio cuarto de hora, replicó Barba azul, y ni un momento más. Cuando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo, Ana, hermana mía, te lo ruego suba a lo alto de la torre para ver si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves hazle señas para que te den prisa. La hermana subió a lo alto de la torre y la pobre afligida le gritaba tanto, en tanto, Ana María mía, no ves venir a nadie, y la hermana respondía que no. Mientras tanto Barba azul le gritaba con toda su fuerza a su mujer, baja pronto o subiré hasta allá. Espera un momento más, por favor, respondía su mujer, y seguía preguntando a su hermano si veía a alguien, pero ella insistía que no. Baja ya, gritaba Barba azul, o yo subiré. Voy enseguida, le respondía a su mujer, y luego suplicaba, Ana, hermana mía, no ves venir a nadie. Veo, respondió la hermana Ana, una gran polverada que viene desde el lado. ¿Son mis hermanos? Ay, hermana, no, es un rebaño de ovejas. ¿No piensas bajar? gritaba Barba azul. En un momento más respondía su mujer. Bien, seguida, clamaba, Ana, hermana mía, no ves venir a nadie. Veo, respondió ella, dos jinetes que venían hacia acá, pero están muy lejos todavía. Alabado sea Dios, exclamó un instante, después son mis hermanos. Les estoy haciendo señas tanto como puedo, para que se den prisa. Barba azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer bajó y se arrojó a sus pies, desechada en lágrimas y enloquecida. Es inútil, dijo Barba azul, hay que morir. Estaba a punto de matarla cuando ella le pidió un instante más. No, no, dijo el inconveniente a Dios. En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta de Barba azul. Se detuvo bruscamente al abrirse la puerta. Entraron dos jinetes que, para en mano, corrieron derecho hacia Barba azul. Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero. De modo que huyó para guarecerse, pero los dos hermanos lo persiguieron. Lo atraparon y acabaron con él. Como Barba azul no tenía herederos, a su esposa pasó a ser dueña de todos los bienes que compartió con sus hermanos. Pues les debía la vida.

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