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Después de despertar y tan pronto como te sea posible, aquiétate unos instantes y, si empieza a resultarte difícil, continúa durante uno o dos minutos más. Probablemente descubrirás que la dificultad disminuye y desaparece. En caso de no ser así, ése será el momento de parar. El mismo procedimiento debería seguirse por la noche. Tal vez tu período de aquietamiento debería ser temprano en el anochecer, si no te es posible hacerlo justo antes de irte a dormir. No es aconsejable hacerlo acostado.