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Por consiguiente, cómo lidiar con la magia se convierte en una de las lecciones fundamentales que el maestro de Dios tiene que dominar. Su primera responsabilidad en lo que respecta a esto, es no atacarla. Si un pensamiento mágico despierta hostilidad —de la clase que sea— el maestro de Dios puede estar seguro de que está reforzando su propia creencia en el pecado y de que se ha condenado a sí mismo.