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1Los maestros de Dios no tienen un nivel de enseñanza determinado. En sus inicios, cada situación de enseñanza-aprendizaje entraña una relación diferente, si bien la meta final es siempre la misma: hacer de la relación una relación santa, en la que ambos puedan ver al Hijo de Dios libre de pecado. No hay nadie de quien un maestro de Dios no pueda aprender, de manera que tampoco hay nadie a quien no pueda enseñar.